Fandom: Sherlock Holmes - libroverse
Título: Por su propio bien
Personajes: Irene Adler, Sherlock Holmes, Godfrey Norton (Sherlock/Watson, Irene/Godfrey)
Advertencias: Spoilers de Escándalo en Bohemia, El problema final y La casa vacía.
Notas: este fic lo escribí después de ver Escándalo en Belgravia tras una pequeña reflexión sobre lo ignorado que es el pobre Godfrey Norton. Gracias a
ocsarah por su beteo. Se ubica entre El problema final y La casa vacía.
Música. Extrañaba su violín. Podría pedir a su hermano que le enviara alguno si no era el suyo propio, pero era un equipaje que llamaba la atención y no se lo podía permitir. Era una pena no tener ningún instrumento musical con él. Le ayudaba a pensar.
Por supuesto que no cualquier música ayudaba. Generalmente la música de entretenimiento de los hoteles era alegre e invitaba poco a la reflexión. Por eso le sorprendió ese día escuchar unas tonadas clásicas y decidió quedarse en el salón. Recostó la cabeza en el espaldar de la silla mientras fumaba, y cerró los ojos.
La voz de una mujer empezó a resonar en el salón con una acústica perfecta. Le gustaba el tono delicado de su voz y la fuerza que era capaz de transmitir. Al terminar la primera canción abrió los ojos para aplaudir con educación.
Fue entonces cuando la reconoció.
¿Qué hacía allí?
Disimuladamente se incorporó y empezó a mirar en las mesas a su alrededor. Cuando la mujer se le había escapado, no lo había hecho sola.
Lo reconoció de inmediato. Lo había visto poco, pero también lo recordaba. Estaba solo en una mesa, mirando embelesado a la cantante que había continuado su interpretación con la misma maestría que antes.
Tras pensarlo un momento, decidió que no podía perder aquella oportunidad. Aunque los lugares a los que iba solían ser interesantes, los viajes solían ser ordinarios y aburridos.
-¿Puedo sentarme, señor Norton?
El hombre lo miró extrañado, tras un momento de reticencia a dejar de mirar a la mujer.
-¿Nos conocemos? - Preguntó con extrañeza.
Sherlock negó al tiempo que extendía una mano hacia él.
-No, pero escuché su nombre por casualidad. Quería felicitarlo, su esposa canta muy bien.
Una inequívoca sonrisa de orgullo se expandió en el rostro del hombre, quien estrechó su mano y le hizo una seña para que lo acompañara.
-¡Irene es magnífica! - comentó con entusiasmo. - En su momento fue muy conocida en el medio artístico. Irene Adler era su nombre, no sé si la recuerda. Ahora no se dedica a ello, pero en ocasiones le gusta volver a los escenarios. No negaré que me encanta verla.
A pesar de que tenía ya tiempo de ser Irene Norton, Sherlock siempre la recordaba por su nombre de soltera. No había tenido la suerte de verla en el teatro, pero había seguido su carrera que iba más allá de eso. También había tenido una función privada de un segundo a la que Watson había asistido sin saber lo que pasaba.
-La recuerdo - respondió siguiendo la mirada del hombre hasta Irene, quien en ese momento sonreía a su esposo desde el escenario. Luego los ojos de la cantante se deslizaron hacia él y pudo observar una casi imperceptible respuesta de asombro. - Y creo que ella me recuerda.
Irene le sonrió también y luego apartó la mirada hacia el resto del público, quienes posiblemente no habían notado el intercambio. Norton en cambio lo miró ligeramente confundido, frunciendo el ceño.
-¿Se conocen?
Sherlock se encogió de hombros.
-Coincidimos alguna vez en Inglaterra poco antes de su retiro definitivo.
En ese momento terminó la canción. Los aplausos llenaron el salón e Irene los recibió con una amplia sonrisa y educadas reverencias. Luego bajó del escenario y se dirigió a su mesa. Al llegar a su lado, la mujer se inclinó a besar a su marido antes de sentarse junto a él.
Hasta entonces lo miró a él directamente y habló.
-¿Quién es tu amigo, querido?
Norton cayó en cuenta entonces de que Sherlock no se había presentado.
Hacían una pareja de foto. Norton era moreno, alto y elegante, a pesar de la nariz aguileña y el enorme bigote. Ella conservaba el rostro que le había dado la fama de hermosa y atrayente. En su caso, recordaba particularmente su habilidad para disimular y para engañar. No se equivocaban sus recuerdos: en ese momento parecía genuinamente intrigada. Sin embargo, Sherlock sabía que ella conocía la respuesta que su marido ignoraba.
-Un admirador - replicó Norton con una sonrisa orgullosa.
-James Morstan - declaró Sherlock inclinándose con educación.
Pudo notar el brillo divertido en la mirada de Irene. Había captado la referencia. Entonces, leía las publicaciones de Watson. Interesante.
Él apenas empezaba a ponerse al día sobre ella y su matrimonio.
Era una pareja que viajaba mucho. Extraño que un abogado optara por una vida errante, pero Irene era el tipo de espíritu que no aguanta demasiado tiempo en un solo lugar. Vivían en una urbe, donde Norton trabajaba los meses del año de invierno y primavera. Viajaban en verano y otoño. Irene era una esposa cariñosa pero no particularmente devota del cuidado de su esposo. Norton había sido un hombre independiente y no le molestaba tener que buscarse él mismo la ropa o hacer compras para la casa.
Tenían sirvienta en casa, obviamente, pero de viaje iban solos y ligeros de equipaje. Irene no había nacido para ama de casa, y a Norton no le importaba. De hecho, sospechaba que al hombre no sólo le daba igual la falta de algunas virtudes femeninas en su mujer, sino que incluso le gustaban.
Definitivamente, Irene se había conseguido un marido muy particular, pero eso ya lo sabía. ¿Cuántos hombres se hubieran quedado con ella conociendo la historia del Rey de Bohemia? Era un hecho que al irse de Inglaterra con ella, lo sabía.
A Watson podría haberlo divertido la explicación de cómo había deducido todo aquello. Hubiera tomado notas para pasarle después, pero habría sido peligroso llevar pruebas escritas con él sobre su identidad.
-Dice que coincidieron en Inglaterra - le dijo Norton estrechando con suavidad la mano delicadamente enguantada de la mujer. - En tu última visita ahí.
Irene entornó los ojos para examinarlo.
-Dudo que me recuerde - comentó Sherlock con modestia. - A las artistas con talento las siguen muchos admiradores para que presten atención.
La mujer sonrió divertida.
-Oh, pero creo que lo recuerdo… es usted clérigo, ¿no es así?
Sherlock asintió al tiempo que contenía una sonrisa. Ah, la mujer sabía jugar. Definitivamente aquel no sería un viaje aburrido.
-Tiene usted buena memoria, señora Norton.
El nombre sonaba extraño. En su mente la mujer siempre era Irene Adler. Pero no creía que Norton apreciara que la llamara de aquella forma.
-Es necesaria en mi profesión - comentó Irene con cierto deje de orgullo que Sherlock reconocía en sí mismo con frecuencia.
¿Por qué razones una mujer con una carrera, armas y posibilidades como Irene Adler dejaría todo lo que podría haber tenido? Había desistido de chantajear al Rey de Bohemia, pero había conservado la foto. Era un arma que podría haber utilizado en cualquier momento. Probablemente tampoco era la única personalidad a la que podría haber amenazado con los secretos que llegaban a conocerse en su medio. Podría haber seguido actuando, volver a Inglaterra, volver a América, conseguir dinero…
Pero estaba allí, viajando y viviendo con Godfrey Norton todavía.
La mujer tomó el pequeño bolso de viaje que su esposo había estado cuidando y tras revisar su contenido, frunció el ceño.
-No traje con qué cubrirme la garganta - dijo con preocupación, poniendo una mano sobre el cuello desnudo.
Sabía que las cantantes solían protegerse así de un enfriamiento después de cantar. Al parecer, ella no era una excepción.
Norton se levantó de inmediato.
-Te la traeré, la habrás dejado en la maleta. El señor Morstan te hará compañía mientras regreso.
Irene le sonrió con calidez y besó sus nudillos antes de soltarle la mano y dejarlo ir. Tanto ella como Sherlock esperaron a verlo salir del salón para mirarse de nuevo.
El rostro de ella se volvió severo y le dedicó una mirada acusadora.
-Se ve mucho mejor de lo que el doctor Watson cuenta.
Aunque el disimulo era un juego interesante, había esperado esto.
-¿Le gustan los relatos de mi amigo? - Preguntó él con tranquilidad.
Se sentía doblemente halagado. La mujer no solo era capaz de reconocerlo ahora, años después, bajo su sencillo disfraz de viajero. También leí las historias de Watson sobre él.
-Mucho - admitió la mujer volviendo a buscar algo dentro de su bolso. - Excepto este último. Es triste, está incompleto… aunque ahora debo admitir que hizo un trabajo muy convincente.
Sherlock asintió.
-No tenía otra opción que ser convincente. Él cree cada palabra.
Se sostuvieron la mirada unos momentos, hasta que ella negó lentamente, mirándolo con incredulidad. Sacó de su bolso una revista pequeña, poniéndolo sobre la mesa. Sherlock conocía ese formato.
-Es cruel, señor Holmes -susurró Irene de manera que nadie la escuchara - Él lo aprecia profundamente, se nota su devoción y su dolor.
Sherlock desvió la mirada.
-Es por su propio bien.
Irene arqueó las cejas, con la incredulidad evidentemente trazada en su cara.
- ¿Es más peligroso que lo sepa, a andar por allí sin tener la menor idea mientras otros podrían suponer que la tiene?
-Así es - admitió Sherlock. - Hubiera sido mejor que no lo supiera usted tampoco.
La mujer sonrió desechando la idea con un gesto de la mano.
-Su secreto está a salvo conmigo, se lo prometo.
La sonrisa cómplice que le dedicó le recordó la carta que le había dejado al marcharse y dejarlo en Inglaterra con las manos vacías.
-Fui informado de que su palabra es sagrada, señora Adler.
El sonido de su apellido de soltera pareció gustarle. A él le sonaba mejor. Más acorde con su recuerdo.
-Lo es. Pero debe saber que a Godfrey sí se lo explicaré. No tengo secretos para él.
Sherlock la miró evaluativamente, tratando de valorar si estaba diciéndole la verdad.
-No es mentira que es peligroso - le recordó.
Irene se encogió de hombros.
-Me parece que es más peligroso ocultar las cosas a las personas que queremos. - Empujó el folleto sobre la mesa hacia él. - Debería leerlo, señor Holmes. Debería saber cómo se siente el doctor Watson antes de decidir si le está haciendo un bien.
Se sostuvieron la mirada. Sherlock no había querido hacerse con una copia de aquella historia. No quería nada que lo relacionara con su pasado. Además, si era sincero consigo mismo, no quería leerlo.
-Insisto, por favor - dijo ella al ver su reticencia. - ¿O prefiere que se lo cuente yo misma?
Alargó la mano y lo tomó, desapareciéndolo en su bolsillo con agilidad. No quería escuchar la narración que haría al respecto Irene Adler.
-No haré nada hasta que pueda garantizar su seguridad - señaló tras un momento el detective. - Hay personas muy peligrosas envueltas en esto.
Irene asintió.
-Moriarty no estaba solo. Lo sé - dijo señalando el bolsillo en el que había guardado la revista. - Tampoco puedo decir que el nombre me sea del todo desconocido.
Sherlock la miró evaluativamente y ella sonrió con suficiencia.
-En los círculos que me movía se manejan muchos datos, señor Holmes. Como sabe, no me retiré por falta de información para hacerme de dinero o falta de contactos.
-No, se retiró por Godfrey Norton.
Irene miró hacia la puerta por la que su esposo había salido. Por un momento, Sherlock distinguió en ella la adoración que viera antes en el rostro de Norton.
-Me retiré a una vida más tranquila y más feliz. - Lo miró a él de nuevo. - Supongo que la extraña, su antigua vida. No se retiró por gusto, mucho menos solo.
No le gustaba pensar en eso. Pero era cierto, se sentía solo en sus viajes. Frecuentemente pensaba en los comentarios que le hubiera hecho a Watson sobre los distintos lugares a los que iba. Imaginaba las historias que su amigo habría escrito al respecto.
Sí, en realidad lo extrañaba. Pero no iba a hablar de ello.
-Esto terminará, es transitorio - le aseguró manteniéndose impasible. - Volveré cuando sea seguro hacerlo.
Irene sonrió complacida.
-Así lo espero. Realmente extraño tener nuevas historias suyas, esta era algo deprimente.
El estado de la revista se lo había dicho antes que ella. Era un hecho que Irene Adler solía andar con ella aquel folleto y no mera casualidad que lo tuviera en esa ocasión. El estado del bolso también le había dicho que frecuentemente andaba revistas de un tamaño parecido. Probablemente volúmenes de la serie de Watson.
Le hubiera gustado preguntarle por qué, pero decidió no hacerlo. Tal vez la respuesta era tan sentimental y etérea como las razones para dejarlo todo por Godfrey Norton.
Ella parecía esperar la pregunta que no llegó, pero tampoco demostró decepción.
-Le diré al doctor Watson que escriba una historia altamente entretenida para usted - le dijo con un tono ligeramente burlón.
-No, no le dirá - replicó ella sonriendo. - Pero eventualmente podrá decirle que consideraré un placer ver mi propia historia por su mano.
Sherlock entrecerró los ojos.
-Watson no participó más que indirectamente en su caso. No sabe más que lo que yo le he dicho.
En ese momento, Godfrey apareció de nuevo en la puerta del restaurante. Irene lo notó y le sonrió con complicidad antes de que su esposo se acercara.
-Lo sé, eso sería lo más interesante.
Antes de que el detective de incógnito replicara tenía al frente a un esposo preocupado poniendo con delicadeza una elegante bufanda en el cuello de su esposa, dándole un beso en la frente.
-Creo que voy a dejarlos ahora - declaró Sherlock poniéndose de pie. La idea de tener que fingir su personalidad de clérigo el resto de la velada no le divertía tanto como había pensado. Abordaría de nuevo a Irene en otra ocasión en solitario: si sabía algo de Moriarty, él necesitaba saberlo también. - Fue un placer hacerle compañía, señora Norton.
Le sostuvo la mirada un momento y luego extendió su mano hacia Godfrey, quien la estrechó con fuerza.
-Estoy seguro de que mi esposa también disfrutó el rencuentro. Recuerdo que habló mucho en su momento del clérigo que conoció en Inglaterra antes de nuestra partida y las malas noticias que recibió sobre él después la entristecieron mucho.
Sus palabras, casuales y afables como todo lo que había dicho hasta entonces, le cayeron como un balde de agua fría.
Entonces, lo sabía.
Escuchó la risita complacida de Irene detrás, pero al mirarla notó que no se burlaba: estaba gratamente sorprendida.
Tal vez Norton no fuera un observador excepcional ni tuviera la agudeza de Irene… pero al parecer no solo sabía todo sobre su esposa, sino que lo recordaba de manera específica hasta el menor detalle.
Irene se levantó y puso una mano sobre el hombro de su esposo.
-¿Todavía se pregunta por qué prefiero esto? - Dio un beso en la mejilla a su esposo, luego apoyó la mejilla en su brazo y miró a Sherlock profundamente. - Lea el relato, confíe en mí.
Con una inclinación de cabeza el detective se despidió de ambos y salió de la sala rumbo a su habitación. ¿Cómo había dejado pasar las señales de que Norton sabía lo que pasaba? ¿Lo sabía desde antes de subir a la habitación? Irene le había dado la clave al mencionar que era clérigo. Lo había hecho pensar que Norton no tenía idea, pero no era así. ¿Le había dicho ella antes a Norton? No, no había el menor signo de reconocimiento cuando le habló la primera vez.
El hombre había sacado conclusiones en algún momento desde la mención de su profesión hasta su regreso.
Sacó la revista de su bolsillo. Irene había insistido mucho en él. Desde que ella había insistido en que lo tomara había notado la fina hoja de papel diferente que se disimulaba entre sus hojas de manera intencionada a juzgar por lo perfectamente que calzaba su borde con los demás de la revista.
Lo abrió y al mirar la hoja reconoció al instante la letra pulcra y nítida de Irene.
“Querido señor Holmes:
Confieso que le vi llegar al hotel temprano. Insistí en actuar el día de hoy por la misma razón, tenía que verlo y hablarle. Este inesperado encuentro me llenó de alegría, pues su pérdida me parecía una de las mayores atrocidades que había leído. Todos necesitan alguna vez un Sherlock Holmes. Incluso yo me beneficié particularmente de nuestro fortuito encuentro. Confesarle a mi esposo toda la verdad fue el inicio de una nueva vida.
De momento no le dije nada a Godfrey sobre su presencia aquí, pero sospecho que al momento en que usted lea este texto, él ya lo sabrá. No se preocupe, como estoy segura le dije ya, su secreto está a salvo con nosotros.
No me es difícil adivinar las razones por las cuales se esconde. Moriarty no estaba rodeado de santos o inútiles. En esta carta, le adjunto todo lo que puedo recordar de lo que oí de ellos en mis días. Espero que sea de utilidad. No me parece justo para Inglaterra o para el buen doctor Watson que usted esté tanto tiempo fuera. No es bueno para ellos, o para usted.
Con cariño, siempre,
Irene Norton, née Adler”
Leyó la carta un par de veces antes de cerrarla y sonreír para sí.
Lo había hecho de nuevo. La mujer lo había superado, le había dejado por escrito una vez más que lo había superado. Sonrió inconscientemente mientras leía la información que le brindaba en el papel adjunto. Nada garantizaba que todavía estuviera actualizada o siquiera que fuera cierta. Pero era un nuevo extremo para investigar.
Una nueva pieza del rompecabezas que necesitaba resolver definitivamente antes de volver a casa con el doctor Watson.
Después de leer dos veces la información brindada y la carta, sus ojos se posaron finalmente en el texto de la pequeña publicación de su amigo. La leyó con atención. Al terminar, la dejó a un lado. No necesitaba leerla de nuevo, las palabras del doctor seguían repitiéndose en su mente.
Tal vez Irene tenía razón y debía apresurarse a resolver todo y volver a casa… por el bien de ambos.