Dec 02, 2016 20:17
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Bueno, pasada por agua tras las tormentas de noviembre, toca secarse con la propia chispa vital y ponerse en pie. Es verdad que mis satélites han huido de su órbita. Nada está donde solía. Donde sonaba Bésame mucho, ahora suena La Chica de Ipanema. Cada ciudad toca su canción. Cada plaza se cruza de una manera. Donde había mesas reunidas, tardes largas compartidas en música o silencio, ahora hay un montón de cajas apiladas que no se terminan de ordenar. No obstante, el espacio me queda holgado. Me sobran metros cuadrados a la redonda. Ya no soy sino una pequeña isla que teclea rápido, intentando protegerse con rítmico ruido. Soy también un puñado de virtudes inservibles que cambiaría por una mini-dosis de paciencia y sensatez. Cambio mis resplandores por una sólida paz. Cambio entusiasmo por tranquilidad. Cambio deseo por contención. Ésa es la idea: volverse contenida, ser un continente que guarda sus adentros; pasar de isla que vaga a tierra firme. El presente es duro y se guarda en la sección de congelados. Pero es mirarlo y comenzar a derretirse por efecto de una ventolera de ansiedad y finalmente se desparrama y vuelve a mover. Aún así, he de intentarlo, ahora que me he decidido. Hay que ser valiente. Mantenerse en pie con gran valentía y resistir el paso de las flechas y los abejorros, el desequilibrio de las horas deshabitadas, la noche que no acaba y que parece que será más negra si llega a su fin.