Título: Because, We are infinite...
Pareja: Kyugsoo y Yixing
Resumen: Kyungsoo es un artista de talento, sus maestros alaban su trabajo y sus compañeros le envidian. Pero hay algo en los dibujos de Kyungsoo que falla, siente que son tan planos como el papel en los que está dibujados. Una noche, como si de una aparición se tratase, un bailarín entra en su vida y sin pedir permiso le descubre un mundo nuevo el cual no querrá abandonar jamás.
Rating: NC+17, Romántico, Angst, AU
Número de palabras: 39.669
Avisos: Contiene escenas de sexo e insinuaciones sexuales, así como de actividades delictivas o peligrosas. No se deben de imitar los actos aquí narrados ya que son personajes de ficción.
Notas de autora: Quiero darle las gracias a mis betas por haberme ayudado tanto con esta historia; de no ser por ellas creo que jamás habría podido escribirla. Y quiero darle las gracias a la persona que ha pedido esta idea y disculparme si no he conseguido escribir lo que ella quería. Tamara, no sé si tienes LJ así que...bueno ya sabes que lo escribí para ti.
Tan pronto como comenzó a hacerse de noche Kyungsoo cogió del armario una mochila y la cargó con todo lo necesario: lápices, sacapuntas, gomas, folios y láminas gruesas, libretas de dibujo, su móvil, las llaves, algo de dinero por si era necesario y una pequeña linterna. Se aseguró de que no faltaba nada, revisó la hora y salió de su cuarto entrando en la zona del jardín de manera sigilosa. Observó a los lados y descubrió que el chico todavía no había llegado pero esperaba que esa noche sí que lo hiciese, no como la anterior que lo había dejado sin su presencia, plantado ante la espera de alguien que tampoco sabía que le estaba esperando.
Se colocó tras un arbusto y posicionó la linterna con la luz más débil hacia su libreta, donde colocó una de las láminas y esperó pacientemente a que llegase. Cuando ya casi estaba perdiendo la esperanza, un ruido cercano al árbol lo saco del sopor en el que comenzaba a caer y le hizo sonreír. El chico estaba ahí, tal y como había esperado.
El bailarín anónimo comenzó a prepararse. Kyungsoo observó cómo colocaba su teléfono móvil en el suelo de manera segura y programaba la lista de reproducción. Le observó estirarse alargando las manos por encima de su cabeza, haciendo girar sus muñecas y tobillos, moviendo la cintura en giros y lateralmente. La imagen de aquellos brazos musculados elevándose sobre su cabeza, danzando a un lado y al otro, alcanzando la mayor capacidad de sus músculos, los lunges laterales y cruzados que daban forma a sus muslos y las sentadillas que formaban una imagen bastante definida de su terso trasero. Supo al momento que ese chico era un bailarín experto y dedicado. Estaba ansioso, más que en las noches anteriores de verle comenzar el baile.
La melodía era una composición de cuerda, violines y violas sonando acompasados al ritmo de un pequeño tambor de hojalata. En las zonas más marcadas sentía que quizás también podía sonar un chelo pero el oído musical de Kyungsoo no era tan bueno como lo había sido tiempo atrás cuando era pequeño y jugaba a descubrir los instrumentos en las viejas grabaciones de vinilo de su abuelo. Pero, sin duda, aquella composición era algún movimiento de cuerda en orquesta. Y ahí estaba el bailarín dando lo mejor de sí mismo, danzando el lírico más hermoso que el dibujante había visto. Elevando sus piernas clavadas en el suelo a tiempo de ocho, contorsionando su cuerpo, alzando sus manos, convirtiendo más que nunca la música en arte.
Y, entonces, cada gota de sudor que se escapaba de su frente, cada gesto de dolor y de esfuerzo que se proyectaban en su rostro eran para Kyungsoo como palabras de ánimo que encogían de emoción su ansioso corazón. Lo amaba, amaba el arte que desprendía, amaba el alma en cada latido de sus pasos danzarines, amaba la presencia inspiradora de aquella persona sin nombre ni historia. El bailarín dio un salto y la respiración se le paró. La imagen ante sus ojos pareció detenerse por un momento, bañada por la luz espectral de la luna, entonces el lápiz se le escurrió de la mano de Kyungsoo, chocando con la linterna que se desvió en su foco y golpeó al bailarín en la cara, cegándole momentáneamente.
Kyungsoo se apuró a apagar la luz pero ya era demasiado tarde, aquella persona ya avanzaba caminando hacia él. Intentó mantenerse sereno pero no pudo. Cuando el bailarín atravesó el seto que le ocultaba y le miró a la cara con una sonrisa pícara supo que ya no podría excusarse más.
- Ahora -comenzó a decir el bailarín sin perder la sonrisa- ¿vas a negar que me estabas dibujando?
Había huido, ni si quiera le había contestado. Se había cubierto la cara con la libreta de dibujos escondiéndose de manera penosa. El otro chico se había quedado parado mirando hacia él, posiblemente preguntándose el porqué de que actuase tan raro. Le había oído decir aquello pero no le quiso responder, tenía miedo a meter la pata, molestarle u ofenderle. Por eso se había comportado como un estúpido y se había quedado medio encogido en el suelo, en silencio y tapado por una libreta en la que claramente se veía que le estaba dibujando.
Kyungsoo resopló con pesadez, dejando que su cuerpo cayese derramado por encima de la mesa del aula. Su compañero de la derecha le miró con mala cara pero aquello le importaba bien poco en ese momento. Tan solo podría pensar en el ridículo tan grande que había hecho aquella noche tres días atrás.
Cuando aquel extraño bailarín se acercó lo único que se le ocurrió fue interponer un escudo ante sus ojos impidiéndole ver directamente aquella mirada. Kyungsoo lo entendió en aquel momento, el alma que estaba buscando se reflejaba en el brillo intenso de aquellos trocitos de cristal coloreados. No tenía donde esconderse y, la verdad, es que tampoco quería hacerlo. Por fin le tenía delante y el mundo pareció detenerse en su mirada aunque, como siempre, no paraba de girar, pero a Kyungsoo eso le daba igual.
Cuando quiso darse cuenta y había vuelto en sí el muchacho ya no estaba, como tampoco su libreta de dibujos. Desde aquella vez se había topado con el bailarín por la universidad. Paseando por los caminos de fuera, en el comedor y en la biblioteca, pero en ninguna de aquellas ocasiones se había acercado a él para hablarle o pedirle de vuelta la libreta.
Ninguna de aquellas noches el bailarín había fallado a su cita no programada bailando bajo su ventana. Kyungsoo no había dejado de dibujarle y él de bailar. El dibujante estaba convencido de que sabía que le estaba mirando pero, salvo en ciertas ocasiones en las que parecía que dirigía la mirada hacía su ventana, hubiese jurado que pasaba de él. Los dibujos iban mejorando y ya casi se conocía de memoria sus facciones pero todavía continuaba sin saber su nombre. Todos aquellos pensamientos daban botes en su cabeza apurándole a tomar una decisión que no pegaba con él, pero no podía continuar de brazos cruzados sin hacer nada más que admirarle desde lejos. Aquella noche se lo diría, le llamaría desde la ventana y se presentaría. De aquel día no podía pasar.
Llegada la noche Kyungsoo se apresuró a prepararlo todo, igual que las noches anteriores, y como era costumbre el bailarín apareció. Le observó mientras calentaba, de nuevo sin decir nada, tan sólo esperando a que el momento justo llegase. Pero cuando se suponía que el chico debería de estar bailando no se movió. El bailarín anónimo permaneció quieto sin moverse, dándole la espalda.
El aire movía el pelo parcialmente largo que seguramente le cubría la cara, la luz de la farola se mezclaba con la de la luna otorgándole, como cada noche, una imagen un tanto espectral. Kyungsoo se estaba preguntando por qué no se movía pero no dijo nada, continuó mirando la espalda ancha y musculada del chico, bajando los ojos por su figura marcada y su cintura estrecha.
El joven se giró levemente y, ante el hecho de volver a ser descubierto, la boca se le secó y un nudo se formó en su garganta. Pero el bailarín no se giró del todo y entonces la música comenzó a sonar.
A Kyungsoo le hipnotizaba la melodía del cuerpo de aquel chico, cómo acariciaba el reflejo de las notas en cada movimiento. La silueta de sus pasos, la maestría en cada uno de sus actos. Convertía la música en una extensión de su cuerpo y la danza parecía sencilla realizada por él. Pero no era la perfección de sus actos tan bien coordinados lo que Kyungsoo quería volver suyo, sino esa expresión en su rostro como si alcanzase el cielo con cada baile. Era algo que envidiaba, algo a lo que necesitaba sentirse más cercano.
Cuando el baile terminó sintió que el aire también se había ido junto con la música y el lápiz en su mano siquiera había trazado una sola línea sobre el papel. El perfil sudado del bailarín destelló bajo la luz encogiéndole el alma, el lápiz se resbaló entre sus dedos, cayendo en picado contra el suelo, rompiéndose la punta y rodando hasta perderse bajo su cama. Kyungsoo no estaba seguro pero bajo aquella semioscuridad nocturna le pareció que aquel chico estaba sonriendo.
- Normalmente cuando tengo público suelen aplaudir si les gusta -comenzó a decir el extraño todavía sin girarse del todo-. ¿O acaso no te ha gustado? -añadió con una risilla traviesa.
Kyungsoo pensó aquello de "tierra trágame" por segunda vez ante aquel chico pero no contestó. El bailarín se giró y elevó el rostro hacia la ventana, clavando sus ojos en los de Kyungsoo sin perder la sonrisa que adornaba sus preciosos labios. El dibujante tragó saliva y le devolvió la mirada.
- Me ha encantado -le contestó con un hilillo de voz.
- ¿Vas a volver a negar que me estabas dibujando?
Kyungsoo negó con la cabeza apoyándose en el marco de la ventana.
- Entonces -continuó hablando el bailarín-, ¿por qué lo haces?
Si comerlo ni beberlo ahí estaba la pregunta, "¿por qué lo haces?". Ni si quiera él lo sabía bien, simplemente necesitaba hacerlo y no se lo había preguntado.
- Tengo que hacerlo -le contestó levantando algo más la voz.
- Y si tienes que hacerlo, ¿por qué te escondes?
Kyungsoo no supo qué responder y, por tanto, no lo hizo. El silencio se interpuso entre sus cuerpos como una barrera de seguridad que se veía alterada por la guerra de miradas. Hasta que sin más el joven bailarín se dio la vuelta y comenzó a recoger sus cosas.
- Tengo algo que devolverte -continuó hablando mientras guardaba todo en su mochila morada-. Mañana nos veremos y, por cierto -añadió tras una pausa en la que se colocó la bolsa al hombro- me llamo Zhang Yixing.
Al día siguiente las palabras de aquel muchacho todavía resonaban en sus oídos, incapaces de ocultar la melodía divertida de la voz de aquel que dijo llamarse Zhang Yixing. Todavía con ese torbellino de sentimientos en su mente entró en el salón comedor, colocándose en la mesa de siempre con su ya clásico café cargado. La cucharilla daba vueltas en su taza y ni siquiera le había echado azúcar. El agua oscurecida y amarga giraba creando un pequeño remolino en su interior de la misma manera que los pensamientos lo hacían en su mente.
La sensación de un contacto sobre su mano le trajo de nuevo de vuelta al mundo. Una mano, de piel clara y dedo largos con uñas cortas y cuadradas se había posado con delicadeza y familiaridad sobre la suya. Kyungsoo elevó la vista hasta llegar a la cara del dueño de la mano. Zhang Yixing le sonreía con ternura, dejando su cuaderno de dibujo sobre la mesa.
- Son muy buenos -comenzó a hablar el recién llegado, agarrando su bandeja con el desayuno-. Pero yo soy la única persona a la que has dibujado -continuó hablando mientras tomaba el arroz entre sus palillos algo más anchos y cortos que los que Kyungsoo solía ver por la cafetería-. ¿Por qué?
Kyungsoo tenía la respuesta pero la dichosa no quería salir, llevaba tantos años acomodada en su indiscreción que se había vuelto un tanto arrogante y no le apetecía salir. Yixing insistió con una mirada directa a sus ojos y Kyungsoo, casi sin poder evitarlo, había comenzado a hablar.
- No puedo dibujar personas, creo que me falta alma -tragó saliva y agachó la vista de nuevo a su café, el reflejo de su rostro tembló sobre la superficie amarga.
- Pero en cambio -le contestó Yixing-, a pesar de que dices que te falta alma, a mí me has dibujado.
Kyungsoo asintió y respondió elevando la vista.
- Sí, a ti te he dibujado.
La sonrisa de Yixing se dejó ver de nuevo con dulzura, acariciando su expresión facial. Se levantó con brusquedad desplazando tenuemente su bandeja de desayuno y agarrando la mano de Kyungsoo. Sin perder la sonrisa se inclinó alargando su cuerpo por encima de la mesa y le susurró en el oído:
- Ven conmigo.
A penas tuvo tiempo de reaccionar, cuando quiso darse cuenta, él y Yixing estaban corriendo por entre los pasillos de la enorme universidad, subiendo tan rápido que se mareaba. La imagen de Yixing ante él se desvanecía entre las luces proyectadas tras los cristales, el apretón estable de su mano en la de Kyungsoo, el calor de su presencia, el sonido de sus pasos acelerados y la respiración agitada. A pesar de no conocer de nada a aquel chico, Kyungsoo deseó desde lo más profundo de su corazón que aquella mano no le soltase nunca.
Pero como la mayoría de las plegarias aquella tampoco se cumplió y cuando Yixing apartó la última puerta ante ellos y se encontraron en la azotea, los dedos de Zhang se aflojaron sobre los suyos y una extraña sensación de vacío comenzó a alojarse en su estómago con intención de extenderse.
Yixing caminó hasta el borde balanceando divertido sus piernas, cuando llegó dio un salto subiéndose al saliente, Kyungsoo retuvo el aliento asustando.
- ¿Qué haces? -exclamó mirando nervioso a los lados aunque no había nadie más que ellos dos ahí- ¡Te puedes caer!
Yixing rió elevando la voz y se agachó colocándose de cuclillas, haciéndole un gesto con la mano para que se acercase. Kyungsoo dudó un momento pero luego caminó hasta él. Yixing le agarró la mano y le indicó que se sentase sobre el muro, dejando que las piernas colgasen sobre el pavimento varios metros más abajo.
- ¿Qué es lo que ves? -espetó de pronto Yixing, fijando la vista en el suelo y sentándose a su lado de la misma manera.
Kyungsoo volvió a dudar pero miró hacia abajo. El paisaje esquemático y estructurado de la construcción se extendió ante sus ojos, decorado con pequeños puntos de colores que se movían apresurados de un lado para otro.
- La universidad -respondió de manera seca.
Yixing frunció el ceño e insistió.
- Sé que puedes hacerlo mejor -le susurró de nuevo al oído, dejando que las palabras acariciasen su cuerpo y su mente-. Abre los ojos, ábrelos de verdad y dime qué ves.
A pesar que no entendía muy bien aquellas palabras, Kyungsoo lo hizo. Abrió los ojos, los abrió todo lo que pudo y contempló lo que estaba ante sus ojos. Estudiantes, profesores y empleados de la universidad caminaban apurados de un lado a otro. Directos a sus trabajos, a sus clases o algún lugar en sus agendas.
- Son personas. Gente, supongo -respondió con algo de confusión.
- Eso mismo -rió Yixing, todavía demasiado cerca de su oído-. En cada uno de ellos hay una historia, algo que contar, eso a la que tú llamas alma y otros llaman vida -las palabras del bailarín continuaban recorriendo su cuerpo acelerándole el corazón-. Tú tienes un don, ves esa luz que a la gente se le escapa. La ves en un árbol, en una taza, en un paisaje al anochecer; puedes verla también en las personas. Tan sólo tienes que abrir los ojos, como lo hiciste conmigo.
- Tú... -titubeó Kyungsoo ante aquel discurso- Eres diferente.
- Todos los somos -añadió con rapidez, apartándose de él y dirigiendo la mirada al horizonte-. Sólo tienes que intentarlo.
Kyungsoo seguía sin comprenderlo, sin saber qué era lo que motivaba a aquel bailarín desconocido a animarle; pero del mismo modo que tampoco entendía aquella necesidad de dibujarle, no preguntó, simplemente dejó que aquel ánimo le envolviese y sonrió.
La sonrisa de Yixing era extraña, pensó para sí mismo Kyungsoo mientras dibujaba de memoria los rasgos de esa cara de mofletes redondos. Era una sonrisa tierna y dulce, pero al mismo tiempo tenía una sombra de tristeza que no era capaz de descifrar y Kyungsoo sentía que tenía que entender aquello, de la misma manera que tenía que hacer suya aquella necesidad de continuar viviendo que desprendía con sus movimientos. Yixing era el conjunto de los enigmas de la vida, una duda con patas que saltaba correteando dentro de su cabeza, moviendo y pulsando botones que le impulsaban a ir más allá, a pesar que no pudiese ver el infinito pintado en sus pupilas. Pensando en él se le iban las horas, trazando líneas sin sentido en su libreta que cobraban la imagen de su silueta casi sin darse cuenta de ello. Y cuando lo miraba de nuevo, se encontraba a sí mismo sonriendo como un idiota y no le importaba, lo disfrutaba como nunca antes había disfrutado algo.
La calidez de su mano sobre la suya propia, el olor a flores que esparcía el viento en la azotea, el sonido de su voz en su oído, la respiración llena de energía. Todo en Yixing era increíblemente adictivo, contradictorio y confuso. Era esa eterna pregunta cuya respuesta siempre se quedaba bailando en la punta de su lengua.
Desde que había hablado con él se había animado y había intentado pensar en lo que le había sugerido, ver más allá. Observaba a las personas que pasaban delante de él aquella mañana en el camino de piedra de la universidad, intentando imaginar la historia que contaban. Pero aquello resultaba más complicado de lo que le había parecido en un principio.
- Tiene un examen importante y su novia le ha dejado -escuchó que le decía una voz tras su espalda.
Kyungsoo se giró sorprendido y se encontró con la mirada traviesa de Yixing. Éste dio por sentado que ya se había presentado y de un salto se elevó sobre el respaldo del banco de madera, ayudándose de uno de sus brazos y sentándose a su lado.
- Lo digo por cómo anda, fíjate -le indicó señalando a la persona de la que hablaba-. Va demasiado rápido y en su brazo derecho lleva muchos apuntes, algunos de ellos están mal colocados y doblados, como si hubiese tenido prisa de ponerlos ahí; y lo subrayado que se ve, aún brilla un poco, como si hubiese estado usándolos hace poco. En la otra mano lleva el teléfono y no deja de mirarlo, cada vez que le da a la pantalla aparece un nombre de mujer y añadamos que está despeinado y parece haber pasado una mala noche -continuó con su charla sin perder la sonrisa-. Es muy probable que me equivoque pero teniendo en cuenta lo que veo esa es la historia que me cuenta. ¿Y a ti?
Kyungsoo se quedó perplejo ante aquella descripción meticulosa por parte de Yixing. A él jamás se le hubiese ocurrido fijarse en todos aquellos detalles de una persona. Se sentía como un idiota. Se supone que los dibujantes deben de fijarse en todos los detalles, pero él no podía hacerlo.
- No te estreses por ello -añadió estirándose y recostándose cómodamente sobre el respaldo, elevando la vista al cielo y apoyando la cabeza en sus brazos-. No es algo que suela hacer la gente, pero siempre me ha gustado saberlo todo. Aun así, todavía no sé cómo te llamas pequeño stalker.
- Do Kyungsoo -pronunció con la voz muy baja.
- No tengo por costumbre comer personas, el canibalismo no es una práctica muy bien reconocida aquí -río Yixing sin apartar la vista de los enormes ojos de Kyungsoo.
- No suelo... hablar con gente -continuó hablando, elevando algo más la voz hasta alcanzar un tono más corriente.
- Pero ahora estás hablando conmigo y yo estoy hablando contigo -el acento extranjero de Yixing fluyó entre su coreano como un tintineo.
- No soy una persona normal -resopló pesadamente, excusándose.
- ¿Y cómo es una persona normal Kyungsoo? -preguntó Yixing, encogiendo sus ojos y contemplándole con complicidad; y Kyungsoo sintió que también podría estar analizándole a él.
No respondió al momento, meditó sus palabras como si no le estuviese respondiendo a un cualquiera, sino a un juez o a un policía que le acusaba de algún asunto muy grave.
- Alguien normal -comenzó a decir con calma, llevando los ojos a la parte superior de sus párpados indicando que estaba pensando- son las personas que hacen cosas comunes, que escuchan música que está de moda, que hablan con la gente, que caen bien.
- Entonces, estás diciendo que lo común es lo normal, que parecerse al resto de personas es… -Yixing se tomó una pausa para decir aquello sin perder la sonrisa-. ¿Lo correcto?
Kyungsoo no quiso evitar que el final de aquella frase había sonado interrogativo. Yixing le estaba probando, le estaba analizando intentando saber más de él, más de lo que quería mostrarle y esa sensación en el fondo de su cabeza le gritaba "huye" porque siempre le decía aquello ante el peligro, porque Kyungsoo, el precavido y seguro Kyungsoo, jamás se arriesgaba. La mano del bailarín volvió a posarse sobre la suya sin respetar su espacio personal y, como la otra vez, un escalofrío recorrió toda su espalda. No podía apartar la vista de aquellos dos ojos brillantes que le estaban perforando; entonces su sistema de defensa se desactivó y su barrera de seguridad se vino abajo. No podía huir.
- No sé qué es lo correcto -le contestó sin pensar si quiera en lo que había dicho.
- Lo correcto, Kyungsoo, es todo aquello que te aporta un beneficio y no molesta en nada al bien ajeno -le respondió Yixing, gesticulando sin prisa cada una de sus palabras.
Kyungsoo admiró con plenitud el movimiento de sus labios, como un enfermo lo haría ante la cura de su dolencia mortal. Degustó las palabras de Yixing como si fuesen las propias palabras de Dios, e igual que un bobo, permitió que aquel extraño entrase en donde nadie más había entrado, en su mente, su opinión y su alma. Aquel rincón oscuro que el dibujante había alejado de todos para no sufrir. ¿Y por qué lo había hecho? Por una mirada y unas palabras profundas. No podía negar que Yixing, sin duda, era especial.
- Quiero ver tus dibujos -continuó hablando Yixing-, me gustaría seguir haciéndolo, quiero ver cómo me dibujas. ¿Podré hacerlo?
Kyungsoo asintió. Aquella pregunta estaba de más, en ese momento tan solo pensaba en que no quería que las palabras de Yixing se fuesen. Le hacía pensar, sentirse de manera totalmente distinta y aquello no podía terminarse tan pronto.
Los días al lado de Yixing eran increíbles, nunca podía estar seguro de lo que iba a pasar o de dónde aparecería. A veces entraba en el comedor y se sentaba a su lado hablando de alguna persona a la que Kyungsoo ni conocía; otras veces aparecía por el paseo y comentaba algo en clase. Nunca había un comienzo al que poder llamarle "el principio de la conversación", simplemente llegaba y hablaba. Nunca paraba de hablar.
Kyungsoo comenzó a comprender la manera de ser de Yixing sin que él le dijese nada. Se había acostumbro a su extraño acento chino, a sus momentos en las nubes y sus diferentes arranques de energía. Le había tomado cariño a su espontaneidad y su curiosidad extrema, a su intenso ímpetu y su fuerza de voluntad. Había recorrido de memoria las líneas de su cuerpo en su mente, dibujando los hoyuelos en sus mofletes de papel sobre el cuaderno.
Podía definir a Yixing con mil palabras y, aun así, se quedaría corto pero al mismo tiempo se extendería demasiado. Pues Yixing era una espiral inversa lleno de contradicciones. A veces era vago y se quejaba de lo complicadas que eran las clases, pero aun así ni una sola vez le vio desistir en sus ensayos. Adoraba la comida, siempre estaba quejándose de que tenía hambre pero no se saltaba ni una sola vez su estricta dieta.
Le admiraba, de la misma forma que los estudiantes admiraban a sus maestros, pero aún así Yixing, a quien había puesto en un pedestal, continuaba cercano y dulce. Jamás le llamaba, pero Yixing aparecía día tras días a sus encuentros de dibujo y noche tras noche bajo su ventana para bailar; salvo una noche, la misma en la que en todo el día no le veía por el campus. Pasasen las semanas que pasasen ese día siempre faltaba, como si hubiese algo a lo que no pudiese evitar ir cada semana.
En alguna ocasión Kyungsoo había pensado en preguntarle por ello, pero al final siempre abortaba la idea porque terminaba aprovechando el tiempo en otras cosas.
Yixing observaba por encima de su hombro un dibujo aquella tarde cuando el calor del verano era pegajoso y los mosquitos se caían muertos contra el suelo. El aire parecía recién salido del horno y las nubes se arremolinaban sobre sus cabezas con intenciones claras de estallar en lluvia. Kyungsoo supo que estaba aburrido tan solo con notar el aliento sobre su hombro.
- ¿Qué dibujas? -le preguntó apartándose de detrás suya y dejándose caer en la hierba delante de él.
- A ti -le contestó Kyungsoo sin apartar la vista del papel.
- ¿Y no te cansas de hacer siempre lo mismo? -le espetó con tono aburrido.
- No -contestó secamente Kyungsoo-. Es lo que quiero hacer.
Yixing le observó de nuevo, elevando una ceja.
- Kyungsoo -le llamó elevando algo más la voz-, pareces un viejo. Siempre estás ahí quieto sin hacer nada. ¿Acaso tienes miedo a vivir?
Kyungsoo elevó una ceja molesto. Se le olvidaba que, a pesar de tener aquella preciosa carita de niño bueno, Yixing era bastante directo y ofensivo en algunas ocasiones.
- Esta es mi vida Yixing -le explicó con calma-. Tú eres bailarín y bailas, yo soy dibujante luego dibujo.
- No necesitas citarme disimuladamente a Shakespeare para intentar mandarme a la mierda -le cortó mordazmente el chino-, solo buscas excusas. Si no vives tu vida no voy a ser yo quien te cuente lo que te has perdido.
Kyungsoo dejó el dibujo a un lado y le miró. Yixing estaba tumbado sobre la hierba, arrancando hierbajos del césped y dejando que se colasen por entre los huecos de sus dedos. A pesar de ser mayor que él, en algunas ocasiones engañaba muy bien a la vista sobre su edad.
- Está bien -cedió el dibujante- ¿Qué es lo que tienes pensado hacer?
Yixing se levantó de un salto agarrándole de la mano.
- Tú déjame a mí. No te arrepentirás, te lo prometo.
A pesar de que Yixing estaba sonriendo Kyungsoo no se sentía nada tranquilo. Aquel chico podría tramar muchas cosas en su cabeza, cosas que el dibujante todavía no podía descifrar y entender.
Yixing le había dicho que no se arrepentiría, pero en el mismo momento en el que ambos bajaron del autobús ya lo estaba haciendo. Pero en el poco tiempo que conocía a aquel bailarín había aprendido a no tomar decisiones apresuradas ante nada, porque todo lo que podría parecer A lo más probable es que acabase siendo B. Así que hizo de tripas corazón y se lanzó a la aventura.
Jamás había ido por aquella zona de Seúl, no era un barrio muy amplio, sino más bien uno alejado del centro de la ciudad, con calles poco uniformes y estrechas. Los edificios no seguían un orden estético; grandes construcciones se intercalaban a lo largo con pequeños apartamentos de escasos metros cuadrados, había poca iluminación en las calles y los coches que aparecían por aquellos lugares no era el ejemplo claro de primeras marcas.
Kyungsoo pensó en preguntar en donde se encontraban pero no lo vio necesario, la distribución de la urbe le indicaba que seguramente se encontraban en el extrarradio, una de las zonas que sus padres le habían pedido que evitase. Dirigió una rápida mirada a su guía pero éste continuaba seguro de sus pasos delante de él, como si se hubiese olvidado de que llevaba a una persona consigo. Caminaron sin hablar durante unos cuantos metros, desplazándose por entre algunos callejones. El cielo oscuro y lejano volvía más lúgubre la zona y el aire helado que se desplazaba por entre las callejuelas hacía sentir una mala presencia al dibujante.
- Hemos llegado -exclamó de pronto el bailarín, girándose hacia él y sonriéndole con tranquilidad.
- Esto no me está gustado -le respondió Kyungsoo con aire preocupado.
- Todavía no has visto lo que te quiero enseñar -añadió Yixing, agarrándole de la mano y corriendo arrastrándole con él.
Ante sus ojos se extendió una zona despejada de asfalto, justo delante de un almacén que tenía la puerta doblada a pesar de tener pasada una cadena como seguridad. Había unos cuantos coches viejos y aboyados a los laterales como si fuese un fuerte, amontonados unos encima de otros, y alrededor del lugar se encontraban algunos grupos de personas que charlaban animadamente. Cuando llegaron más o menos al centro de aquel lugar, Yixing soltó la mano de Kyungsoo; la música R&B sonaba con fuerza por los altavoces que los grupos de muchachos tenían. Kyungsoo sintió que todas las miradas estaban fijas en él y que todas decía lo mismo: "intruso". Tragó saliva y retrocedió un poco, mentalmente estaba maldiciendo a todos los familiares vivos y muertos de Yixing.
Un chico alto y de fibrosa figura caminó con una sonrisa descarada hacia el bailarín y ambos chocaron sus manos sobre la cabeza y juntaron sus hombros. Yixing le dijo algo al oído y este sonrió bajo la gorra que cubría su rostro mirando en dirección al dibujante. Aquello no pintaba bien. Yixing volvió hasta él y le agarró de la mano.
- Quiero que te relajes, Kyungsoo -le susurró llevándole a uno de los grupos que estaba apoyado sobre el amasijo de coches-. Vamos a darle un poco de vida a esto, ¿no?
Yixing se apartó de su lado sin perder la sonrisa y sin apartar la mirada de sus ojos, Kyungsoo tampoco perdió el contacto visual con él. Caminó hacia atrás llevando su mano derecha al bajo de la entrepiernas de sus pantalones demasiado anchos y algunos de los chicos que había en el lugar comenzaron a rodearle. Y entonces la música volvió a pertenecerle. Cada uno de esos movimientos era increíble, sin poder predecir cuál sería el siguiente; siguiendo la música, dejando que el cuerpo se moviese solo, golpes de cabeza con fuerza, agresividad, ira, pasión, y sensualidad.
Yixing se mordía el labio, Kyungsoo se mordía el labio. Yixing echaba la cabeza hacia atrás, Kyungsoo retenía el aliento. Le vio caer al suelo, dejando que su cuerpo resbalase por el aire lleno de polución de la zona, semejando ser de goma y apretó los dedos en sus puños; se levantó casi sin esfuerzo agarrándose la entrepierna y de un salto se colocó en su sitio mientras su flequillo largo y rizado se revolvía en su frente. Cualquiera con ojos no podría evitar apartar la vista del lugar.
Al terminar la canción todos los participantes se felicitaron chocando sus manos, gritando con alegría y golpeándose los unos a los otros. Yixing caminó con calma, colocándose bien la camiseta básica que se le había movido, cayendo un asa por uno de sus hombros. Se paró justo delante de Kyungsoo y este rezó para sus adentros porque no pudiese oír lo rápido que latía su corazón.
- ¿Te ha gustado? -sonrió Yixing, Kyungsoo asintió sin apartar la vista- Entonces, ven. Y mírame solo a mí -añadió agarrándole la mano y llevándole al centro de la pista de baile callejera improvisada.
La música volvió a comenzar pero esta vez era algo diferente. Los bajos golpearon con fuerza los altavoces mientras las voces típicas de los cantantes de rap se acoplaban a los sonidos electrónicos de los arreglos; el marcado estilo de baile hip hop envolvió el lugar con un extraño ambiente personal. Yixing colocó su mano sobre su cadera y comenzó a moverla mientras chasqueaba los dedos, deslizó las piernas hacia un lado casi como si no pesase nada y fuese sencillo deslizarse de esa manera por el asfalto. Kyungsoo no pudo apartar la mirada, de nuevo estaba hipnotizado ante ese bailarín hechicero. Le vio mover sus hombros tal cual lo haría un gato, articulándolos en un gesto demasiado sensual y Yixing se mordía otra vez el labio sin apartar la mirada. La canción era suya, el baile era suyo, Kyungsoo era suyo.
- ¡Está lloviendo! -exclamó Kyungsoo, alargando la mano recogiendo las gotas sobre su palma y echando a correr con el resto de las personas- Venga, Yixing -le gritó para que se apurase, pero el bailarín no se movió, continuó bailando bajo la lluvia.
- La lluvia tan solo es agua, Kyungsoo -le respondió sin perder la sonrisa-. Deja de pensar y ven a vivir un rato.
Kyungsoo dudó por un momento pero al segundo se sorprendió a si mismo caminando en dirección a Yixing y sujetando su mano. Por una vez en su vida, quería vivir.
La música cambiaba de nuevo pero los pasos parecían continuar con la melodía anterior como si todo formase parte del mismo conjunto. Yixing se movía a su alrededor animándole con la mano, dejando que el agua de la lluvia les empapase, y Kyungsoo comenzó a seguirle un poco el ritmo. No sabía bailar, no se sabía el baile, tampoco conocía la canción, estaba perdido en alguna parte de un mundo no hecho para él y que no era seguro, bajo la lluvia rodeado de lo que parecían pandilleros sacados de una película mala americana o del Bronx. Pero nada importaba, estaba viviendo.
Yixing comenzó a reírse, divirtiendo el momento, y Kyungsoo le acompañó de manera explosiva.
- No pienses -le gritó bajo el chaparrón-. Déjate llevar -añadió tendiéndole la mano y acercándole algo a él.
La piel de Yixing estaba fría y mojada, sus dedos se escurrían entre los de Kyungsoo, pero nada importaba. Kyungsoo sintió que nunca había sido más feliz.
A la mañana siguiente, Yixing apareció como todas las anteriores en el comedor cargando con su bandeja en las manos. Su enorme cuenco de arroz asomaba por encima del borde de plástico humeante; el chino sonrió con ternura al encontrarse con la mirada dulce de Kyungsoo. Un escalofrío se deslizó un breve segundo por su espalda al recordar la sensación de la piel mojada de Yixing contra la suya. Le saludó con un gesto de la cabeza y continuó con lo que estaba haciendo.
- Somos los chicos y yo -pronunció con cuidado de no elevar mucho la voz mientras tomaba asiento.
Kyungsoo asintió y le pasó la libreta. Yixing siguió con la vista las líneas del dibujo mientras daba el primer bocado a su desayuno. Al otro lado de la libreta, sin que el bailarín pudiese verle, Kyungsoo sonreía plenamente disfrutando de la vista sin dejar de dar vueltas a su café.
- Para ser un dibujante sin alma -comenzó a decir Yixing todavía sin mirarle- veo mucho sentimiento en tu trabajo.
Kyungsoo esperó a que el otro apartase la vista de su libreta y la fijase en él para devolverle una mirada llena de seguridad.
- Eso es porque, esta vez sí que lo he dibujado con alma -le respondió.
- ¿Me cuentas sus historias? -le preguntó Yixing, dejando la libreta a un lado y apoyando el mentón sobre su mano.
- Este chico -comenzó a decir Kyungsoo, señalando al más apartado del grupo- tiene varios hermanos a los que cuidar, dedica mucho tiempo a ellos y apenas puede estudiar, de ahí los callos en los dedos y la imagen cansada en su rostro; pero a pesar de ello disfruta de su tiempo con los amigos. Este otro -prosiguió hablando del muchacho al cual Yixing había hablado con complicidad- es alguien orgulloso y fuerte, una persona decidida que no teme a nada y a nadie.
Yixing se pasó la lengua por los labios y señaló a la última persona en el dibujo, él mismo.
- ¿Y este chico? -le preguntó- ¿Cuál es su historia?
- Este chico -comenzó a decir Kyungsoo, sin apartar la vista del dibujo- es alguien que nunca tira la toalla por mucho que se compliquen las cosas; es alguien decidido e impulsivo, lleno de vida y de alma. Es una persona digna de admirar, que sufre como todo el mundo pero que lo oculta en una sonrisa y que, por encima de todo, ama bailar.
Yixing no apartó la vista de Kyungsoo y éste se la devolvió fijándose en el brillo de sus pupilas. De nuevo el tiempo se detuvo. Siempre sucedía aquello cuando le miraba a los ojos, como si la luz que el bailarín desprendiese le teletransportase a un universo aparte solo para ellos. Desde que Yixing había aparecido en su vida todo había cambiado, sus motivaciones, sus sueños, su alma.
- ¿Cómo lo haces? -murmuró casi en un susurro y Yixing le sonrió con ternura pero no le contestó.
« ¿Cómo lo haces? »
Se preguntó para sí mismo.
« ¿Con qué permiso has entrado en mi vida? ¿Quién te ha dejado revolverlo todo, cambiar las normas y estructurar un nuevo yo? Dime quién lo ha hecho porque yo no recuerdo haberte abierto esta puerta. »
El sonido del teléfono móvil de Kyungsoo hizo que su atención se centrase en el aparato, rompiendo el contacto visual con su compañero de mesa. Su madre volvía a llamarle; se disculpó y descolgó el aparato.
- Buenos días, madre -comenzó a decirle, hizo una breve pausa en la que ella seguramente le estaba diciendo algo e hizo girar sus ojos hacia el techo distraído-. Por supuesto, no he tenido ningún problema. Claro, ¿por qué lo dices? -de nuevo esa pausa, esta vez un poco más larga y tras ella un profundo suspiro por parte del dibujante- Pero madre, ya sabes que el maestro Kim es un poco exagerado a veces, no deberías de creer todo lo que te dice… -la mujer volvió a hablar y Kyungsoo sonrió de una manera agradable, iluminándosele el rostro- Si tanto te empeñas, por lo menos me tomaré un tiempo para pensarlo -se despidió de ella y colgó.
Yixing le observa terminando su última ración del desayuno y alargó la sonrisa como única respuesta dejando que los palillos se posasen en sus labios mitad fuera, mitad dentro.
- Era mi madre -explicó el dibujante, aunque era obvio-. Uno de mis maestros insiste en que vaya a la salida al campo para motivarme pero no suelo ir a las excursiones, no me gusta mucho eso de ir por medios salvajes.
- ¿Medios salvajes? -rió Yixing- Ni que nos fuésemos a la jungla.
Kyungsoo tomó un sorbo de su café.
- ¿”Fuésemos”? ¿Acaso vas a ir tú?
- Por supuesto -añadió sin más importancia- Es una excursión libre para toda la universidad, una especie de salida al medio natural para tomar contacto con nuestro yo más profundo -rió Yixing como si estuviese citando en broma algo que quizás le hubiese dicho alguno de sus maestros de baile.
- Hablas como el maestro Kim -se carcajeó Kyungsoo-. Quizás me piense eso de ir.
- Como ya te dije muchas veces, eso es cosa tuya, pero... -hizo una pausa para beber y luego prosiguió- ¿Por qué no te gusta?
Kyungsoo meditó un segundo lo que iba a decir pero, casi sin dudarlo demasiado, comenzó a explicarse.
- No me llevo muy bien con la gente, como habrás notado. Los profesores me tienen en muy alta estima y mis compañeros… Bueno, ellos no aprecian mucho eso. Además, mis padres son dueños de una galería de arte muy importante y creen que estoy aquí por asuntos familiares más que por talento.
- ¿Y qué? -exclamó Yixing sin demostrar el más mínimo asombro o repelo por lo que el dibujante había dicho-. La gente dice muchas cosas, Kyungsoo, pero ellos no viven dentro de ti. Mira, si todos dejásemos de hacer lo que nos gusta por evitar las habladurías de la gente, tendrían que convertirnos en estatuas. ¿Tú eres una estatua, Kyungsoo? -le preguntó, levantándose de la silla y estirando su cuerpo.
- No -le contestó el otro algo confuso y sorprendido.
- Entonces si no eres una estatua, muévete y haz lo que quieres hacer. Si no lo haces, no digas que es por los demás, sino porque tú no quieres hacerlo. Tú vida es sólo tuya, así que hazte responsable de ella.
Yixing se despidió y salió de la sala. Kyungsoo se quedó sentado frente a la mesa con su café helándose, sin apenas parpadear. Aquellas palabras habían sido como una bofetada contra la realidad. Su vida siempre había sido suya, entonces... ¿Por qué no hacía algo con ella?
Llamó a Chanyeol nada más terminar las clases, tenía que hablar con él y quedaron en el lugar de siempre. Cuando Kyungsoo llegó, Chanyeol ya le estaba esperando dentro.
- ¿Qué tal? -le preguntó Chanyeol cuando le vio entrar. Kyungsoo le saludó con la mano y caminó hasta él- ¿No vas a pedir nada? -añadió sin dejar de hablar mientras le veía tomar asiento.
- Tengo que hablar contigo -comenzó a decir Kyungsoo, pero en realidad no sabía por dónde empezar-. Han pasado algunas cosas, cosas relacionadas con ese bailarín... - intentó explicarse.
- ¿Todavía sigues con esa tontería? -rió Chanyeol mientras desviaba la mirada hacia unas chicas en la mesa de al lado.
- Existe -le respondió Kyungsoo-. He hablado con él, ya varias veces. Me trata como a un amigo más, es...-dudó por un segundo- es alguien increíblemente indescifrable. Cuando creo conocerle sale con otra cosa que no he podido prever. Me está ayudando con mis dibujos a... A dibujar personas.
Las palabras de Kyungsoo se secaron en sus labios, consiguiendo toda la atención de Chanyeol con aquella frase. Sacó su libreta de dibujos y se la pasó colocándola sobre la mesa. Su amigo la cogió y comenzó a ojear sus nuevos trabajos, sin decir palabra, totalmente concentrado.
- Son... -Chanyeol dudó, buscando una palabra para describir lo que estaba viendo- Son lo mejor que te he visto. Kyungsoo, lo has logrado, has conseguido volver a disfrutar de tu arte -la enorme sonrisa de Chanyeol se extendió por todo su rostro, pero su amigo no sonreía.
- Me ha dicho que vaya a la excursión, con él -Kyungsoo continuaba sin mirarle a los ojos-. Sabes cómo soy Chanyeol, sabes que esa no será una buena idea. Volverá a pasar, volveré a meter la pata y, entonces, se irá para siempre.
Chanyeol le miró con ternura y alargó la mano acariciando dulcemente el cabello castaño de Kyungsoo. Después de todo a ellos les unía una amistad demasiado fuerte, eran como hermanos. Kyungsoo era una persona maravillosa, lleno de pequeños matices especiales que no podían encontrarse en otras personas, un completo estúpido obsesionado con la perfección y lleno de complejos, alguien que sin duda podría comerse el mundo si tan solo lo quisiese.
- ¿Por qué no ir? Él es agradable contigo, ¿no? No tienes por qué tener tanto miedo - le consoló con amabilidad.
Kyungsoo elevó la vista, clavando sus ojos de cachorro abandonado en los de su amigo.
- Yixing es lo mejor que me ha pasado en la vida. Cuando él está a mi lado siento que puedo lograrlo todo. Me anima sin pedir nada a cambio. Hace que me moleste, que luche, que me valore...
- Te gusta -terminó la frase Chanyeol por él.
La cara de Kyungsoo se volvió roja como las manzanas que tanto le gustaban a su madre y Chanyeol sonrió, había dado en el clavo. El más bajo lo negó con la cabeza, pero no con las palabras. Volvió a agacharse y cogió aire con fuerza. Chanyeol desvió la mirada hacia un punto alejado en alguna parte de la calle que se extendía por la ventana a su lado.
- No tiene nada de malo -continuó hablando el más alto sin perder aquella sonrisa melancólica en sus labios-. El amor, Kyungsoo, nos llega a todos y, cuando aparece, no hay forma humana de cerrarle la puerta.
Las palabras de Chanyeol se volvieron tan reales como la imagen de las personas que caminaban ajenas a su duda mental en aquel momento, atravesando la calle.
¿Amaba a Zhang Yixing?
Continúa aquí