Capítulo: Jugando con Fuego
Fandom: LHDP
Pareja: Pepa/Silvia
Calificación: En principio, R.
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Increíble pero cierto, ¡esta vez no me ha llevado tres meses publicar la actualización! Creo que ha sido por la alegría de haber llegado a las 100 páginas del fic. A ver cuánto dura la racha, trataré de mantener contenta a la musa para que sea larga. *sonrisa enorme*
Al lío pues, capítulo nuevo...
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Capítulo 19 - Jugando con Fuego
Silvia entró en los vestuarios tras una larga jornada de trabajo. La pelirroja se sentía como si llevara tres días sin dormir, después de haberse pasado prácticamente todo el día encerrada en su laboratorio realizando análisis y pruebas de casos que ni siquiera recordaba que aún estuvieran sobre su mesa sin finalizar.
-Hombre, a ti te he estado yo buscando todo el día -le dijo a una Sara que se encontraba también en los vestuarios terminando de arreglarse.
-¿A mi por qué? -contestó Sara sin ni siquiera levantar la cabeza, mientras terminaba de calzarse sus botas altas.
-Porque esta mañana te escaqueaste tan rápido después de la bronca de tu abuelo, que no me dio tiempo a preguntarte -le contestó Silvia, al tiempo que abría su taquilla para dejar la bata y recoger sus cosas.
-Pues nada tita, pregunta hija mía, pregunta. Que si me has estado buscando todo el día, grave debía ser la cosa.
Silvia la miró sin dar crédito. -Pero bueno, ¿a ti que mosca te ha picado ahora?
Sara levantó la mirada, pero el desaire que tenía en la punta de la lengua murió en sus labios al ver que su tía la observaba con preocupación.
-Nada, perdona -Sara terminó de colocarse la ropa y cogió el abrigo que estaba sobre las bancas del vestuario-. Ha sido un día muy largo, eso es todo. ¿Mañana, hablamos, vale?
Silvia iba a dejarla mancharse, pero cambió de idea en el último momento. -¿Por qué no estabas de patrulla con Aitor esta mañana, Sara?
Las palabras de su tía frenaron en seco la retirada de la joven, que se quedó mirando la puerta sin llegar a abrirla.
-¿Qué pasa Sara?
La rubia por fin se giró para mirar a su tía. Era evidente por su gesto que no tenía ninguna gana de hablar del tema.
-No es nada, tita -la joven miró a su tía y sonrió, tratando de convencer a una Silvia que no estaba por la labor de ceder.
-Ya, claro. Eso no te lo crees ni tú -Silvia se sentó en la banca del vestuario y dio un par de golpecitos en el sitio justo a su lado para que Sara se sentara. -A mi no me la cuelas -le dijo, repitiendo las mismas palabras que horas antes le había dicho su sobrina.
Sara se desplomó sobre la banca con desgana, y se deslizó hacia abajo hasta que su cabeza reposó sobre uno de los hierros que sujetaban las perchas superiores. La rubia cerró los ojos y resopló para mostrar su malestar. Silvia no sabía si reírse por el comportamiento de su sobrina o preocuparse todavía más.
-Mira que eres melodramática, hija -le dijo finalmente.
Sara abrió uno de sus ojos y miró a Silvia atravesada.
-Melodramática, sí. Y te lo digo yo que sé de lo que hablo -añadió la pelirroja, al tiempo que le daba una palmada en la pierna a la rubia, tratando de aliviar un tanto la tensión. Era evidente que a su sobrina le preocupaba algo.
Sara la miró de nuevo, esta vez con los dos ojos abiertos y se recolocó en el banco, sentándose como era debido. La rubia resopló de nuevo, pero esta vez sonrió tras el dramático gesto.
-¿Ves?. Lo que yo te diga, la reina del drama -volvió a incidir Silvia, señalándola con un gesto de la mano.
-Vale, vale. Que ya lo he pillado. No hace falta regocijarse tanto, Silvia.
La pelirroja volvió a sonreírse, pero asintió a las palabras de su sobrina. -¿Me lo vas a contar, o qué? -le dijo.
-No es nada, en serio. Simplemente cambié el trabajo de oficina de uno de los becarios por la patrulla con Aitor. Eso es todo -Sara miró a su tía muy seria, tratando de convencerla.
-Entiendo -le dijo ésta, con una cara que dejaba muy claro que no entendía nada-. Entonces me estás diciendo que tú, doña ‘déjame salir de operativo que estoy más que preparada’, has cambiado con un becario tu trabajo de campo por su tarea de archivar papeles en el sótano, ¿correcto?. Y pretendes que yo me crea que no es por nada raro, ¿no?.
-¡Exacto! -dijo Sara, levantándose de nuevo para irse-. Sabía que lo entenderías, ya te dije que no era nada importante. Nos vemos mañana, ¿vale?.
-Sara Miranda, ven aquí ahora mismo -la voz de Silvia frenó en seco a la rubia, que estaba ya junto a la puerta para salir. Sara conocía bien ese tono, era el tono que Silvia empleaba con ella desde que la pequeña de los Miranda había tenido edad suficiente como para meterse en líos. La joven obedeció y volvió a sentarse en la banca con desgana.
-¿Me lo vas a contar, o vamos a pasarnos aquí lo que queda de noche? -Silvia la miró con su característica ceja arqueada.
Sara resopló una última vez antes de hablar. -A Lucas no le hace gracia que pase tiempo con Aitor -contestó finalmente, concediendo su derrota.
-Oh -fue el único comentario de Silvia, que se había quedado un tanto descolocada con la respuesta de su sobrina.
-¿Eso es todo lo que vas a decir?. Me comes la oreja para que te cuente lo que me pasa y lo único que se te ocurre decir es, ‘oh’? -Sara la miró con incredulidad.
-No, no, claro que no -Silvia carraspeó y se enderezó en la banca, tratando de organizar sus ideas-. Es que creí que las cosas iban mejor con Lucas. Quiero decir, creí que habíais hablado las cosas durante estos meses.
-Y lo hemos hecho. Las cosas están mucho mejor, pero…
-Pero sigue dándole vueltas al tema de Aitor, ¿no? -Silvia terminó la frase por su sobrina, y la joven se limitó a asentir.
-No es como si me lo estuviera echando en cara a todas horas, no es eso. Pero cada vez que sale algún tema de la comisaría y sale el nombre de Aitor, es como si tuviera un resorte en la espalda, Silvia, te lo juro. De repente se pone tenso e incomodo. Yo ya no sé qué hacer -dijo la joven, desmoralizada.
Silvia se quedó unos segundos meditando las palabras de su sobrina, pensando en algún consejo útil que pudiera darle. Pero lo cierto era que en esas situaciones, daba igual lo que se dijera o lo que se hiciera, la parte engañada siempre iba a estar dolida por lo ocurrido. No importaba cuanto tiempo pasara ni cuanto se hablara sobre el tema. Silvia decidió ser sincera con su sobrina.
-No sé, Sara. Creo que no hay nada que tú puedas hacer fuera de demostrarle que puede confiar en ti de nuevo. El resto depende de él, y es sólo cuestión de tiempo -le dijo, a la vez que acariciaba su espalda para dar ánimos a una Sara que se encontraba reposando sobre sus propias rodillas, con la cabeza entre las manos-. Aunque Lucas tiene que entender que no puede impedirte pasar tiempo con Aitor. Es poco profesional estar cambiando siempre las patrullas con otros para evitar a un compañero. Eso crea mal ambiente, Sara, y Lucas debería saberlo. Debería ser más razonable.
La joven dijo algo, pero Silvia no pudo entenderla ya que ésta seguía con la cabeza gacha y las manos tapando su cara.
-¿Qué has dicho, cariño? -le preguntó, tratando de llamar la atención de su sobrina.
-He dicho que eso no es todo -contestó la joven, levantando un poco la cabeza y mirando a la pelirroja-. Lucas no me ha dicho explícitamente que no quiera que pase tiempo con Aitor, simplemente es algo que noto.
-Entonces, ¿qué más pasa? -preguntó Silvia algo confusa.
-Pues que Aitor tampoco quiere que pase tiempo con Aitor -respondió la rubia, disgustada.
Silvia abrió los ojos de par en par y se levantó de la banca como un resorte. -Pero vamos a ver, ¿esto qué es, el cole?
Sara la miró sin entender muy bien a qué se refería, pero no dijo nada. El gesto enfadado de su tía indicaba que no era una buena idea interrumpirla ahora.
-Vamos a ver, que sois adultos, joder. Que no podéis seguir así toda la vida. Que si ahora Lucas no quiere que veas a Aitor, que si Aitor no quiere que le hables, que si tú no quieres salir de patrulla con él porque te sientes incómoda. Coño, Sara, que es vuestro trabajo, no el instituto. ¿Qué creíais que iba a pasar? Trabajáis juntos, ¿sabes?. En la misma comisaría, ¿no crees que va a ser un tanto complicado evitar a tu compañero?
-Ya, Silvia, ya -le dijo Sara, levantando las manos en señal de defensa-. Relájate, que se te va a reventar la vena de la frente.
La pelirroja se llevó una de las manos que tenía en la cintura a la frente para palparla, y cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo se echó a reír.
-Me he pasado un poco, ¿no? -preguntó con cara de disculpa hacia su sobrina.
-Un pelín nada más -le contestó ésta, señalando una distancia considerable entre su índice y su pulgar.
Silvia volvió a sentarse en la banca junto a su sobrina y tomó aire, dándose unos segundos antes de volver a hablar. -Perdona, -le dijo, mirándola de nuevo- es que me parece increíble que las cosas sigan así después de todo este tiempo. Los dos son adultos, los tres lo sois -se corrigió-. Deberíais dejar los temas personales fuera del trabajo.
Sara la miró estupefacta. -¿Perdona?, ¿tú vas a hablar? -y esta vez fue ella quien abrió los ojos como platos-. ¡Silvia!, que te liaste a tortas con tu mujer ahí fuera en plan gladiadora americana!
Silvia la miró con los ojos entrecerrados durante un par de segundos antes de contestar. -Touché -dijo finalmente.
-Gracias -fue la respuesta de Sara, que celebró interiormente su pequeña victoria, y volvió a recostarse de nuevo sobre la banca.
Tía y sobrina se quedaron un rato en silencio, meditando sobre lo que habían estado hablando. Sus miradas perdidas en el infinito.
-¿A quién se le ocurre casarse con compañeros de trabajo? -bromeó Silvia.
-Tsh, compañeros de trabajo que van armados, no te olvides -añadió Sara entre risas, y la pelirroja se rio con ella.
-No te preocupes por lo de Lucas y Aitor -Silvia le dijo, recuperando la conversación anterior-. Seguro que todo se arregla con el tiempo
-Si lo sé -contestó Sara, aunque sin mucha convicción-. Pero mientras tanto es un auténtico coñazo venir a trabajar.
Silvia se rio una vez más. -Eso le pasa, señorita Miranda, no sólo por casarse con un compañero, sino por ponerle los cuernos con otro miembro del cuerpo -le dijo, mientras se levantaba para volver a su taquilla sin echar cuenta de sus palabras.
-¡Tita!
Silvia miró a su sobrina y, ante la cara de esta, se repitió sus palabras mentalmente, cayendo, de repente, en la cuenta de lo que acababa de decir.
-Te juro que no iba con doble sentido, Sara -le dijo, tapándose la boca con la mano para tratar de refrenar el ataque de risa que le había entrado.
Sara se quedó mirándola indignada, no sabiendo muy bien si reírse con ella o mandarla al carajo. La puerta del vestuario se abrió de repente, y Pepa entró en la habitación, encontrándose con la estampa de una Silvia desternillada de la risa y su sobrina fulminando a su mujer con la mirada.
-Uy, ¿qué ha pasado aquí? -dijo la morena tratando de disimular la sonrisa que las carcajadas de la pelirroja le estaban provocando. Algo en la mirada de su sobrina le decía que igual no era buena idea unirse al chiste.
-Nada, aquí tu señora, que le ha dado de repente por el humor verde -dijo Sara, dedicando una última mirada atravesada a Silvia, que trató de calmar sus risotadas mordiéndose el labio.
-Bueno, pues yo os dejo ya -dijo la rubia, dándole un beso en la mejilla a Pepa antes de salir-. Mañana nos vemos, tita Bella.
-Buenas noches, guapa. Saluda al “hombre importante” de mi parte -le dijo, Pepa, mofándose del marido de su sobrina en la última parte.
-Quieres dejar de meterte con Lucas -le dijo-. ¿Por qué no te metes con tu suegro si eres tan valiente, eh? -añadió, dándole un par de golpecitos con el dorso de la mano en el brazo para dejar clara su opinión.
-Porque el Comisario no nos ha abandonado para irse con el enemigo -le replicó Pepa-. Y además, él no tiene una mujer que me golpea para demostrar que lleva la razón -le dijo a su sobrina, sacándole la lengua a la vez que se frotaba el brazo que acababa de ser golpeado.
-Tú sigue, que aún cobras otra vez -amenazó la rubia, y Pepa corrió a esconderse tras la figura de Silvia que las miraba divertida.
-¿Tú no te ibas? -le preguntó ésta a su sobrina.
Sara asintió. -Mejor me voy, sí, que contenta me tenéis las dos esta noche -añadió la rubia, girándose para abrir la puerta.
-¡Oye! -la voz de Silvia hizo que se girara de nuevo para mirarlas-. Y para tu tía favorita, ¿no hay beso de despedida?
-Para ti no hay beso hasta que no te laves esa boca con jabón -contestó Sara, al tiempo que salía por la puerta del vestuario farfullando para sí, ‘miembros del cuerpo’.
La puerta se cerró tras ella, y Silvia volvió a reírse ante el cabreo desproporcionado que había pillado su sobrina. La pobre no puede fingir que no tiene sangre Castro corriendo por sus venas, pensó Silvia.
-¿Miembros? -preguntó una confundida Pepa mientras abría su taquilla para recoger sus cosas-. ¿Se puede saber de qué demonios estabais hablando?
Silvia se acercó a ella y depositó un beso en su mejilla antes de cerrar su propia taquilla. -Mejor no preguntes.
Pepa se encogió de hombros y se limitó a coger su cazadora de cuero del perchero. Mientras se la ponía, miró a Silvia, que parecía entretenida buscando algo en su bolso.
-Oye, pelirroja -le dijo, y Silvia se limitó a contestar con un ‘mmhmm’ gutural mientras seguía revolviendo su bolso sin prestarle demasiada atención a la morena.
-¿Cómo es que no me has comentado lo joven que es la nueva Inspectora? -le preguntó, mientras se abrochaba la cremallera de la cazadora.
-¿A qué te refieres? -contestó Silvia, sin abandonar su empeño.
-Pues a que no me esperaba a alguien así cuando me la he cruzado esta mañana, y he hecho un poco el ridículo, Silvia -Pepa seguía tratando de abrochar la cremallera de su cazadora, que se resistía a subir.
-¿Alguien así? -fue la respuesta de la pelirroja.
-Coño, Silvia, que cuando alguien piensa en la Inspectora Jefe de una Comisaría, se imagina a una cincuentona canosa y entradita en kilos, no a una veinteañera guapísima.
Al oír las palabras de Pepa, Silvia levantó por fin la cabeza, abandonando de inmediato la búsqueda de su móvil. Pepa, que seguía lidiando con la cremallera, levantó la vista al no obtener respuesta de su mujer.
-¿Qué? -le preguntó al ver que ésta la estaba observando con detenimiento.
-¿Te parece guapa? -el tono de Silvia era neutral, no delataba ningún tipo de emoción con respecto a la pregunta, pero los ojos de Pepa se abrieron como platos al darse cuenta de lo que había dicho.
-No, no -dijo la morena atropelladamente-, no quería decir eso.
-Entonces, ¿no te parece guapa?
-Sí -contestó Pepa, y la ceja de Silvia se arqueó ligeramente-. Quiero decir, que no -la lengua de Pepa trastabilleó al ver la ceja de Silvia subir y subir-. Me refiero a que sí es guapa, pero que a ‘mi’ no ‘me’ parece guapa -dijo la Subinspectora, golpeándose el pecho con el índice efusivamente.
Pepa tragó saliva esperando la reacción de Silvia, y se quedó estupefacta cuando ésta estalló en una carcajada.
-¿Qué? -preguntó Pepa indignada por la reacción de su esposa.
-Tenías que haberte visto la cara, Pepa -Silvia volvió a acercarse a ella y de nuevo besó su mejilla.
-¿Te hace gracia, eh? -le preguntó la morena, rodeando la cintura de Silvia para que no se apartara mucho de ella.
-Mucha -le contestó Silvia, dándole otro beso en la nariz-. Ha sido muy divertido ver tu cara de ‘ups, creo que ya he metido la pata’ -le dijo, riéndose de nuevo antes de continuar-. ¿Cuántos años crees que tiene?
Pepa la miró confundida. -Alcaraz -le explicó Silvia-, que cuántos años le has echado.
-No sé, veintitrés o veinticuatro -respondió Pepa, considerando su encuentro de esa mañana con la Inspectora.
-Tiene treinta y uno -contestó Silvia, un tanto sorprendida por la respuesta de Pepa.
-Joder, ¡pues está fantástica!
La ceja de Silvia volvió a arquearse inmediatamente, y Pepa no pudo reprimirse, soltando un sonoro ‘¡Já!’, que provocó una mirada de pocos amigos por parte de la pelirroja.
-Ahora ya no te hace tanta gracia, ¿eh? -le dijo la morena, con una sonrisa pícara-. Que esta vez esa ceja no se ha arqueado porque estuvieras quedándote conmigo, pelirroja. Que te has puesto celosa.
-Serás imbécil -le dijo Silvia, dándole un leve manotazo en el estómago.
-¡Au! -se quejó la morena-. Pero qué manía os ha entrado a todos con pegar a la mujer convaleciente.
Silvia se rio ante las payasadas de su mujer, y le dio un pequeño beso en los labios para compensar su acción anterior. -Pepa, tú tienes de convaleciente lo que yo de espontánea.
La morena sonrió y aprovechó para volver a rodear la cintura de su mujer con sus brazos. -Tú eres espontánea, Silvia.
-¿Ahora soy una persona espontánea, no? -Silvia preguntó divertida.
-Ahá -Pepa asintió con la cabeza, a la vez que sus labios se acercaban cada vez más a los de Silvia. -Espontánea e impetuosa -añadió.
Silvia no podía dejar de mirar los labios de Pepa, que se encontraban a escasos milímetros de los suyos. -¿Eso crees? -preguntó, no recordando muy bien qué era lo que estaban discutiendo exactamente.
-Estoy convencida de ello -le dijo la morena en un susurro, y Silvia, al notar la respiración de Pepa sobre sus labios, cerró los ojos en anticipación del beso.
Pero el beso nunca llegó. En su lugar, Pepa le propinó una palmada en el culo antes de decirle. -Si no, ¿como explicas que estuvieras pensando en meterte en una de esas duchas conmigo ahora mismo?
-Te mato -le dijo la pelirroja, que de verdad no sabía si reírse o tirarle algo a la cabeza a la mujer que la miraba con una sonrisa altanera.
-Admite que lo estabas pensando, pelirroja -Pepa la miró con ojos golosos, y le hizo un guiñó. Pero Silvia no estaba por la labor de caer en la trampa otra vez.
-Tienes razón, lo estaba pensando -concedió la pelirroja, acercándose de nuevo a una Pepa cuya sonrisa apenas si le cabía en la cara.
-Y tú -añadió Silvia, a la vez que su índice recorría la cremallera de la cazadora de la morena hasta llegar a su barbilla, donde se detuvo-, vas a poder pensar en ello largo y tendido esta noche.
Pepa se mordió el labio y se acercó a la boca de Silvia lentamente, hasta que el índice de la pelirroja se interpuso en su camino.
-Desde el sofá, Pepa -finalizó Silvia, a la vez que le daba una última palmadita de consuelo a la mejilla de su mujer.
La pelirroja cogió su abrigo y salió del vestuario, dejando a una atónita Pepa plantificada allí en medio.
-¡Bocazas!
Fue lo último que escuchó una satisfecha Silvia antes de que la puerta se cerrara tras ella.
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Pues eso es todo por hoy. Espero que os haya gustado, si no, siempre queda el consuelo de que el próximo capítulo sea mejor. Gracias como siempre por seguir ahí a las duras y a las maduras, y por darme vuestras opiniones y ánimos para seguir adelante con la historia. ¡Se agradece! :)
Capítulo 20