Una Fuerza Imparable - Cap.18

May 06, 2011 00:12

Título: Capítulo 18
Fandom: LHDP
Pareja: Pepa/Silvia
Calificación: En principio, R.

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Capítulo 18

-¿Está Silvia dentro? -preguntó Aisha, señalando el laboratorio una vez finalizadas las presentaciones.

Pepa negó con la cabeza. -Acaba de salir, no os habéis cruzado por segundos -le dijo-. ¿La buscabas por algo en particular?

-Venía a recoger los resultados de un caso, pero supongo que ya los habrá bajado ella.

-¿Un caso? -preguntó la morena, saliendo por fin del laboratorio y cerrando la puerta tras de sí-. ¿Trabajas aquí?

-Pues…sí -Aisha la miró extrañada-. Sí trabajo aquí. Inspectora Jefe Alcaraz -añadió señalándose la placa que llevaba enganchada en la cintura de sus vaqueros.

Pepa observó la placa e inmediatamente un gesto horrorizado cubrió su rostro. La morena se golpeó la frente con la palma de la mano al caer en la cuenta de con quién estaba hablando.

-Joder, soy gilipollas. Anda que debo estar causando una primera impresión de las que hacen época -Pepa se frotó la frente incomodamente-. Tiene usted que perdonarme, Inspectora. Silvia ha mencionado un par de veces a la nueva superiora, pero no me había quedado con el nombre; eso, y que no me esperaba a alguien así -le dijo señalándola con un gesto de su mano. La rubia se limitó a arquear una ceja a modo de pregunta.

Pepa cayó en la cuenta de lo que acababa de decir y negó vehementemente con la cabeza. -No, no, no…quiero decir, que no me esperaba a alguien tan joven.

-Entiendo -la Inspectora no añadió nada más. En realidad, la situación le estaba resultando de lo más cómica, y ver cómo de hondo era capaz de seguir metiendo la pata la Subinspectora la estaba divirtiendo sobremanera

Pepa se cubrió el rostro con las manos y tomó aire tratando de calmarse. -Lo cierto es que los temas de comisaría han estado, digamos que, vetados estos últimos meses -dijo por fin, a la vez que retiraba las manos de su cara y observaba a la Inspectora que la miraba con una sonrisa benevolente-. Supongo que todo el mundo ha tratado de evitarlos lo máximo posible cuando yo estaba delante; no he llevado demasiado bien el estar apartada del trabajo tanto tiempo.

La morena se quedó mirando a su superiora y resopló, la situación había pasado de la incomodidad al absurdo. -Debe de estar usted pensando que me falta un hervor.

Aisha se rio y negó con la cabeza. -Y yo que pensaba que habíamos empezado con tan buen pie -La Inspectora le restó importancia a las palabras de Pepa a la vez que iniciaba el camino hacia la planta baja, invitando a ésta con un gesto de su cabeza a que la acompañase-. Lo cierto es que me alegro de que por fin te hayas incorporado.

Pepa la miró con sorpresa mientras la seguía por el pasillo.

-De verdad -le dijo la rubia, asintiendo muy seria-. Empezaba a creer que eras producto de la imaginación colectiva de la comisaría. Si te soy sincera, empezaba a cogerte un poco de manía.

Pepa no entendía nada, así que prefirió no hacer más comentarios y dejar que la Inspectora se explicase. Ya había cubierto su cupo de momentos embarazosos en lo que iba de mañana.

-La gente no para de hablar de ti por aquí. Que si Pepa esto, que si Pepa lo otro, que si ya verá Inspectora cuando vuelva la morena… ¿qué les das?

Pepa soltó una carcajada, y miró a la Inspectora con incredulidad. -Ya será menos.

-Te lo digo totalmente en serio. ¡Todos los días!

Pepa sonrió halagada por el hecho de que sus compañeros se acordaran tanto de ella en su ausencia. -Solía ser el chivo expiatorio de la comisaría cuando las cosas no salían al antojo del Comisario, así que supongo que en mi ausencia habrá repartido el papel entre varios y les habrá hecho extrañarme -las palabras de Pepa no encerraban maldad, hacía tiempo que había aceptado el carácter de su suegro. De hecho, ahora que no lo veía dirigido hacia su persona con tanta frecuencia, lo echaba un poco de menos.

-Vaya, habría jurado que tu hermano Paco o alguno de los agentes de su equipo ostentaba ese título.

-Ohh, era un título compartido, créame -Pepa continuó-. Pero a mi solía corresponderme más veces que al resto. Mi crimen siempre era más grave que el de los demás -añadió la morena entre risas.

Aisha la miró sin entender muy bien a lo que se refería, y Pepa se explicó -Yo corrompí a su niña. En la lista de afrentas, eso figura mucho más arriba que cualquier otra cosa.

La Inspectora sonrió ante la explicación, y negó sin dar crédito. -Pues cualquiera lo diría -dijo, bajando la voz al llegar a la planta baja; la figura del Comisario se divisaba ya en la puerta de la sala de briefieng-. Es uno de los que más pesaditos ha estado con el tema -añadió susurrando para que solo Pepa pudiera oírlo.

La morena se rio, apreciando la ironía del asunto, y su carcajada llamó la atención de Silvia que se encontraba comentando algo junto al Comisario.

-Veo que ya os habéis conocido -dijo la pelirroja, acercándose a las dos mujeres con una sonrisa.

-Sí, precisamente estaba diciéndole a Pepa lo mucho que todos la habéis extrañado en la comisaría -la Inspectora sonrió pícaramente.

-Y que lo digas -dijo Sara, pasando como una exhalación camino de la sala briefing-. No veas lo insoportable que ha estado Silvia desde que se reincorporó, a ver si ahora se tranquiliza un poco, porque vaya tela.

-¡Pero bueno! -Silvia puso los brazos en jarras y miró atónita a su sobrina.

-Estoy segura de que exagera, princesa -añadió Pepa tratando de salvaguardar el honor de Silvia, mientras se mordía el labio para evitar sonreírse. Lo cierto era que haberse reincorporado al trabajo casi dos meses antes que ella, había supuesto un duro trago para la pelirroja, que sentía que estaba abandonando a Pepa durante su recuperación. Decir que el humor de Silvia había sido voluble durante ese tiempo, era quedarse corto.

-Y tú no me bailes el agua, Pepa. Que conozco esa cara -Silvia la miró desafiante-. Anda, que contenta me tenéis todos esta mañana -añadió la pelirroja, dirigiéndose de nuevo hacia la sala y dedicando una última mirada de reproche a su padre antes de introducirse en la habitación.

-¿Pero qué he hecho yo? -preguntó el Comisario sin dar crédito-. Esto es ya el colmo, vamos -don Lorenzo trató de refrenar su genio y miró a la Inspectora que todavía se encontraba junto a Pepa-. Alcaraz, reunión -dijo señalando la sala de briefing. La Inspectora asintió y se giró hacia Pepa para despedirse.

-¡Ya, cojones! -le increpó el Comisario, al tiempo que entraba en la habitación farfullando-. Un parvulario, de verdad que dirijo un jodido parvulario.

Pepa volvió a morderse el labio para evitar reírse del malhumor de su suegro, al igual que había hecho segundos antes con su mujer.

-Te dejo, que están los ánimos calentitos hoy -la Inspectora se despidió de Pepa y siguió los pasos del Comisario, girándose justo antes de entrar en la sala-. De verdad que me alegro de que te hayas reincorporado, Pepa -añadió-. Y el usted lo vas aparcando, que Aisha es más que suficiente. Después de todo, iba a resultar extraño que no tutearas a alguien tan “joven” como yo -dijo sonriendo, a la vez que hacía el gesto de las comillas con sus dedos. Finalmente, la Inspectora entró en la sala de reuniones y cerró la puerta tras de sí, dejando a Pepa sola en medio de la zona común.

La morena intentó no sentirse molesta por el hecho de no haber sido incluida en la reunión, pero decidió seguir fiel a su decisión de acatar las ordenes del Comisario y volver a sacar el tema cuando lo viera más receptivo. Tal vez un par de días de trabajo de oficina le vendrían bien para aclimatarse de nuevo al ambiente de trabajo.

Dispuesta a centrarse de nuevo en los informes, Pepa se sentó en su escritorio y cogió una nueva carpeta del montón que seguía apilado encima de su mesa. La morena se puso los cascos y encendió su reproductor de mp3. Con un poco de suerte, la música le ayudaría a mantenerse aislada del ruido que caracterizaba esa parte de la comisaría, y sobre todo, le ayudaría a desconectar de lo que quiera que estuviese ocurriendo en la sala de reuniones. No es tu caso, Pepa. Céntrate en tu trabajo, céntrate, céntrate, céntrate…

La arenga mental y la música hicieron su labor, y en un par de minutos, la morena estaba lo suficientemente concentrada como para empezar a sacar cosas en claro del informe que estaba leyendo. Se trataba de un caso de apenas dos meses de antigüedad. Una denuncia por ruidos excesivos en una vivienda del barrio.

Al parecer, unos vecinos habían llamado a la policía tras escuchar una acalorada discusión entre dos hombres en la vivienda de al lado. La llamada, que en un principio se había hecho para protestar por el elevado tono de voz de los participantes, había terminado resultando en una denuncia por posible maltrato, al percatarse el hombre que estaba denunciando la situación, de los gritos de una mujer.

La policía se había personado en el domicilio, y se había encontrado con la estampa de una casa patas arriba, con mesas volcadas y cristales rotos por todo el suelo de la vivienda. La mujer a la que el vecino había dicho haber escuchado gritar se encontraba en el salón, tratando de aguantar las lágrimas.

Los agentes habían recogido en el informe sus apreciaciones de la situación, e informaban de que, a pesar de encontrarse visiblemente afectada por lo que hubiera ocurrido momentos antes, la mujer no tenía intención de presentar cargos, alegando que simplemente se había entrometido en la pelea que su hermano y el otro hombre estaban manteniendo.

Pepa tiró el informe sobre la mesa y resopló por enésima vez en lo que iba de mañana. Leer todos los informes que el Comisario había dejado sobre su mesa iba a llevarle días, y la mitad de ellos eran casos inconsecuentes a día de hoy. El expediente que estaba leyendo carecía de relevancia para su departamento, los casos de alteración del orden público y maltrato eran seguidos por otra división de la Comisaría. Pepa ni siquiera entendía por qué el expediente estaba sobre su mesa.

Resignada a continuar con el trabajo asignado, continuó leyendo la descripción de los hechos que había hecho el agente Rubio, encargado del caso. Una discusión entre conocidos que acaba a gritos y con algún vecino falto de sueño llamando a la Comisaría, pensó Pepa. La patrulla se había personado en el domicilio de Álex Rey pasada la una de la madrugada. Rubio había hecho especial hincapié en resaltar que, el tal Álex, tenía bastante mal genio. Habían tenido que animar al otro implicado, un tal Pablo Fuentes, a abandonar la vivienda para poder poner fin a la discusión.

No me puedo creer que don Lorenzo me tenga leyendo todo esto, ¿qué demonios se supone que voy a conseguir leyendo informes de denuncias por alteración del orden público?. Pepa ojeó el resto del informe y comprobó que Olalla Rey, la mujer a la que el vecino había escuchado gritar, había renunciado a presentar denuncia alguna contra su hermano. Al parecer compartían la vivienda, y la joven insistía en que no había ocurrido nada, que lo único que había sucedido era que la discusión entre su hermano y el hombre que acababa de irse simplemente se había salido de madre.

No me extraña que hayan acabado a gritos, si yo tuviera que vivir con Paquito, los vecinos de la corrala estarían llamando a San Antonio día sí y día también. Pepa se sonrió, sabiendo que estaba exagerando terriblemente la realidad. Cierto era que ella y su hermano discutían con frecuencia, pero la mayor parte de las veces eran discusiones fruto de la complicidad y la tontería que caracterizaba a los hermanos Miranda. La última discusión grave que había mantenido con su hermano había tenido lugar hacía más de diez años, y ni siquiera entonces podía decirse que se hubieran tirado los trastos a la cabeza. Simplemente habían estado en desacuerdo con respecto a lo que había ocurrido.

Pepa apartó los recuerdos melancólicos de su adolescencia y se centró en terminar de leer el informe. Se disponía ya a descartarlo a la pila de informes leídos y sin mayor transcendencia, cuando se percató del nombre del Agente que había acompañado a Rubio durante la patrulla. Se sorprendió enormemente al ver el nombre de Aisha Alcaraz escrito sobre la rúbrica de la Inspectora que certificaba su conformidad con lo recogido en el informe por el Agente Rubio.

A Pepa le resultó llamativo que la Inspectora Jefe de la Comisaría de San Antonio hubiera acudido de patrulla a esas horas de la noche para atender una llamada por ruido excesivo. Ese era uno de las trabajos que más frecuentemente cubrían los becarios y los agentes con poca experiencia. La Subinspectora volvió a echar un vistazo rápido al documento y comprobó que, fuera de su firma, la Inspectora no había añadido ningún comentario al informe que había redactado su subordinado.

Pepa se encogió de hombros no queriendo darle mayor importancia al asunto. Tal vez la nueva era una adicta al trabajo, y salir de patrulla nocturna con los becarios era uno de sus vicios. Quién sabe, lo mismo era una forma de motivar a los agentes que estaban empezando. Pepa se hizo una nota mental para mantener un ojo abierto en caso de que el hecho volviera a repetirse en alguno de los miles de informes que aún le quedaban por leer.

En cualquier caso, el hecho de que el informe llevara la firma de la Inspectora había resuelto, al menos, su duda de por qué un caso de alteración del orden público había acabado en esa sección de la Comisaría.

Pepa depositó el informe en la pila de expedientes leídos y descartados y cogió una nueva carpetilla con la que seguir su tediosa tarea. Le bastó con pasar la primera página del informe para saber que este caso no iba a ser más interesante que el anterior. Se trataba de un robo de cajas de frutas de la trastienda de una supermercado.

La cabeza de la Subinspectora cayó desplomada sobre su escritorio en señal de frustración, y un sonoro 'me cago en mi mala sombra' se escapó de sus labios. Para colmo de su paciencia, la batería de su mp3 dijo adiós, y Pepa tiró los auriculares sobre la mesa mirándolos con enojo como si fueran los culpables de todos sus males.

-¿Una dura jornada?

Pepa alzó la mirada sin despegar su mejilla del escritorio, y se encontró con un sonriente Montoya observándola.

-¿Qué te ha dado la pista? -le contestó malhumorada.

-Yo diría que el "me cago en mi mala sombra" que se ha escuchado en toda la sala ha sido un buen indicio.

La morena abrió los ojos alarmada y se incorporó para mirar a su alrededor. Los agentes que la rodeaban no hicieron demasiados esfuerzos por ocultar sus sonrisas.

-Genial, es lo que me faltaba para completar una mañana redonda -dijo recostándose sobre el respaldo de su silla con cara de pocos amigos-. Que se corra el rumor de que no llevo bien la reincorporación.

Montoya se rió y se acercó a la silla que estaba al otro lado del escritorio de la Subinspectora, dejándose caer sobre ella. Pepa no pudo evitar fijarse en el movimiento cansado del hombre.

-¿Cómo lo llevas? -le preguntó señalando la pierna del Inspector-. Te veo mucho más suelto que la última vez que nos vimos.

Montoya se limitó a encogerse de brazos. -Todavía, debería llevar el bastón -contestó al ver que Pepa seguía esperando una respuesta-. Pero me toca las narices pasearme por la Comisaría como un inválido -añadió tras echar un vistazo a su alrededor y comprobar que no había moros en la costa y podía hablar con tranquilidad.

Pepa se sonrió al ver a un hombre tan seguro de sí mismo como Montoya mirando por encima del hombro. -Rita no sabe que te paseas por la Comisaría sin el bastón, ¿eh?

Montoya volvió a echar un vistazo y negó con la cabeza. -Y no le digas ni una palabra, que bastante tengo con que el Comisario me tenga relegado a trabajo burocrático y reuniones informativas. Como Rita le diga que estoy forzando la cosa, me manda para casa otro mes.

Pepa se rio al escucharlo, entendía perfectamente por lo que estaba pasando Montoya. Ella no llevaba ni un día en la Comisaría y ya estaba odiando su nuevo rol en la oficina.

-Soy una tumba, tú no te preocupes -le dijo, fingiendo echar la llave a su boca-. Y como nuevo miembro del club de los convalecientes, puedes contar con mi apoyo -añadió solemnemente.

Montoya se giró al notar movimiento en la zona de la sala briefing y se levantó apresurado al ver a un montón de agentes saliendo por la puerta de la sala. -Me voy antes de que me vean. Y no te muestres tan solidaria con mi causa, que yo estaba deseando que te reincorporarás para ver si así empiezan a agobiarte a ti y me dejan a mi tranquilo.

La morena lo miró con indignación, pero Montoya no retiro sus palabras. -Instinto de supervivencia, Pepa. Ya sabrás a lo que me refiero cuando lleves una semana rodeada por policías sobreprotectores -Montoya se llevó la punta del dedo índice al interior de su boca, y fingió volarse la tapa de los sesos.

Pepa soltó una sonora carcajada mientras observaba al Inspector escabullirse sigilosamente lejos del campo de visión de una Rita que acababa de salir de la sala de briefing. Tras ella salieron el resto de compañeros que estaban trabajando en ese caso, incluída Silvia, que comentaba con la nueva Inspectora Jefe algunos detalles del dossier que llevaba entre manos.

La morena quería saber de qué estaban hablando. Quería formar parte del equipo de nuevo y discutir el caso que estaban investigando sus compañeros, pero su tarea no era esa. El Comisario le había dejado claro cual era su cometido por el momento y tenía que resignarse. Silvia alzó la mirada un momento, y al ver a una Pepa cabizbaja observándola le dedicó un guiño de ánimo antes de volver al tema que estaba tratando con la Inspectora Alcaraz.

El gesto de Silvia debería haberla reconfortado, pero no lo hizo, Pepa se sentía más ansiosa si cabe. No le gustaba mantenerse entre bambalinas, sabiendo que había temas importantes que bien podían usar su experiencia para ser resueltos. En cambio, allí se encontraba, leyendo informes sobre fruta.

La impotencia hizo que la mente de Pepa volara hasta eventos recientes que la habían hecho sentirse de la misma manera: inútil cuando se la necesitaba. Así que, a pesar de lo que había acordado consigo misma horas antes, Pepa desoyó su propio consejo y abandonó la lectura de expedientes atrasados por algo que, a su juicio, iba a ser mucho más productivo. La Subinspectora encendió su ordenador y esperó pacientemente a que el viejo trasto se pusiera en funcionamiento.

Otro motivo más por el que los agentes de oficina se han ganado mi respeto eterno, pensó. Había que poseer una paciencia infinita para poder trabajar con aquellas reliquias tecnológicas todos los días sin sentir la necesidad de sacar la Magnum y acribillar a tiros al maldito cacharro.

Cuando el ordenador por fin terminó de cargarse, Pepa abrió la base de datos del Cuerpo Nacional de Policía e introdujo su clave de acceso. Era poco probable que encontrara algo nuevo con respecto al tema, pero bien valía la pena intentarlo. La morena echó un último vistazo por encima del hombro para asegurarse de que nadie estaba pendiente de ella, y cuando estuvo convencida de que nadie la observaba se introdujo en el motor de búsqueda del sistema.

-Vamos allá -dijo, al tiempo que tecleaba el nombre de la persona que protagonizaba desde hacía meses sus peores pesadillas.

Nombre: Ludovico Stratta
Alias conocidos: El Gordo

-Buscar -dijo para sí pulsando el botón indicado para ello. Y por primera vez desde que había llegado a la Comisaría esa mañana, Pepa sintió que estaba haciendo algo de provecho con su tiempo.

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Eso es todo por hoy, espero no tardar demasiado en subir el próximo capítulo. Pero no prometo nada, que luego siempre quedo como una informal. Mientras tanto, podéis seguir @moodified en twitter para recibir alertas inmediatas cuando haya actualización.

Como siempre, gracias por seguir ahí. No dudéis en dejar vuestra opinión, se agradece enormemente! :)

Capítulo 19

fanfic, lhdp, pepsi, una fuerza imparable, los hombres de paco

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