Odio este lugar, todo tan ostentoso, tan frío. Odio a la crédula población que reza fervientemente al demonio autoproclamado dios: el emperador de Durku que habita en su isla en el cielo. Odio todo cuanto piensan, cuanto creen pensar, cuanto desean. Son tan simples, de esa clase de simpleza que sólo puede adquirirse cuando aceptas que otro ser es
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