Arien "Mano Blanca"

Jun 29, 2006 11:21

Odio este lugar, todo tan ostentoso, tan frío. Odio a la crédula población que reza fervientemente al demonio autoproclamado dios: el emperador de Durku que habita en su isla en el cielo. Odio todo cuanto piensan, cuanto creen pensar, cuanto desean. Son tan simples, de esa clase de simpleza que sólo puede adquirirse cuando aceptas que otro ser es inmensamente superior a ti, que otro ser es dios. Cada vez que pienso en mi situación recuerdo Malmo y me siento arrasado. Recuerdo sus ciudades, el palacio, las charlas ante la multitud, los aplausos, sus mentes y sus corazones en mis manos: sentimientos en manos de la Mano Blanca, sentimientos en manos de la corona.

Todo fue truncado por la envidia, por los celos... maldito Eins, tu avaricia nos costó demasiado a todos. A la joven reina la vida, a mí mi tierra, al pueblo su voluntad. ¿Cómo será ahora la situación? Espero impaciente en este tedioso lugar, con una gigantesca isla sobre mi cabeza y una población manipulable a mi alrededor, gente que no se atreve a pensar por si misma, gente que se niega a aceptar su propia libertad. ¡Cómo ansío volver, cómo lo necesito!. El trayecto fue horrible: solo, a través del enorme camino que separa la capital de Malmo del imperio de Durku, sin poder reponer mi esencia... condenado a vivir como un mendigo. Supongo que sólo mis dotes para redistribuír mi materia pudieron permitirme salir de tal odisea con vida. Supongo que Eins no estaba al tanto de tal poder y que su verdadera intención era darme muerte fuera del imperio, como a un perro, para que ningún ciudadano pudiese prestarme ayuda. Pero falló. Sigo vivo y sé que, a la larga, hallaré mi venganza y será tan dulce como sentir su consciencia rasgandose en mis manos, la pérdida de su mente. Saborearé eternamente ese momento, no habrá perdón.

Por fin llegó el día de volver a Malmo. La noticia del destronamiento de Eins había salvado la distancia entre Malmo y Durku. La noticia había llegado a mí. Se contaba que la antigua princesa Karayazi, reencarnada como Lisseth Karayazi había recuperado el poder tras una rebelión humana de la que Eins no había salido bien parado. Tenía que regresar ya que había jurado servir a la antigua princesa. Todo gobernante necesita a alguien como yo, alguien que sepa qué decir, su credulidad depende de ello. Ataviado con galas reales, recién sacadas de mi propia masa, me dirigí de nuevo a Malmo, débil y empobrecido, casi un alma en pena. Partido como aristócrata exiliado, vuelto como ánima; en el fondo, era exactamente lo mismo.

Volveremos a vernos, Eins.

friki, rol, preludios

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