La gente que me conoce desde hace muchos años, puede dar fe de mi sangre congelada a la hora de ver series. Estoy segura de que algunos hasta pueden haberse desesperado cuando despliego una total indiferencia al destino de un personaje, una pareja, una serie en general.
Sangre de cucaracha, dice mi amiga
__Marion__ que tengo. Y si ella, que me conoce hace quince años, lo dice, ¡algo de razón debe de tener!
Sin embargo, hay cosas que me superan.
Porque hay temas de esta patria mía con las que me molesta profundamente que se juegue o se usen con liviandad.
Todos hemos sido encasillados en estereotipos. Esos estereotipos son los que son usados, una y otra vez, cuando se quiere hablar despectivamente de un pueblo. O cuando se lo quiere usar como parte de la trama en el cine, la literatura y la televisión.
Invariablemente, en algún momento, nos retratan de manera poco simpática o acertada. Que en un X-Men etiqueten erradamente uno de los lugares más emblemáticos del sur argentino, es una anécdota. O que cuando alguien quiera desaparecer, huir lejos, lejos, lejos, elija este país, es casi figurita repetida. Todos lo hemos sufrido: España y la tan resonada como garrafal pifiada de Misión Imposible II. Uruguay y esa película de Steven Seagal que ni siquiera merece que se la mencione, por yarcos asalariados. O cosas aún peores, como la imagen que presentan en Fast and the Furious 5 de la policía de Brasil y de Río de Janeiro en general.
Molestan más o menos. Por lo regular, lo digerimos como el consuelo de un “es que son ignorantes y no se molestan en averiguar”.
Pero lo de Bones en el episodio de la novena temporada, en el que supuestamente vienen a Buenos Aires de luna de miel, y Brennan barre el piso con el equipo de antropólogos forenses que se dedican a identificar cadáveres de la dictadura… eso no se los aguanto.
La Dictadura Argentina no es agua pasada. Yo la viví y no soy tan vieja.
La Dictadura Argentina es dolorosa, es horrible, es hace nada de tiempo. Los desaparecidos, todos ellos, son gente que aún le duele a otra gente. Son historias truncas, sin final, con la incertidumbre de si fallecieron o escaparon o qué pasó. Son el imaginar incontables torturas, horrores, espantos.
Y la gente que se dedicó a abrir fosas comunes e intentar identificar a los miles y miles de cadáveres que iban apareciendo, esa gente, no merece que ridículos de mierda de una serie de pacotilla vengan a vilipendiarlos.
Esa gente merece respeto.
Porque esa gente que en la serie es presentada como “insignificantes que deberían sentirse honrados de la presencia de Brennan”, esas personas, eran casi adolescentes, estudiantes, veinteañeros que con sus propias palitas y cepillos iban hasta campos perdidos de la mano de Dios, en la madrugada, para desenterrar cadáveres mientras aquellos que los habían puesto ahí los miraban, con sus armas en mano, desde el borde.
Esa gente se acostó a dormir dentro las tumbas, junto a los cadáveres, por miedo a que viniera alguien de noche y se llevara algo. O alguien.
Esa misma gente es la que hoy son tan grosos, tan grandes, que cuando en cualquier lugar del mundo se descubre una fosa común, los llaman para que ayuden en la tarea. Y trabajan en una oficina humilde, a pocas cuadras de donde trabajo yo, en silencio, en una tarea que implica respeto, devoción, alma y coraje. Sin grandes laboratorios, porque esto es Argentina y aquí seguimos teniendo poco para este tipo de cosas. Pero consiguiendo resultados igual, porque esto es Argentina y ese tipo de detalles jamás nos ha detenido ni amedrentado (de algo debe servir la arrogancia que tanto nos echan en cara).
Así que me importa una mierda (y disculpen la expresión) si Brennan es o no un personaje adorable. En lo personal, ella, su serie y todos los demás se pueden ir al mismísimo carajo y quedarse ahí hasta que les crezca un cerebro. Porque una cosa es decir que Villa La Angostura es Villa Gessell, o mostrar la Casa Rosada en un entorno que hace pensar en una ciudad de playa (con lo que queda claro que no tienen ni la menor idea de cómo es la capital de Argentina). Y otra muy distinta es tomar a este grupo de personas, que hace un trabajo que muy pocos tendrían el estómago y el temple para llevar a cabo, y usarlos como argumento de contraste que permita realzar a uno de los personajes menos creíbles y peor armados de la historia de las series.
Porque en este país de exitistas, hay gente que no se toca. Y el Equipo Argentino de Antropología Forense está en esa categoría.