“Everything you can imagine is real.”
- Pablo Picasso.
La primera vez que me imaginé cómo sería Vihenia debía tener unos 10 años. Por entonces pasaba mucho tiempo en casa de mi abuela. Todavía no tenía ordenador, tampoco escribía; mis pasatiempos consistían en leer libros, jugar videojuegos en mi nintendo y dibujar, especialmente eso último.
Vihenia comenzó siendo un dibujo. Dibujé a Helios y a Ceres. Él era rubio, tenía los ojos azules y podía volar y hacerse invisible. Ella tenía el pelo marrón, los ojos verdes y estaba conectada a la naturaleza. Él era el cielo y ella la tierra. Él era un ucko y ella una adamis. No mucho después me imaginé a Kheper, pero por algún motivo, a él no le dibujé. Kheper era un lurque, un humanoide flamígero.
Helios, Ceres y Kheper vivían en Isla Estrella, aislados del mundo por una barrera mágica. Soñaban con salir al exterior en busca de aventuras. Sin embargo, la barrera la destrozaban desde el exterior porque Isla Estrella ocultaba un objeto mágico que otros reinos codiciaban y en el transcurso de los acontecimientos, los chicos se veían involucrados y tenían que impedir que ese objeto mágico cayera en malas manos. Para que Helios y Ceres pudieran huir de la isla con el objeto, Kheper se quedaba atrás para ganar tiempo y acababa cayendo en la lava del volcán que había en el centro de la isla y que era lugar donde había estado oculto el objeto mágico. Helios y Ceres le daban por muerto, pero Kheper recuperaba su poder como lurque, que había sido sellado cuando era niño para que pudiera vivir con normalidad entre humanos.
Esto es todo lo que recuerdo de la historia original.
Han pasado más de diez años desde entonces y ya nada es como era en su origen. Helios, Ceres y Kheper ya no existen. Isla Estrella tiene otro nombre. Vihenia ya no es únicamente una isla, sino un mundo lo bastante amplio como para que puedan existir diferentes naciones y seres inteligentes.
Lo correcto sería decir que Vihenia es todo lo que me ha inspirado a lo largo de mi vida.
Y escribo sobre ello ahora porque lo he perdido. Todas las horas que dediqué a imaginarme ese universo son ahora irrecuperables. Lo único que queda sobre Vihenia está en mi cabeza. Nombres, árboles genealógicos, relaciones personales, animales y plantas; mares, bosques, montañas, desiertos, tierras heladas, caminos; naciones, ciudades, creencias, culturas, economías, políticas, historias. Mi memoria no es lo suficientemente buena como para recordar cada detalle.
Pero aunque sólo exista en mi cabeza, aunque ya no quede nada por escrito, sigue siendo real para mí.
Ojalá algún día lo fuera para más gente.