Dormido en un minúsculo pedazo de paraíso. Con las llamas del infierno rugiendo en el oído, con tu nombre dicho en mil idiomas y otros mil mas muertos. Es la sinfonía del atardecer la que te lleva a ese estrecho lugar, de pasto verde y una flor blanca en el centro, casi marchita, sostenida por la arrogancia y la hipocresía. Lo llamas cielo, porque
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