Día 085/100.

Nov 04, 2012 17:04

Número: 085/100.
Título: Canciones de la Infancia [15/15].
Fandom: A Song of Ice and Fire.
Claim: Sandor Clegane, Gregor Clegane.
Extensión: 820 palabras.
Advertencias: Pre-series.
Notas: Para la Tabla Infancia de fandom_insano y el quinesob

Dibujos Animados.

Lo primero que escucha al abrir los ojos es el canto de los pájaros, más alla de su ventana, escondidos en los nidos que han hecho entre las vigas del castillo. Sus trinos son alegres, invitantes, promesas de un verano que parece nunca terminar. Durante un segundo, Sandor se siente atontado, despertando a un mundo que le parece extraño desde su habitación, oscura y gris como el polvo. ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué se encuentra tendido sobre su cama, sin recordar nada?

La respuesta le llega en una súbita punzada de dolor. No, más que una punzada es como si alguien estuviera clavándole una espada una y otra vez, en sus hombros, en parte de sus manos, pero sobretodo en su rostro. El dolor es tan agudo, palpitante, monstruoso, que no puede evitar lanzar un grito y las memorias regresan a el con la fuerza de un impacto, llevándolo de nuevo a esa horrible escena que el dolor le hace revivir con precisión.

Jugaba con un caballo de juguete, propiedad de Gregor (ni siquiera lo quería, porque estaba roto, recuerda con una punzada de odio y dolor), cuando su hermano lo descubrió. Estaba furioso, casi babeaba mientras le gritaba, lanzándole saliva en toda la cara. Sandor había tratado de defenderse, de poner en la mesa el lógico argumento de que el juguete estaba roto y Gregor tenía mejores, pero no sirvió de nada. Sus mudas súplicas, el terror desvaneciente que Gregor vio en sus ojos (la potencial amenaza de un hermano menor), sellaron su sentencia.

Gregor lo tomó de los cabellos, con esas grandez manazas llenas de vello y mientras él pataleaba y aullaba, ante la atenta pero aterrorizada mirada de los sirvientes, lo llevó hasta la chimenea del salón principal y metió su cara en las llamas, que lo abrazaron gustoso, quemándolo con dedos ansiosos. Aún puede sentir ese dolor, días después del incidente, tras haber pasado inconsciente la mayor parte del tiempo. Esas uñas lacerantes del fuego en su piel, un ardor que lo perseguirá toda su vida. No de manera física, sino en forma de odio, rencor.

-¿Qué sucede? -el maestre hace su aparición tras unos segundos de que los gritos se propaguen por todo el castillo, similares a fantasmas-. ¡Cálmese, por favor! -Sandor no parece racional tras haber recuperado el conocimiento y lo que en realidad le preocupa al maestre es la reprimenda que recibirá de su padre si no lo calla, más que su sanidad mental en general.

-¡Guarda silencio! -no pasa demasiado tiempo antes de que el señor del castillo se presente en el lugar, enfundado en una capa oscura, que casi podría hacerlo pasar por un miembro de la guardia de la noche-. ¡Ahora mismo!

-¡¿Por qué?! -exclama Sandor, cuyas lágrimas calientes le escocen los ojos, pero no puede dejar caer en frente de su padre, aunque también hay algo de orgullo entremezclado en el asunto-. ¡¿Por qué dejaste que me hiciera algo así?!

-¿Estás cuestionándome? -el hombre lleva un látigo acondicionado en el cinturón y hace ademán de tomarlo en cuanto nota el desafío en su hijo menor, un debilucho comparado con su hermano-. ¿Te atreves a cuestionarme?

-¡Por favor, señor, el niño está alterado! -el maestre teme que se infecten las heridas, aún rojas y sangrantes, si el látigo se ve involucrado, por lo que hace todo lo posible por detener la riña.

-¡No me preguntes por qué, entonces! -exclama el hombre, haciendo a un lado de un golpe al maestre, que se golpea con la esquina de una mesa y se queda sin aire momentáneamente-. ¡Algo debiste hacer para que tu hermano decidiera castigarte de esa manera! ¡Algo lo suficientemente malo! -sin esperar respuesta alguna, el hombre se da la vuelta para salir del lugar, dejándolos solos.

Sandor puede sentir el rencor removiéndose en él, similar a una serpiente venenosa dentro de su cuerpo. Quema como lo hace el fuego, quema y le exige venganza, pagar con el mismo dolor a aquellos que los han herido. Sus ojos oscuros parecen dos pozos sin fondo, sumidos en negras cavilaciones, que al menos controlan el llanto y el dolor.

-Dame algo para esto -ordena, medio mareado por el dolor-. Ahora mismo.

-Sí, señor -el maestre se apresura a salir del lugar y la habitación se queda en silencio, llena únicamente por la respiración artificial del niño y los trinos de los pájaros afuera, que ahora parecen mofarse de su situación.

Uno de ellos incluso tiene el valor de acercarse, tiene un plumaje hermoso, teñido de rosas, azules y verdes, todos los rasgos de la inocencia, de la idiotez. Son bellos, los pajarillos, pero tontos. Él ahora es un monstruo horrible, quizá siempre lo fue. Pero ya no es tonto, ya no más.

Sonríe al pensar en el blasón de su casa, los tres perros negros y furiosos. Sí, él no es un pajarillo, no aspira a serlo. Él es un perro, dócil y fiel a primera vista. Pero cuidado -sonríe con malicia-, cuidado con su mordida.

FIN.

comm: reto_diario, comm: fandom_insano, comm: quinesob, a: a song of ice and fire

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