Número: 084/100.
Título: Guardajuramentos [7/7].
Fandom: A Song of Ice and Fire.
Claim: Jaime Lannister/Brienne of Tarth.
Extensión: 933 palabras.
Advertencias: Situado en Vientos de Invierno. Spoilers de libros anteriores.
Notas: Para la Tabla Abecedario de
retos_a_lacarta Jabón.
Jaime puede reconocer el sonido incluso hasta dormido. El sonido de una espada al ser desenvainada es para él como el canto de su madre, familiar y casi cálido, como la sangre que se derrama por sus manos cada vez que la usa. Puede reconocer el sonido, pero le cuesta trabajo creerlo, pues prefiere creer que hay algo mal con su oído a enfrentar el hecho de que Brienne de Tarth lo ha traicionado.
Su reacción, sin embargo, es instintiva y se da la vuelta mientras desenvaina su propia espada con la mano izquierda, en un intento torpe pero certero de protección. Las espadas chocan en medio de la maleza, de un bosque cuyas ramas muertas parecen arañar el cielo congelado. La colisión reverbera por todo el lugar, el que parece un campo de batalla donde sólo ellos permanecen. Quizás así sea, en ese cruento fin del mundo al que ambos han llegado, quizás así sea.
-He mejorado, ¿no crees? -se burla Jaime, tratando de ignorar el dolor en su interior. No tiene ninguna herida a primera vista, lo que le duele es la traición, muy bien merecida por alguien como él (matarreyes, incestuoso) pero no por eso menos esperada, sobretodo viniendo de Brienne, la terca moza.
Brienne tiene las mandíbulas apretadas, tratando de sofocar un grito, un sollozo que sonaría más como el graznido de un cuervo en los desiertos bosques. Se ha convertido en cazadora, en carroñero y le duele saberlo, le duele reconocer el dolor en los ojos de Jaime, la sensación de traición que ya muchas veces ha conocido, una burla silenciosa y fina como una aguja clavada en el corazón.
-¿Por qué lo haces? -Jaime logra rechazar la espada y da un salto hacia atrás. Empieza por atacar el hombro derecho de la mujer, pero ésta lo esquiva. Después su costado, mientras se concentra en burlar sus ataques. Se alegra de tener una última pelea decente antes de morir (sabe que quiere matarlo, lo ve en sus ojos, sorprendentemente azules), se alegra de que no haya caído tan bajo como acuchillarlo por la espalda, como el cerdo que todos dicen que es. Se alegra de que tiene una oportunidad para vivir y que si él prevalece, podrá arrebatarle la vida a Brienne, borrarle el sufrimiento del rostro, el pecado que parece pesar en su espalda pero que no atonta sus movimientos, sino su alma.
-Hice un juramento -dice Brienne y se arrepiente al momento, pues una parte de ella, esa parte soñadora que nunca ha llegado a matar realmente, quería que sus últimas palabras fueran las pronunciadas en la Fortaleza Roja, la promesa de encontrar a Sansa Stark y utilizar para el bien a Guardajuramentos.
-Tú siempre haces juramentos -se burla el rubio, mostrando su sonrisa perfecta-. ¿Recuerdas lo que te dije alguna vez? Todos hacemos juramentos, Brienne. Y al hacerlo, engañamos a otros. Supongo que esta vez me tocó a mí.
Las palabras desequilibran por un momento a la mujer y su espada casi sale volando por los aires, los rubíes brillando como la sangre bajo la opaca luz del sol. Sin embargo, arremete con todas sus fuerzas unos segundos después, recordando su promesa, su primer promesa que también debería de ser más importante que un amor imposible, un hombre extraño.
-Es el fin -anuncia y su voz sólo tiembla un poco, quebradiza como cristal. Jaime aún es débil e inexperto con la mano izquierda y no le toma más de dos estocadas el ponerlo de rodillas ante ella. Brienne enreda su cabello en sus manos, casi de manera tierna, para sujetarlo, la espada de Jaime a sus pies. Miles de memorias la invaden súbitamente, miles de certezas también. Sabe que recordará ese día por toda su vida, que Jaime la visitará en sus pesadillas cada noche antes del amanecer. Él y sus memorias, el cómo la salvó del oso, la manera en la que atravesaron los ríos, pasaron por diferentes posadas y vivieron toda clase de aventuras.
-Me alegra que seas tú -confiesa Jaime, rompiendo el hechizo de los recuerdos sobre ella. Jaime huele a jabón, tiene el cabello limpio y brillante como el oro, las facciones lisas como las de un bebé. Pero Brienne puede ver en él al hombre lleno de barro que la defendió del oso, que la salvó de Vargo Hoat y sus horribles secuaces-. Me alegro que seas tú quien me mate.
Sus ojos se cruzan durante unos segundos, azul contra azul de diferente intensidad. Allí se encuentran todas las palabras no dichas, todas las promesas no hechas. Luego, con mucha lentitud la espada de Brienne se desliza por su cuello, manchando de sangre la hierba muerta y amarillenta a sus pies.
Brienne cae de rodillas, abrazando el cadáver de Jaime, que tras unos cuantos espamos se queda totalmente inmóvil. , se recuerda, mientras aparta unos cuantos mechones de cabello de su rostro, inmóvil para siempre en una vaga sonrisa, la verdadera sonrisa encantadora de Jaime. . La mujer se pone de pie con esfuerzo, como si ya no tuviera fuerzas para moverse nunca más. No muy lejos se encuentra el campamento de la que alguna vez fue Catelyn Stark, la que le recordó su primera promesa y le obligó a cumplirla, bañándola en sangre.
Brienne se dirige hacia allí para enseñar el cadáver de Jaime. Pero piensa que una vez saldada su deuda, una vez enterrado Jaime, se atreverá a cumplir su promesa para con él. Sansa Stark y una vida digna hasta donde le sea posible, con guardajuramentos bien cerca de su corazón.
FIN.