Número: 031/100.
Título: Bosquejos nuestros: Corazón [09/15].
Fandom: Kingdom Hearts.
Claim: Roxas/Naminé.
Extensión: 583 palabras.
Advertencias: Universo alterno: escolar.
Notas: Para la Tabla Adolescencia de
minutitos Corazón.
El castillo se alzaba frente a ella, como el esqueleto de un dragón gigantesco y milenario. Al observarlo, Naminé se sintió sobrecogida, diminuta como una hormiga o una abeja, pero a la vez también la invadía una sensación de familiaridad. Ese lugar... (¿Dónde estaba?) Le resultaba conocido, había caminado por esas calles alguna vez, donde edificios altos rasgaban los cielos con sus dedos metálicos, donde no se oía nada más que el cantar del viento en las calles áridas y solitarias, donde la única población consistía en fantasmas. Y sobre todos ellos, figuras diminutas como juguetes, se alzaba la luna para bañarlo todo con luz de plata, una luna extraña y fantasmagórica que la cautivó en el primer momento, enorme testigo de su presencia. Espía incansable en forma de corazón.
Con la luna guiándola, Naminé avanzó hacia el castillo, que protegía al satélite con su estructura blanca. Sus pasos resonaban en las calles como ecos, pero ni una sola vez se sintió perdida o creyó que lo haría, el camino era firme en su cabeza, firme como la sensación de familiaridad que la embargaba con cada paso que daba. ¿Por qué la llamaba la luna? ¿Por qué la llamaba el castillo? No encontró la respuesta al detenerse a observar su reflejo en un deslucido cristal de un aparador, era la misma de siempre, con el cabello rubio suelto sobre un vestido blanco y sandalias a juego. Incluso tenía ese mismo aire soñador en los ojos, aunque se había perdido en un mundo de sueños.
Siguió andando hasta que perdió la noción del tiempo, hasta que llegó a la entrada del castillo, una sencilla puerta que desembocaba en el resplandor infinito de la luna. Sin embargo, no pudo continuar más allá, pasos y voces la detuvieron. Lo cual la hizo lamentarse por primera vez no estar totalmente sola en ese mundo, como un aventurero que tuviera todo el universo para sí mismo y todo el tiempo para descubrir sus misterios. Muy a su pesar se dirigió hacia donde las voces, tras doblar una calle a la derecha de la entrada del castillo.
Lo que vio la dejó helada. Enfundadas en gruesas capas negras que tocaban el suelo y cuya oscuridad la la luz de la luna no podía penetrar, estaban Axel y Roxas, distanciados por un par de metros, sin duda peleando por la cara de pocos amigos que ambos lucían.
-Quédate -le pedía Axel al joven, cuyo rostro desfigurado por la ira Naminé nunca había visto. Siempre era tan tranquilo, tan amable... Y sin embargo, también ese enojo era parte suya, completaba el rompecabezas que había visto en sus ojos azules.
-No puedo, Axel -el joven se dio la vuelta por última vez para encarar a su amigo, pero su mirada entonces se posó en ella, escondida en una esquina, sin saber muy bien qué pensar. Cuando sus miradas se encontraron, el mundo se desdibujó a su alrededor, dejando sólo el recuerdo de las pupilas azules, la sombra del castillo y la luz de la luna.
Naminé se despertó agitada, sudando y con las mantas revueltas alrededor suyo. Tenía el presentimiento de que había visto algo que no debía. Tenía el presentimiento de que esos ojos azules y ese corazón enorme en el cielo le hablaban de algún tipo de profecía. Pero, ¿de cuál? ¿Y por qué la sensación de conocer a Roxas de otra vida se había intensificado? Asustada, volvió a envolverse en las mantas, pero para su desgracia, el sueño no borró sus recuerdos, no borró nada.