[EXO]PERSONA Cap 14 2/3

Mar 25, 2013 02:06



Cámara 5:

El sonido se filtraba por todos los huecos de la casa y rebotaba en las paredes, haciendo que todo vibrase más de la cuenta. Chanyeol salió alertado de la habitación y comenzó a buscar alguna explicación para aquello. Observaba nervioso hacia todos lados, esperando encontrar la fuente de donde provenía aquel ruido escandaloso.

Baekhyun salió a los pocos segundos tras él y le miró interrogante, con la misma duda que el alto. Ambos comenzaron a palpar las paredes en busca de algún interruptor. Baekhyun bajó al otro piso para continuar con su búsqueda mientras que Chanyeol se quedaba arriba, asegurándose de mirarlo todo.

Pero nada más posar el pie en el suelo, saltando el último escalón, la voz de Chanyeol le llamó desde el piso de arriba.

- ¡Baekhyun! -gritó con fuerza, proyectando su potente voz de hombre desde el hueco-.
¡La puerta se ha abierto!

Baekhyun no tardó ni un segundo en reaccionar. Subió las escaleras rápidamente y se apresuró a llegar al lugar donde aquella puerta se encontraba. Y la vio, por fin, después de todo ese tiempo, estaba abierta.

Caminó dubitativo hacia ella. Quería saber lo que escondía, ver todo lo que se guardaba ahí dentro. Chanyeol giró el rostro hacia él, le sonrió indicándole que todo iría bien, y agarrándole de la mano, entraron.

Lo que se encontraron en el interior asombró a los dos jóvenes, que miraban hacia todos los lados, incrédulos.

- ¿Esto qué significa? -Baekhyun se acercó a un montón de fotografías suyas ejerciendo su trabajo, que estaban pegadas en la pared de la derecha, junto a unas capturas de un muchacho rubio que parecía que consumía su material.

Chanyeol pasó la mano por otra cantidad de fotos en las que aparecían otros chicos; las cogió y comenzó a pasarlas una a una. Pudo ver a Tao, a Minseok, al chico alto que se había encontrado, a Jongin, y luego a muchos otros más.

Caminó por la sala. Montañas de archivos, hojas escritas con datos, fechas y números se esparcían sobre las mesas en aquel lugar. Nombres de gente que jamás había visto u oído, unidos con flechas al suyo propio.

Cogió una hoja de color verdoso que sobresalía de uno de los montones, se la acercó a la cara y leyó para sí mismo.

«Ingreso de varios de ellos → Incendio en el hospital → Chanyeol → Muerte de la madre de Baekhyun → Interesante reacción»

Elevó la vista clavando sus enormes ojos en la espalda de su compañero y arrugó la hoja entre sus manos, dejándola caer después al suelo.

- ¿Qué es esto?- preguntó, sin poder esconder la rabia que comenzaba a correr por dentro de él.

Baekhyun caminó hacia Chanyeol, se agachó y recogió el papel del suelo, lo miró y luego negó con la cabeza. Mirase por donde mirase, había fotos, datos, esquemas y suposiciones de todos aquellos muchachos. Sin duda, aquellos chicos de las fotografías eran los demás concursantes de PERSONA.

- Creo que hemos encontrado la respuesta -miró hacia el chico alto de mirada infantil, que estaba de pie, observándole con algo de miedo en los ojos-.  Aquí dentro parece que está toda la información sobre nosotros, sobre todos los concursantes.

Chanyeol suspiró.

- No tiene sentido, ¿por qué pondrían todo esto aquí? No les conviene que sepamos esto -Chanyeol se revolvió nervioso el pelo, despeinándose el flequillo.

Baekhyun agarró una fotografía de un chico de piel blanca y mirada traviesa, con un par de hoyuelos bien marcados en su rostro.

- Quizás sí que nos conviene. Si sabemos todo, podremos descubrir los puntos débiles y ganar -el más bajo de los dos se  acercó a la pared, todavía con la fotografía en la mano, y
comenzó a leer las anotaciones que le correspondían.

«Zhang Yixing → Violación → Hospitalización → Adicción al sexo → Lu Han → ¿Romance?»

Chanyeol posó una mano sobre el hombro de Baekhyun.

- ¿Estás diciendo que tenemos ventaja?- le quitó la foto de la mano y la observó-. Este chico no parece muy peligroso, la verdad.

El más bajo se giró.

- No tiene por qué parecerlo para serlo. Además, no hablo de peligros, sino de salir de aquí. Si ganamos esto, podremos irnos de este lugar -clavó su mirada en la del alto y sonrió-.

Tenemos que memorizar lo más importante, no podemos llevarnos todo esto de aquí.
Chanyeol asintió y cogió unos cuantos papeles y fotos.

- ¿Qué haremos con toda esta información, cómo la vamos a usar?

Baekhyun negó y respiró hondo, acercándose hacia la otra punta de la habitación y recolectando algo más de información.

- No lo sé todavía, pero si está aquí es porque tiene que ser útil.

Chanyeol volvió a asentir y continuó recogiendo cosas.

- No sé cómo lo haremos, pero creo que tienes razón -Chanyeol sonrió-. Sueles tenerla.
Baekhyun se paró delante de  la fotografía de Jongin y  leyó atentamente.

«Kim Jongin → Abandonado → Ladrón → Complots → Traición → Yifan → Kyungsoo»

Traición, eso es lo que les había hecho. Ladrón, les había robado el ordenador en una situación crítica. Complot, seguramente tendría planes con esos dos muchachos. Buscó las fotografías de los dos y reconoció a Yifan al momento, era  el muchacho alto que se habían encontrado Chanyeol y él en el bosque, y el otro muchacho le resultaba familiar aunque desconocía quién era.

Chanyeol se desvió de su lado y cogiendo una nueva foto leyó en alto.

«Kyungsoo → Muerte de la madre de Baekhyun → Tráfico de drogas → Luhan → sobredosis»

Chanyeol dejó de leer al momento y miró a Baekhyun algo preocupado.

Baekhyun miró hacia el suelo y tragó saliva. Descubrir todo aquello, leer todas las relaciones de aquellos chicos, que al fin  y al cabo terminaban en un mismo punto. Ese horrible hospital. Se estaba mareando, así que decidió apoyarse en una pequeña mesa que había en el centro de la habitación.

- Chanyeol.... -murmuró, algo nervioso.

El chico alto se dio cuenta y se movió con rapidez hasta él, agarrándole por la cintura.

- ¿Pasa algo?

- No -se apoyó en el pecho de Chanyeol y respiró hondo-. Sólo que son demasiadas cosas.

Tantas verdades escondidas... Y ahora todo sale a la luz -agarró fuertemente la camiseta del rubio entre sus puños.

Chanyeol levantó la mano, hundiendo los dedos en el pelo revuelto de Baekhyun.

- No te culpes por ello, tú solo intentabas sobrevivir -las palabras salieron por la boca de

Chanyeol sin pensarlas, y una vez las dijo, el significado llegó profundamente a él mismo-.
Todos lo intentamos.

Baekhyun suspiró y negó con la cabeza, levantó el rostro mirándole con miedo.

-  Ahora también tenemos que hacerlo, ¿no? -se mordió el labio-.  Tenemos que sobrevivir, eso significa que tenemos que enfrentarnos a ellos. ¿Cómo lo vamos a hacer?

Chanyeol tomó aire con profundidad.

- Hagamos lo que tengamos que hacer, sea lo que sea, cuando llegue el momento estoy seguro de que volverás a saber lo que tendremos que hacer.

Baekhyun sonrió ante las palabras de Chanyeol. Nunca se hubiese imaginado que aquellos ánimos saldrían de los labios del rubio, pero sabía que todo aquello los había cambiado, y agradeció por un momento que él fuese su compañero.

- Está bien, continuemos -le abrazó una vez más, hundiéndose por un segundo entre sus fuertes brazos.

Chanyeol sonrió, apretándole más contra su cuerpo; estaba seguro de que les esperaba algo muy duro y jamás dejaría a Baekhyun solo ante ello.

Cámara 6:

Vio como Luhan se marchaba sin decirle nada, corriendo a través de la puerta que daba paso a la cocina. Yifan le observó y miró de nuevo la cuerda tirada en el suelo; se agachó y la agarró pensativo, y elevó la vista de nuevo al lugar.

No había nada movido, ningún objeto parecía roto o fuera de su lugar, en el suelo tampoco había marcas ni ninguna señal de forcejeo. Pensó entonces que si alguna persona se había llevado a Yixing de ahí, sin duda era alguien conocido. Se levantó y enroscó la cuerda usando de apoyo su codo y mano, una vez la tuvo toda recogida, la puso sobre la encimera que tenía a su lado y salió por la puerta por la cual Luhan había marchado corriendo.

Caminó por los pasillos observando con calma, el tiempo y la experiencia le habían enseñado que las prisas era malas consejeras. Fue hasta el salón y caminó hasta una de las ventanas, corrió la cortina y miró hacia fuera, tampoco había nada ahí.

Se giró y vio sobre la mesa un pequeño trozo de papel y un lápiz, se acercó y los observó con calma. Recordaba que no había nada de eso ahí antes. Los cogió y garabateó de memoria la frase que había leído sobre la puerta en caracteres chinos, la observó como si aquello fuese una pista y luego se la guardó en el bolsillo.

Entonces un sonido, parecido al de una sirena de alarma nuclear o algo semejante, comenzó a sonar con fuerza. Yifan volvió con rapidez hasta la ventana y contempló como algunas puertas comenzaban a abrirse mientras otras se cerraban. Escuchó como dentro de la casa parecía suceder lo mismo y entonces, entre todo ese ruido, lo oyó.

La melodía de una caja de música comenzó a deslizarse de manera oculta entre aquel sonido y él sabía muy bien de donde procedía. Se giró sobre sus pasos y caminó derecho al lugar en donde había dejado la cajita de música. Estaba abierta, y la imagen de una bailarina en tutú blanco danzaba lentamente al son de los acordes de aquella melodía. La cogió con ambas manos y la observó con detenimiento, la giró, y de dentro de ella comenzaron a caer unos sobres, folios y algunas fotos. Yifan se agachó y colocó la caja encima de la mesa del centro del salón. Tomó lo que había caído de su interior y se sentó en el sofá.

La imagen de una mujer hermosa con una sonrisa que hacía que sus ojos se arrugasen de una manera tierna le saludó desde la primera foto. Sostenía un niño entre sus brazos, ambos parecían salidos de una revista o más bien de una fábrica de muñecas. Yifan pasó un dedo, acariciando la imagen, la foto estaba vieja y ya tenía alguna que otra doblez y rotura, como si alguien la hubiese mantenido durante mucho tiempo en algún bolsillo.

Al lado de aquella mujer había otras dos personas, un hombre de mirada amable  y ojos grandes y otra chica joven que sostenía otro niño entre sus manos. El niño parecía mirar asustado a quien estaba tomando la foto, tenía los ojos enormes y llorosos.
Yifan le dio la vuelta a la fotografía y leyó la inscripción.

«A mis buenos amigos y colegas, por muchos más años juntos.»

Yifan dejó a un lado la foto y cogió uno de los sobres. Sacó las hojas que había dentro dobladas y las extendió. La carta estaba escrita en una caligrafía impecable y cursiva. Se pasó la lengua por los labios y, olvidando por completo el sonido de alarma que aún rebotaba por toda la estancia, comenzó a leer, hipnotizado por aquel hallazgo.

«Sé que nunca responderéis a estas cartas, porque siempre me las devuelven, pero aun así mantengo la esperanza de que quizás, en el fondo, continuéis queriendo seguir a nuestro lado.
Mi madre me dijo que amar a esta clase de hombres es condenarse a muerte, no quise escucharla y ahora, mientras me voy hundiendo más y más, lo comprendo. No hay amor en sus palabras, nunca lo ha habido.

Observo a Luhan escaparse de todo, le estoy perdiendo, al igual que lo he perdido todo. Y sin él… ¿qué haré?

No creo que pueda continuar escribiendo, espero por favor que lo penséis, sólo me queda pedir disculpas una vez más en su nombre y esperar que esta carta no venga de vuelta.»

Yifan dio la vuelta al sobre de donde la había sacado y comprobó que, como el resto de cartas, aquella también había sido devuelta al remitente. La dobló y la volvió a guardar en su lugar. Movió algunas cartas más y escogió otra que tenía una caligrafía diferente, la abrió y volvió a leer.

«Las palabras son las cadenas del alma, las promesas sus grilletes y los juramentos, los eslabones. El día que tomaste mi mano decidiste romperlo todo, te dije que te haría libre, que te llevaría más allá de cualquier lugar soñado. ¿Sabes por qué? Porque los sueños son para mortales, y tú y yo somos superiores a todo esto. Las normas fueron creadas para que la gente simple caminase por los caminos impuestos por los astutos, y ellos son los que tienen el poder, los adultos que dominan una tierra que jamás ha sido de ellos, pero que llaman suya. Me tendiste tu mano cuando nadie más la quería sostener, y yo te llevé más alto de lo que tus alas podían soportar.

Dicen que desvarío, que mi mente no está bien, dicen que te he conducido a la locura, y bien, quien ha decidido que nuestro camino es de locos son aquellos que un día se llevaron lo que más amabas, ¿no es más de locos robarle el amor a un niño que darle alas nuevas para volar?
No te alejes de mi lado, no lo hagas, porque entonces nada estará bien, y ellos habrán ganado.»

Yifan apartó aquella carta sin sentido, dejándola sobre la mesa; cogió aire y sonrió con lentitud.

- Te tengo, Luhan -dejó escapar en un susurro que se ahogó entre el sonido de alarma, y que ni él mismo pudo escuchar.

Cámara 7:

Observó su reflejo en el espejo rojo de aquel lugar; manteniendo una guerra de miradas consigo mismo. No se reconocía, pero aquello, en vez de disgustarle, le hacía sentirse mejor de lo que cabría pensar.

Cogió al abrecartas de su bolsillo, el día que se despertó no pensó que le llegaría a dar utilidad; ahora, en sus manos, en vez de un utensilio corriente, parecía haberse convertido en su única baza para encontrar lo que estaba buscando. A Tao.

Elevó la mano hasta su flequillo y lo agarró con fuerza, pasó el filo del objeto y lo cortó de un tajo, hizo lo mismo con el resto de sus mechones de pelo. Se observó de nuevo, con aquel corte mal hecho y desigual; el ceño fruncido y el abrecartas en la mano. ¿Quién era esa persona?

Estaba claro de que Minseok continuaba en alguna parte de aquel ser, su alma dulce y cándida luchaba por intentar comprenderlo, pero su paciencia había llegado a un límite y ya no podía aguantarlo más.

Lo había perdido todo, ¿qué le quedaba?

Cerró los ojos y la voz dulce de Tao volvió a él como en el recuerdo más cálido; su sonrisa tímida que a veces dejaba salir, el color de piel bañada por el sol, ese perfume a flores que le embriagaba. Recordó aquellas fuertes piernas, esos muslos torneados y aquellos brazos fuertes.

Recordó el calor de su cuerpo contra el de él, el latido de su corazón inquieto, el abrazo que debió haber durado más que aquel suspiro.

«Xiumin.»

Sonó en su mente, como si la brisa del viento artificial quisiera animarle a recuperarle. Sonó con la voz de Tao, más fuerte e intensa que nunca. Pero él sabía que Tao no estaba ahí; quizá después de todo, él también había perdido el norte.

Xiumin, repitió para sí mismo, recordando el momento en el que el joven chino había usado ese nombre para él.

«Minseok es complicado de pronunciar»  le había dicho haciendo una mueca y parpadeando sobre sus enormes ojeras de panda revoltoso. «Te llamaré Xiumin. ¿Te gusta?»

La sonrisa de Tao todavía permanecía en su memoria como un tatuaje que jamás se borraría. Claro que le gustaba, por supuesto que amaba cada cosa que salía de aquel chico, amaba cada uno de los suspiros que dejaba escapar cuando se desesperaba, amaba las gotas de sudor que salían de su cuerpo cuando entrenaba; amaba esas sonrisas cómplices que el tiempo a solas les había proporcionado; amaba a Tao, y amaba ser Xiumin para él.

Se había acabado la compasión, las buenas maneras, el pensar bien  y todas aquellas cosas que hacía el bueno de Minseok. Xiumin amaba a Tao y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para recuperarlo.

Se pasó la mano por la cabeza dejando que las yemas de sus dedos se fuesen adaptando a las ondulaciones irregulares de los mechones mal cortados, cuando comenzó a sonar aquella sirena.

Parecía una alarma; sonaba tan alta que le daba dolor de cabeza. Salió de aquel cuarto de baño en el que había entrado colándose por una de las casas y se encontró con que fuera, el sonido era mucho más intenso. Se preguntó qué era lo que estaba pasando, pero no esperó una respuesta. Quizá alguien se le había adelantado y se estaba encargando de los tipos que se habían llevado a Tao, o quizás el juego había terminado. De ser así, ¿había ganado?
Se ajustó la mochila que se había preparado colgándosela al hombro derecho y caminó por entre las calles buscando un refugio, y aprovechando los objetos de gran tamaño para ocultarse. Tal vez aquella alarma significaba que les iban a atacar.

Un ruido a sus espaldas volvió a sobresaltarle; se giró y vio que las puertas de algunas casas que antes habían estado cerradas se abrían de par en par, y las que habían estado abiertas parecían cerrarse. No todas, pero una gran mayoría.

Salió de su escondrijo y caminó con calma por la calle, comprobando su teoría; estaba en lo cierto, ahora había muchas más casas accesibles. Por un segundo pensó en la puerta  cerrada de la casa del campo, dudó sobre si volver, pero se recordó a sí mismo que ahora había cosas mucho más importantes.

Caminó en dirección recta un buen trecho, observando cómo había cambiado la calle. Se preguntó qué era lo que pasaba, pero no quiso sacar conclusiones precipitadas. Era cierto que su actitud había cambiado, pero tampoco se había vuelto un inconsciente. La vida le había enseñado que las cosas llevan su tiempo, y que si realmente se quiere hacer algo bien, hay que esquematizarlo, barajar las diferentes opciones y ponerlas a prueba.

Eso hacía, pero en su mente, lo hacía mucho más rápido que el resto del mundo, porque siempre había sido así, rápido, silencioso y casi invisible. Había dejado esa habilidad suya aparcada a un lado porque no la había visto necesaria, porque siempre habían estado los demás por encima de él. Y ahora, aunque Tao seguía siendo su único pensamiento, también quería sentirse algo egoísta.

Cuando el camino pareció terminar en la zona asfaltada, giró a la derecha por un callejón que no tenía muy buen aspecto. Al principio pensó que de nuevo tendría que detener sus pasos porque a simple vista parecía que el muro ante sus ojos era lo único que se podía hallar ahí.
Pero de nuevo le atravesó esa sensación de pensarlo mejor, de ver las cosas desde otra perspectiva. Entrecerró los ojos, y aquello que casi pasaba desapercibido se volvió más claro.

Un leve destello, casi como metálico, se divisó por en medio de los ladrillos. Caminó hasta el muro y lo golpeó, obteniendo como respuesta un sonido hueco y metálico.

La sonrisa triunfante que se dibujó en ese momento en la cara de Minseok era la mejor respuesta que podría haber dado a ese descubrimiento. Se apartó, e imitando lo mismo que Tao había hecho el día que se conocieron, dio una patada con todas sus fuerzas a aquella falsa pared, abriendo de golpe una puerta.
Coló la cabeza en su interior, y observó que se encontraba en medio de un pasillo. Miró a ambos lados; no había nadie, pero al fondo del lado derecho se podía ver una tenue luz que parpadeaba. Volvió a ajustar la mochila a su espalda, esta vez colocando ambas asas en sendos brazos y agarró el abrecartas con su mano, manteniéndolo preparado por si había que utilizarlo. Lanzó un último vistazo a lo que dejaba detrás y entró, perdiéndose por la oscuridad del pasillo, en dirección a la luz titilante que se desdibujaba en el fondo, otorgándole algo de esperanza.
- Espérame, Tao -susurró-. ¡Ya estoy llegando!

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