Placer Primero (ASOIAF) (2/3)

Oct 23, 2012 00:37


The heart asks pleasure first
And then, excuse from pain-
And then, those little anodynes
That deaden suffering;

And then, to go to sleep;
And then, if it should be
The will of its Inquisitor,
The liberty to die.

El corazón pide placer primero,
Luego excusa del dolor,
Luego los pequeños detalles
Que matan el sufrimiento.

Luego irse a dormir,
Y luego si tiene que ser
El deseo de su inquisidor,
El privilegio de morir.

Sus manos cubrieron su cuerpo desnudo tan pronto como se deshicieron de la embarazosa molestia de estar vestidos. Había parecido casi una reacción automática. Tantos años de oír burlas, seguramente. Tantos años de oír que así era como debía de proceder.

-No.-Dijo él y ella tembló, sus ojos apuntando hacia el suelo y sus mejillas rojas.

-Sin esconderse.-Arrulló. “No de mí.” Con su única mano Jaime agarró las suyas, para poder contemplar su cuerpo ante la luz.

Ya la había visto antes, tiempo atrás en los baños de Harrenhal. Recordaba haberse sorprendido de encontrarla intrigante cuando Brienne no tenía nada que pudiera ser considerado específicamente atractivo en una mujer de su edad. Había sido aquel desafío en sus ojos que ahora volvía a encontrar, aquel brillo especial que lo tentaba a decir algo que ya no hubiese oído antes acerca de lo deforme de su estatura o su falta de curvas. En aquel momento Jaime no estaba dispuesto a darle aquella satisfacción y no pareció encontrar nada que echarle en cara.

Ella no lo ayudó a desnudarse y él se lo agradeció silentemente. Había algo humillante en la idea de no poderse quitar una camisa por su propia cuenta. Ella sólo miró hacia el piso, mientras transcurría el momento incómodo y Jaime se dio cuenta de que temblaba, no sabía si del frío o por...

-Ah.-Musitó.

Brienne lo miró de nuevo, sus ojos perforándole.

-Doncella de Tarth. Cierto.- Sonrió.

La piel blancuzca de su cara se ruborizó y la sonrisa de Jaime se ensanchó al darse cuenta de lo deliciosamente incómoda que se sentía. Ya se avergonzaría de aquello luego.

-¿Vas a reírte de mí porque...

-No.-Respondió él rápidamente, fingiendo indignación e intentando contener la risa.-Planeo enseñarte có...

Los labios de Brienne lo interrumpieron. Cuando la había besado por primera vez, había sido incómodo. Pero o bien la moza aprendía rápido o él se estaba acostumbrando a sus labios cortados, a su vacilación y a su timidez inicial. Poco a poco aquello se había vuelto natural, su respiración entrecortada, el tacto caliente de su lengua, sus labios titubeantes. Poco a poco fue tomando posesión de aquello, borrando cada duda, cada defecto, lento y con cuidado.

Tenía pecas por todo su cuerpo, en cúmulos, solitarias, formando un camino hacia su bajo vientre, y Jaime besó cada una de ellas, sediento del baile que sus dos cuerpos enredados morían por empezar. Tenía cicatrices y heridas también, como todo guerrero. Florecían entre sus pechos, en su costado, algunas recientes, testigos de peleas y adrenalina,otras marchitas y ancianas, recuerdos de una Brienne muy joven que había sido alguna vez torpe con la espada. Era extraño verlas en el cuerpo de una mujer, era curioso el sabor que dejaban en sus labios. Era triste, sereno y sabía a sudor y a tierra, a sangre y a esfuerzo. Jaime sonrió porque todo en ella era lento y paciente, todo sincero y todo iluminado. Porque todo en ella era real, increíblemente real.

-Hey.-Dijo de pronto, deteniéndose por un segundo.

Brienne tembló bajo su toque y miró hacia abajo, donde la cara de él se perdía.

-Yo hice ésto.-Jaime deslizó un dedo por aquella larga marca de espada que recorría su cadera antes de besarla lentamente.

Hacía mucho que había dejado de dolerle, y después de la cicatriz sólo quedaba la sensibilidad. No pudo reprimir una risa burbujeante que hizo a Jaime mirarla fijamente, sus ojos brillantes refulgeando entre las sombras. Era la primera vez que la había oído reír y en aquel momento a Jaime Lannister le pareció el mejor sonido que había llegado a oír en toda su vida. Hizo la promesa silenciosa de volver a hacerla reír.

-¿Qué...qué haces?

Quiso lanzar una carcajada por su tono de pánico, mientras sus labios exploraban su bajo vientre. Porsupuesto que su septa nunca le habría hablado de aquello. Cuando se hablaba de matrimonio y de noches nupciales nunca se hablaba de placer.

-Relájate, moza.- Sonrió sintiendo cómo sus piernas se estremecieron en cuanto encontró el punto perfecto.

-No sé qué...-No sabía si aquel tono en su voz era de queja o si estaba instándole a seguir. Ya estaba húmeda de por sí, pero supo que su lengua podría hacer un mejor trabajo. Acarició el interior de su pierna con la mano y la sintió relajarse.

-Mucho mejor.-Jaime levantó la vista traviesa. Y vaya que era hermosa ahora, con las mejillas coloradas, la boca entreabierta y los ojos cerrados.

Sabía que ella estaba intentando no emitir ningún sonido, pero su respiración la traicionaba. En cuanto se dio cuenta de cómo funcionaba, sus manos se hundieron en el cabello de Jaime y sus piernas se abrieron todavía más. Comenzaron a encontrar un ritmo, sus caderas moviéndose a un compás. Con Cersei había sido natural, con ella todo era más complicado pero tenía aquel sentimiento extraño, aquel salto del corazón que sólo traían las aventuras y las batallas.

Con ella nada era natural, pero todo era tan genuino que hacía que valiese la pena sentirse dentro de ella, besar sus labios cuando su aliento sabía a segunda oportunidad, a territorios que descubrir, a silencios cómodos y a dulzura inusitada. La sintió estremecerse finalmente entre los confines de su boca y su agarre relajarse. La oyó exhalar un suspiro antes de atraparlo entre sus piernas y con sorpresa Jaime se dio cuenta que ahora era él el que estaba de espaldas al piso.

Dejó escapar una carcajada, recordando de pronto lo fuerte que era y la facilidad con la que podía someterlo si ella quería. Pero su peso encima de él era gentil y el tacto de sus dedos sobre su pecho era casi tierno. De alguna manera el estar en aquella posición sólo hizo que la quisiera con más fervor y sabía que ella lo podía sentir. Casi dejó escapar otra carcajada al darse cuenta que aquello era increíblemente parecido a uno de sus movimientos de batalla pero en vez decidió besarla de nuevo. Ella respondió con avidez inusitada y Jaime la sintió buscándole. Se sintió a sí mismo palpitar con deseo.

-¿Estás segura?-Dijo alzando la cabeza, incapaz de contener el aliento.

Sabía que era un paso grande. Sabía que no había vuelta atrás y no quería que ella se arrepintiese, por los Siete, que no, que no se arrepintiese. Brienne no se veía desafiante, no ahora. Se veía sola y joven por primera vez desde que la había visto, sus ojos brillando con intensidad y el cabello desordenado sobre su cara.

-Quiero...-Murmuró azorada.- Quiero que seas tú.

Jaime respondió con una sonrisa leonina. No pudo detener el impulso de alzar su ausente mano derecha para quitarle el cabello de la cara. Maldito reflejo, malditas costumbres de tullido que lo perseguían todavía. Tan pronto como se dio cuenta intentó alejar su muñón de ella mascullando un disculpas, pero Brienne se lo impidió.

Casi había olvidado que ella no lo había conocido entero. Que el ser por el que había estúpidamente sentido algo, lo suficiente como para dar su vida por él, no era más que una sombra, las piezas de un espejo roto.

Recordó la manera en la que Cersei le había mirado, la última vez que habían estado juntos. “No me toques con esa cosa” sus ojos habían querido decir. “No me recuerdes que ya no eres igual a mí” Jaime se había sentido asustado por una vez en su vida porque había visto las grietas en todo lo que eran y todo lo que habían sido.

El tacto de Brienne contrastaba con el frío que había sentido en aquel momento. La hiel y las palabras cortantes desaparecían. “Tullido” se había dicho una y otra vez. “Tonto” “Desesperado”. Miró de nuevo aquellos ojos de ella, grandes, dulces y mansos mientras sus labios tocaban aquella piel muerta. Tomó control entonces de aquel brazo, posicionándolo alrededor de su cadera y sus cuerpos encajaron con comodidad, como si hubiese estado esperándole.

Y supo que ya no querría soltarla.

-Va a doler la primera vez.-Susurró mientras besaba su cuello.- El resto de las veces será más fácil.

-Lo sé.- Respondió ella ruborizándose, Jaime no sabía si por la perspectiva de perder su doncellez con el matarreyes o porque se había dando cuenta de que él asumía que habría “un resto de las veces.”

Jaime sabía lo que era pasión. Sabía lo que era tener un apetito insaciable.

Conocía aquel sentimiento de éxtasis que traía la adrenalina. Pero ella era distinta, porque mientras ella lo poseía, él no veía hambre en sus ojos o en sus dedos aferrados a su espalda, no veía frenesí, veía ternura, como si aquella fuese la última vez en vez de la primera. Incluso en la manera en la que afincaba sus piernas alrededor de su torso para poder sentirlo aún más profundo podía ver la sutileza, la quietud.

Si todo en Cersei había sido fuego, todo en Brienne era tierra. Todo era balance, todo era estabilidad, todo era fértil. Todo en ella era libertad, era calma.

Con Cersei siempre había sabido qué hacer para hacerla gemir, para hacerla llegar, siempre había sabido qué puntos tocar para hacerla maldecir, pero Brienne era un misterio todavía por descubrir, un rompecabezas que completar con cada beso y cada toque.

Se fue perdiendo en la cadencia de sus caderas, aferrándose al vínculo que le hacía olvidar el frío y el dolor con cada impulso. Besó sus ojos cerrados, sus pezones endurecidos, el sudor mezclado de ambos en aquella canción de verano que sólo viviría por unos minutos. Ella susurró su nombre una y otra vez, su verdadero nombre, con un tono que nadie nunca había usado, y vivieron así, todavía vivos, todavía triunfantes entre sueños, mientras duró el fuego.

Tercera Parte

fanfiction: asoiaf

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