Súper-héroe (Doctor Who)

Feb 17, 2011 23:14

OMGG!!! No puedo creerlo, tengo demasiados mensajes que contestaar! Ya sé que eso me pasa por meterme tan poco... pero es que he estado un tantito ocupada y buenoo... omg, en serio, que hermosas sois todas y cuánto os quierooo! A ver si entre hoy y mañana podré pasarme por sus journals y responder comentarios y todo eso :).

Y de nuevo, disculpas por desaparecerme tanto :(

Nombre: "Súper-Héroe"' para la tabla de la infancia de 30vicios . Escrito para la Dotación Anual de Crack de crack_and_roll , reto Nine.
Fandom: Doctor Who
Categoría: One-shot.
Palabras: 3445, lo más largo que he escrito de Doctor Who ever.
Género: DRAMA puro y duro.
Pairing: Eleven/Amy básicamente, pero nada muy hardcore. (subtextual si quieren verlo así).
Notas: Spoilers de la temporada cinco, obviamente. Sin betear, hecho apurada, sin revisar, whatevs.

Amy ve la decisión en sus ojos y sabe que no hay nada que pueda decirle que pueda hacerle cambiar de opinión. Y eso la asusta mucho más al no comprender exactamente lo que se ha propuesto hacer.
Hay algo distinto en él. Tal vez la manera en la que mueve la boca murmurándose cosas, guardándose cosas para sí, un lenguaje alienígena, unas palabras ajenas tan inflingidas de dolor, de miedo de pánico, que con aquella mirada fiera se convierten en poco más que un señuelo de lo que se les viene encima.
Furia, terror, miedo.
De pronto se ve viejo, muy viejo, cuando aquellos ojos dejan de brillar y se ve a sí mismo en aquel lugar en el que jamás pensó haber estado. De repente se ve viejo, se ve cansado y sabe que el final es inevitable.
Han estado en esa situación otras ocasiones.
Llamas, monstruos, aliens, fantasmas de un pasado del Doctor que se abaten sobre ellos. Siempre las mismas amenazas, siempre los mismos archi-enemigos. La Tardis gimiendo, el terror acorralándolos, y siempre un plan de última hora que nunca falla, una nueva oportunidad que se prende en su cara milenaria y que de pronto ilumina todo el universo. Una salida, porque siempre hay una salida. Y siempre hay algo que el Doctor puede hacer porque él es invencible.
Sabe que no es saludable, pero desde pequeña siempre lo ha visto como un héroe. Un ídolo marciano que viene a llevarla lejos del aburrimiento, cerca del peligro. Jamás se ha dado cuenta del hálito a muerte que exhala cuando nadie lo mira, o de las profundas ojeras bajo sus ojos, características de alguien que ya no está en paz consigo mismo. Siempre pensó que debía de ser algo terrible, ser el último.
Ser el que viene y va, el que ve morir sin descansar, el que ha dejado a tantos compañeros perdidos en el tiempo.
En algún momento llegó a preguntarse lo que había pasado con el resto de la gente, con el resto de los compañeros.
¿Quién habría sido tan tonto para poder dejar aquello?
Siempre había sido una cuestión de tontería y sólo ahora comprendía la verdad, sólo ahora frente a la muerte se daba cuenta del riesgo. Había llegado a pensar que era fácil amarle. Adorarle como a un dios. Pero no se había dado cuenta hasta ese momento del sacrificio. Y si era difícil para ella, seguramente era mucho más difícil para él verla perderse a través de la bruma de los recuerdos que jamás volverían sino como un punto en el tiempo. Todos sus amigos, todos los amantes, apenas una constante a su alrededor, jamás personas, jamás labios, jamás otra cosa que no fuesen fotografías viejas de gente que ahora sentía el vacío. Pero era el peso del superhéroe.
Porque valía la pena todo, al final.
Le mira ahora, intentando encontrar una pista, intentando despertar en él algo distinto, intentando que la recuerde, quedarse por siempre en su memoria como la persona que había creído en él hasta el final.
Ahora se queda quieto rumiando, sus mejillas cadavéricas apagadas, una mente vieja no funcionando mientras las estrellas explotan alrededor de ellos y el calor cada vez es mayor. Las luces comienzan a fallar y Rory la jala del brazo, intentando llevarla a un lugar de la Tardis que sea más seguro que aquella habitación de donde la esperanza se ha escapado.
El Doctor no mira. Un hombrecillo encogiéndose. Un hombre que en verdad no es un hombre pero que pretende serlo. Un espectro de sí mismo, de una raza perdida, de una raza que no se dio por vencido sino hasta el final.
Y Amy lo siente mientras se resiste, la sangre es fuerte, y ella no piensa dejarle allí sólo mientras el mundo se acaba de nuevo para él. Una y otra vez. El tic del reloj interminable. Los cánticos de muerte, algo ya conocido. Y aún así ella tiene confianza en él. Tiene la esperanza de que todo se vaya a solucionar y no entiende por qué hay algo que no cuadra en la escena que se desenvuelve frente a sus ojos.
Le llama. Le llama una y otra vez y él no voltea, como si no la escuchase, como si prefiriese ignorarla, como si de pronto ella fuese demasiado humana, como si alguna vez alguien pudiese ser “demasiado” humano.
Un grito de terror y de confusión intenta salir de su garganta, pero se pierde en el silencio y siente a Rory abrazándola, porque él ya se ha resignado a lo que viene. Otras veces habían tenido suerte, hoy es el final, y él se ha dado cuenta antes que ella.
Y entonces Amy se da cuenta de lo que está mal, de lo que está muy mal.
El Doctor no sonríe, el Doctor no habla, el Doctor no se mueve, sólo observa con aquella mirada fúnebre, mientras ninguna idea se prende en su cerebro, porque están perdidos, y ya no tienen ninguna opción. Y es en ese momento donde Amy llora porque le ha perdido. Porque de pronto en él han comenzado a aparecer siglos de sufrimiento imborrables en su rostro, y porque sabe que él se ha rendido.

-

Todavía en las noches sin luna llegaban a veces los recuerdos imborrables. Tan vívidos y coloridos como si los estuviese experimentando de primera mano. Le llegaban aventuras épicas en mundos desconocidos, sin nombre ni lógica, que su mente fabricaba para ayudarla a levantarse cada mañana, porque de esa manera aún en sueños podría haber estado con él.
Había días buenos y días malos.
Había días en los que las pesadillas tomaban lo poco que quedaba de ella y cada segundo doloroso de aquel lejano día diez años atrás volvía con tanta fuerza que no creía poder seguir adelante.
Rory lo comprendía. Y sabía que esos días él era el que tenía que buscar a los niños y llevarlos al parque y cocinar sopa de pollo. Porque esos días ella no valía nada.
Cuando las estrellas salían se ponía peor, y era en ese momento cuando los niños estaban dormidos y Rory se acercaba a ella y le contaba todos aquellos cuentos.
Siempre los mismos, siempre sueños, siempre recuerdos de una época en la que habían conocido el universo. Y entonces ella podía dormirse con una sonrisa y la certeza de que en algún lugar del infinito, el Doctor, si es que seguía en esas, sabría que estaban hablando de él.
Le gustaba pensar que estaba vivo. Aún cuando en aquella noche todo hubiese parecido perderse, y la Tardis había hecho un último esfuerzo en dejarlos allí apresuradamente. Había sido la última maniobra del Doctor y ella todavía recordaba su silueta contra la puerta de madera apurándola, diciendo que no se resistiese, que era tonto pensar en morir y que todo iba a salir bien.
“Sólo necesito dejarles aquí unos segundos. Ya van a ver. Ya hemos pasado por esto mi vieja amiga y yo.” Y en ese momento había sonreído despreocupadamente durante un segundo y le había dado una pequeña palmada al control de mandos de la nave.
Amy sabía que sólo lo decía por ella y por eso se había resistido hasta el final.
Incluso en el último instante él había pensado en ellos y les había abierto aquella brecha hacia la vida normal. Incluso cuando ya todo se estaba acabando.
Había sacado las fuerzas de algún lugar y había sonreído falsamente contra el cielo nocturno, apenas un segundo para abandonarles allí, cuando todavía la adrenalina embotaba sus sentidos y el olor a azufre del fin del mundo les hacía escocer los ojos.
Él no había querido mirarla a los ojos y allí había sido cuando había llorado. Desgarradoramente. Hasta el final. Porque sabía lo que había pasado. Sabía lo que había tenido que pasar.
Quién sabe cuánto tiempo después o antes, quién sabe en qué lugar o en que galaxia, pero en aquel momento el Doctor había muerto, y había muerto por ellos, mientras los grillos en el jardín cantaban y el silencio de muerte de Leadworth los envolvía, a los últimos gladiadores de aquella gran batalla, a los únicos humanos que ahora quedaban que siempre le recordarían.
Había sido definitivo. El abandono. Se había hundido en ella con frialdad, lentamente, acompañándola con su nostalgia y el perdón que jamás llegaría. Porque aquello jamás habría podido aceptarlo, aquellos últimos instantes en los que no había dicho adiós porque había sabido que aquello la destrozaría.
Volvía a revivir aquellos aquellos mismos segundos que había repetido tantas veces en su mente al pasar los años, mientras las estrellas anunciaban mundos enteros que ahora jamás visitarían, declaraciones de muerte, guerra y paz en galaxias desconocidas.
En aquellos últimos segundos lo que más le había dolido era que aquella vez, aquel viejo amigo imaginario no había dicho cuándo iba a volver.

-

Cuando todo había empezado jamás habría supuesto que terminaría de aquella manera. Jamás le había gustado la idea de decir en voz alta que pensaba que había muerto en aquel momento, y que jamás le volvería a ver. Rory jamás habría aceptado oírla hablando así. Pero una parte de sí misma siempre lo había creído.
No había vuelto.
Y debía de haber una razón para ello. Casi era menos doloroso pensar que había muerto a la idea de que los había abandonado en aquella espantosa realidad. Pero Amelia Pond había olvidado que para él el tiempo no era igual, y definitivamente no se movía de similar manera.
Porque para él, nada era definitivo o imposible.
Cuando le vio aparecer un día, pisando las violetas del jardín, casi pensó que era una ilusión.
Se veía allí tan radiante, con la Tardis azul de fondo, entre la selva que se había convertido en un patio trasero, con sus ojos bondadosos, su chaqueta de tweed y miles de historias en los labios.
Amy pudo haberle besado, pero en aquel momento nada dentro o fuera de ella respondió adecuadamente.
Los segundos se detuvieron y tuvo la impresión de estar cara a cara con un fantasma, mientras millones de palabras, de preguntas, de expectativas y de sueños revividos cobraban vida agolpándose en su mente y luego sufrían la más terrible de las muertes a manos de su resentimiento.
Él la vio poco después a través del cristal, intentando darle sentido a lo que veía. La vio y su boca se curvó en una mezcla de satisfacción y nostalgia. Pocos minutos después Amy se preguntaría si el Doctor en aquel momento se habría sentido joven de nuevo, o demasiado viejo como para verla como algo más que otra compañera de juegos.
-¿Qué haces aquí?- Fue la primera frase que formaron sus labios y ella se sintió desfallecer, sus sentidos poco a poco habían ido obedeciéndola, pero no creía que su razón pudiese volver a encontrar reposo después de aquello.
-Hola, Amy. -Había respondido, siempre jovial, con aquella sonrisa contagiosa, extendiendo sus brazos hacia ella para pellizcar sus mejillas.
Como si nada hubiese pasado. Como si en su cabello pelirrojo no hubiese los primeros inicios de canas, como si su cuerpo después de dos embarazos hubiese sido tan esbelto como el de la juventud, como si ni un segundo hubiese transcurrido, como si aquellos diez años esperando una señal no hubiesen significado nada.
Dios. Era injusto. Era muy injusto, por todas aquellas noches que había llorado en vano sin saber nada, pensándole ido, apenas un recuerdo.
Él se aparecía allí como si nada, ni un minuto de cambiado, con su ridícula pajarita y sus ojos marrones refulgentes invitándola a aventuras una vez más.
Quiso llorar, quiso gritar, pero no hizo nada. Sólo se quedó allí mirándole, sabiendo que él podría ver a través de ella y todo lo que quería reprocharle, así que se quedó en silencio.
-¿Debería de venir en otra ocasión?- Sus manos se juntaron detrás de la espalda, con aquella pose de académico que le sentaba tan bien.
-¿Es un mal momento?-Preguntó rápidamente después. Y Amy tardó un segundo en volver a adecuarse al timbre de su voz, a su manera de descartar las cosas con ligereza y aquel acento casi indistinguible que indicaba que había algo de extraño en él.
-Digo, un poco antes para ti. Un poco después para mí.-Sonrió entonces.- ¿Qué dices, cuatro, cinco años?
No. Las cosas ahora eran demasiado distintas. Ya no había nada que él pudiese hacer con sus sonrisas tontas y sus mareantes ganas de hablar.
“¿Aquella noche, tal vez?” Su corazón quiso decir pero su mente no cedió ni un milímetro. Se sentía a sí misma cayendo en el vacío de nuevo, de lo que era admirarle, de lo que era amarle, y no quería, porque aquellos sentimientos encontrados luchaban contra un rencor que no sabía que tenía. Y descubrir aquellas partes oscuras de sí misma que había tenido retenidas durante tanto tiempo la asustaba. La asustaba hasta la muerte.
No tuvo las fuerzas para sonreírle de vuelta. No cuando se había vuelto tal desconocido. Quiso que Rory llegase. Quiso anclarse en algún lugar de la realidad y que todo aquello hubiese sido una alucinación. Quiso besar a sus hijos, y hacer galletas de cena, y comer leyendo un buen cuento en voz alta. Quiso hacer lo que fuese con tal de salir de allí, con tal de no tenerlo tan cerca y sentir aquellas viejas heridas abrirse de nuevo.
Y entonces comprendió lo que había pasado. Comprendió las habitaciones vacías de la Tardis, el equipaje de personas sin cara que alguna vez le habían acompañado, gente llena de sueños, humanos, los más humanos. Y aquella oscuridad inimaginable que ninguno de ellos había querido ver sino hasta el final. Que todos ellos habían querido derrotar, perdiéndose a sí mismos en el proceso.
-No.-Se escuchó a sí misma decir con una voz seca.- No deberías de haber venido del todo.
Y lo dijo con tanta tristeza que se sorprendió a sí misma.
Durante unos minutos la vida pareció volver a cobrar sentido y aún así la sonrisa del Doctor no se desvaneció, ni cedió terreno por unos centímetros.
-¿Ni siquiera un poco, un poquito poquitín?-Ladeó la cabeza, sus manos volando en todas las direcciones, su mirada amable hundiéndose en sus ojos férreos que hacía tanto tiempo no contemplaban un milagro.
-No.-Contestó lentamente, y se sintió morir, porque por primera vez lo admitía. Al mundo y para ella. Por primera vez, se daba cuenta que no había nada de malo en sentir con tanta fuerza aquel resentimiento, aquel amor, aquella conexión tan profunda que habían tenido durante tanto tiempo.
Su amigo imaginario, su doctor lleno de harapos, su maletín a rebosar de aventuras y aquella manzana de la tentación que la había sacado de allí hacía tanto tiempo.
-No puedes venir después de diez años y decir que piensas en mí.-Se atragantó con sus propias palabras, con su propio idioma de sentimientos recluidos, con su lengua alborotada que quería decir tanto y a la vez no encontraba las frases necesarias para hacerlo.- No puedes hacerlo.
Pero él podía. Así lo había hecho durante tanto tiempo y ella era la primera que le reclamaba todos aquellos años en los que había decidido vivir en su fantasía, en los que no se había conformado con vivir en un amor desordenado, anti-natural y completamente desconocido para ambas partes. Y sin embargo supo que la verdad de su frase le pesaba como mil demonios.
Se quedaron en silencio, no perdiendo detalles, ávidos de algo que había existido en algún momento, espectro de lo que habían sido tiempo atrás.
-Una vez…-Fue él el que rompió el silencio luego de pasear su mirada por su pijama de los domingos, las pinturas secándose en la arcilla del patio, las hierbas creciendo en un jardín de médico.- ¿Recuerdas? Una vez, tuviste una pesadilla que era justamente así.
Amy cerró los ojos porque recordaba. Recordaba demasiado bien y no había un solo día en el que su mente no hubiese compartido aquel mismo pensamiento.
-Flores… ¡flores por todos lados!- Y se dio la vuelta con una sonrisa, señalando a brazos abiertos todo lo que ahora se había convertido en su mundo.
- Y una barriga, y Rory…-Y allí dejó escapar una carcajada.- Rory y su cola de caballo, por favor dime que recuerdas.
-Creo que he crecido.- Habría querido sonreír en aquel momento, porque ahora recordaba un momento en el que le había dicho algo parecido.
Él se había indignado un poco, había decidido curarla y aquello había sido el inicio de un infinito compartido que descubrir. Ahora se sentía anciana y se sentía lejos, pero sentía y todo tenía sentido.
-Qué cosa tan horrible para decir, ¿No crees?.-El Doctor sacudió la cabeza sonriente.- Ugh, me sabe hasta mal en la boca.
Sacó la lengua y saboreó el aire, viéndose más ridículo de lo que nunca se había visto. Un niño dentro del cuerpo de un hombre. Alguien que todavía tenía muchas cosas que descubrir, muchos años que vivir, y que sin embargo conocía mucho más de lo que ella jamás habría sabido. Apenas empezando, apenas descubriendo, siendo un sabio en su propio derecho y luciendo tan infantil durante unos segundos para hacerla reír. Porque siempre la hacía reír.
-No.-Había respondido ella después de unos segundos, intentando contener la risa, sientiendo la ligereza de espíritu de saber que el perdón estaba cerca.- Sabe a Leadworth.
Fue un movimiento imperceptible de la cabeza. Una invitación tácita, que ambos conocían de sobra porque la tenían impresa en cada uno de los centímetros de sus pieles. Fue rápido, sin censura y con una seguridad irracional. Pero aún así, Amy tardó un tiempo en decir que no con la cabeza. Ya no era capaz. Ya no había más fuerzas dentro de ella para soportar lo que venía.
“No puedo” quiso decir, quiso gritar. “Tengo responsabilidades. Tengo años. Tengo esposo. Tengo hijos. Tengo una vida por delante.”
Sintió una lágrima correr por su mejilla, de felicidad, de tristeza, de nostalgia, de frustración. Y se la limpió con una sonrisa y mejillas coloradas.
“No tengo las fuerzas para soportar otra despedida más.” Pareció decirle con sus ojos cansados.
El Doctor no pudo esconder su desilusión. Él era de aquellas personas que no podía mentir porque cada una de las cosas que pensaba se veían con exactitud en su cara. Debía de ser algo nuevo, algo de la vejez (que el Doctor no la oyese diciendo eso), algo que en sus tiempos de guerrero ni se había asomado entre sus defectos.
Pero todo estaría bien, ella lo sabía. Ella seguiría con su vida y el Doctor conseguiría a alguien más. Siempre lo hacía.
Tal vez la olvidaría. Pero todo valdría la pena. Valdría la pena por aquellos minutos de silencio compartido en el que por fin su alma había reposado y había aprendido a perdonarse a sí misma.
-Sabes…-Fue lo último que dijo él. Una despedida inusual, sin lágrimas.-Soy el Doctor.
Sonrió, su cara iluminándose por una vez más.
-Y tú eres Amelia Pond, con un nombre de cuentos de hadas, Amelia Pond. y nunca nadie, ni nada que pase cambiará eso.
Y lo supo. Lo supo en cada instante, en cada fibra, en cada recuerdo y en cada brisa.
Y de pronto una sonrisa surgió de ella y danzó entre las flores de verano y todo volvió a estar bien. Se dio cuenta que en la mente del Doctor un reflejo de otras épocas debió de haberlo poseído. Su Doctor despeinado brilló contra el cielo azul.
Amy cerró los ojos un segundo y susurró palabras de agradecimiento, pero nadie más volvió a hablar de aquello.
Él continuó vagando, perdiéndose en aquel mundo del patio trasero, entre las flores de Rory y las macetas que habían pintado los niños el verano pasado. Siguió caminando, canturreando una canción para sí mismo y Amy pensó que jamás le volvería a ver.
Sin embargo en el último segundo, cuando las puertas de la Tardis se habían abierto a la distancia y sus piernas se habían paralizado, el Doctor volteó por última vez y sonrió. Sonrió con aquella sonrisa de súper-héroe, con aquellos ojos de millones de estrellas y sueños por cumplir. Hizo un gesto con la mano, un gesto que no resultó nada natural en él. Una despedida, aún cuando Amy sabía que no era definitiva. Él nunca los abandonaba, de eso estaba segura.
Él siempre se mantendría allí observando, detrás de cada peligro, respondiendo a las llamadas de un mundo de humanos que no funcionaba bien sin él, con su caja azul y sus mejillas brillantes, orgullosas de una labor bien hecha.

dr.who yipeee!, escritos, fanfiction: doctor who, doctor doctor oh doctor, eleven x amy ftw!, eleven está que arde

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