Oct 05, 2010 20:59
Hay momentos en los que, simplemente, te enamoras. Eso es, más o menos, lo que me ocurrió al empezar a leer Todo por una chica, la primerísima novela de Nick Hornby que cayó en mis manos. No me arrepiento de habérmela comprado, no. Ahora menos que nunca.
Lo primero que noté, supongo, fue que no tenía nada que ver con lo que sugiere el título, con lo poco que explica la contraportada. Lo primero que noté fue esa falta del romanticismo adolescente que yo había esperado, la visión ciertamente peculiar del mundo del chico protagonista, que a sus dieciséis años me descubría cosas -el skate, el amor, el hastío- en las que nunca había pensado así, de una forma tan suya. Fue un libro que me emocionó, por supuesto, y casi me reí de mí misma al recordar que, ¡oh!, sólo lo había comprado porque una semana antes había visto Alta Fidelidad -película basada en un libro del mismo autor- y eso lo ponía en mayúsculas en la portada y dije ¡qué narices!, vamos a comprar esto mismo. Así que sí, me alegré de haber visto la peli, de haber seguido un impulso, de haberme dejado llevar.
Luego, fui a la biblioteca.
La verdad es que no esperaba encontrar nada. Alta fidelidad, como mucho; quizás ni siquiera eso. Pero, para mi sorpresa, sí que tenían libros de Nick Hornby; el primero que pillé, Un gran chico, fue una absoluta delicia. Le lleva la contraria -como hacía Todo por una chica con el amor adolescente- a todo lo que suelen decirte las novelas de este tipo, te hace pensar -si es que quieres hacerlo- un poco en todo lo que vivimos, en todo lo que se supone que tenemos que hacer y cómo, a menudo, es más fácil hacer otras cosas. No sé si me explico. No creo que todo el mundo piense, al leerlo, lo que pensé yo -que el mundo es un lugar extraño donde encajar es difícil si eres una pieza un tanto irregular-, pero para eso cuelgo aquí: para dar mi opinión.
En picado, otro libro de este autor, fue digamos que El Definitivo. Lo adoré. Me enamoré de su forma de escribir y de sus personajes, y sobre todo de esos finales que no son felices ni llegarán a serlo nunca, pero de los que aún tienes que alegrarte. Quizás sea lo más realista del libro, ese final.
Y ahora... ahora, tengo en mis manos 31 canciones. Apenas lo he abierto. Estoy esperando al momento apropiado -básicamente, estoy esperando a terminar de cenar. No es una novela, esta vez, ni -a pesar de lo que yo creía- un libro de relatos. Es más bien un libro de canciones. De las canciones favoritas del autor y de lo que son para él, y Nick Hornby ha conseguido que me lea ya una de ellas. Supongo que puede parecer aburrido -que lo sería, en cualquier escritor-, pero él tiene esa forma de expresarse, de contarnos las cosas, que hace que todo parezca cercano y real, tangible. Que te puedas meter en su cabeza y pensar ¡vaya!, esto podría haberme pasado a mí. No sé. Ya veremos cómo acaba.
blah blah blah,
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