Unidos, jamás serán vencidos
Fandom: Caminos torcidos [Original]
Claim: Miguel/Carolina.
Advertencias: Spoilers. De cuando las revueltas inician.
Rating: K.
Para|Prompt: crack_and_roll, menteoriginal & quinesob | Alerta de la Tabla Media | Espíritu libre del drabbleton.
Palabras: 491.
Resumen: Era el grito de guerra de toda revolución y cuando sonaba, ya nada había por hacer para evitar el levantamiento.
Unidos, jamás serán vencidos
Cuando la vio, pensó que era una mujer que no estaba hecha para esos lugares tan peligrosos.
Miguel vio desde la ventana de su casa, escondido entre las persianas como un grupo de policías se llevaba a Carolina, la joven practicante en la escuela donde estudiaba su hija, la chica gritaba y maldecía a quienes la llevaban, arrastrándola por el piso y sin fijarse que ella se golpeaba con el duro pavimento.
Le sorprendió, en verdad levantarse ese día con los gritos de su hija afuera, armando escándalo con un grupo de alumnos. Y le sorprendió aún más el ver como Carolina le quitaba el megáfono a su hija y comenzaba a dar instrucciones a los alumnos de la escuela, animándolos a protestar y a revelarse. Aún, horas después de aquello, a Miguel le costaba creer que la chica de apariencia buena y correcta hubiera tomado la iniciativa de esa forma.
Salió de la ventana y abrió un cajón que estaba cerca de la puerta, de allí, tomó una bomba lacrimógena que tenía guardada para casos de emergencia y con lentitud y cuidado se deslizó por la puerta de su casa y se escabulló entre los árboles y vecinos curiosos hasta acercarse lo suficiente, quedando a metros de algunos policías que cuidaban el retén.
Allí con rapidez lanzó la bomba, el humo le permitió escabullirse entre los carabineros sorprendidos y tomó a Carolina del brazo, arrastrándola en dirección a la masa de alumnos que gritaban indignados.
Como la mayoría de los alumnos le conocían y le habían visto, ellos se aseguraron de esconderlo entre su gente, aún tenía a Carolina agarrada del brazo, recién se percató que ella le miraba sorprendida y con la boca ligeramente abierta.
- ¿Por qué lo hizo? -Preguntó ella mientras se acomodaba un poco la ropa y se agachaba aún más entre los alumnos que ahora habían comenzado a saltar para esconderlos, distrayendo así a los policías que la buscaban de forma desesperada.
Miguel sonrió, mostrando los dientes que le faltaban.
-Porque me causaste una impresión completamente equivocada, señorita Carolina -contestó bajo la mirada sorprendida de ella. Él se apresuró a explicarse-. Creí que sería alguien no apto para la vida en este barrio, pero me equivoqué y verla tomando la iniciativa con mi hija, me hizo ayudarla. No malentienda, no lo hice por Andrea -se apresuró a decir, levantando las manos-. Lo hice porque usted ha demostrado querer ayudar a los chicos, igual que la mayoría de los profesores de la escuela. Y bueno, nosotros unidos…
Carolina sonrió mientras un par de alumnos los llamaban y les decían que se colocarán al fondo del grupo reunido, para que no los atraparan.
-Jamás seremos vencidos -completó con voz cantarina.
Miguel sonrió, satisfecho.
Esa era la clase de gente que el pueblo necesitaba para cambiar y en este caso, era una fortuna que los estudiantes consiguieran semejante mujer, con el espíritu revolucionario corriendo por sus venas.
Claim: Miguel/Carolina.
Advertencias: Spoilers. De cuando las revueltas inician.
Rating: K.
Para|Prompt: crack_and_roll, menteoriginal & quinesob | Alerta de la Tabla Media | Espíritu libre del drabbleton.
Palabras: 491.
Resumen: Era el grito de guerra de toda revolución y cuando sonaba, ya nada había por hacer para evitar el levantamiento.
Unidos, jamás serán vencidos
Cuando la vio, pensó que era una mujer que no estaba hecha para esos lugares tan peligrosos.
Miguel vio desde la ventana de su casa, escondido entre las persianas como un grupo de policías se llevaba a Carolina, la joven practicante en la escuela donde estudiaba su hija, la chica gritaba y maldecía a quienes la llevaban, arrastrándola por el piso y sin fijarse que ella se golpeaba con el duro pavimento.
Le sorprendió, en verdad levantarse ese día con los gritos de su hija afuera, armando escándalo con un grupo de alumnos. Y le sorprendió aún más el ver como Carolina le quitaba el megáfono a su hija y comenzaba a dar instrucciones a los alumnos de la escuela, animándolos a protestar y a revelarse. Aún, horas después de aquello, a Miguel le costaba creer que la chica de apariencia buena y correcta hubiera tomado la iniciativa de esa forma.
Salió de la ventana y abrió un cajón que estaba cerca de la puerta, de allí, tomó una bomba lacrimógena que tenía guardada para casos de emergencia y con lentitud y cuidado se deslizó por la puerta de su casa y se escabulló entre los árboles y vecinos curiosos hasta acercarse lo suficiente, quedando a metros de algunos policías que cuidaban el retén.
Allí con rapidez lanzó la bomba, el humo le permitió escabullirse entre los carabineros sorprendidos y tomó a Carolina del brazo, arrastrándola en dirección a la masa de alumnos que gritaban indignados.
Como la mayoría de los alumnos le conocían y le habían visto, ellos se aseguraron de esconderlo entre su gente, aún tenía a Carolina agarrada del brazo, recién se percató que ella le miraba sorprendida y con la boca ligeramente abierta.
- ¿Por qué lo hizo? -Preguntó ella mientras se acomodaba un poco la ropa y se agachaba aún más entre los alumnos que ahora habían comenzado a saltar para esconderlos, distrayendo así a los policías que la buscaban de forma desesperada.
Miguel sonrió, mostrando los dientes que le faltaban.
-Porque me causaste una impresión completamente equivocada, señorita Carolina -contestó bajo la mirada sorprendida de ella. Él se apresuró a explicarse-. Creí que sería alguien no apto para la vida en este barrio, pero me equivoqué y verla tomando la iniciativa con mi hija, me hizo ayudarla. No malentienda, no lo hice por Andrea -se apresuró a decir, levantando las manos-. Lo hice porque usted ha demostrado querer ayudar a los chicos, igual que la mayoría de los profesores de la escuela. Y bueno, nosotros unidos…
Carolina sonrió mientras un par de alumnos los llamaban y les decían que se colocarán al fondo del grupo reunido, para que no los atraparan.
-Jamás seremos vencidos -completó con voz cantarina.
Miguel sonrió, satisfecho.
Esa era la clase de gente que el pueblo necesitaba para cambiar y en este caso, era una fortuna que los estudiantes consiguieran semejante mujer, con el espíritu revolucionario corriendo por sus venas.