Como timbre de llamada el latir de un corazón [Ficción original] Los cuervos de santa

Dec 24, 2012 12:07

Título: Como timbre de llamada el latir de un corazón
Autor: shiorita
Fandom: Ficción original
Pairing/Personaje/Grupo: -
Rating: G
Resumen: Se queda tan sorprendido de verla ahí, de pronto, en el último sitio que esperaba verla, que ni se entera cuando el vibrador de los mensajes hace desplazarse al móvil hasta el abismo que se abre al final de la mesa y el aparato se cae al suelo.
Advertencias: De tenerlas debes incluirlas.
Cuervos de Santa : Prompt #22
Está sólo en el bar, esperando a que sus amigos se decidan de una vez adónde demonios salir. Hace un par de minutos que el lugar se ha vaciado coincidiendo con el final del partido que estaba viendo. Sábado noche era, como tantas veces, tarde de amigos donde las cervezas, los vaciles y el fútbol tenían que estar como protagonistas.

Pero la navidad vuelve muy moñas a la gente, y sus amigos han decidido que pasan, que les toca comprar regalos a la familia, y no hay mejor consejero que sus novias. Y él, bueno, él sigue siendo el eterno soltero.

No es un ligón, ni mucho menos, pero, simplemente, prefiere no atarse a nada. Ser un alma libre, que es lo que va diciendo por ahí. Aunque, como le suelta su abuela, a quien no se le escapa ni una, probablemente es que ya le haya dado su corazón a alguien. Y, lamentablemente, esa gran señora no podría llevar más razón.

Pero ya no vale la pena llorar por algo así. Ya sabe que su corazón no es suyo, y que lo de ellos nunca funcionará. Tampoco es que lo haya intentado, pero entre el mal genio que se gasta ella, y que ellos siempre estuvieron en grupos enemigos, tampoco es que tenga ninguna seguridad de que acercarse a ella no va a abrir viejas heridas que quizás nunca cicatrizarán.

Sin embargo, lo que le duele ahora mismo no es que nunca podrán siquiera decirse más palabras un gracias y un de nada si la situación les pone en tal compromiso, sino que hace tiempo que no la ve. No la encuentra en la biblioteca, que es donde viven los dos tratando de sacar sus dos opuestas carreras adelante, ni en el bar donde suelen frecuentar. No la encuentra en el autobús que para un poco más lejos de su casa, y a ella la deja a la puerta de la suya; ni en la panadería donde venden las chapatas que más le gustan a los dos. No la encuentra en los pequeños detalles del día donde antes siempre estaba, y, aunque al principio le dio igual, luego empezó a acusarlo.

Por supuesto, esto es algo que sólo sabe su corazón y como está tan lejos pues se tiene que conformar con tratar de adivinar qué es lo que últimamente se le resiente tanto porque esa posibilidad casi ni existe.

Pero, mientras mata el tiempo jugando al tétrix en su nuevo móvil táctil y con tropomil mierdas de última moda, alguien entra en el bar y se sienta a su lado. Cuando pide un café -está claro que lo necesita, porque son casi las once de la noche, y ya no es momento de servir cafés -, levanta la cabeza como movido por un resorte. Reconocería esa voz allá donde fuera.

Se queda tan sorprendido de verla ahí, de pronto, en el último sitio que esperaba verla, que ni se entera cuando el vibrador de los mensajes hace desplazarse al móvil hasta el abismo que se abre al final de la mesa y el aparato se cae al suelo. Ella sí, claro, que tampoco se había dado cuenta hasta que ha sonado el crash y se ha puesto tan roja y nerviosa como él.

El camarero le sirve el café, y ella paga como una autómata. Pero en su cabeza, en sus oídos, solo oye un latir profundo, que repiquetea sin parar, ensordecedor y violento que la deja sin habla. Lo curioso es que a él le pasa lo mismo, oye esos golpes propios de quien está queriendo derruir un muro a cabezazos como si les tuviera dentro de sí. Y Jorge se pregunta si en realidad no estará escuchando un corazón prestado, porque está claro que el suyo, que tiene que estar en el cuerpo de ella, calentito y ronroneando feliz, hace tiempo que no puede oirle. Quien sabe, quizás si se acerca un poco más, si se atreve a preguntar algo, pueda descubrir que, en realidad, aquella primera vez que se miraron a los ojos, hace mucho mucho tiempo, no fue él el único que le entregó lo más valioso que tenía.

Sin embargo, la magia se rompe pronto. Cuando un par de chicas entran corriendo al bar, y abrazan a su amiga. Y hace cuánto tiempo, y qué ganas de que volvieras y ¿qué tal por allí? le dan la pista de que no es el único que la ha echado de menos. Ella se toma el café rápido, con la sonrisa asomada en las comisuras de sus labios. Se levanta con agilidad, pero antes de marcharse de allí, se arrodilla y recoge su móvil del suelo. Sus dedos se rozan queriendo un sin querer mientras el aparato vuelve a su dueño. Y al gracias, de nada, se le añade un feliz navidad que sabe a licor de chocolate, cordero asado y champán.

La chica se va y el bar se queda aún más vacío que antes. Lee el maldito mensaje con la cabeza en otro sitio. Que ahora van para allá, sin novias, solo ellos, porque es sábado, tarde de amigos. Aunque no haya ni fútbol, ni cerveza. Sólo vaciles, amigos, y la cabeza en las nubes, como le dicen ellos, porque Jorge sólo puede pensar cuál es el deseo que va a pedir cuando consiga comerse las doce uvas sin atragantarse en Nochevieja.

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