Empieza el artículo descalificándolo de espía de segunda, sin ningún sustento. Me imagino que los tenientes-coroneles “abundan” en todos los países. También “sobraban” los espías soviéticos que superaban la escuela superior de la KGB, y los que obtenían de un puesto en el Aparato Central de Espionaje Externo de la KGB en Moscú y los que se desempeñaban en puestos de contraespionaje. Sin lugar a dudas, un segundón. A partir de ese momento uno puede dejar de leer.
En cuanto a calificativos de “don nadie e hijo de simple ferroviario”, pues sólo demuestra que los elitistas no pueden soportar los ascensores sociales en general, y a los soviéticos en particular.
Los ojos de hielo definitivamente no se parecen a los maternales ojos británicos de Margaret. La industria isleña y sus obreros lo confirman.
Tampoco es cierta la descripción de haber crecido entre “pandillas de matones”. Es posible que no haber crecido en esa realidad, explica la ignorancia del autor acerca de lo que implica formar parte de “una pandilla” en la era soviética. La descripción occidental de “pandillas”, no se asemeja a las pandillas soviéticas, ni sus alcances y hasta donde podían maniobrar. A los ojos de los adultos y la policía, la autoridad ejercida era suficientes para readecuar los cerebros pre púberes de la mayoría. ¿Supongo que nadie en su sano juicio argumentará que un pandillero llegó a ser abogado y espía soviético? Excepto, claro está, Manuel Vincent, lo que habla de la calidad intelectual de este último. La calidad intelectual del autor se nota en frases como “supo jugar con este alijo plagado de sabandijas” y “No preguntes cómo llegó a la cumbre sorteando y repartiendo puñaladas”. Y es verdad, ¿para qué preguntarse cosas? ¿Pensar? Nunca.
¿Puño de hierro? ¿En serio? ¿Y cuándo lo usa? ¿Los domingos? ¿Las fiestas de guardar? Tal vez en las lunas llenas. Al autor no le pasa por la cabeza ni la situación rusa, ni la externa ni nada. Lo culpa por iniciar un ataque con gas salvando casi 700 rehenes de 800. Supongo que el autor considera que debió negociar. Por supuesto, los rusos deben negociar con terroristas. Sólo los gringos en las películas no lo hacen, independientemente si están en Nueva York, Afganistán o a bordo del Air Force One. Dobles estándares. Lamentablemente fallecieron personas, la cantidad y magnitud de los atentados en Rusia es insignificante hoy en día en comparación a hace 15 años. También eso parece irrelevante a la luz de “basureen a Putin”. La forma de enfrentar el terrorismo por parte de Europa es, a todas luces, la correcta.
EL último párrafo al menos denota toda la frustración del autor. Tragarse a Crimea (con apenas dos muertos), bombardear Siria (a solicitud del gobierno en ejercicio en contra de terroristas, sin negociar siquiera), redes de espionaje en la alcoba de Trump (cosa que sí creo, a diferencia de la intromisión rusa en las elecciones. Por cierto, la alcoba de Obama también estaba llena de los mismos espías).
¿Domador del alma rusa? No haga reir mis pantuflas de conejo. Ya lo decía Dostoievski: “Para Europa, Rusia, es uno de los acertijos de la esfinge”. No se puede domar el alma rusa. Sólo se puede encabezar. Y cuando hay una comunión entre el alma rusa y los que la encabezan, grandes cosas pueden ocurrir.