Vivir en un mundo surrealista no es tan divertido como uno hubiese pensado. Al menos en Costa Rica.
Cuando uno va de visita a casa ajena, se supone que se evitan temas como fútbol, religión y política. Por dicha, existe Facebook, que permite obviar normas de comportamiento básica y permite a las personas expresarse abiertamente sin mayor restricción autoimpuesta en cuanto al vocabulario, tono y vehemencia en la opinión expresada.
El resultado de las elecciones, que fue un choque para muchos, ha permitido que salga a relucir un rostro nada amable del costarricense promedio. Por el momento, ningún costarricense ha llevado al suicido a un tímido pintor austriaco, que además resulta que era vegetariano. Pero ese tipo de esqueletos todos los tenemos en el armario. Y la intolerancia lleva a muchas personas a cometer actos de los que no hay vuelta atrás
Mi punto de partida, será el vídeo de Ana Marcela Montanaro. Para los que no han tenido la suerte, o desgracia de verlo, aquí lo tienen.
http://www.amprensa.com/…/video-tica-en-espana-las-persona…/ Las reacciones al mismo van desde la negación rotunda, pasando por ira y amenazas; hasta aplausos prolongados que pasan a ovación de pie, con chiflidos de aprobación incluidos. Evidentemente, ni el video, ni la reacción al mismo están basadas de forma concreta en la realidad y son derivados de la imagen que cada uno tiene de su país.
Definitivamente, detesto la violencia (lo que no significa que no entienda por qué y para qué existe y es empleada). Pero dado el hecho de que a Ana Marcela no le gusta la hipocresía costarricense, me alegra que haya un porcentaje de la población que decidió dejar de ser “políticamente correcta” y le exprese abiertamente su opinión. Evidentemente, están cargados de odio y amenazas (como es usual si alguien nos trata de arrebatar nuestras ilusiones). Por el otro, la respuesta de felicidad de muchos compatriotas, ante las “revelaciones” que hace la especialista en derechos humanos, también me parece sumamente inapropiada. Existe una línea no tan delgada entre el patriotismo y nacionalismo, entre la oposición como deporte y la crítica constructiva, entre los deseos de ver un país mejor y aquellos cuyo interés único, es que el ambiente que los rodea se moldee a sus preferencias. Y eso no me parece correcto desde ningún punto de vista, principalmente desde el intelectual.
La realidad es mucho más compleja de lo que estamos dispuestos a aceptar. El simplismo de Ana Marcela y su desdén por el trasfondo y el marco que rodean los hechos que ella afirma como verdades absolutas, sugiere que más que analizar y explicar, está interesada en polemizar. Y vaya que lo logró. El problema es que me parece que ella “se la cree” a tal punto que le quita cualquier valor a sus afirmaciones. “Sólo los idiotas están completamente seguros”, indica la sabiduría popular. Este parece ser un caso de libro.
Un ejemplo de carencia de contexto, es su insistencia de que formemos parte de los problemas de Centroamérica. Pero la realidad es que Costa Rica (y Panamá) se diferencian lo suficiente del resto de países centroamericanos. Esto (y muchas otras razones que nada tienen que ver con el pueblo llano) hace que en nuestro país no haya mayor interés de integrarse en una estructura supranacional, ya que implicaría A) que baje nuestro nivel de salud, cobertura de servicios básicos, educación; B) elevar el nivel centroamericano a nuestros estándares. El caso A, es impensable para la mayoría de la población costarricense, el B es imposible por que requeriría una inversión de recursos similar o mayor (por población y territorio) a la que ha hecho nuestro país desde los años 40 del siglo pasado. Y en cada país; empezando por Guatemala y terminando por Nicaragua. Hábleme de utopías.
Con esto en mente, Ana Marcela no puede tenerlo todo. Si nos mete en un mismo saco con el resto de Centroamérica en cuanto a problemas sociales, económicos y políticos (que definitivamente compartimos de forma muy cercana); nos deberá comparar con ellos mismos en aspectos de desarrollo social como educación, acceso a discapacitados a condiciones favorables, derechos de las mujeres, derechos de las minorías, respeto a los derechos humanos. Evidentemente, estamos muy atrasados con respecto a una idílica Suecia, Finlandia o Suiza en materia social. Pero ante nuestras limitaciones e historia, debo asegurar que hemos hecho avances muy importantes comparados a nuestros vecinos. Y eso es un hecho, que ningún escupitajo de Ana Marcela, por más acertado que sea, es capaz de menoscabar. Eso no significa que Costa Rica no tiene todos los problemas citados por Montanaro (y muchos otros que ella ni se imagina). Pero no reconocer el avance que hemos hecho como sociedad, es mezquino en el mejor de los casos, depreciable en el peor e intelectualmente insostenible.
Esto me lleva a la otra cara de la moneda, que me interesa muchísimo más que el análisis de un berrinche en televisión española de una compatriota. Nosotros, los así llamados “progres”, tendemos a quejarnos (por decirlo amablemente) de la intolerancia de los grupos conservadores. Lamentablemente se nos olvida que ellos, al igual que nosotros, formamos parte del mismo país y tienen el mismo derecho a tener y expresar su opinión. A la hora de construir una sociedad, esa opinión no debe ser ridiculizada, obviada o despreciada ad portas. Debe ser tomada en consideración, discutida, analizada e *incorporada* en el desarrollo social del país, para que todos nos sintamos incluidos y formemos parte de la construcción de un país más justo y tolerante. Eso, claro está, no incluye opiniones con respecto a aspectos básicos e innegociables como los Derechos Humanos. En este (y muchos otros) caso, nuestra actitud pueblerina simplemente no debe salir a flote.
Para finalizar, un par de palabras sobre el “Pura Vida”. El desdén al mismo no me parece justificado. Deberíamos tomarlo como una ideología de país, una aspiración a futuro de cómo queremos que sea Costa Rica. Es claro que no lo somos en muchísimos casos, ni nunca lo seremos del todo, pero aspirar a un país como ese, me parece que es una muy buena inversión de esfuerzo.
Pura vida a todos.