May 22, 2010 21:52
Capítulo 7: Besos Sabor Chocolate
N/A: ¡Muchas gracias a mi beta Alexandra! Advertencia: ¡Quizá quieran comer antes de leer este capítulo! lol
Harry estaba mirando a través de la ventana de su estudio, su lugar favorito del chalet comiendo deliberadamente lento unos panecillos de chocolate con frambuesa que había preparado esa tarde. Estaba paladeando el sabor del café que había añadido a la mezcla, percatándose de que debería añadir una pizca más de frambuesa en la próxima, cuando vio un par ojos árticos reflejados en la ventana.
“Malfoy,” dijo a modo de saludo.
“En el nombre de Merlín, ¿cómo es que le haces para estar tan bien con todo lo que comes? Cada vez que te veo estás o comiendo algo o cocinando algo,” lo regañó Draco desde la puerta.
“¿Crees que estoy bien?” preguntó Harry mientras se giraba en su silla para quedar frente a Malfoy subiendo los pies casualmente sobre su escritorio.
Draco puso los ojos en blanco. “Sabes que eres hermoso. Sabes que no todo el mundo logra llegar a la portada de la Bruja Semanal.”
Una sonrisa sutil curvó las comisuras de la boca de Harry. “Sí, pero eso es diferente a que tú pienses que estoy bien.”
Si no lo conociera bien, Harry podría haber sospechado que era rubor el rosa que estaba tiñendo las mejillas de Draco. “Bueno, ciertamente no estás pasado de peso, pero deberías tener cuidado con lo que comes.”
Harry se encogió de hombros. “Sólo como así durante el verano. Cuando comienzan las clases estoy muy ocupado para cocinar, además, no me la paso sentado todo el día.”
Sabía que Draco tenía que haber notado lo activo que era. Ya llevaba en su casa cerca de dos semanas. De hecho, estaba programado que los estudiantes llegaran al día siguiente, lo que quería decir que ya no intentaría hacer cambiarlo de opinión. Harry se había puesto esa fecha como límite. Se daría por vencido si no podía persuadir al Slytherin para el día en que los estudiantes regresaran.
Deslizó el plato que contenía las delicias de chocolate hacia Draco, pero mantuvo la cuchara en la mano. “¿Quieres una probada?” preguntó lamiéndose cualquier remanente de frambuesa del dedo.
Draco lo observó con ojos muy abiertos y asintió lentamente. “Sí... digo... claro. Quizá esta sea la última vez que pueda probar las delicias que horneas.”
“Cierto,” replicó Harry asintiendo sabiamente; metió la cuchara en el mousse caliente, la llevó hacia la boca de Draco y esperó, sonriendo.
Draco dio la mordida, limpiando la cuchara completamente con un movimiento de la lengua. Cerró los ojos al tiempo que paladeaba el postre y de sus labios rosados escapó un suspiro de placer. “Perfecto, como siempre,” gimió al fin.
Harry sonrió inclinándose hacia él para limpiarle la comisura con el dedo y luego llevárselo a los labios. Draco abrió mucho los ojos ante la acción. “Te quedó un poco de chocolate,” explicó. “Sería una pena desperdiciarlo.”
Había pensado limpiarlo con la lengua, pero creyó que eso sería muy atrevido. Todavía estaba pensando en la cara de sorpresa que habría puesto el rubio si hubiera hecho eso, cuando sintió unos labios cálidos, suaves e insistentes sobre los suyos.
Bañó su lengua el sabor del café, chocolate y frambuesa aunado al sabor inherente de Draco. Éste devoró su boca, sin dejar un espacio libre ante el ataque de su lengua, provocando gemidos guturales de la garganta de Harry.
Cuando finalmente se separaron, fue sólo para recuperar el aliento. “Dime que no lo sentiste,” lo retó Draco.
Harry lo miró confundido, intentando aclarar su mente. “Claro que lo sentí, pero ése es el problema principal entre nosotros.”
“¿Cuál?” preguntó Draco.
“Para ti sólo significa sexo, para mí... bueno, significa más,” replicó Harry alejándose, como si quisiera que no lo tomara desprevenido otra vez.
Draco extendió una mano pálida para rozarle ligeramente la mejilla. “Ríndete,” susurró. “Una vez que comience la escuela, los dos estaremos demasiado ocupados como para dejar que pase cualquier cosa.”
“Lo sé,” replicó Harry con voz igual de roca. “Es que... no puedo.”
Se dio la vuelta saliendo del estudio ubicado en la planta superior, pero en el momento en que llegó a la planta baja, Draco lo sujetó de las caderas con rudeza para voltearlo. Quedó casi nariz con nariz con el hermoso Slytherin y lo único que quería hacer era continuar el beso.
“Maldición, Potter. ¿Cuál es el problema? Sólo es sexo,” siseó con la voz más frenética de lo que Harry sospechaba Draco había pretendido.
“Para mí no sólo es sexo, Malfoy. Cada vez que hago algo así con alguien más, doy una parte de mí y no puedo darme el lujo de dar una parte tan grande como la que tú tomarías, en especial cuando tú no estás dispuesto a dar algo a cambio,” replicó cortante.
Esperó a que Draco le refutara algo, que discutiera que se entregaría a sí mismo, pero no llegaron las palabras. Las manos sobre sus caderas comenzaron a aflojarse y Harry aprovechó para voltearse y dirigirse a la cocina. Pronto necesitaría comenzar a preparar la cena para todos y cocinar siempre lo ayudaba a relajarse y despejar la mente.
Entretenido como estaba moviendo cacerolas, sartenes e ingredientes, no vio que Draco observaba cada uno de sus movimientos embelesado.
**
Draco decidió que Harry se movía como el deseo líquido. Cada movimiento de su varita era elegante, lo dejaba babeando cada vez que revolvía algo, sacaba la cuchara, o rociaba lo que estaba guisando. Si llevaba a la recámara la mitad de la pasión que ponía a la hora de preparar una comida de cuatro entradas, Draco sabía que valdría la pena la espera.
Sólo que la paciencia era algo que practicaba con moderación y de ninguna forma era su punto fuerte.
Respiró profundo para inhalar los aromas de lo que Harry estaba preparando. Estaba cocinando costillas de cordero en un asador enorme de leña que había justo a un costado de la puerta; arándanos y manzanas condimentadas se cocían por separado en el horno mientras batía una salsa de oporto con semillas de granada.
Los aromas invadieron su nariz provocando que se le hiciera agua la boca.
Siguió observándolo mientras preparaba más del mousse de chocolate que había estado probando antes, sin dejar que las otras partes de la comida se quemaran o cocieran de más. Era magia sin usar magia. De hecho, al observar la agilidad y la concentración de Harry en la cocina, le hizo preguntarse cómo era que el Gryffindor siempre había obtenido calificaciones pésimas en Pociones.
“¿Disfrutando del espectáculo?” se escuchó una voz cantarina detrás.
Draco se volteó para sonreírle a su tía, lamentando haber tenido que distraer su atención de Harry y sus sorprendentes habilidades. “Es bastante bueno cocinando,” meditó en voz alta. Andrómeda estuvo de acuerdo con él.
“Me encanta cuando está aquí, tanto por la fuerza de su compañía como por la comida que prepara, que hace que los festines que preparan los elfos domésticos de Hogwarts parezcan engrudo,” se rió ella.
Draco gruñó. “Quizá debería estar enojado con él por haberme acostumbrado a su comida. Lo más probable es que ésta sea la última noche que coma así.”
“No tiene que ser de esa manera,” replicó Andrómeda.
Draco sonrió débilmente. De hecho había estado pensando eso mismo durante las últimas dos semanas, pero siempre llegaba a la misma conclusión. Una relación con Harry sería volátil en el mejor de los casos y un desastre en el peor, y no estaba dispuesto a arriesgar su nueva carrera por la pequeña posibilidad de que hubiera algo entre ellos.
Pero eso no hacía que lo deseara menos. De hecho, quizá tenía el efecto contrario. Draco se descubrió aferrándose a cada palabra que Harry decía, cada gesto que hacía, y ahora incluso soñaba con la vida que llevarían los dos viviendo en este hermoso chalet haciéndose felices el uno al otro de forma regular.
Pero era una tontería. Draco vivía en el mundo real, y en éste no había dulces sueños, no había hadas madrinas y felices para siempre.
Al final uno de los dos echaría a perder las cosas y eso haría que fuera una pesadilla el hecho de tener que trabajar al lado de Harry.
“Sé lo que estás proponiendo, Andrómeda, pero me temo que es imposible. Potter no tiene nada qué ofrecerme.” Replicó Draco.
“Creí que mi hermana te había enseñado a no ser tonto,” dijo ella mordaz. “Harry es amable e inteligente. Es autosuficiente y tiene un sentido del humor audaz. Es grandioso con Teddy y es evidente que te sientes atraído físicamente hacia él, ¿qué más puedes pedir?”
Draco se sonrojó y bajó la mirada a sus pies. “Quizá es demasiado bueno,” contestó al fin. “Nunca nada es tan bueno como parece.”
“Niño, he vivido con Harry durante cuatro años. ¿Sinceramente crees que no conozco la diferencia entre el Harry que se muestra al público y el Harry verdadero, la persona que es en la intimidad de su propia casa?” preguntó ignorando tajantemente el gesto de fastidio de Draco.
“Eres afortunado, Draco. Él nunca montaría un acto para ti. Se ha mostrado como es realmente desde que empezaste a vivir entre estas cuatro paredes, quizá desde el día que lo conociste. He visto la admiración que sientes por él y también la he visto reflejada en sus ojos,” continuó.
Draco suspiró dejándose caer sobre la pared. “Es que no puedo comprometerme a lo que me está pidiendo. Ni siquiera sé si es verdad.”
“Tan sólo míralo a los ojos. Harry tiene los ojos más expresivos, éstos siempre te dirán la verdad sin importar las palabras que formen sus labios,” susurró ella dándole una palmadita en la mejilla antes de entrar a la cocina en donde se sentó en una silla junto a Teddy.
A Draco le habría encantado verificar todo en los ojos de Harry, el único inconveniente era que las órbitas verde esmeralda eran trampas mortales que jalarían su alma dentro de sus profundidades.
Se sacudió la sensación de aprensión para unirse a los otros en la pequeña isla que utilizaban como mesa. La comida estuvo deliciosa, la carne tierna y jugosa, el pastel de arándanos y manzanas dulce y sabroso. Era la comida perfecta de despedida.
Porque así fue como la sintió... como la última cena.
Mañana ambos partirían rumbo a la escuela en donde pasarían la mayor parte del día observando e instruyendo a los estudiantes que habitaban dentro de sus paredes. Por las noches regresarían ya muy tarde, y aunque seguiría regresando a la Mansión Potter, sería difícil que lo viera pues ambos tendrían que calificar exámenes y además llegarían exhaustos.
No tendría tiempo de suspirar por Harry, así como tampoco tendría tiempo de preocuparse por si debería ceder o no ceder a sus demandas para intentar una relación. Ambos serían los Jefes de Casas rivales y sería prácticamente imposible que pudieran hacer funcionar algo con esa agenda tan apretada que tendrían.
Entonces, ¿por qué seguía preocupándose? Preguntándose si Harry lo olvidaría, preguntándose si el hombre que deseaba tan absurdamente lo dejaría atrás y encontraría a alguien que llenara sus zapatos.
“Te has superado, Potter,” dijo todavía incapaz de sacudirse la sensación de mareo de las entrañas.
“Gracias, Malfoy. ¿Sabes? Hay más de ese mousse, si es que estás interesado,” replicó Harry con un guiño.
“Provocador,” murmuró Draco y Harry soltó una carcajada.
“¿Draco comió postre antes de la cena? ¡Eso es injusto!” exclamó Teddy.
“Draco probó un poco de la tanda de prueba que hice esta tarde,” lo corrigió Harry.
Un estremecimiento recorrió la espalda de Draco al escuchar su nombre de pila de los labios de Harry. “¿Entonces fui tu rata de laboratorio de chocolate?” preguntó.
Harry se encogió de hombros, “No escuché que te quejaras cuando el chocolate se derritió en la lengua. De hecho, creo que me gemiste.”
Teddy se llevó las manos a las orejas y comenzó a tararear, Andrómeda tuvo que disfrazar una risa. “En serio, chicos, van a tener que esconder mejor sus deseos o tendrán que hacer algo al respecto. Y pronto,” dijo mirándolos con severidad mientras se llevaba a Teddy de la mesa.
Harry se sonrojó furiosamente, algo terriblemente encantador. Se pasó una mano por los mechones negros exhalando con fuerza. “Lo siento. A veces olvido que hay otras personas en la habitación cuando estoy hablando contigo.”
Draco parpadeó rápidamente. Que Harry le coqueteara era excitante y lo llenó de poder y deseo. Pensar que alguien como Harry pudiera quererlo, quererlo realmente era como una droga adictiva.
“¿Puedo ayudarte a limpiar?” preguntó al fin después de controlar sus emociones desbocadas.
Harry sonrió y sus ojos eran trozos radiantes de deseo mezclados con brasas de gratitud y una energía que Draco no pudo precisar. “Me encantaría,” susurró mientras comenzaba a juntar los platos y vasos para acomodarlos desordenadamente en el fregadero.
Draco se paró a su lado, y con un movimiento de la varita los trastes se elevaron hasta quedar flotando en el aire lavándose por sí solos hasta quedar brillando de limpios. La risa de Harry lo hizo voltear a verlo inquisitivo.
“¿Nunca haces nada sin magia?” preguntó.
“¿Por qué debería?” preguntó Draco completamente horrorizado.
Harry le puso una mano gentilmente sobre la suya provocando que otro estremecimiento recorriera todo su cuerpo. “¿Lo intentarías? ¿Por mí?”
Draco puso los ojos en blanco, pero aún así llevó sus manos pálidas y delicadas al fregadero. Hizo una mueca al sentir la comida entre sus dedos. “Esto no me gusta para nada,” dijo al fin después de haber lavado sólo tres platos.
Harry rió asintiendo. “Bueno, cuando menos lo intentaste.”
“No comprendo por qué siempre haces las cosas al modo muggle,” añadió Draco.
“Algunos no tenemos otra opción,” replicó Harry entre dientes y con la mirada aparte.
“¿Qué? Te he visto utilizar la magia, no me digas que no puedes,” soltó Draco. Y sí era cierto, lo había visto, pero no muy seguido.
“No, sí puedo... es simplemente que no debería,” replicó Harry.
“¿Te molestaría explicarte?” preguntó Draco acercándose.
Harry retrocedió inmediatamente un paso. “De hecho, preferiría no hacerlo. Sólo basta decir que hay motivos para que haga las cosas como las hago,” suspiró.
“No entiendo,” comentó Draco apretando los brazos de Harry entre los suyos. Pudo sentir el deseo de salir huyendo del otro hombre resquebrajarse debajo de la superficie y quiso evitarlo.
“Mira, Draco, ya dije mucho. Deja los trastes, los lavaré mañana antes de irnos,” dijo zafándose fácilmente del abrazo de Draco.
Las revelaciones se sucedieron una tras otra en la mente de Draco. La primera era que le encantaba como se escuchaba su nombre en la boca de Harry y la otra era que todas las veces que según Draco había evitado que Harry se marchara eran falsas. Siempre había sido Harry el que se había rehusado a dejar a Draco atrás.
Le había resultado inesperada la fuerza del poder con que Harry se había liberado de su abrazo.
La última revelación era que Harry tenía un secreto, uno que no quería que Draco descubriera aunque decía que quería una relación con él.
Todas estas cosas lucharon por el primer lugar en su mente mientras lo observaba alejarse.
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