Título: Afectos Rivales
Autora: Alexis Kemp
Clasificación: R
Resumen: Forzan a Harry a ofrecerle un trabajo a Draco y a que lo lleve a su casa. Cuando descubre que empieza a sentir algo hacia su rival de la escuela... ¿Draco corresponde a sus sentimientos o seguirá resistiéndose hasta que Harry se de por vencido?
Capítulo 8: Los Nervios del Primer Día
No sólo los estudiantes sentían el estómago echo nudo por el primer día de clases. Draco sintió mariposas en la panza al despertar esa mañana- echó un vistazo por su recámara, que ahora ya le era familiar y suspiró. Este era el primer día del resto de su vida.
Se levantó de la cama a regañadientes para dirigirse lentamente a la regadera, dejando que el chorro de agua caliente relajara los músculos que se habían tensado durante la noche a consecuencia de sus sueños intermitentes. Esto lo hizo pensar en otras cosas que lo ayudarían a relajar los músculos tensos, pero se quitó esa idea de la cabeza.
Harry quería más de lo que él estaba dispuesto a dar, e incluso ahora la sola idea ya no existía. Estaría demasiado ocupado en los meses siguientes como para siquiera soñar en distraerse con pensamientos sobre Harry en algún otro escenario que no fuera el de ‘compañero de trabajo’.
Las cosas eran como debían ser. Nunca debería haber permitido que la idea floreciera en su mente, desde donde había ejercido un control sobrenatural sobre él. Pero ya no más, ahora era el profesor Malfoy, el maestro de Pociones y Jefe de la Casa de Slytherin. Su vida no era lo suficientemente grande como para albergar otro título y especialmente no el de novio de Harry Potter.
Se vistió con un traje sastre negro, reminiscencia de lo que podía recordar que vestía su viejo maestro de pociones, encima del cual se puso una túnica negra limpia con la insignia de Hogwarts destacando en el lado izquierdo del cuello.
Se sintió decepcionado al no olfatear los aromas del desayuno espléndido esperándolo al final del pasillo. Sabía que Harry no cocinaba mucho durante el ciclo escolar, pero el hecho lo hizo sentir mucho más triste de lo que había esperado.
Esta mañana no habría panecillos de mora esperándolo, ningún pastel de café esponjoso y delicioso, ni siquiera molletes de plátano.
En cambio, cuando se aventuró en la cocina, se encontró a Teddy comiendo un tazón de cereal y a Harry lavando los trastes. “¿No vas a comer?” preguntó Draco antes de detenerse a pensar en lo fastidiosa que podría sonar la pregunta.
“Ya lo hice,” contestó Harry sonriendo, completamente tranquilo.
“¿Cereal?” preguntó.
“Pan tostado,” lo corrigió.
Draco levantó la nariz y se sirvió un tazón de cereal sentándose junto a Teddy. Necesitaba tener en el estómago algo más que pan tostado para poder lidiar con la multitud de estudiantes que estaban a punto de requerir su atención a gritos.
“¿Estás emocionado?” le preguntó a Teddy.
“Nervioso,” replicó el niño. “Nunca he conocido muchos magos o brujas de mi edad, a excepción de Victoria, pero ella es una chica,” añadió con una mueca.
Draco rió por lo bajo. “¿Todavía no te gustan las chicas?”
La única respuesta que logró arrancarle al niño fue, “Arrgghh.”
“No te preocupes, ya te gustarán y sucederá cuando menos te lo esperes,” dijo repitiendo las palabras que su padre le había dicho cuando expresó el mismo disgusto por las chicas cuando iba en primero.
Teddy lo miró confundido. “Pero ni a ti ni a Harry les gustan.”
“Eh, bueno, no. Lo que quise decir es que sí nos gustan, pero no las chicas,” añadió con una risa.
Sabía que Harry estaba prestando atención, aunque para el ojo inexperto, parecía estar inmerso en su tarea. Pero Draco sabía que nadie, ni siquiera el grande y poderoso Harry Potter podía concentrarse tanto en lavar los trastes.
“¿Alguna vez has estado enamorado?” preguntó Teddy.
Draco sacudió la cabeza. “No en el sentido tradicional.” Levantó la mirada hacia Harry al hablar, no estaba seguro del por qué quería que el niño lo supiera.
“Entonces, ¿cuándo supiste que no te gustaban las chicas?” preguntó el niño.
“Creo que siempre lo supe, pero fue después de la guerra cuando estuve seguro,” contestó.
La cara del niño se iluminó y Draco meditó que era raro que lo hiciera sonreír la palabra guerra, algo que le había arrebatado a ambos padres de un sólo golpe. “Harry ganó la guerra,” dijo al fin y Draco tuvo que reprimir la urgencia de poner los ojos en blanco.
“Estuve ahí,” replicó. “¿Te contó que ganó la guerra con mi varita?” le preguntó con una sonrisa presuntuosa.
Teddy asintió y Draco tuvo que suspirar derrotado. Tal pareciera que no había nada que pudiera hacer para impresionar a su sobrino que ya estaba embelesado con Harry. Le molestaba de igual manera que Harry le hubiera dicho la verdad, cosa que lo dejaba sin armas para reclamarle.
“Harry es genial, ¿no crees?” preguntó Teddy.
Draco ignoró la risita proveniente de dicho sujeto genial. “¿Te contó que murió?” soltó en cambio.
“Malfoy,” siseó Harry.
Se sintió bastante incómodo al pasear la mirada de un Harry furioso a un Teddy horrorizado. Fue un comentario falto de tacto y mezquino. “Es broma, Teddy,” corrigió.
Teddy volteó a mirar a Harry en busca de confirmación. “Te contaré la historia completa algún día, campeón, pero no en el desayuno de tu primer día de clases.” A Draco no le pasó desapercibida la expresión herida de Harry cuando dijo la última parte.
Al parecer Teddy quería protestar, pero Draco hizo un comentario que lo tomó por sorpresa. “¿Así es como vas a llevar el cabello en tu primer día?” preguntó con cara de dolor.
Teddy abrió la boca corriendo a verse en el espejo. “¿Está mal? ¿Le cambio el color?”
“Quizá un rubio estaría bien,” sugirió Draco.
Teddy le sacó la lengua, pero de cualquier forma se cambió el cabello a rubio, aunque era más dorado, como el de Narcissa, en vez del tono platinado suyo.
Harry no dijo una palabra más al salir de la cocina para marcharse por el pasillo. “Regresaré en un minuto, ¿sí? Termina tu desayuno,” le dijo Draco a Teddy.
Siguió al Gryffindor por el pasillo, se detuvo afuera de la habitación principal y llamó a la puerta. No obtuvo respuesta, por lo que intentó girar la perilla y no encontró resistencia alguna. La empujó suavemente, pero se vio detenido por una mano que la abrió bruscamente. Harry salió rápidamente al pasillo cerrando la puerta antes de que Draco pudiera siquiera echar un vistazo.
Harry no lo miró al hablar. “¿En qué estabas pensando?” preguntó con rudeza.
“En nada,” admitió Draco. “No debí haber dicho nada.”
“No, no debiste. De la misma forma que no tengo yo derecho a divulgar el rumor de que tu padre te metió en el equipo de Quidditch, tú no tenías derecho a contar eso,” susurró enojado.
“Potter, lo siento. Es que el niño no reacciona a nada de lo que hago o digo, siempre eres tú,” replicó recargándose pesadamente contra la pared.
La cara de Harry se suavizó y deslizó una mano gentil por la mejilla de Draco. “Ha vivido conmigo durante cuatro años, Malfoy. Y antes de eso, lo veía casi todas las semanas. No es un lazo que puedas formar en unas cuantas semanas. Pero se creará, te lo prometo.”
Draco puso los ojos en blanco ignorando el vuelco que le dio el pecho al sentir el toque de Harry. “Ah, pero tú eres el grandioso y poderoso Harry Potter. Nada de lo que yo haga nunca podrá compararse con eso.”
Harry retiró la mano rápidamente para meterla en el bolsillo de su túnica. “Es bueno saber que por fin has admitido la derrota,” comentó.
“Yo... no es cierto. Es sólo... incluso tú mismo tienes que admitir que eres una persona difícil de superar en cualquier aspecto,” tartamudeó Draco lamentando que la mano de Harry ya no estuviera sobre su mejilla y preguntándose qué palabras habrían hecho que la quitara.
“Soy un fracaso en pociones,” señaló Harry.
“Pero quizá realmente no lo seas, puedes cocinar maravillosamente y en pociones se aplican los mismos fundamentos. Quizá es que nunca te has aplicado,” lo corrigió Draco.
Harry puso los ojos en blanco con una ligera sonrisa. “Hablaste igual que Severus.”
“¿Desde cuando llamas Severus al profesor Snape?” preguntó incrédulo. Draco conoció bastante bien al maestro de pociones antes de que muriera y aún entonces nunca se fue lo suficientemente valiente como para llamarlo Severus.
Harry soltó una risita ignorando la pregunta para dirigirse en cambio por el pasillo hacia la puerta principal. “Teddy,” gritó. “Hora de irnos.”
Draco gruñó ante el largo camino que les esperaba, y para terminar el cuadro, estaba lloviendo. Pero Harry lo sorprendió al subir las escaleras hacia su estudio en vez de salir por la puerta principal. Teddy lo siguió de cerca y Draco subió al final, justo a tiempo para ver a Harry metiendo a Teddy en la enorme chimenea que tenía enfrente.
Teddy desapareció con un destello verde y Draco no pudo evitar sonreír complacido por el hecho de que no tendría que caminar bajo la lluvia. “¿A dónde lleva? ¿A la oficina de la directora?”
“No, a la mía,” dijo Harry echando más polvo flu a la chimenea. “Sólo di ‘Oficina Gryffindor’,” le dijo, Draco lo obedeció entrando a la misma y diciendo claramente su destino.
Arribó a una habitación de tamaño decente. Todas las paredes estaban alineadas con libreros de caoba, cada uno con leones tallados en la base, cuyas colas llegaban al tercer o cuarto entrepaño. En la parte superior de cada librero había estatuas de fénix de mármol rojo cuyas alas extendidas casi tocaban la siguiente.
“Malditos Gryffindor,” maldijo Draco en voz baja en tono de broma.
“Hey, cuidado. Quizá yo me quede en Gryffindor,” alardeó Teddy desde la puerta.
“No dejaré de burlarme si quedas en Hufflepuff,” comentó Draco riendo.
Teddy puso cara de aflicción al abrir la puerta de la oficina. “Dile a Harry que fui al gran comedor,” gritó ya de salida.
“Genial, ahora sólo soy un mensajero,” murmuró.
Se dirigió a un gran escritorio situado en el centro de la habitación que tenía dos sillones enfrente y uno grande detrás. La superficie estaba limpia en su mayor parte, pero pudo ver que la directora había dejado uno o dos pergaminos memorándum para que Harry leyera al regresar a la escuela.
Por lo demás, las únicas cosas que había en la extensa superficie del escritorio eran dos fotografías. Una de un Harry mucho más joven en medio de la Comadreja y la Sabelotodo, y la otra era una de Harry, Teddy y Andrómeda jugando en el jardín. Se le hizo un nudo en la garganta al percatarse de que él no tenía fotografías personales para poner en el escritorio de su propia oficina.
Un destello verde brotó de la chimenea anunciando la salida de Harry que se veía sólo un poco desarreglado. Draco se dirigió a él automáticamente para comenzar a peinarle, o más bien intentar peinarle el cabello y acomodarle la corbata.
Harry lo miró sonriente y Draco retrocedió rápidamente chocando con el escritorio. Harry lo enderezó para luego dirigirse a los pergaminos que había en la superficie. Mientras los revisaba, Draco siguió inspeccionando su oficina. Comenzando con el retrato vacío que había sobre la chimenea.
Quería saber que familiar ya fallecido o profesor tenía ahí colgado mirándolo sobre su hombro todo el día. Tenía que ser alguien como Albus Dumbledore. Caminó hacia el retrato en busca de algo que pudiera indicar quién sería su ocupante. Era evidente que era alguien importante y ocupado si estaba ahí para saludarlo en su primer día de vuelta a Hogwarts.
“¿Quién está en el retrato?” preguntó cansado de intentar adivinar.
Harry rió por lo bajo al mirar el retrato vacío. “Quizá algún día veas quien lo habita.”
Draco resopló volteando hacia Harry. “¿Te da pena?” preguntó de inmediato intentando sacarle una respuesta.
Harry se limitó a poner los ojos en blanco sin morder el anzuelo. “No tengo motivos para ello.”
“Aja,” se mofó recargándose sobre la repisa de la chimenea observándolo revisar su correo.
“Veo que no has cambiado nada, Sr. Malfoy,” se escuchó una voz profunda proveniente del retrato. “¿Sigues dejando que Potter te moleste fácilmente?”
Draco se giró para quedar cara a cara con su antiguo profesor de pociones. Lo dejó completamente sorprendido que Severus Snape, la última persona que hubiera pensado, estuviera ahí, colgando elegantemente en la pared de la oficina de Harry, la pared de la oficina Gryffindor.
“Señor,” lo saludó rápida y cortésmente.
Snape hizo un gesto de fastidio y volteó a mirar a Harry que sonreía ampliamente. “¿Es éste un juego nuevo tuyo, Harry? ¿Observar a Malfoy retorcerse?” preguntó.
Harry rió por lo bajo y Draco casi perdió el piso al escuchar a Snape, a su profesor Snape, llamar a Harry... vaya, Harry. “Se quedará un tiempo conmigo, mientras se construye una casa por aquí cerca. Malfoy ha tomado tu antiguo puesto, Severus.”
“¿Sí?” la cara cetrina de Snape lo miró altivo. “Me imagino que Minerva estaba desesperada.”
Harry sacudió la cabeza firmemente aunque se pudo escuchar una pizca de diversión en su voz. “Malfoy es muy bueno en lo que hace, y me imagino que será un poco más amigable de lo que tú fuiste,” añadió.
Draco pasaba la vista completamente asombrado de su antiguo profesor a su... ¿qué era Harry exactamente, amigo, compañero de trabajo, compañero de piso?”
“Los estudiantes necesitan mano firme,” dijo Snape. “Contigo usé mano firme y saliste bien. Sin embargo, con Draco fui suave y helo aquí, doblegándose ante un Gryffindor.”
“No es cierto,” resopló Draco completamente ofendido.
Snape lo observó un momento y luego una sutil sonrisa burlona apareció en su rostro. “Oh, ya veo,” dijo misterioso... y luego sus ojos viajaron hasta Harry. “Ah, sí. Es bastante astuta, sí,” añadió antes de salir por el marco de su retrato.
“¿A dónde fue? ¿Qué diablos quiso decir?” exigió Draco.
Harry sólo se encogió de hombros. “Así es siempre. Está un minuto aquí, y al siguiente ya no. Creo que pescó algunos hábitos de Dumbledore.”
“¿Por qué está aquí en tu oficina, en la oficina de Gryffindor? ¿No debería estar en mi oficina? Después de todo yo soy el Jefe de la Casa de Slytherin.” Resopló-
“¿Lo quieres?” preguntó Harry.
“Bueno... no. Es un poco escalofriante y mezquino, pero eso no es a lo que me refería,” replicó.
Harry rió por lo bajo sacudiendo la cabeza. “Me mantiene con los pies sobre la tierra. Es el único profesor que jamás me dejó salirme con la mía y confío en que siga ayudándome a mantenerme en línea,” comentó Harry sonriendo, pero ésta se alteró un poco ante las siguientes palabras. “Durante la guerra llegamos a un entendimiento. Nunca logré darle las gracias al verdadero Severus, entonces, lo menos que puedo hacer es honrar su retrato.”
Draco miró incrédulo al hombre que había creído conocer. Durante las últimas semanas Harry había tomado esa imagen y la había puesto de cabeza. Decir que era desconcertante era quedarse corto.
“Entonces... ¿son amigos?” preguntó todavía sin poderlo creer.
Harry se encogió de hombros. “Supongo. Nosotros somos amigos, ¿no? ¿Qué tiene de diferente?”
Draco trago con dificultad asintiendo. “Supongo que nada.” Todavía detestaba cómo se sentía la palabra amigo en su boca, en su garganta. Era como un ataque de tos de esos que no terminan de aparecer, que permanecen ahí mucho tiempo, hasta que cuando finalmente te ataca no puedes respirar.
“Bueno, será mejor que nos vayamos. Lo más probable es que Teddy esté sacando de sus casillas a McGonagall y los demás estudiantes llegarán más tarde,” señaló Harry.
“Cierto,” replicó Draco con una cabezada. “Vámonos.” Todavía lo sorprendía el enigma que era Harry Potter, pero tendría tiempo suficiente para entenderlo durante las próximas semanas en que vivirían y trabajarían juntos.
De pronto la idea de dejar el hogar acogedor de Potter para mudarse a uno propio le resultó una idea desalentadora, pero sabía en el fondo que era lo mejor. Mientras tanto, haría lo que pudiera para entender todo lo que pudiera sobre el hombre que iba caminando a su lado, tan cerca, que podría extender la mano para sujetar la suya.
Tuvo que hacer un esfuerzo supremo para no poner en práctica la idea.
Ua disculpa por no haber posteado la semana pasada, pero así es la vida real. ¿Comentarios?