Tener que escribir el epitafio de alguien al que siempre se ha querido conocer, es como abofetear al deseo con una foto pornográfica.
El sonido de la Underwood de la comisaría tiene el clic metálico del percutor de una thompson. He tenido que servirme un trago largo antes de continuar. Su foto está delante de mi mesa, junto con el expediente que he
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