FanFic: Dejame Protegerte

Mar 21, 2011 21:23




TITULO: Dejame Protegerte

FANDOM: Supernatural

AUTOR: destielwinchi

PAIRING: Descubranlo, muaaaa, soy malo.

ADVERTENCIAS: Lo tipico, uso de lenguaje no apto para menores, escenas porno y claro por supuesto es SLASH asi que si no te gusta, ahi esta la puerta y es muy grande.

DISCLAIMER: Nada de supernatural me pertenece, todo es propiedad de Kripke, creanme si fueran mios la serie estaria clasificada como Slash y pago por evento, jajaa, esto lo hago sin fines de lucro, no gano nada, solo mi perverso gozo.
RESUMEN: Dean esta abrumado por todo lo que `pasa a su alrededor, es el blanco tanto de angeles como demonios, la situacion con Sam y Cas se pone tensa, un extraño y enigmatico ser le cuida y para colmo descubrira que esta enamorado desde los primeros años de su adolescencia y no prescisamente de lo que el esperaba.

NIÑOS Y NIÑAS HE VUELTO DESPUES DE UN BUEN RATO DE AUSENCIA (obligada por supuesto) PERO YA ESTOY AQUI Y CON CONTI DE ESTE FIC.
ACLARO QUE ESTE CAPIS ES DIFERENTE A LOS DEMAS, PUES POR QUE HAY CASI NULA PARTICIPACION DE SAM Y DEAN, ESTE ES MAS SOBRE ANGELES Y DEMONIOS ASI QUE SI SE LES HACE RARO ME LO DICEN, PERO CREANME QUE YA ERA NECESARIO SACAR A LA LUZ LAS CONTRAPARTES CON LAS QUE LOS WINCHESTER LUCHAN. BUENO QUE HASTA A MI SE ME HIZO RARO. PERO AL FINAL ME HA GUSTADO LO QUE QUEDO, ESPERO A USTEDES TAMBIEN. BUENO LES DEJO DE ABURRIR. AQUI EL CAPI DISFRUTAR.
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EPISODIO18

-TOMANDO PARTIDO-

- Necesito a Sam Winchester. - soltó en un susurro desde su asiento.

Su mirada fija hacia el frente, perdida en el espacio que existía entre él y la pared, pasando por alto a las personas que se encontraban delante suyo, esa mirada siempre calmada junto con las palabras que acariciaban finamente el viento, fueron suficientes para hacer estremecer a todos los presentes.

Desde el escritorio de madera en el que se encontraba, pudo notar el estremecimiento general de todos los presentes, todos esos seres despreciables le temían y eso le regocijaba.

Cualquiera que fuera ajeno a esa escena, no tomaría en serio esas palabras, pero sin duda todos aquellos hombres y mujeres que se encontraban frente a ese hombre de ojos azules, sabían que por muy engañosas y suaves que fueran las palabras, era un orden tajante. A simple vista todos ahí eran humanos, pero nada más alejado de la realidad era todo aquello, pues bajo la piel se escondían los seres más temibles de la creación… demonios y sinceramente la mayoría de ellos eran de un alto nivel.

Todos seres primordiales del infierno, los primeros creados, los Adanes y las Evas de Lucifer. Todos hijos de la luz que se volvió oscuridad y a pesar de ello, todos temían a ese hombre que se encontraba sentado frente a ellos de una forma despreocupada. Pero solo una entre todos ellos se atrevió a hablar, la más débil de todos ahí.

- Pero… mi señor… acercarse a los Winchester ahora es… - titubeo a sabiendas de que sus palabras podrían acarrearle la muerte. - Si él está con ellos, no podremos acercarnos y menos ahora que el otro ángel a recuperado su gracia.

- ¿Le temen a Castiel?, ¿Ustedes la legión de demonios más poderosa de todos?, temen a un simple ángel de la guarda. - espeto sin elevar ni un ápice el tono de su voz. - ¿Le temen mas a ellos que a mí?

Lucifer se levanto de su asiento tras el mueble de madera después de pronunciadas sus palabras, que fueron acompañadas de una suave sonrisa. Sin duda el hombre que le servía de recipiente provisional imponía, más ahora que vestía ese traje de un blanco inmaculado. Pero sin duda lo que en verdad hacia mella en todos los presentes era esa aura de poder y odio que desprendía por cada poro de su piel.

- No mi señor, jamás. - se apresuro a disculparse la mujer.

- Pues no lo parece Meg.

- Es que…

- Es que nada… quiero a Sam Winchester y ustedes me lo traerán esta noche. ¿Quedo claro? - dijo endureciendo el tono de su voz, pero sin perder la calma que siempre le envolvía.

- Así será, mi señor. - acato la demonio que desapareció junto con todos los demás en la habitación en el acto.

Pero uno de ellos permaneció ante Lucifer.

- Si se enfrentan a él, toda tu legión desaparecerá. - dijo con la cabeza baja aquel hombre de finas facciones y ojos sobrenaturalmente azules.

- Lo sé y es por ello que los he mandado. Recuerda que en la guerra, los peones son sacrificables en todo momento y ellos serán la distracción perfecta para lo que tengo planeado para ti.

- Entiendo mi señor.

- No, no lo haces. - contesto dándole la espalda y sonriendo a su reflejo en la ventana. - Nadie lo hará hasta que sea muy tarde.

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- Logro pasar sus barreras y llego hasta el. - la voz de Raphael estaba impregnada de rabia e impotencia.

- Lo sé, pero por el momento no podemos hacer nada. Ir hasta donde se encuentran es un riesgo muy grande, con el ahí es imposible tomar a ninguno de los dos. - Michael respondió con total serenidad.

Una de las pocas cosas que a Raphael le crispaban sus inexistentes nervios, la eterna calma de Michael era algo que siempre había hecho temblar al arcángel, era una de las tantas cosas que lo hacían muy parecido a Lucifer, sus caracteres por encima podrían parecer diametralmente contrarios, pero eran más parecidos de lo que nadie imaginaba.

Y por esa razón Raphael no confiaba al cien por ciento en su hermano mayor, siempre ha creído que en cuanto menos se lo esperen les traicionara y entregara el mundo a Lucifer en un acto de redención por haberle dado la espalda cuando este le suplico por su apoyo.

- He recibido informes de que la legión primordial atacara a los Winchester esta noche.

- Es suicidio.

- Tal vez nuestro hermano está desesperado. Y no sabe que mas hacer para tener en su poder a su recipiente.

- O solo esta distrayendo la atención, Lucifer siempre ha sido un genio en cuanto a guerra y enfrentamientos se refiere, es sumamente inteligente por algo logro poner a casi todo el cielo de su parte.

- No a todos, al menos no a quien le interesaba tener junto a él. - pura maldad en su voz.

- Cierto, a veces no obtiene lo que desea a pesar de todo y eso lo hace más peligroso. - contesto pasando por alto la insinuación de su hermano. - Recuerda que yo le enseñe varias cosas, de cierta forma pensamos igual. Si yo fuera él, esto solo sería una forma de llamar la atención lejos de mi verdadero objetivo. Al mandar  a la horda más poderosa de demonios se asegura de mantener ocupados a los dos guardianes que los custodian.

- El los acabaría en un segundo y Castiel los llevaría lejos del alcance todos nosotros.

- Castiel es fuerte, pero por más que lo sea dos arcángeles son demasiado para él. Prepara a unos cuantos de nuestros hermanos, bajaremos a visitar a nuestro hermano menor.

- ¿Piensas bajar a la tierra?, Pero no tienes un cuerpo para tu gracia. - dijo con la sorpresa en el rostro, borrando por primera vez la frialdad de su expresión.

- Raphael, Lucifer no es el único con recursos. Recuerda que en algunos aspectos somos muy parecidos.

Lo que Michael ignoraba es que ese parecido era algo que siempre estaba en los pensamientos de su hermano.

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- Vamos a morir. - la afirmación siniestra escapo de los labios de uno de los demonios, mientras observaba con detenimiento el movimiento dentro de la casa que vigilaban.

Una afirmación de la que todos estaban conscientes, ninguno de ellos saldría vivo del campo de batalla en el que se convertiría esa colina una vez que consiguieran derrumbar todos los sellos protectores impuestos a su alrededor. Pero al menos estaban conscientes de que al menos ahí morirían rápidamente, ya que hacerlo a manos de su señor, era algo que definitivamente ninguno quería experimentar, de hecho a manos de Lucifer ninguno moriría, se verían reducidos a simples almas torturadas por la eternidad debido a su cobardía e ineptitud. El miedo es algo que los demonios conocían perfectamente dada la infinidad de veces que lo provocaban, pero esta era la primera vez que lo experimentaban en sí mismos.

- Pues, puedes irte si así lo deseas. - le respondió la misma voz femenina que se dirigió a Lucifer con anterioridad.

- ¿Y sufrir el castigo de nuestro señor? no gracias.

- Cobarde.

- Si soy un cobarde, pero también tu querida, porque no veo que te estés alejando de todo esto. - respondió con ironía.

- El tiene razón, le tememos mas a el que a cualquier otra cosa, al menos aquí desapareceremos al instante. - interrumpió la voz de un hombre de cabello canoso y cuerpo extremadamente delgado.

- De igual forma estamos jodidos. - dijo Meg acercándose a la barrera que les impedía el paso.- Cuanto falta para que los sellos sean destruidos Arnus.

El hombre de cabellos blancos se meso la barbilla y se acerco a ella.

- No falta mucho, solo debemos sacrificar uno de estos cuerpos y podremos ingresar.

- Que sea rápido.

- ¿Tanta prisa tienes por morir? - le acoto el demonio que anteriormente se había enfrentado con ella.

- Belial, ¿por qué no te callas?

- ¡Perra insolente! - siseo con furia tomándola por el cuello y elevándola unos centímetros. - Recuerda con quien estás hablando, a pesar de todo sigo siendo un demonio mayor y tu solo eres mierda en mi suela.

- Basta. - resonó una voz tras ellos. - Suéltala.

- Damon. - soltó en un susurro Belial.

- Ya es hora. - fueron sus últimas palabras.

Un grito ahogado se escucho cerca de ellos y a continuación un camino de sangre se abrió paso entre las hojas verdes del césped y la tierra hasta tocar los límites del escudo, haciéndolo desvanecer en cuestión de segundos.

La veintena de demonios se acerco a gran velocidad a la propiedad que se hallaba sumida en una tranquilidad espeluznante, aquello no pintaba bien. El primer demonio en pisar los escalones de la casa se evaporo en el aire junto con el cuerpo humano que poseía.

- ¿Nos esperaban? - se atrevió a decir con voz temblorosa Meg.

- ¿Acaso lo dudabas? El es más antiguo que nuestro señor, nada de lo que hagamos lo tomara por sorpresa. - contesto Belial.

- Ataquen. - la orden fue simple y no daba lugar a discusión alguna, de entre todos los demonios ahí presentes Damon era el de mayor poder y por lo tanto todos debían obediencia. - Ese hechizo solo funciona una vez, entren y traigan a la escoria de Winchester.

Pero apenas y termino de hablar cuando todos los demonios fueron arrojados lejos de la entrada. Ante ellos los cazadores aparecieron en el pórtico del lugar, armas en mano, flanqueados por Castiel y Liam.

- Esto acabara mal y lo saben, ¿Por qué continuar luchando por una causa perdida? - la voz de Liam se hizo escuchar por encima de todo.

- Por él. - dijo Damon señalando a Sam con su dedo. - Todo es por él.

- No le tocaran un solo cabello. - siseo Dean de forma amenazante, colocándose frente a su hermano de forma protectora.

- Nadie podrá evitarlo. Por más que luches humano, el terminara cediendo, es su destino y no puedes hacer nada por evitarlo. - la voz del hombre sonaba carente de toda emoción, consiguiendo helar la sangre de los presentes.

- Yo lo evitare. -  Dean no pudo contener su respuesta.

- Yo me encargare de que no sea así en todo caso.

- Maldito.

El cazador comenzó a avanzar pero fue detenido por el serafín a su derecha, el rubio le miro sin entender nada, pero con la ira fluyendo por todo su cuerpo.

- Quédense atrás tú y Sam, nos encargaremos de esto. - ordeno Liam.

- Por supuesto que no, pelaremos con esos hijos de puta.

- Mi hermano tiene razón, somos cazadores y unos simples demonios no son nada que no hallamos enfrentado antes. - reforzó Sam las palabras de Dean.

- Esta vez no tienen los medios para vencerlos. - esta vez fue Castiel el que les freno.

- Cas, que demonios. - la exasperación en la voz de Dean se hizo casi palpable.

- Todos los demonios que ves aquí Dean, son de los más antiguos y poderosos que hay, cada uno tiene un ritual para ser destruido, enfrentarlos por separado seria sencillo, pero cuando están juntos es imposible que simples humanos puedan contra algo así. Ni todos los cazadores juntos podrían contra ellos.

- Mas a nuestro favor Castiel, ustedes solo son dos y seremos de ayuda en alguna forma. - espeto Sam.

- Solo estorbarían. - la voz dura y autoritaria de Liam les hizo pegar un bote en su sitio por la sorpresa. - No podemos pelear contra ellos si nos preocupamos por ustedes, o al menos por ti Sam que eres el más expuesto.

- ¿A qué te refieres con eso? - pregunto Dean.

- Ellos vienen por él, si esta en el campo de batalla seria un objetivo fácil de alcanzar, debe estar protegido de todo y además el no tiene el escudo que tu portas Dean. Los demonios no pueden tocarte… pero a Sam.

- Pues haz uno para el también.

- Imposible, si intentara crear otro lo único que conseguiría seria trasladar tu escudo a él y es algo que no voy a hacer.

- No importa lo que me pase, solo hazlo. - el cazador tomo con fuerza al ángel por la camisa.

- No. - contesto liberándose. - Ve con él, ahora lo que puedes hacer protegerlo, si esta a tu lado las posibilidades de que los demonios lo toquen se reduce, además la casa está protegida. Esperen adentro, todo terminara pronto, lo prometo.

El serafín acaricio la barbilla de Dean y sonrió.

- Confía en mí.

Dean respiro de forma pesada y exagerada por la ira y se volvía hacia su hermano tomándolo del brazo.

- Adentro. - ordeno de forma tajante.

- ¡Dean!

- Nada Sam, cállate y obedece por una puta vez en la vida.

La ira se dibujo claramente en la cara de Sam, que se tenso de inmediato ante las palabras de su hermano, pero antes de siquiera poder contestar, uno de los demonios les ataco.

En medio del sorpresivo ataque, Dean jalo con fuerza a su hermano haciéndolos caer al piso, Castiel saco su espada de forma tan veloz que solo alcanzaron a ver un destello plateado que se torno rojo al entrar en el cuerpo del demonio.

A partir de ese instante, todo perdió sentido.

La casa desapareció en cuestión de segundos, dejándolos al descubierto, sin la oportunidad de protegerse. Lo único que pudo hacer Dean fue aferrarse a Sam, si Liam tenía razón su escudo debía ser capaz de protegerlos a ambos si permanecían juntos. Solo esperaba que Sam lo entendiera.

Cada demonio fue cayendo con relativa facilidad gracias al poder de Liam y Castiel, a quien los hermanos le habían visto luchar de esa forma. Sus movimientos eran rápidos y certeros, dignos del mejor cazador que hubieran visto, potenciados por su velocidad y fuerza sobrehumanas.

Todos cayeron hasta que solo quedaron cuatro.

- Paren de una buena vez, es imposible que pueden acercarse a él. - advirtió Castiel.

- Ya lo veremos. - siseo Belial atacando al ángel.

El ataque fue frontal, sin ningún tipo de trampa o eso pensó Castiel, por que cuando lo tuvo encima se dio cuenta de lo que el demonio había conseguido de su gabardina al momento de tirarlo al suelo.

Su espada era empuñada por Belial en un claro intento de clavarla en su pecho, el cual consiguió frustrar gracias a una llave que Dean le había enseñado invirtiendo así las posiciones, la espada salió disparada lejos de ellos, hundiéndolos en una pelea a puño limpio.

Los golpes del ángel iban del rostro a las costillas, escuchando claramente como los huesos se rompían al contacto con la fuerza brutal de sus golpes, escuchando también como los suyos se resentían de igual forma ante el ataque del demonio. Dado que su gracia había sido restaurada los daños se curaban casi al instante, pero aun así no pudo evitar notar el sabor metálico que se colaba por sus labios.

Ninguno se dio cuenta que la espada de Castiel había sido tomada por Meg, quien se acercaba sigilosamente hacia ellos, con la firme intención de acabar con esa pelea de una vez por todas.

Un mal golpe hizo que  ambos hombres cayeran al suelo de forma brusca, comenzando a rodar por el suelo.

Meg se acerco lo suficiente levantando el afilado objeto encajándolo en la espalda de uno de ellos, el grito que escapo de la garganta del hombre llamo la atención de todos los presentes. El frio metal se tiño de rojo, una vez que salió del cuerpo sin vida de su víctima. El hombre de gabardina cayó encima del otro sin vida ante el beneplácito de su ejecutora.

- Uno menos falta uno. - expreso con singular y siniestra alegría, para cuando se volvió el cuerpo sin vida de Arnus yacía a los pies de Liam. - Mierda.

- Ni que lo digas. - la voz de Castiel le acaricio el oído. Solo tuvo tiempo de mirar hacia abajo a donde se hallaba el origen del repentino y punzante dolor que le asalto, la punta de la espada del ángel sobresalía de su cuerpo chorreando su impura y podrida sangre.

"SEGUNDA PARTE"

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