Título: Un buen equipo.
Fandom: Katekyo Hitman Reborn!
Claim: Lambo/Fran.
Para:
ligabiss por su cumpleaños.
Advertencias: TYL. Pre-Future Arc, pero con spoilers del arco igualmente.
Notas: o: ¡Terminé a tiempo un regalo! ¡Incluso unas horas antes de lo necesario! :D. Bueno, esto fue lo que me pidió Luga, aunque como se me ocurrieron dos ideas, serán dos fics de regalo x'D (Ya está escrito y corregido el segundo). Creo que este fic me gustó más que el otro, aunque es más simple *gota*. Pero bueno. *Siiiigh*. Sry por el OoC, pero el otro es peor en eso ;;.
La pelea era intensa, y a Lambo le costaba mantener el ritmo. Cada tanto se tropezaba torpemente o sus ataques eran evadidos con mucha facilidad, incluso cuando su enemigo era un tipo enorme que debería ser más lento a la hora de moverse. Realmente no podía dejar de maldecir su suerte.
Claro que él había pedido esa misión, y también había requerido que Fuuta no lo acompañara, así que tenía que ejecutarla a como diera lugar. Incluso si en ese instante sólo quería huir.
-¿No vas a ayudarme, rana? -No pudo evitar preguntar al pasar cerca de donde se encontraba el ilusionista…
…Que tranquilamente estaba leyendo un libro, sentado sobre el cuerpo inmóvil de uno de sus enemigos.
-Yo ya terminé mi parte.
Lambo esquivó por muy poco un ataque de su oponente, quien no parecía dispuesto a darle un segundo para “conversar”. Soltó una maldición por lo bajo sin poder evitarlo, entre muerto de miedo y molesto por toda la situación.
De acuerdo, había pedido la misión, sí. ¿Pero por qué Tsuna había tenido que insistir en pedir que lo acompañara un Varia? ¿No se había dado cuenta de que era obvio a quién enviarían para ese trabajo?
Quería a su “hermano mayor”, pero en ese momento no podía evitar preguntarse si lo había hecho a propósito, para que Lambo no volviera a pedir ninguna misión.
-¿Así que vas a quedarte ahí sentado? -Su voz salió más histérica de lo que habría querido, mas la situación no era para fijarse en eso. Si no hacía algo ya, estaba muerto.
-Es un buen ejercicio para ti. Hay culturas donde a los niños les dan tareas pequeñas de acuerdo con sus capacidades para que aprendan a ser útiles desde la infancia -explicó el ilusionista, con una mirada muy seria.
Iba a matarlo, de alguna forma se las arreglaría para eso.
-¡¿Esto te parece pequeño?!
Fran levantó la vista y miró al atacante, que hacía caso omiso de la discusión entre ambos. Tenía que darle crédito, al menos estaba enfocado en la pelea.
-Con la calidad de su anillo, me sorprende que no se haya desintegrado ya. -dijo con gesto pensativo-. Aunque con esas llamas tan débiles…
-¿Quieres enfrentarme tú, mocoso? -soltó el hombre, olvidando por completo a Lambo.
-No, gracias. El Capitán me regañaría por gastar mi tiempo en un trabajo tan pequeño -respondió el ilusionista, levantando las manos en un ademán conciliador, que sólo le dio la impresión a su enemigo de que estaba asustado.
Su oponente sonrió ante ese pensamiento, y cambió su objetivo para atacarlo a él.
Fran suspiró resignado. Las llamas color índigo en sus anillos brillaron con fuerza durante un instante, al tiempo que una especie de cuchilla gigante aparecía de la nada y atravesaba limpiamente el estómago del soldado de Millefiore. El hombre, absolutamente perplejo, observó el hueco en su cuerpo, a través del cual podían verse sus órganos mientras la sangre brotaba de la herida a borbotones. Un segundo después cayó al piso, completamente inmóvil.
Lambo aún podía sentir la falsa sangre tibia salpicada en su rostro y su ropa cuando la ilusión, que también lo había dejado en shock a él, se desvaneció, dejando ver que su enemigo en realidad estaba completamente sano. Sano, pero muerto.
Cada vez que veía ese tipo de escenas, recordaba por qué le daban tanto miedo las capacidades de los ilusionistas.
-Te dije que era una tarea pequeña -añadió Fran con un suspiro, mientras guardaba su libro y se levantaba de su cómodo “asiento”-. ¿Ya tienes lo que Vongola te mandó a buscar?
-Por supuesto -respondió Lambo, sonando mucho más calmado de lo que se sentía.
-Al menos sirves para algo.
-Ese no fue el único tipo contra el que peleé, rana.
Fran se encogió de hombros.
-¿También quieres que te acompañe a tu “casa”, o puedes llegar solo?
Oh, Dios. Cuánto lo detestaba.
…Pero tenía que admitir que hacer misiones con él podía resultar bien. Al menos podría regresar sin quedar como un completo inútil, y sin tener que haberse avergonzado frente a Fuuta o I-Pin en el proceso (porque la opinión de ellos le importaba más que la de una rana estúpida). Eso era algo.
Sin embargo…
-Lo hiciste a propósito -soltó sin pensarlo.
-No sé de qué hablas, vaca.
Claro que sabía. Había provocado al soldado de Millefiore intencionalmente. Y eso significaba que, técnicamente, le había…
Argh. Le había salvado la vida.
…En momentos como esos, realmente detestaba a esa rana.