Comunidad:
mision_insana.
Título: Algunas cosas nunca deberían cambiar.
Fandom: Katekyo Hitman Reborn!
Claim: I-Pin, Lambo, Fran, ¿?
Tabla: Emociones.
Prompt: Amor. Cambié uno, sí. ¡Se puede!
Advertencias: Ubicado 20 años en el futuro. Parte de la serie de viñetas
Aquellos que sobrevivieron.
Notas: No me convence la narración en lo más mínimo, pero en mi cabeza la idea sigue siendo amor ;w;. SOB *Se. va a lloriquear por ahí*.
-¡Podemos hacer chocolates juntas, Chrome! -exclamó la pequeña de diez años, aferrándose al brazo de la otra muchacha.
-¿Chocolates?
-Por San Valentín.
-Uhm… Pero no tengo a quien…
-Para nuestros amigos, Chrome. -I-Pin le dedicó una sonrisa que brillaba casi por su cuenta, pareciéndose más a la joven que sería en el futuro.
Chrome nunca podía negarse a esa expresión. La muchacha devolvió la sonrisa y finalmente asintió levemente.
-
I-Pin recordaba ese día a la perfección, aún quince años después. Desde luego, era difícil olvidar el día en que había hecho chocolates aún más venenosos e imposibles de comer que los de Bianchi, y encima habían volado la cocina en pedazos en el proceso. Pero recordaba aquel momento con alegría, sonriendo cada vez que aparecía en su mente.
Usualmente, durante cada San Valentín. Siempre deseando volver a ese preciso instante.
Se concentró en el presente, lo único que tenía ahora, y con una sonrisa golpeó la puerta frente a ella.
Pocos minutos después la puerta se abrió, revelando a un hombre alto y bien parecido, que tenía en aquel instante aspecto de no haber dormido en toda la noche (especialmente porque no pudo evitar bostezar antes de mirarla). Mas al ver a la muchacha, su rostro se iluminó con una sonrisa de felicidad casi infantil.
-I-Pin. No pensé que vendrías hoy.
La joven ladeó la cabeza con curiosidad.
-¿Ya te olvidaste que día es? -preguntó extrañada. Siempre iba a visitarlos para San Valentín. Era una pequeña costumbre que habían adquirido con el tiempo, luego de tantos años de pasar en familia ese día. Ya casi había perdido el significado romántico para ellos.
Lambo miró al techo de una forma un tanto extraña.
-Créeme que no -murmuró y se hizo a un lado para dejar pasar a su amiga.
I-Pin sonrió divertida y entró a la casa.
Cuando regresó a su hogar horas más tarde se sentía mucho mejor. Sus reuniones de San Valentín nunca iban a estar completas como aquellas de los viejos tiempos, pero siempre la llenaban de felicidad. Incluso si sólo estaban ella y Lambo (y ocasionalmente Fran, dependiendo de lo convincentes que pudieran ser con él), incluso si mucha gente que aún estaba en ese mundo no podía acompañarlos (por su propia seguridad), incluso si…
I-Pin alejó esos pensamientos de su mente y se concentró en la divertida tarde que había tenido. Había parecido tan normal, a pesar de cómo estaban las cosas en aquel tiempo (a pesar de cómo su vida nunca había sido normal, y nunca lo sería). Y el chocolate había estado bastante comestible. Delicioso incluso. Algo había mejorado con los años.
Se sentó en la cama, manteniendo la sincera sonrisa en su rostro mientras repasaba la reunión de esa tarde en su mente. Soltó un suspiro y se estiró, bastante cansada ya.
Y fue entonces cuando lo notó.
Encima de su mesita de luz había un pequeño paquete lleno de chocolates. Uno que no recordaba haber dejado ella en ese lugar.
No tenía ninguna nota, pero la cinta color índigo que mantenía la pequeña bolsita cerrada fue suficiente pista para I-Pin.
En medio del silencio, y luego de mirar con incredulidad el obsequio durante lo que pareció ser una eternidad para ella, no pudo evitar soltar una risa como la de los viejos tiempos, aún mientras las lágrimas comenzaban a agolparse en sus ojos. Porque ella no debería estar viva.
Lambo sostuvo en sus manos un paquete de chocolates exactamente igual al de su amiga (aunque él no sabía eso), sonriendo como ella.
-¿Crees que I-Pin haya recibido uno también?
Fran puso su propio paquete encima de la mesa antes de responder.
-¿Crees que el cielo es azul?
Lambo rió. Era cierto, esa había sido una pregunta tonta.
-Es difícil de creer -murmuró, sin poder borrar la sonrisa de su rostro-. Tenías razón cuando decías que estaba viva.
-No entiendo qué es lo sorprendente de que tuviera razón en algo, vaca idiota.
El aludido simplemente soltó una risa sincera, y quitó la cinta color índigo del paquete de chocolates, aún indeciso de si probarlos o no. No porque temiera que su sabor fuera desagradable. Simplemente quería que duraran.
Después de todo, eran los chocolates que Chrome había hecho para ellos.