{viñeta: íes i miedos supeggados poggque ahí estás tú} (original: penélope)
personajes. lars biggs, penélope sevz.
notas. fluff, onda, a morir. paréntesis.
palabras. 1,290.
(para
youretheartist)
-Nunca antes lo he hecho.
Se detienen. Ambos se miran, en silencio, esperando a que el otro parpadee, que trague, que respire, que se ría, que apriete los labios, que diga que ya lo sabía, que era de suponerse, Loppy, ¡ya sabía yo; tú siempre tan santa, ja, ja!
Él sonríe, al fin, después de algunos segundos que a ella se le antojan eternos, se acerca a ella, le da un beso en los labios y sabe que no le corresponde. No lo sabe, más bien, lo siente. Se separa y la mira, en silencio.
Quiere decir algo, pero no puede. Abre la boca y ella lo interrumpe.
-Perdón.
Lars sonríe
(no porque sea la primera vez que la oye pedir perdón ni tampoco porque sea SU primera vez, sino porque su acento hace que la palabra suene rara)
y le acaricia la mejilla, o al menos intenta hacerlo, porque ella se hace para atrás y se lleva las manos a los ojos, pero él se lo impide tomandola de los brazos
(no es capaz de tomarla por las muñecas porque sabe que va a lastimarla y eso es lo último que él quiere)
y viendo al instante una lágrima que cae de esos redondos y asustados ojos color chocolate que tanto le gustan. La quiere abrazar, pero sabe que ella es capaz de no devolverle el abrazo y quedarse ahí, con la vista nublada de lágrimas, asustada.
-No seas tonta.
Ella trata de sonreír, y de hecho lo hace, por Dios que sonríe, pero a medias. Y Lars lo nota, gracias a la lamparita de las tres íes
(idiota, inmaduro, infantil)
que todas las noches se queda encendida. Ella guarda silencio y se muerde el labio inferior por dentro. Lars quiere acercarse, quiere besarla con cuidado y abrazarla de igual manera, recostarse con ella y dormir sin importar que mañana tengan terapia, pero sabe que no es tiempo. Sabe que no es apropiado hacerlo. ¿Pero cuándo ha podido controlarse?
Se acerca a ella y ella se hace hacia atrás, mirándolo con esos ojillos redondos llenos de miedo. O no, miedo no, tal vez nervios. Tal vez miedo sí, pero tal vez. Hay demasiadas emociones en ella, puede sentirlo. Nervios, una. Miedo, dos. Más nervios, tres. Más miedo, cuatro. Lars sonríe.
-No voy a...
-Sé que no vas a lastimarme. -lo interrumpe ella y Lars ensancha más su sonrisa, esa sonrisa tipo Penélope, eso no es propio de ti que ella bien conoce. Baja la mirada un poco y la pasa al suelo, sintiendo la cara caliente. Lars deja de sonreír un poquito y siente su respiración acelerarse y luego parar. No porque sea la primera vez que la ve ruborizarse, sino porque ella quiere. Y aunque no sabe qué hay después, quiere.
-No iba a decir eso. Iba a decir que no voy a obligarte a hacer algo que no quieres. Pero...
Penélope levanta la vista y abre los ojos aún más, poniéndose roja. Lars casi la ve atragantarse con la saliva que por maña se tiene que pasar en ese tipo de momentos. Y se ríe. Ella se abraza y lanza miradas de oh, la he cagado, pero qué idiota soy, qué cabggoncete eres, Lars, por qué no me terminas de decir las cosas bien, o más bien, por qué no me interrumpes cuando te interrumpo, qué desagradable y adorable eres a la vez, qué pasado, qué puñeta, qué amor y qué maldito.
-Oh.
Lars la observa, sin decir nada, sólo permaneciendo ahí, mirándola con sus no tan redondos ojos verdes. Ella lo mira, triturándose el interior de su labio inferior y alza ambos brazos, abrazándolo por el cuello, sin mucha fuerza. No porque no pueda, es porque no es
(no es nada romántico, de hecho, y rompería la escena, el lugar, ¿la magia?; por Dios, Loppy, qué cuggsi eggues; Lass, ¡ya!; bien, ya me callo)
necesario. Acaricia su nuca y juega con un mechón de cabello café no tan largo, en silencio. Él la mira directamente a los ojos y ella sonríe. Bien, adelante, hombgge, vamos a vegg de qué estas hecho. Penélope lo besa y él la rodea con los brazos, cayendo lentamente en la cama. Él se encarga de profundizar el beso, de estrecharla entre sus brazos, de que ella no sienta miedo, que se sienta bien, en confianza, feliz. Penélope se separa un poco de él y le besa en la mejilla, sonriendo y poniendo su cara contra el cuello de él. Se siente bien ahí. Los brazos de Lars siempre le han gustado. Entre ellos se siente bien, con todo el sentido de la palabra; protegida. Entre ellos puede reírse, puede llorar, puede retorcerse de la risa gracias a sus cosquillas aunque él no le esté haciendo ni la más mínima cosquilla (es que ella es cosquilluda de nacimiento y es de ley saberlo), puede gritarle, puede insultarle e incluso puede golpearlo, pero se siente bien. Sobre todo en esas
(teggibles y fggías noches de diciembgge; ¡fggías!; Lass...; bien, ya, es que tu acento me da risa, Loppy; ¿te doy ggisa? ven aquí y dímelo en la cagga, cabggoncete)
frías noches en las cuales, por idiotas, no toman suficientes cobertores y aceptan que son perezosos como unos osos e idiotas como unas marmotas (con todo y rima) porque no quieren levantarse. Él quiere, pero por lo general Penélope se duerme encima y Penélope no es de esas personas que dicen sí, está bien, aunque me moleste voy a hacerlo porque así tú lo harías por mí si se llega a ofrecer. No. Ella es de las que dicen hazlo tú y no me molestes, por mí da la vuelta al mundo en ochenta días, sólo no me molestes. Pero Lars no es capaz de hacerla a un lado o quitársela de encima porque no. Porque está igual de tonto que ella.
Penélope aspira su olor y él alarga un brazo, haciendo que ella quite su cara de ahí y lo mire, con un gesto de confusión en su carita redonda como sus ojos.
-¿Lars?
Él está a punto de decirle que quién es Lass, como siempre suele jugar y bromear con ella aunque a ella no le cause ni una pizca de gracia que esté bggomeando con su acento, pero qué idiota, no lo hace, no debe de hacerlo porque así se rompería la bonita escena, la escena, su escena, de ambos, en par.
Lars apaga la lamparita de las tres íes superadas
(idiota, inmaduro, infantil)
y estrecha a Penélope en sus brazos, besándola. No le hace falta la lamparita. No le hace falta ver luz, porque está con ella. Y con ella se siente bien, como ella con él. Porque no le hace falta a ninguno de los dos ver al otro para sentirse bien, porque saben, ambos, que ahí están. Y que ahí van a estar. Que a la mañana siguiente van a verse a los ojos y van a sonreírse, con gesto cansado y feliz, van a ruborizarse y van a besarse, a reírse y a burlarse del doctor Bigotito Raro porque le han dejado plantado en la terapia, a abrazarse y a sentirse, porque así deben de ser las cosas. Porque así son las cosas.
A veces se insulta, a veces se pelea, a veces se está muy cerca y a veces muy lejos; a veces se buggla de tu acento, a veces no te dejan ver documentales de tu banda preferida; a veces suelta palabras con veneno, a veces suelta palabras inesperadas muy dulces. A veces es verde, otras veces es color chocolate. A veces se besa, a veces no. A veces se odia, a veces no.
Así es el amor.
Al menos el de ellos dos sí.