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Jan 13, 2010 10:51



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Highlander: "Al final solo quedará Uno"

Tessa yace sentada en el suelo, sacudiendo artísticamente su cuerpo en el amasar de la arcilla sobre la mesa circular. Sus manos se pierden en su eterna compañera, maleable greda que aprieta y esparce para crear inmortalidad. Escasamente se alcanza a descubrir sectores desnudos de la piel en sus brazos pues capas húmedas y secas de barro grisáceo le han atrapado sin quererle abandonar.

Duncan inmortaliza esa cálida escena que jamás cabeza alguna dejará de recordar. Aproxima lentamente su cuerpo hasta mezclar sudores varoniles del pecho con las femeninas húmedades de su espalda. Sus mejillas se rozan en leves caricias, mientras sus brazos llegan desde atrás y le envuelven en romántico abrazo. Se huele el aroma de su amor, se degusta un exquisito bocado de sabor a pasión. Como se enredan esos rizos claros de Tessa con los cabellos prolongados de MacLeod. Se observan relámpagos chispeantes que envuelven la escena, mientras los sonidos de truenos descubren altas corrientes que circulan al hacer contacto su piel. Que mágica estética sensual solo posible entre una blusa sin mangas y franela en libertad.

Tessa Y Duncan, Duncan Y Tessa un amor inmortal como no habrá par. El verdadero "The Ghatering" en el que al final Solo Uno será.

El Bergantil aparcado en Notre Dame de Paris  en Quai de la Tournettes cuyas  aguas parisinas soportan el pesado "the gathering" entre Duncan y Tessa  Al interior se escuchan espadas en encuentro frenético, chocando y lamiéndose juntas una y otra vez. Los sonidos recrean un juego de mucha intensidad, chillan sus filos peligrosos tratando de romper la defensa del adversario, gotas de sudor se deslizan por entre las pieles combatientes, gritos que gimen descubren que las certeras armas han alcanzado en más de una ocasión su propósito. Cuerpos jadeantes de una lucha sudorosa, tenacidad y entrega entre dos excelentes guerreros que no sucumben al primero de los aciertos. Realmente es un combate entre dos colosos, al correr del tiempo el agotamiento que debería disminuir el candor de la lucha no hace mella. No hay descanso, la sinfonía continúa a veces en tonadas acompañadas por voces, respiros y chasquidos del metal; fuertes y escandalosos, Como compitiendo por ser escuchadas, en algunos instantes un solo de espadas solitarias interpretan su sinfonía campal.

El calor de batalla  intenso, es evidenciado en vidrios vaporosos que dibujan en diversas tonalidades como si un ser pegase su boca abierta y respirase agitadamente sobre ellos. O tal vez uno de esos temazcales lakotas cuyas piedras rojas del calor son rociadas por un poco de agua y emanan vapor envolviéndolo todo.

Desde afuera es imposible ver. Los eventos recrean la escena de un duelo a muerte con la emocionalidad de caballeros antiguos ofendidos en su honor por el amor de una mujer.  Gritos simultáneos de nombres en intimidad ¡Mac! ¡Tess! preceden al golpe seco de la caída de un  cuerpo, alguien sucumbe  finalmente al filo brillante de su verdugo. No hay suficiente tiempo para imaginar; surgen  luces brillantes y envuelven relámpagos, sonidos fuertes, crujientes, candelillas intensas juguetean a mezclarse, chispazos incandescentes que revolotean por toda la escena. Mientras, evolucionan ruidos explosivos junto a turbulencias frenéticas que se apropian del lugar. Aguas agitadas y un movimiento de escala de rigther hace su aparición. Sacude con fuerza y los ladrillos de las construciones cercanas empiezan a caer, el suelo se quiebra, un torbellino emerge y se yergue en tornado sacudiendo, alborotando el bercantil que va deshaciéndose en pedazos. Vidrios, tablones, el timón, el ancla, sillones halonados, ropas destrozadas, figuras de anticuario, espadas milenarias, obras de arte reservadas, pinturas de lienzos antiguos dejan escapar sus colores, su polvo de antiguedad. Un museo yace revolcándose entre  los aires y el agua agitada mezclándose en hervor circular. Un instante de gran estruendo, tormenta con rayos, relampagos y todo se dispersa por el Quai frances.

De entre los múltiples desechos llama la atención uno que mantiene en medio de tal caos su blanco color. Planea entre aquel violento remolino de objetos. Lentamente desciende hasta posarse en feliz y tierno aterrizaje sobre la superficie del mar, queda extendido, expuesto; Revela su forma artística, estratégicamente diseñada para acoplarse al cuerpo de una mujer. Ha salido ileso de la batalla,  sus rasgaduras relatan el ostracismo al que fue sometido al ser despojado de facto a su dueña; su memoria intacta recuerda la deliciosa forma de dos carnudos senos albergados de manera sensual. Se deleita amante el Rhin Francés al recibir el trofeo de batalla, le abrazan sus aguas tocando con su humedad los delicados bordados tejidos de feminidad. Un  exquisito bocado devorado hacia la profundidad.

De cuerpos no hay rastros, solo queda en el ambiente los ecos de las espadas y cuerpos entregados con apasionada libertad.

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