May 09, 2011 13:14
Eran las 6:25 de la mañana llevaba un buen rato sentado en la playa Pozos Colorados de Santa Marta. Cruzó unos metros frente a mí. Algo en ella me atrajo, - me gusta esa mujer, pensé. El impulso me llevó hasta la roca grande cubierta de plantas donde se encontraba. En la orilla observé el agua de olas pequeñas que golpeaban y a lo lejos ese apacible movimiento del mar azul. Silenciosa, sumida en reflexiones distraídas del mirar que se perdía en el océano. De manera fugaz contemple la posibilidad de alejarme de su instante; algo muy poderoso me empujaba a ella. Decidí arriesgarme; rompí el silencio el tema el mar y lo hermoso que se veía. Después el libro que llevaba en las manos. Eso permitió que abriese su corazón. Me contó la relación difícil con su esposo y su familia, el deseo de dejarlo todo. Hablé un rato con ella. Luego andamos por la playa. Al despedirse le obsequie el libro: el poder del ahora de Ekart Tolle. La vi alejarse hacia su hotel cinco estrellas.
Dos meses después recibí un email. Estoy viviendo en Londres, gracias por lo que hiciste, Cambiaste mi vida. De Morir en aquella playa a comenzar de nuevo. Un beso Cata.
Después de vivencias parecidas acepté que la atención y ayuda a las personas en mi caso era permanente y trascendía el consultorio, cosa difícil cuando al deambular de vacaciones, de ocio, de paseo alejándose de la atención terapéutica, aparece la posibilidad de un “love affair”, una aventura amorosa que al desarrollarse se descubre hacia la urgencia de atender a una persona en estado de emergencia existencial. Llevar lo que crees un detector de Crisis con señales internas que parecen amor, es algo que debe aprenderse asimilar. Al encontrar este patrón repetitivo la curiosidad me llevó a sensibilizarme y tomar conciencia lo que sucedía.
Mi labor como psicoterapeuta consistía durante años en atender consulta con víctimas, duelos de pérdidas y ausencias; atenciones individuales y de taller colectivo. Cuando desarrollaba el trabajo de encuentro con el ser querido muerto y su elaboración de despedida, ocurrían intuiciones y sensaciones de presencias extrañas a los asistentes al taller. Llegaban informaciones no racionales, intuiciones poco comunes sobre el estado de las personas ausentes. De mi boca salían palabras, gestos, posturas de mucho poder conectivo para los participantes que parecían no pertenecerme. Me reportaban presencias de sus seres queridos en sueños liberadores se aparecían, les decían lo que querían saber, se despedían y les tranquilizaban. Los talleres alcanzaban el objetivo de manera extraordinaria y eso nos mantenía muy contentos a todos. Cumpliamos nuestro objetivo.
Algún tiempo después un médico con cierto poder extrasensorial, me invitó a explorar una relación que tenía con cierto ángel. Aprendí hacer presente aquello y comencé a escuchar los susurros de Azraél; supe entonces por que de mi labor, de mis experiencias, estaba conectado con el ángel de la muerte. Un ayudante terapéutico de la muerte. Estaba en el antes, en el ahora y en el después de la muerte. Ayudar a asumir este paso tanto a los que quedan como a los que se van. Detectando además aquellos que se encuentran al borde y aún están decidiendo si elegir morir o vivir. Los susurros de Azrael, me avisan eventualmente llegan su sonido no es físico y hablan dentro de mi Ser, además las intuiciones son más fuertes.
Lo importante de este relato es que comprendamos que siempre tenemos el poder de decidir. No es el temor a vivir y aprender lo que debe lanzarnos hacia la muerte. Ella fluye en su instante y nosotros solo debemos vivir con plena conciencia de cada cosa que hacemos. Además siempre, siempre tendremos compañía. Jamás estamos solos.
Ayudantes terapeúticos de la muerte