No estoy muy segura de que lo mío tenga perdón. Tengo tan abandonado el LJ que casi me da vergüenza, así que me dejaré de excusas y me limitaré al poner al día las tablas de 30 Vicios, que ya iba siendo hora.
Para empezar, unas cuantas viñetas de Neville Longbottom. Espero que os gusten.
Fandom: Harry Potter
Personaje/Pareja/Trío: Neville Longbottom
Tema: #12 - Incertidumbre
Resumen: Neville quiere demostrarle a su abuela que no es como ella piensa.
[Neville tiene siete años y no es un niño feliz. Y no porque no le guste demasiado vivir en esa casa tan grande y oscura, ni por las miradas suspicaces de la mayoría de sus familiares, ni porque no tenga a nadie con quién jugar. Ni siquiera por la triste situación de sus padres, que están ingresados en San Mungo, locos y lejos del mundo real. No. Aunque a Neville no le falten los motivos para sentirse solo y triste, a él sólo le preocupa una cosa: la decepción de su abuela.
Ese día es su cumpleaños. Augusta Longbottom invitó a un montón de gente a la fiesta en honor de su nieto -la mayoría viejos compañeros de Hogwarts- y todo salió tan mal como cabría esperar. Los ancianos magos no se habían cansado de hablar sobre los logros mágicos de sus familiares, y lo único que Augusta hizo fue fruncir los labios y mirar a Neville acusadoramente. Porque el niño no tenía ningún logro mágico en su haber y eso era algo que la abochornaba profundamente.
Neville está inmóvil junto a la puerta del saloncito del té. Ya se ha ido casi todo el mundo, pero puede escuchar perfectamente la voz de su abuela mientras charla con una de sus mejores amigas. Neville casi no conoce a Minerva McGonagall, pero le parece muy intimidante y prefiere no interrumpirlas. No le gustaría que su abuela se enfadara, así que casi no respira ni se mueve. Aunque le apetezca mucho salir corriendo y esconder la cabeza en algún agujero, no puede evitar escuchar lo que su abuela está diciendo. Y duele mucho.
-Tú no sabes lo que es vivir con esta incertidumbre, Minerva -Dice Augusta, y su voz suena a decepción y resignación -Todos los días doy gracias a Merlín porque Frank nunca llegara a saber que su hijo no era más que un squib. Al menos pudo irse sintiéndose orgulloso de él.
-Neville es muy pequeño aún -Minerva suena suave, reconciliadora -No hay motivos para alarmarse.
-Dices eso porque no es tu nieto. ¡Un squib! ¿Qué voy a hacer?
-No creo que lo sea, Augusta. En cualquier caso. ¿Lo querrás menos si resulta serlo?
Neville contiene la respiración. Espera la respuesta de su abuela con impaciencia. Él se esfuerza muchísimo por ser un buen mago, pero no es fácil. Le gustaría ser igual que otros niños de su edad, alguien de quien su abuela pudiera llegar a sentirse orgullosa, pero no puede hacer magia. Es así de sencillo. Quiere, pero no puede, y espera de todo corazón que a su abuela eso no le importe, porque ella es lo único que tiene y no soportaría saber que el ser un squib supusiera quedarse solo.
-Es mi nieto -Augusta habla con gravedad y a Neville le parece que suspira profundamente.
Y Neville no está seguro de si eso en bueno o no, pero una parte de sí mismo confía en que su abuela sí lo querrá. Él, por su parte, se aferra a ese pequeño poder que late dentro de su cuerpo y se jura que algún día logrará que Augusta Longbottom esté orgullosa de él.
]
.
.
.
.
Tema: #15 - Libertad
Resumen: Gestos aparentemente insignificantes que suponen todo un alegato a la libertad.
[Neville no recuerda el momento exacto en el que decidió que tenía que hacer algo para enfrentarse al régimen de terror que los hermanos Carrow habían instaurado en Hogwarts. Quizá, fue después de ver cómo dos estudiantes de séptimo curso torturaban a un niño de primero en mitad de un pasillo. Tal vez, la noche en que Seamus llegó apenas consciente a su dormitorio en Gryffindor después de recibir un correctivo por defender el talento mágico de su amigo Dean. O posiblemente cuando escuchó a Ginny llorar durante una noche entera, agazapada en la Sala Común, escondida de todo y preocupada por el incierto futuro de su familia. Neville no lo recuerda, pero siente que ya no importa. Ahora, lo único que tiene sentido es que están luchando y que, pase lo que pase, no se detendrán.
Esa noche está acompañado por Hannah Abbot, de Hufflepuff, y Luna Lovegood, de Ravenclaw. Un par de chicos de Gryffindor han querido ir con ellos, pero Neville rechazó su ayuda. No espera que surjan complicaciones. La misión es sencilla y cuanta menos gente haya, menos posibilidades habrán de fracasar. Sólo van a hacer un par de pintadas a los corredores de las mazmorras, un gesto insignificante y osado, pero que habla con bastante claridad de sus intenciones. Ha elegido a Hannah porque es silenciosa y bastante buena con los hechizos levitadores, y a Luna porque, sorprendentemente, suele ser muy ingeniosa a la hora de inventar frases contra los Carrow, el Señor Tenebroso y todos sus esbirros.
Los tres se deslizan como sombras a través de los extensos pasillos. Ninguno de ellos parece respirar, preocupados por no hacer ningún ruido, y los tres se sienten nerviosos y emocionados. Una parte de Neville, la más aterrada, le insta a volver atrás y olvidarse de todo ese absurdo. Otra, la que últimamente le grita con más fuerza, le anima a seguir adelante, sin temores y con decisión, convenciéndole de que tiene una misión demasiado importante entre manos como para olvidarse de ella. Y Neville suspira profundamente y asoma la cabeza en la siguiente esquina, esperando que no haya nada por ahí cerca. Siente la mano de Hannah en su brazo y nota su temor. La chica está temblando y, por un segundo, quiere decirle que puede irse si quiere, pero no lo hace. Las necesita a las dos; prescindir de su ayuda es un lujo que no pueden permitirse.
Le parece escuchar pasos lejanos. Los tres se aplastan contra la pared y retienen la respiración, pero nadie aparece por el corredor; ni atrás, ni más adelante. Siguen estando solos. Luna parpadea y agita la cabeza, dispuesta a seguir su camino, pero ni Hannah ni Neville se mueven. Están cogidos de la mano, varitas en alto y gesto defensivo, preparados para afrontar cualquier contra tiempo. Sin embargo, no necesitan que Luna haga o diga algo. La Ravenclaw se limita a mirarlos con aire entre ausente y divertido, y Neville carraspea -quizá demasiado ruidosamente- y suelta rápidamente la mano de Hannah, encontrado bastante encantador el ligero rubor que comienza a cubrir sus pálidas mejillas. En realidad no sabe por qué piensa en eso, porque es el peor momento para hacerlo y porque él no suele encontrar nada encantador en Hannah, pero tampoco puede pararse a encontrar una explicación. Retomando el camino, sigue guiando al pequeño grupo entre la oscuridad, hasta finalmente llegar a la zona de los calabozos más cercana a la sala común de Slytherin. No es que esté al lado, pero Neville no desea correr riesgos innecesarios -ninguno lo desea, en realidad- y se conforma con lo que ha conseguido. Seguramente sus compañeros de colegio se sentirán bastante sorprendidos cuando se levanten por la mañana y vean lo que van a escribir. Neville hubiera dado cualquier cosa por ver sus caras cuando eso ocurra.
Los tres se encaran con la pared. Parecen pensativos y siguen tensos. Saben que no deben confiarse. Ya han probado el poder de las varitas de los Carrow en alguna ocasión y no es agradable. Pero una tortura de más o de menos no les ha detenido, ni los detendrá. Ni los castigos de Snape ni las amenazas de los Carrow. Todos tienen una lucha muy importante que llevar a cabo. Tienen que defender su libertad y la libertad del mundo mágico. Tienen que demostrarle a Harry Potter, esté donde esté, que ellos permanecen a su lado pese a todo. Y también deben probarse a sí mismos que son capaces de hacer algo importante por los magos y brujas que sufren allí fuera, lejos de Hogwarts. Por tantos compañeros de estudios que son perseguidos por su origen, por tantos que a esas horas sufrían un destino peor que el de los chicos que permanecían encerrados en Hogwarts.
Neville mira de reojo a Luna. La chica observa la pared con gesto pensativo. Tiene la varita detrás de la oreja y, a su lado, Hannah espera expectante, ansiosa por comenzar a hacer las pintadas. Neville entorna los ojos y se pregunta cómo se sentirá acariciar ese cabello rubio que siempre está sujeto por dos trenzas, pero que esa noche se escapa en rebeldes mechones por su rostro y por su cuello. Sabe que Ernie ha tenido numerosas ocasiones de acariciar ese pelo, y por un segundo se olvida de dónde está y se pregunta cómo es estar en su lugar. Algo de rencor le enturbia la mente y, entonces, despierta y mira a su alrededor, temiendo que algún descuido pueda costarles realmente caro.
No es momento para tener sentimientos. No cuando la guerra los aprisiona y los condena a un futuro oscuro y repleto de muerte y destrucción. Pero Neville Longbottom, aunque se haya convertido en el líder de la resistencia de Hogwarts, sigue siendo un adolescente y hay cosas que, pese a todo, escapan a su control. La guerra y el cabello de Hannah son dos de esas cosas.
]
.
.
.
.
Tema: #1 - Ilusión
Resumen: Hannah está radiante y él mira el futuro con esperanza y cientos de ilusiones.
Parecía mentira que ese día fuera a llegar al fin. Parado frente al altar, ataviado con sus mejores galas y nervioso hasta la médula, Neville se siente el hombre más afortunado del mundo y recuerda con melancólica alegría todos los momentos pasados junto a Hannah a lo largo de los casi cuatro años que ha durado su noviazgo.
Los primeros intercambios de tímidas miradas frente a espumosas cervezas de mantequilla. Las primeras frases amables murmuradas a media voz con magos curiosos como burlones testigos. El primer y accidentado beso en los invernaderos del colegio, auspiciados por el brujo citado anteriormente. La primera y desastrosa cita, cuando Neville le tiró a Hannah una copa de vino encima y ella armó un auténtico desastre en la tienda de lechuzas. La primera vez que estuvieron juntos, en Hogwarts, excitados y asustados ante la idea de que McGonagall o cualquier otro profesor pudiera descubrirlos juntos. Las primeras confidencias de verdad, cuando Hannah le habló de la muerte de su madre y de Susan, y él la llevó a San Mungo a conocer a sus padres. El surgimiento de una amistad irrompible y un amor sereno pero cargado de pasión. Los sueños compartidos junto al lago del colegio, cuando ella afirmaba que quería tener por lo menos cinco hijos y él sonreía y le aseguraba que, después del primero, se conformaría con un par de ellos. Y los planes de boda que tanto habían durado y los habían llevado a ese punto de no retorno.
Todos estaban ahí. Sus amigos y los de Hannah. Harry y Ginny, Ron y Hermione, sentados en la primera fila, sosteniendo a duras penas a sus hijos (James es un terremoto) y sonriéndole para darle ánimos y mostrarle su apoyo. Y Luna, que ha venido sola y tarde porque hasta unas horas había estado en Sudáfrica buscando alguna criatura extraña e inexistente. O Cassius, que se negó a verse rodeado de Gryffindors estúpidos -según sus propias palabras- y terminó al lado de su abuela Augusta y con cara de encontrarse bastante intimidado por la mujer.
Neville los mira a todos y les agradece mudamente su presencia. También están los mejores amigos de Hannah, Justin y Ernie, los únicos cuya opinión Hannah tenía en cuenta y a los que quería como hermanos. Neville no se había llevado muy bien con Ernie al principio -demasiado prepotente y demasido exnovio de Hannah -pero con el tiempo descubrió que también era agradable y, afortunadamente, muy novio de Justin. La relación de esos dos le había sorprendido bastante -Cassius solía hacer bromas muy ingeniosas al respecto- y Hannah se había alegrado tanto que, durante las semanas posteriores, no había dejado de sonreír.
A Neville le alegraba saberse rodeado de buenos amigos y de familiares a los que apreciaba y que le habían demostrado cierto respeto después de la guerra. Inevitablemente no podía sentirse del todo dichoso, porque la madre de Hannah no podría lucir una bonita túnica blanca y sus propios padres no le sonreirían ni le guiñarían un ojo desde el lugar que ocupaban sus amigos, pero no importaba porque sabía que, a pesar de todo, si la señora Abbot estuviera viva y sus padres cuerdos, todos se sentirían orgullosos y felices por ellos.
Cuando la novia hace su entrada en la estancia, el estómago de Neville se encoge y su corazón empieza a dar brincos descontrolados. Ella está radiante y le sonríe ampliamente y él se siente en éxtasis y está punto de correr hacia su futura mujer y comérsela a besos. En lugar de eso, se siente ilusionado y ve el futuro con esperanza, sabiendo que serán felices. Que tienen que ser felices. Imagina a su primer hijo -que se llamará Frank- y lo ve sentado en su regazo mientras Hannah, con las mejillas sonrosadas y la sonrisa en el rostro, sirve copas a los parroquianos de su taberna.
Mientras ella avanza del brazo de su padre, paso a paso y sin dejar de mirarlo, el resto del mundo desaparece y Neville siente que puede flotar. Nunca había pensado que el día de su boda sería tan genial y, sin embargo, sabe que tendrá que pasar mucho tiempo antes de sentirse más feliz. Y eso le alegra más que cualquier otra cosa en el mundo.
.
.
.
.
Tema: #29 - Grito
Resumen: A Neville nada le sale bien.
[A Neville Longbottom siempre le salía todo mal cuando era adolescente. Algunas veces protestaba y otras se mostraba mucho más resignado, pero casi todo el tiempo tenía la sensación de que era gafe o algo así. A él le explotaban los calderos en Pociones día sí y tía y también. A él le robaban una recordadora y terminaba estampado contra el suelo. A él lo agarraban los duencillos de Cornualles y lo colgaban del techo. A él le insultaban todo el tiempo y no le resultaba fácil defenderse. Todo a él y nunca se había quejado tan amargamente como ese día.
¿Acaso, por una vez, las cosas no podían transcurrir con normalidad? Ya había crecido sin padres, ya había sido un estudiante torpe y desgarbado, ya le había costado un mundo conseguir que alguien se enamorara de él. ¿No podía tener a su primer hijo en un hospital, como todo el mundo, sin la incertidumbre de saber que todo saldría bien?
Escuchó el grito de Hannah procedente del otro lado de la puerta. Había estado a punto de maldecir a la señora Pomfrey y a McGonagall para que le dejaran entrar a la enfermería (después de todo, era el padre de la criatura), pero Cassius lo había agarrado de un brazo, lo había estampado contra la pared y le había quitado la varita hasta que se tranquilizó un poco. Neville se había retorcido, le había dado un codazo a Warrington en la cara y había recibido dignamente un puñetazo que pretendía hacerle razonar más que lastimarle.
Cierto que Neville ya no parecía dispuesto a arrojarse al cuello de nadie por el momento, pero eso no quería decir que Cassius no le estuviera vigilando y que él mismo no estuviera tan nervioso que no podía estarse quieto ni un solo segundo. Intentaba mantener la cabeza ocupada en algo que no fuera el parto de Hannah. Ignoraba por completo como era eso de tener hijos. No sabía cuánto tiempo tardaban las mujeres en dar a luz ni si era normal que su esposa gritara tanto y tan fuerte, pero ya no preguntaba por ninguna de esas cosas. Había llegado a la conclusión de que Warrington tenía menos idea que él y no había nadie más cerca con quién hablar.
Era curioso que fuera precisamente Cassius quién le acompañara en ese momento. Se llevaban bien y eran amigos, pero cuando imaginaba esa sala de espera en San Mungo se veía rodeado por su abuela, algún antiguo compañero de Gryffindor, el padre de Hannah y sus amigos Hufflepuffs. Estaba seguro de que Cassius hubiera ido al hospital para quejarse de lo enclenque y rojizo que era su hijito, aunque con un regalo bajo el brazo y una mirada extraña en los ojos. En cualquier caso, no había creído que precisamente Cassius tuviera que tranquilizarlo. Si tan solo las cosas hubieran sido como debían ser...
Hannah y el bebé habían decidido que no le dejarían disfrutar de su paternidad en paz. Ella, terca como una mula, tuvo que ir a felicitarle por su cumpleaños a Hogwarts y, aunque aún le faltaban un par de semanas para salir de cuentas, había roto aguas en los invernaderos que Neville había tratado de organizar después del curso académico. El profesor se había puesto pálido al verla gritar y no había sabido reaccionar. Hannah lo había agarrado del cuello de la túnica, le había amenazado un poco y lo había arrastrado a la enfermería. Allí, la señora Pomfrey se hizo cargo de la situación y mantuvo a Neville alejado. Quizá porque se había puesto más pálido de la cuenta al ver la sangre, tal vez porque había mencionado algo sobre complicaciones y niños prematuros.
-Estate quieto de una puñetera vez, Longbottom.
La mirada que Neville le dirigió no fue menos amenazante que el tono de voz de Cassius. El Slytherin sonrió de medio lado y siguió de brazos cruzados, lo suficientemente cerca de la puerta como para no dejar que Neville la traspasara hasta que la gente de dentro no dijera lo contrario.
-Hablemos de cosas importantes -Dijo Cassius después, con exasperante tranquilidad -¿Crees que el hijo de un Gryffindor medio squib y una Hufflepuff que sirve cervezas de mantequilla tendrá alguna clase de talento mágico?
Neville entrecerró los ojos. Si no conociera a Warrington, se habría sentido casi ofendido, pero conocía el humor de su compañero y sabía que pretendía rebajar el tenso ambiente que el propio Neville había creado. Lo miró de reojo, bufó y siguió caminando de un lado para otro.
-En serio, Longbottom. No sé por qué estás tan nervioso. Ni que tú estuvieras dando a luz.
-Cuando tú tengas hijos...
Neville no pudo expresar de mejor forma sus emociones. Aún no conocía a aquel bebé y ya lo quería tanto que le aterraba pensar que algo malo pudiera pasarle. Se sentía impotente ahí fuera, sin saber cómo iba todo, sin poder asegurarse de que Hannah estuviera bien (dentro de lo que cabía) y que su hijo naciera sano y con los correspondientes veinte dedos.
-Todos soltáis el mismo rollo. No es para tanto. Cuando pases ahí dentro, sólo verás una cosa arrugada e hinchada.
-Cállate.
Warrington sonrió y obedeció la orden. Neville tenía aquella mirada de “Voy a patearle el trasero a Voldemort” que tan famosa se había hecho después de la guerra y Cassius era lo suficientemente listo como para dejar de tocarle las narices. Después de todo, ese hombre era algo más que un Gryffindor medio squib y, además, parecía estar preparado para defender a su hijo bajo cualquier circunstancia. Si creía que insinuar que estaba a punto de tener un pequeño engendro diabólico, era mejor quedarse callado.
-En serio, Neville. Estoy seguro de que todo va bien. Deberías tranquilizarte un poco.
-Pero... ¡Llevan ahí casi una hora!
-¿Se puede saber cómo te crees que nacen los niños? Hace falta tiempo. No tenemos ni un solo indicio de que las cosas estén saliendo mal.
-Pero Hannah parece estar sufriendo tanto...
-Como millones de mujeres antes que ella. Siéntate o te lanzaré un maleficio.
Neville se enfurruñó, pero pareció decidir que era mejor obedecer la sugerencia. Por ahí había leído que los bebés solían tardar mucho en nacer, así que Cassius debía tener razón y él no podía seguir así o le daría un infarto.
-Cuando era niño, mi abuela creía que yo era squib -Dijo en un susurro. Necesitaba hablar y no le importaba revelar algunas confidencias. Quizá, mañana se arrepentiría, pero no podía estar callado y esperando -Era horrible. Me sentía mal todo el tiempo y me daba miedo no poder cumplir con sus expectativas -Cassius lo miró fijamente y se limitó a cabecear -Si el bebé no tuviera magia, no me importaría. No le dejaría pasar por lo que yo pasé. Y si te burlas...
-Me cortarás la cabeza con la espada de Gryffindor, lo sé -Cassius le palmeó la espalda amistosamente.
-Además, no creo que vaya a ser squib. Llevará el nombre de mi padre, después de todo.
-El nombre de un valiente y honrado guerrero -Cassius fue sarcástico.
-Sí. Algún día se sentirá orgulloso de él.
Cassius masculló unas palabras que sonaron algo así como “Y de ti”, pero Neville no lo escuchó. Estaba prestando demasiada atención a aquella especie de gruñido procedente de la enfermería. ¿Era posible que fuera un llanto? ¿No se suponía que el parto debía durar horas, incluso días?
-Enhorabuena, Neville -Cassius sonrió con algo muy parecido a la franqueza y lo instó a levantarse.
-¿Ya?
-Eso parece. Si yo estuviera en tu lugar, aturdiría a ese par de arpías y cogería en brazos al bebé.
-Sí. Gracias, Cassius. A Frank le gustará tenerte de padrino.
Y, dejando al Slytherin sin palabras por primera vez desde que se conocían, Neville irrumpió en la enfermería y no se detuvo hasta que, emocionado, sostuvo con firmeza a un tembloroso bebé recién nacido. Frank Longbottom.
]