Tittle: El sistema…
Personajes/Parejas: Puck/Kurt….
Tipo: Es un nuevo fic
Nota de Autor: Este fic está dedicado a Tinubiel …. Como siempre lo dejo en sus manos "No soy un inútil total!, por lo menos sirvo de mal ejemplo." Lesluthiers
Capítulo 7: Despedida de soltero para Kurt
Capítulo 8: Esperanza
Esperanza, la esperanza, es aquello, que nos hace tropezar una y otra vez con la misma piedra, es lo que nos hace volver a intentarlo, aunque sintamos que posiblemente no ganemos la batalla
A veces las palabras más duras, suelen provenir de quienes más amamos. Desprendernos de los sentimientos nunca es fácil, es como si parte de nosotros muriera en el proceso y muchas veces son esas palabras las que nos obliga a separarnos de la tibia esperanza de que las cosas puedan cambiar…
Nunca me caracterice por ser dramático o armar una novela de vida, pero debía admitir, que lo que me estaba pasando me dolía y mucho, lo suficiente para cuestionarme la razón de todo.
Sentado en aquella banca de un enorme aeropuerto, viendo a las personas pasar a mi lado, inconscientes que sus vidas, en cualquier momento puede cambiar; me preguntaba si aun había la posibilidad de hacer las cosas bien, es decir, si esforzarme más aun, garantizaría de alguna forma conquistarlo, pero por más que diera vueltas a la idea, la respuesta siempre era la misma, “Lárgate, Noah Puckerman”, mientras mi mente se encargaba de reproducir esa mirada cargada de ira y de resentimiento.
Veía a un punto específico, perdido en la inmensidad del aeropuerto, cuando sentí la mirada pesada de alguien, moví un poco mi cabeza, solo para captar a una linda chica, que me sonreía, de forma abierta. Era una invitación formal a lo que sea que por su mente pasara, pensé por ese breve instante, si mi sistema funcionaria, ¿Qué tan rápido caería? Y ¿si esto era una especie de señal divina?. Suspire y tome mis cosas, para levantarme de mi asiento y caminar hacia la chica.
A cada paso, me repetía que lo único que me había funcionado en toda mi vida, era ese sistema, me había mantenido en la cúspide de la popularidad en la secundaria, garantizado mi independencia al crecer y dado la libertad de hacer y decir lo que yo quisiera. Era lo único real, lo único verdadero y esta confusión debía ser solo una etapa más de mi vida.
Caminaba cantando como un mantra, que podía y que debía conquistar a esta chica, solo por el hecho de probarme a mí mismo que todo esto, era una gran estupidez, digna de alguien que no tiene la suficiente confianza en lo que él mismo creo. Debía hacerlo, debía volver hacer el mismo, debía ser Puckzilla.
Llegue hasta donde estaba la chica y como siempre sonreí, pensando que mi sistema se iniciaba con esa sonrisa y sacar tema de conversación, hablar sobre sus ojos o alguna característica relevante y como si se tratara de una suma básica, el resultado siempre seria el mismo, ella y yo, en alguna cama, para que el día siguiente inventara mi más extraña excusa, desde ser un voluntario en greenpace, hasta el clásico abandono, solo para sacarla de mi vida, de un solo golpe.
Todo se había iniciado y ahora faltaba hablar, pero vi los ojos de aquella chica, color avellana, grandes y profundos, su tez pálida y su cabello demasiado oscuro que hacia contrastar, la delicadeza de sus facciones. Parecía alguien dulce y tierno, alguien que lastimaría, alguien que no volvería a ver, alguien que no sé si me extrañaría, alguien con una vida y amigos.
Suspire e intenten decir algo pero las palabras se estancaron en mi garganta y agachando la cabeza, di la media vuelta y comencé a caminar, muy rápido, alejándome de la perpleja chica. De un momento a otro note que ya no caminaba, si no corría, con mi mochila a cuesta, buscando un lugar en donde ocultarme.
De un momento a otro vi un pequeño recodo, cerca de una de las tantas salidas de emergencia, así que sin pensarlo, lance mi mochica y entre en ese pequeño lugar recargándome de la pared.
Mi respiración agitada, sudando y confundido, veía para todo los lados
-¿Qué demonios me pasa?- Pregunte, metiendo mi mano, en el bolsillo de mi chaqueta, buscando en vano, aquel pedazo de tela áspera de algodón, en forma de guante, que solía ser mi consolador, en los momentos más difíciles. Suspire profunda y amargamente, para finalmente decir- ¿Qué voy hacer?
-¿Qué voy hacer?- Pregunte, mientras escuchaba como el teléfono sonaba, esperando que él contestara. Hoy era un día muy importante y esta era la llamada más vital que había hecho en mi vida. Los nervios me carcomían, mientras me decía a mí mismo, que para todo hay solución y que encontraría la forma de arreglar, cualquier cosa que fallara o saliera mal.
-Hola- escuche esa voz tan familiar y melodiosa, al otro lado del teléfono
-Eduard, ¿Cómo estás?- Me atreví a preguntar, sonriente, lanzándome en los acolchados cobertores de mi habitación de hotel, cual quinceañera enamorada.-¿Cómo… como te fue?
-Es lindo escuchar tu voz- contesto, ignorando mi pregunta, dándome la señal que algo no andaba bien.
-¿Pasa algo?- Cuestione, al notar algo raro en su voz, haciendo que un frio se me subiera por las piernas.
-Pues, las cosas no han salido bien del todo- Contesto mi novio y mi respiración se aceleró, haciéndome sudar frio.
-¿Tus padres, no aprueban la boda?- Pregunte directamente, mientras sentía que mi corazón se me salía del pecho.
-Noooo, de hecho se mueren de las ganas de conocerte- Respondió y yo suspire aliviado, pero el alivio me duro poco, pues una pregunta llego a mi cabeza, ¿si no son sus padres, que sucede?. Cuando conocí a Eduard, me di cuenta que era un chico, bastante popular, en todo lugar que fuera, había alguien que le saludaba, vivía rodeado de amigas, que siempre me incomodaron un poco y de amigos, que no entendía en aquel momento, porque Eduard, no se separaba un minuto de mí. La verdad, nunca pensé que él me tomara en cuenta para algo y la justificación que me daba a mí mismo por su cercanía, era simple, él es una persona de mente abierta, así que tan sencillamente no vi venir, aquella confesión, que me hizo mientras caminábamos en el Champ de Mars, una noche de luna llena. Él admitió, entre medias palabras y titubeos, que yo le gustaba, mas allá de lo concebible, que no tenía dudas y aunque sabía, que él no era el típico chico, que tal vez yo buscaba, pero aun así, estaba dispuesto hacer todo para estar cerca de mí. Francamente, para mí todo era nuevo y Eduard, es una persona maravillosa, disfrutaba su compañía, pero hasta ese momento, no sentía algo verdaderamente profundo por él, pero a pesar de todo ello, decidí darle una oportunidad y creo que no falle en mi decisión, Eduard, tan sencillamente cambio mi vida, en esos pocos meses, pero un león, no deja de serlo, solo porque le rapen la melena, yo tenía miedo y dudas, pues en honor a la verdad, debía admitir, que siempre había una amenaza y de cierta forma maltratos por quienes son y en algunos casos, fueron sus amigos. Suspire alejando todos esos pensamientos y concentrándome en lo que él quería decir- Es que no todos mis amigos recibieron bien lo de la boda.
-Eduard, ya hemos pasado por esto, tan sencillamente debemos ignorarlos- Respondí, tratando de minimizar el impacto de sus palabras.
-Kurt, no se trata de cualquiera, se trata de mi mejor amigo y realmente el día de hoy no fue nada agradable- agrego él, para luego suspirar- ¿No sé qué le pasa?, la verdad actúa muy extraño. Quería que fuera mi padrino en la boda y ahora no quiere ni hablarme- Comento.
-Tenemos el mismo problema- Dije acomodándome en mi cama y viendo al techo- discutí con Puck y las cosas no terminaron muy bien- Le comente- De forma resumida te diré, que te llamo póliza de vida- Sonreí.
- Creo que nos ven como amenazas- yo suspire y asentí- si queremos que esto mejore, debemos hacer algo, pues ya hemos perdido a muchas personas.- Al escuchar esas palabras, sabía que Eduard, no quería a sacrificar a su amigo y tampoco yo lo deseaba, pues casarse ya es un gran cambio y si a esos le agregamos no tener amigos, pues era como una especie de suicidio. Suspire mientras Eduard, continuaba hablando y de repente, esa idea llego a la cabeza, requeriría un par de días organizar todo, pero eso sería muy bueno, así que antes de que Eduard, terminara de decir algo, le interrumpí y dije.
-Tengo un plan....
Al colgar el teléfono me di cuenta, que las cosas podían arreglarse, que estaba bien hacer ciertos sacrificios, pero no estábamos dispuestos a perder a nuestros amigos.
Salí de mi habitación, en pijama de franjas blancas y azules, con mi bata azul rey, usando unas pantuflas, blancas perfectas y hermosas, rumbo a la habitación de Puck, debía disculparme y por supuesto aceptar sus disculpas, arreglar las cosas, como adultos y comentarle lo que había hablado con Eduard, al fin y al cabo es mi mejor amigo.
Llegue a la puerta de su habitación, acomode mi bata y levante la mano para golpear su puerta, pero antes de hacerlo me percate de algo. La puerta estaba abierta, la empuje con mi mano y entre a su habitación, donde una mucama tendía la cama.
Mire a mí alrededor, con miedo o para ser más específico con un mal presentimiento, pues sabía que Puck, no era precisamente el ser más ordenado del mundo.
- Excusez-moi, est l'hôte de cette chambre où vous êtes? (Disculpe, ¿el huésped de esta habitación donde se encuentra?)- pregunte en perfecto francés.
- Il a quitté il ya quelques heures (Se marchó hace unas cuantas horas)- Dijo la mujer- Le directeur me demande de me dire qui était à lui parler, il suffit de vu (El administrador, me pidió que le dijera, que fuese hablar con él, apenas lo viera).
Salí corriendo de la habitación, en dirección a la recepción. Baje las escaleras corriendo, pues el ascensor se tardaba mucho y casi sin aliento llegue al mostrador donde se encontraba el administrador, un francés que hablaba perfectamente el inglés.
-La mucama me…- Respiraba muy rápido y casi no podía sentir mis piernas. Me apoyaba del mostrador, tratando de recuperar el aliento - La mucama me…
-Si señor Hummel, no es necesario que se esfuerce, se lo que le dijo la mucama- Dijo el administrador-El huésped de la habitación setecientos diez y ocho, antes de marcharse me pidió que le entregara esto- Dijo el sujeto, para extenderme un guante de algodón, bastante áspero. Yo vi la pequeña prenda y suspire profundamente, mientras se me clavaba mil y una agujas en el corazón, Tome el guante, hasta con cierta reverencia y hurgue en los bolsillos de mi bata, encontrando su acompañante. No me separaba de el, me daba seguridad.
-¿Él dijo algo?, ¿comento a donde se dirigía?- Pregunte.
-No menciono nada.- Dijo, él administrador y yo agache la cabeza, para girarme y comenzar a caminar lejos del mostrador, cuando el hombre volvió hablar- Pero solicito un taxi que lo llevara al aeropuerto Charles de Gaulle
Al escuchar el nombre del aeropuerto, supe que volvía a casa, volvía a Lima y yo debía detenerlo.
Aun en pijama y en pantuflas, salí del hotel, para encontrarme con las calles de parís, extendí mi mano, para detener un taxi, pero pasaban de largo, es decir, alguien en ropa de dormir, no inspira confianza. Estaba desesperado y para situaciones desesperadas, medidas desesperadas.
Vi un taxi a lo lejos y sin pensarlos dos veces, salte a la calle y me detuve en medio, con mi mano extendida y gritando, alto, en francés.
El taxista, acciono su claxon y realizo varios cambios de luces, pero yo no me moví. Vi como el sujeto no se detenía, pero aun así no me movía de mi posición, debía detenerlo, debía subirme a ese taxi y tenía que traer de vuelta a Puck, así que cerré los ojos y pensé, que el cielo me ayude.
La luz se hacía más intensa y el sonido del claxon más fuerte, para luego sentir, como los neumáticos, del taxi rechinaban con el pavimento de la calle. Temblaba y me negaba abrir los ojos, hasta que los gritos desesperado y el zarandeo, del taxista, me obligo abrirlos, notando que el taxi estaba a milímetros de mi piernas
-Etes-vous fou?, Je tue Habert ... Ce fou? (¿Esta loco?, pude haberte matando...¿Esta demente?)- El taxista se tocaba la cabeza y caminaba en círculos
- S'il vous plaît me prendre à l'aéroport Charles de Gaulle (Por favor, lléveme al aeropuerto Charles de Gaulle)- Suplique, mientras tomaba las manos del taxista, impidiendo su lamentación. El hombre me miro a los ojos y sin comentar nada más asintió.
Corrí al taxi y me subí en el, pero antes de marcharme, el administrador del hotel salió corriendo hacia el taxi, con algo en la mano. Abrí la ventanilla del taxi, para hablarle.
-Tal vez esto le sea útil- Dijo y entregándome el papel, ordene que el taxista se pusiera en marcha.
Vi el papel y era la reserva electrónica de un vuelo hacia la ciudad de Nueva York, en clase económica. Suspire al imaginar que seguramente Puck no entendió ni media palabra, al tratar de hacer la reserva por teléfono y decidió irse al café, del hotel, dejando olvidado, la copia impresa de su reserva. Tenía poco tiempo, pero nuestra amistad podía definirse, como carreras y colisiones difíciles y dolorosas.
Veía las iluminadas calles de Francia, preguntándome porque no lo dejaba ir, porque no aceptaba las cosas, pues al fin al cabo, yo lo había corrido de mi vida. De forma inconsciente, acariciaba esos guantes en mi mano y pensé que alguien no entendería su significado, si no conocía la historia.
Nuestra amistad, había nacido, de una forma extraña y misteriosa, aun no se cuales fueron exactamente las razones, por las cuales, no manteníamos juntos, pero sin lugar a dudas la razón era poderosa.
No puedo olvidar, el día que contra todo pronóstico, él decidió acercarse a mí. Como siempre mi vida era un manojo de torturas y burlas, algunas más fáciles y otras más difíciles de superar, pero al final todo era borrado de mi mente, por la seguridad, de que algún día, saldría de Lima, impulsado por mis talentos y dones.
Esa tarde de invierno, atentaron contra mi futuro y mis esperanzas, pues uno de los tantos amigos de Dave Karofsky, me había llevado contra mi voluntad, hacia el congelado campo de futbol, me había obligado a arrodillarme sobre la nieve y con toda su fuerza enterró mis manos en la fría y gruesa capa de nieve. Nunca en mi vida había sentido tanto miedo, pues podía manejar las burlas, las torturas, hasta los baños de granizado, pero nada, me preparaba, para superar el terror de ver mi futuro hundirse, en el hielo.
Mis dedos se entumecían y me dolía hasta el brazo, temblaba, mientras me negaba a derramar una sola lágrima, soportando la humillación y la torturas, de aquellos que quieren eliminar lo diferente. Me juraba a mí mismo vengarme de alguna forma, mientras suplicaba, que alguien viniera a ayudarme, aunque muy en el fondo sabía que estaba solo. La esperanza se apagaba y el dolor aumentaba, cuando de repente y de la nada, apareció Puck, enfrento a los chicos y lo golpearon, como era de esperarse, pero aun así fue lo suficientemente fuerte, como para sacarme de mi patético estado.
Ese día me llevo a las duchas y me ayudo a descongelar mis dedos de pianistas entumecidos, me acompaño a casa y me regalo, esos guantes bastante baratos, para que no se me congelara las manos, no supe interpretar ese gesto, solo sabía que era el inicio de la paz, en nuestro mundo de perene guerra.
Los días pasaron, dejando atrás ese incidente y lentamente Puck, se volvió una especie de guarda espalda, me seguía, me cuidaba y sobre todas las cosas, me mantenía a salvo, El invierno paso y finalmente llegó el momento de devolverle sus guantes, pero él se rehusó y paso eso, que hasta este momento, aun no se explicar, él me entrego uno y guardo el otro. Creo que ese día, firmamos una especie de alianza, Puck desde ese entonces, siempre estuvo en mi vida, aunque nos alejáramos un poco, encontrábamos la forma de no separarnos mucho.
Él es mi amigo, aunque a veces dudaba de su cordura y de sus sentimientos, siempre ha sido a su forma y a su manera, sincero conmigo.
- Seigneur, nous (llegamos señor)- dijo el taxista sacándome de mis pensamientos, mientras guardaba los guantes en el bolsillo de mi bata de dormir.
Pague, baje del taxi y corrí hacia la entrada, solo para encontrarme con la inmensidad del aeropuerto Charles de Gaulle, que bullía de viajeros. El lugar era sencillamente gigantesco y Puck podía estar en cualquier lugar y seria como tratar de encontrar una aguja en un pajar y no lo lograría antes de que el avión despegara y….
-Suéltenme, le digo que no entiendo francés- Escuche esa voz tan familiar, corrí hacia donde provenía el alboroto, para encontrarme a cierto chico siendo empujado por unos guardias de seguridad-Solo quiero un café, caaaa…feeee- repitió
Los guardias murmuraban algo, mientras Puck era empujado, hacia la salida, de la pequeña cafetería, para finalmente darle el golpe de gracia, haciendo que sus cosas cayeran pesadamente en el suelo…
-Maldición- murmuro el chico, agachándose para comenzar a recoger su mochila del suelo y algunas cosas que se habían salido de ella- Este lugar apesta- agrego, mientras yo me acercaba a él y tomaba una de sus cosas, para extendérsela.- Gracias- respondió tomándola de mi mano sin levantar la mirada.
-¿Aun quieres café?- le pregunte y de golpe, él se levantó y clavo su mirada en mí..
Unos diez minutos, después nos encontrábamos sentados en una de las mesas de un gran establecimiento, uno frente al otro, teniendo como testigos a dos tazas humeantes de café y el boleto electrónico del vuelo.
Puck no sabía a donde mirar, se notaba su incomodidad y a mí no se me ocurría como iniciar la conversación.
-¿Por qué viniste?- Pregunto con amargura, levantando por fin la mirada.
-Eres mi mejor amigo-Conteste, respuesta que al parecer a él no le agrado, pues llevo su mano hacia su frente y la acaricio-Puck, no sé lo que te pasa, actúas extraño, cuando llegaste aquí te vi feliz y ahora estas cambiado y…
-Las personas cambian, ¿sí?, los sentimientos también- Él suspiro y agrego- Quería verte, me moría por hacerlo. Tú, tú, tú te fuiste, así como así, es decir, no me diste el tiempo para despedirme, de forma correcta y había tantas cosas que quería decirte, que ahora no podré hacerlo- Dijo él, mirando al suelo con una expresión que nunca había visto en su rostro
-Puck, no te entiendo, estoy aquí, estoy hablando contigo - Suspire- Dime la verdad, ¿es por Eduard?, ¿es por qué no confías en él?, porque ya hablamos, y le plantee la idea de que fuéramos, a Inglaterra, así podrás conocerle, ver que no es una amenaza en ningún sentido..- Dije desesperado, apenas mostrando un poco del plan que había estructurado con Eduard.
-Kurt, no se trata de eso, no se trata de Eduard, se trata de la boda, se trata de ir a España, de que te llame panquecito, del azul cielo y del índigo, se trata, de que no veo que este Kurt seas tú. A ti te encantaría, una boda en alguna playa, bajo la luz de la luna, en alguna isla tropical- Su voz me hipnotizaba y me transportaba hacia ese escenario- Una fogata y vestido de blanco que algún traje de diseñador, dar el salto - Dijo, apartando la taza de café y tomando mis manos-De eso se trata- él suspiro y tomando valor añadió- quiero que me mires a los ojos y me digas solamente la verdad. ¿Realmente quieres casarte?- de cierta forma Puck, tenía razón, no buscaba una boda con caballos de pasos, sombreros altos y exclusivos trajes, buscaba algo más sencillo, pero durante toda mi vida, lo sencillo y lo conformista, había sido una constante, y aunque luchara con todas mis fuerzas, para cambiar las cosas, siempre había un bromista, un arlequín que lo arruinaba todo y me dejaba en cuarto lugar. Por primera vez en mi vida, sería el primero en algo, el bueno para alguien y si ese alguien quería traer del pasado a los dinosaurios, solo para que se coman el bufe, para mi estaba bien. Suspire y mire a Puck, directamente a los ojos y con una sola palabra conteste.
-Si- dije con miedo del futuro pero seguro de las razones por las cuales respondía afirmativamente. Noah suspiro y soltó mi mano.
-Entonces me voy- dijo tomando su mochila, el boleto electrónico y dejándome perdido, confundido y sin nada de lo que sucedía.- Mi café- dijo lanzando unas cuantas monedas a la mesa y levantándose de golpe.
-Puck, espera- grite y él se detuvo, pero no se giró a verme -¿Realmente te marcharas? ¿Me dejaras solo?- agache la mirada, recordando cómo me había ayudado, cuando aún éramos unos niños- No puedo hacer esto sin ti.
-Decidiste esto sin mí, no veo como mi presencia pueda cambiar las cosas- Murmuro, acomodando su mochila y comenzando a caminar.
-Pasajero del vuelo trecientos cincuenta y ocho, favor abordar por la puerta siete-
Era su vuelo, no sabía cuál era mi mayor falla o como de alguna manera misteriosa, le había ofendido, solo sabía que él no estaría allí el día de mi boda y que me dolía demasiado que no estuviera allí…
En pijama, frente a los grandes vidrios templados, vi como el avión se elevaba y dejaba la pista atrás, mi mano se posó en el vidrio, como si tratara de alcanzarle. Una lágrima corrió por mi mejilla, nunca pensé que me dolería tanto, pero si me dolió muchísimo….
Cerré mis ojos y cubrí mi rostro con mis manos, dejando que el avión se perdiera en el firmamento.
Llore tanto que las lágrimas no me dejaban ver, así que recurría a la manga de mi pijama para secarlas, hasta que alguien me acerco un pañuelo y lo tome sin si quiera pensarlo.
-Gracias- murmure, limpiando mis lágrimas y sonándome la nariz- Tenga- Dije
-Mejor lávalo y luego me lo entregas- Esa voz tan familiar, agradable y consoladora, resonó en mi corazón.
-Puck- grite, abrazándolo con fuerza, para luego separarme de él y darle un fuerte golpe en la cabeza- Me asustaste, tu.. tú no te marchaste.
-Sí, sí, ya se, créeme que quería, pero me dije a mi mismo, ya escogió un mal novio, imagínate los errores que cometerá en la boda- Yo sonreí y lo abrace de nuevo, llenándome de esperanza de que las cosas mejore y pierda mi amigo, al ganar un esposo…
Esperanza, la esperanza, es aquello, que nos hace tropezar una y otra vez con la misma piedra, es lo que nos hace volver a intentarlo, aunque sintamos que posiblemente no ganemos la batalla…Esperanza, fue lo que me detuvo de no subir a ese avión, es esa esperanza, que me permite estar aquí, aunque sepa perfectamente, que él no siente lo mismo, es esa esperanza, que me mantiene atado a él, solo esperando esa oportunidad, en la cual pueda decir lo que siento, sin miedo de lo que diga pueda afectar su vida …Lo abrace con fuerza y cerrando mis ojos susurre.
-Te amo Kurt…
Hola, logre publicar, pido mil disculpas por la tardanza, la demora y retrasos… espero que les guste esta entrega y les alegre su tarde… Esta historia está dedicada a Tinubiel…
MUCHISIMAS GRACIAS, por sus comentarios y por tomar parte de su tiempo para leer las locuras que escribo.. Gracias Allan michaelis, Nicole Pankeke, Desire_chan y por supuesto Laty… Muchísimas gracias por animarme a seguir escribiendo, por tenerme la paciencia y esperar que publique y no mirar feo mis errores ortográficos…
Se les quiere, valora y respeta
Chris