Bajo el muérdago (parte 2)

Dec 26, 2011 16:38




Los días fueron pasando y Christine no volvió a llorar. Sentía una ligera y dolorosa punzada en el corazón cada vez que pensaba en Michael pero la ignoraba lo mejor que podía.

El 31 de diciembre después de comer recibió un mensaje de Mark.

Ola wpa!kdms sta tard?pso x t csa a ls 6

-Compro vocal -musitó la adolescente para sí al ver el críptico mensaje. Decidió llamar a Trixie. Esas cosas se le daban muchísimo mejor a su amiga.

-Hola, Trix, ¿qué tal van las navidades? -preguntó mecánicamente.

-Mejor de lo que esperaba, al parecer mi abuela ha decido comportarse…

-Me alegro.

-Uy… ¿Qué te pasa? Y no me digas nada porque te conozco.

Christine suspiró, ¿acaso no era para eso para lo que la había llamado? y le contó toda la historia.

-¡Estuvo a punto de besarte!

-Sí, y me llamó hermanita.

-¡Qué poco tacto!

-¡Sí, qué poco! -comentó Christine con acritud-. Pero hay más. Hoy… bueno, hace media hora me ha llegado un sms de Mark proponiéndome una cita para esta tarde a las 6.

-¿Y qué le has dicho? -Chris se podía imaginar la sonrisa de su amiga al otro lado de la línea.

-Aún no le he contestado.

-Deberías salir con él.

-Es que no me gusta…

-Es guapo y está bueno, ¿no?

-Sí.

-Y Michael te ha llamado hermanita, ¿no?

-¿Tienes que restregármelo?

-Sólo estoy haciendo un análisis realista de la situación, Chris -suspiró-. Sal con Mark, diviértete. Hay que besar muchas ranas hasta encontrar a tu príncipe.

-Supongo que a veces tienes que quedarte con la segunda mejor opción, ¿no? -suspiró-. Gracias, Trix, de veras. Eres la mejor.

-De nada. Sabes que me encantaría estar ahí para ayudarte. Cómo odio Chicago, no conozco a nadie que no sea de mi familia.

-Piensa que dentro de poco nos veremos.

-Sí. Bueno, tengo que colgar, mi abuela me está llamando. Pásatelo bien esta tarde.

-Gracias, adiós.

Colgó con un suspiro y se tumbó en la cama, mirando al techo. Sintió unos nudillos tocar con suavidad a su puerta y se incorporó sobresaltada, temiendo que fuera su padre. Papá era demasiado intuitivo y enseguida sabía cuando algo no iba del todo bien con uno de sus hijos. Se había pasado toda la semana esquivándolo por miedo a que la interrogara. Su padre era demasiado bueno interrogándola.

-Ah, eres tú -dijo aliviada al ver a su madre-. Pasa.

Brennan se sentó en la cama a su lado y agarró su mano. Recordaba haber visto a Christine inquieta durante toda la semana. Cuando se lo había comentado a Booth, el agente le había reconocido la misma inquietud pero se había negado a hablar con la adolescente.

"-Son asuntos de chicos, Huesos, y a mí no querrá contármelo.

-Pero yo no sé sacar información -le había contestado, preocupada.

-No tienes que sacársela, sólo tienes que reconfortarla. Sabes reconfortar a todos los Booth -había replicado su marido abrazándola."

-Cariño, estás un poco rara últimamente. ¿Qué te ocurre?

-Nada, mamá, es sólo que… -suspiró-. A veces las cosas no salen cómo quieres.

-¿Te refieres a como habías planeado?

-Sí, algo así.

Brennan sonrió de medio lado, como si se riera de un chiste personal, y replicó:

-Tú no entrabas en mis planes. Bueno, ni tú, ni papá ni nadie. Nadie entraba en mis planes desde que mis padres se fueron.

-Pero papá te hizo cambiar de opinión, ¿no?

-Sí -sonrió-. Bueno, tu padre y tu tía Angela, que se pasó años diciendo que deberíamos estar juntos.

-Pero os costó lo vuestro… -agregó con una sonrisa. Le gustaba escuchar la historia de sus padres, sobre todo cuando la contaban entre los dos.

-Sí… Booth esperó hasta que se cansó de esperar.

-Hannah -susurró Christine. Nunca la conoció pero sabía que había sido una novia de su padre.

-Sí. Y ahí fue cuando yo tuve que esperarlo a él. Pero no me arrepiento, Christine, porque tu padre tenía razón. Cuando encuentras a la persona que te corresponde lo sabes, y no merece la pena dudar. No sé qué te aflige, cariño, y sospecho que no me lo contarás pero… te queda mucha vida por delante, no te preocupes por hoy en día. Ya encontrarás a la persona que te corresponde. Y cuando la encuentres lo sabrás dentro de ti y no dudarás.

-Pero tú rechazaste a papá.

-Eso no significa que no lo quisiera. Temía hacerle daño.

-Ya… Eres una romántica, mamá.

Brennan sonrió tratando por todos los medios de no reírse a carcajadas. Jamás pensó que nadie, y mucho menos su hija, fuera a llamarla romántica.

-No lo soy.

-Sí que lo eres. Pero hay que besar muchas ranas antes de encontrar a tu príncipe -dijo repitiendo las palabras de su amiga.

-¿Ranas? ¡Ah, chicos! -exclamó al captar la metáfora-. Como madre me gustaría encerrarte en casa por decir algo así. Es curioso, ¿no? -musitó para sí-. Pero como mujer te diré que yo besé muchas ranas, por así decirlo, y no mereció la pena especialmente. Si te soy sincera, no recuerdo la mayor parte de los nombres de aquellos hombres. Mi vida cambió cuando conocí a tu padre y podría haber vivido perfectamente sin conocer a aquellas "ranas" -sonrió. Sabía que su hija tenía ciertas "necesidades biológicas" pero no iba a dejarle utilizar ese argumento. Sonó el timbre y se levantó de la cama-. Creo que es Mike, que viene a echar unos cestos con Parker.

-Canastas, mamá, en baloncesto se llaman canastas -la corrigió sonriendo.

-¿Por qué no bajas con ellos? ¿O por qué no llamas a una amiga para salir?

-Sí, es buena idea, llamaré a Rose. Gracias, mamá.

-De nada, Chris.

Cogió el móvil y contestó al mensaje de Mark:

De acuerdo, pero no me recojas en mi casa. A las 6 en el parque.

Lo último que necesitaba era que su padre le hiciera el tercer grado a Mark.

Eran las cinco y media de la tarde y Parker y Michael estaban jugando al baloncesto en el patio de la casa de los Booth cuando la puerta se abrió y Christine salió de ella, saludándolos a su paso. Michael, que en ese momento estaba haciendo botar el balón, la miró y aquel fue el descuido que aprovechó el mayor de los Booth para robarle el balón y encestar.

Parker paró el balón y lo colocó bajo su axila.

-Estás enamorado de ella.

-¿Qué dices? ¡Es como mi hermana!

Parker negó con la cabeza ante un comentario que le recordaba demasiado a las respuestas de su padre de "es mi compañera" cuando le preguntaba por qué la doctora Huesos y él no eran novios.

-No, tío. Es mi hermana. No la tuya. Y desde luego no la miras como se mira a una hermana -colocó una mano en su hombro y añadió con una sonrisa-. Papá te va a matar.

-¡No le digas nada!

-Tranquilo, tío, claro que no -replicó sonriendo ante la confesión involuntaria-. Pero lleva unos días un poco rara y apostaría a que es por ti. Deberías hablar con ella.

-¿Tú crees?

-Sí.

-¿Te importa si…?

-No, vete. Habla con ella. Pero cuidado con lo que le haces a mi hermanita -dijo en un tono jocoso que no impidió a Mike ver la amenaza bajo él.

El adolescente sonrió y corrió a alcanzar a Christine.

-¡Chris, espera! ¿A dónde vas? Te acompaño -le dijo una vez la alcanzó.

-Vale -replicó. Caminaron en silencio hasta llegar al parque.

-Qué guapa estás -comentó con timidez al fijarse en que Christine se había maquillado y llevaba tacones, vestido y medias.

-Gracias -replicó ruborizándose.

De repente un pensamiento alarmante saltó en la cabeza de Michael.

-Y… esto, ¿con quién has quedado? ¿Trix?

-No, con Mark. Me ha pedido una cita.

-¿Mark Johnson? -preguntó Michael con el rostro descompuesto.

-Sí, el mismo. ¿Por qué?

Michael recordó una conversación que había oído por fuera del instituto el último día entre Mark y sus amigos.

-¿Christine Booth? Tío, ¿qué ostias fumas? Es una empollona con pinta de no haber roto un plato en su puta vida.

-¿Tú la has visto, James? Está muy buena y las que parecen más modositas son luego las que más… -rió socarronamente e hizo un gesto obsceno. Mike sintió deseos de pegarle en la cara pero se contuvo.

-No me gusta. No salgas con él.

-¿Qué eres, mi padre? -preguntó la chica con rabia. Miró el reloj, las seis y diez. ¿Por qué Mark tardaba tanto?-. No eres nadie para decirme con quién debo salir y con quién no.

En ese momento apareció Mark por la carretera y tocó el claxon.

-Por favor -Mike la retuvo por los brazos y la miró con ojos suplicantes. No… ¿por qué tenía que mirarla así?

-Adiós, hermanito -respondió zafándose de él y entrando en el coche.

Mike la vio marchar y miró a Mark con odio.¿Ese tío iba a ponerle las manos encima a su adorada Christine? ¿Qué había hecho para merecer semejante castigo? Ah, sí, llamarla hermanita, pensó con acritud. Michael Hodgins no era una persona violenta pero, mientras los veía alejarse pensó que más le valía a Mark tratarla bien porque, de no ser así, él mismo se encargaría de romper cada uno de los huesos de su ingrato cuerpo.

Suspiró y se dirigió hacia casa.

Mark parecía tener un respeto rayano en la obsesión por su coche nuevo. Cada poco vigilaba que no tocara nada para que no lo manchara y, Christine supo desde el principio que, si tuviera que elegir entre el coche y ella, la elección sería clara para él… y desde luego no la elegiría a ella.

Su cita la llevó a una cafetería, tomaron unos batidos y le hizo las preguntas pertinentes sobre su vida y contestó a todas las suyas. Aún así, había algo en él que le escamaba a Christine. No sabía qué era exactamente pero a veces le parecía que la observaba en silencio y no con amor, sino que era una especie de mirada calculadora.

Salieron de la cafetería y se montaron en el coche. Ya había oscurecido, eran las siete y media y tenía que estar a las ocho en casa de los Hodgins para la cena de Nochevieja. Realmente se alegraba de que la estuviera llevando ya de vuelta a casa porque se había aburrido bastante. Sonreía y reía ante sus chistes pero una parte de ella sólo quería llegar y quitarse la máscara, dejar de sonreír por obligación.

-¿A dónde vamos? -preguntó alarmada al ver que no se dirigían a su casa ni a la de Mike.

-Es una sorpresa -sonrió Mark y algo en esa sonrisa erizó todo el vello del cuerpo de Christine.

Subieron por una ladera hasta llegar a la famosa colina del amor a las afueras de Washington D.C. Oh, Dios mío, pensó Christine con alarma. Su cita paró el motor y, antes de que la chica pudiera reaccionar, la mano de Mark estaba en su nuca y sus labios se acercaban a los de ella. Una parte dentro de ella pensó ¿Por qué no? Nunca te han besado antes y Mike no lo hará. Y mientras sentía aquellos labios acercarse a los suyos descubrió con alarma que se sentía completamente fría. No había calor en su rostro ni su corazón palpitaba alocado como cuando Mike estuvo a punto de besarla.

Sus labios se juntaron y los de Mark presionaron contra los suyos con demasiada fuerza, obligándola a abrir la boca. Cuando sintió la lengua del chico invadir su boca sintió asco y lo agarró de los hombros, obligándolo a que se separara de ella.

-¿Qué pasa? -preguntó enfadado.

-Llévame a casa, por favor, tengo que estar para la cena.

-Oh, vamos, Christine, enróllate, seguro que puedes sacar más tiempo.

-No, no puedo -lo miró con una mirada tan heladora que el chico resopló con rabia y encendió el motor.

Mientras se dirigían a su casa por la carretera suspiró aliviada. Su compañero de coche estaba enfadado pero le daba igual. Su madre tenía razón, no merecía la pena. Prefería esperar a hacer algo que en realidad no quería hacer.

No llevaba ni quince minutos con estos pensamientos cuando sintió una mano en su rodilla.

-¿Qué haces? -preguntó incrédula.

-Nada -contestó Mark sin dejar de mirar a la carretera.

-Para, por favor -rogó mientras notaba con alarma que la mano del chico iba subiendo por su pierna. Trató de retirar su mano pero Mark hacía fuerza y no podía-. Te he dicho que pares.

-Oh, vamos, Chris, no seas estrecha. Si te has pasado toda la tarde calentándome…

Aquellas palabras fueron como una bofetada en la cara. Lo miró con odio y le dijo:

-Déjame bajar. Compórtate o me bajo.

-Pues bájate. A ver cómo vas hasta casa sin mí -le dijo con chulería.

Era cierto, no tenía forma de llegar hasta casa y estaba en medio de una autovía. Pero no podía quedarse con él en el coche, de modo que abrió la manilla y salió. Apenas cerró la puerta, Mark aceleró y se alejó rápidamente en la lejanía.

-Tenía que haberle rallado el coche -musitó para sí.

Sin embargo, en cuanto supo que Mark no podía verla se echó a llorar. ¡Qué navidades tan espantosas!, pensó mientras caminaba por el arcén. Eran las ocho menos diez y a ese paso no iba a llegar nunca a casa de los Hodgins. Necesitaba que alguien la llevara pero no podía llamar a su padre. Ah, no. Su padre le partiría las piernas a Mark si se enteraba de que la había abandonado en el arcén de una carretera. ¿Parker? Sí, Parker le haría preguntas pero respetaría su silencio.

Llamó a Parker tres veces pero las tres saltó su buzón de voz antes de dar ningún tono.

-Tienes el móvil apagado. Genial, Parker. -Justo cuando más lo necesitaba. No le quedaba otra que llamar a Mike.

Marcó el número y Michael lo cogió al primer tono.

-Hola, Mike -maldijo su voz temblorosa por las lágrimas y el frío.

-Hola, Chris, ¿estás bien? ¿Qué ocurre?

-¿Pod-podrías recogerme? Estoy en la autopista en la entrada a D.C., en el kilómetro… -miró la señal unos metros más allá- 53.

-Quédate ahí, estoy en diez minutos -y colgó.

Christine guardó el móvil en el bolso y se acurrucó más dentro de su chaqueta. Los tacones la estaban matando y deseaba poder sentarse en el arcén pero sabía que si lo hacía se moriría de frío.

A los siete minutos exactos desde que había llamado a Michael, apareció su coche, deteniéndose suavemente a su lado en el arcén.

Bajó la ventanilla y le sonrió.

-¿Cuánto por alegrarme la noche? -bromeó.

-Calla -le dijo pero sonrió por primera vez en aquella horrible noche.

Se subió al coche y Michael arrancó. Llevaban cinco minutos de trayecto cuando el muchacho se atrevió a romper el silencio.

-¿Qué ha pasado?

-Nada, sólo que… -las lágrimas se deslizaron por su rostro y sacó un pañuelo para secárselas-. Lo siento, odio llorar.

-No te preocupes -contestó Mike con dulzura, secándole las lágrimas con el pulgar. Lo mataba verla llorar-. No me lo cuentes si no quieres.

-Pero es que quiero contártelo -respiró hondo y trató de tranquilizarse-. Tenías razón con Mark. Me llevó a la colina del amor, me besó y… -el rostro de Michael se contrajo en una mueca por un segundo- odié cada segundo del beso.

Respiró hondo y siguió:

-Le pedí que me llevara a casa y en mitad del camino me puso una mano en la rodilla y… -las lágrimas salían de sus ojos sin permiso.

-Sshhh… tranquila -susurró Michael. Deseaba darle una paliza a Mark por haberla hecho sufrir así. La miró y lamentó que estar conduciendo le impidiera abrazarla. Aún así se las ingenió para colocar una mano en su hombro.

Se quedaron en silencio hasta que entraron en la ciudad.

-Tenías razón. No debí salir con él -susurró Christine. Michael siguió mirando fijamente a la carretera y la chica pensó que no diría nada cuando de repente suspiró y confesó.

-No fue un sentimiento fraternal el que me inspiró a advertirte. Yo… -suspiró-. Quise besarte bajo el muérdago en Nochebuena.

-Me llamaste hermanita. Nadie quiere besar a su hermana -replicó Christine con algo del espíritu de negación de su madre.

-Lo sé, fue… estabas tan distante que quise despedirme de ti y me salió esa chorrada -Acababan de llegar a casa de los Hodgins y Mike paró el motor. Enmarcó la cara de Christine con las manos y susurró-: Nunca has sido una hermana para mí. Deberías haberlo sido, pero nunca ha sido así.

Christine se lo quedó mirando, incapaz de hablar y el nerviosismo del chico aumentó. Iba a disculparse por sus palabras cuando la chica al fin abrió la boca.

-Tú tampoco eres un hermano para mí -dijo agachando la mirada. Un mechón de cabello cayó sobre su frente y Mike se lo remetió con suavidad detrás de la oreja, obligándola a devolverle la mirada-. Yo también quise besarte bajo el muérdago.

Se acercaron lentamente, sus corazones palpitando cuando oyeron los pasos de alguien que se acercaba. Se separaron rápidamente.

-¡Christine, Michael! ¿Dónde os habíais metido? -preguntó Booth mientras le abría la puerta del coche a su hija-. Vamos, todos os están esperando. A tu madre está a punto de darle un ataque, ya sabes cómo es con la puntualidad.

Los adolescentes sonrieron mientras maldecían internamente al agente. Pero esta vez no habría malentendidos, esta vez ninguno de los dos llamaría "hermano" al otro.

-10… 11… 12… ¡Feliz Año Nuevo a todos! -gritaron todos al unísono. Booth y Brennan y Angela y Hodgins dieron la bienvenida al año con un apasionado beso. Michael sonrió a Christine pero nadie salvo Parker se dio cuenta de ello cuando, aprovechando la confusión del momento, la agarró de la mano y tiró de ella hacia la terraza.

-Mira el umbral de la puerta -sonrió el muchacho.

-Muérdago.

-Sí -susurró Mike contra sus labios-. Muérdago. Nadie nos va a quitar nuestro beso bajo el muérdago -y dicho esto la besó con dulzura.

Christine se sintió sonrojar, su corazón latía desbocado y la felicidad la invadió. Devolvió el beso con toda su alma y supo que su madre tenía razón. No tenía sentido besar ranas pudiendo besar a Michael.

-Feliz Año Nuevo -susurró en su oído.

Michael sonrió.

-Sí que va a ser feliz.

FIN

¿Opiniones, comentarios...?

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