La navidad en sí ya ha pasado pero aún quedan muchas fiestas. Espero que os las hayáis pasado bien.
El 28 de diciembre es mi cumpleaños, cumplo 20. Y como el año pasado, me iré a celebrarlo jugando al lasertag con mis amigos. No sabéis qué ganas tengo. Por cierto, Xochilt me ha escrito una historia de regalo anticipado de cumpleaños. La podéis leer
aquí.
Bueno, que me desvío. Os cuelgo un fic de Bones, un Christine/Michael subido para el reto de Fanfiction. Es bastante largo así que tomaoslo con calma. Espero que os guste.
Disclaimer: Bones pertenece a Fox y, salvo Trixie y Mark, los personajes no me pertenecen.
Rating: T, lo puede leer cualquier adolescente.
Bajo el muérdago
Era el último día de clase en el instituto Dumbar de Washington D.C. y se notaba el ambiente excitado ante las vacaciones de Navidad. Todo el edificio parecía dar la bienvenida a las fiestas con todos aquellos adornos alrededor. El espumillón campaba por doquier y había pequeñas ramas de muérdago colgadas de los marcos de las puertas, creando situaciones incómodas entre profesores y alumnos de las que los adolescentes no dudaban en reírse.
Dos chicas adolescentes, de unos 17 años, acababan de salir de clase y se dirigían a abrir sus taquillas. Una era alta, de piel color café con leche largo de café, cabello negro rizado y ojos color avellana. Su compañera era prácticamente de su estatura, de tez blanca muy pálida, cabello castaño y ojos grandes de un vívido color azul.
La muchacha negra miró a su alrededor y con un sonoro suspiro exclamó:
-¡Ya le vale a Harrison! Sólo le ha faltado poner espumillón en las taquillas. Creo que no lo ha hecho porque no se abrirían, que si por él fuera…
-Oh, vamos, Trix, no te metas con el pobre hombre -Harrison era el conserje más amable que había visto nunca el instituto y todos los alumnos lo adoraban-. Además, nunca estás tan gruñona al acabar las clases -bromeó su amiga-. ¿Qué te ocurre?
-Nada, Chris -replicó mientras cerraba la pequeña puerta con fuerza y se apoyaba en la taquilla con los brazos cruzados-. Es sólo que… no me gustan las navidades, ¿sabes? Y más con todo el rollo del divorcio de mis padres, todos los años igual: que si un año en casa de uno, otro en la del otro, que mis tíos pongan verde a mi padre cuando creen que no los oigo, que mi abuela ponga verde a mi madre…
Christine pasó un brazo por los hombros de su amiga y la abrazó ligeramente.
-Bah, son tonterías, ya se pasará -sonrió Trixie recomponiéndose-. Además, no quiero deprimirte, que sé que tú adoras estas fechas.
-No son para tanto -replicó Christine. Pero Trixie tenía razón, le encantaban las navidades. Parecía volverse una niña con ellas y le permitía ver a gente a la que normalmente apenas podía ver porque vivían lejos, como era el caso de tío Jared y tía Padme; tío Russ, tía Amy y sus casi-primas mayores, Hayley y Emma; el abuelo Max y el gran Hank, el abuelo de su padre, apodo cariñoso que le puso con 5 años. También venía su otra familia, la que no era carnal pero que siempre había estado allí, tía Angela, tío Hodgins y Mike. Su querido primo que sólo le sacaba 6 meses pero que iba un curso adelantado a ella.
-Chris, a mí no me engañas. Se te ha iluminado la cara -de repente la mirada de Trixie se tornó maliciosa- aunque eso también puede ser por con quien pasas las navidades -sonrió con picardía.
Christine suspiró con hastío y, a pesar de saber perfectamente a qué se refería su amiga, prefirió fingirse ignorante.
-¿A qué te refieres?
-¿Este año también pasas las navidades con Hodgins?
-Sabes que sí. Y no le llames así, que Hodgins es mi tío -replicó ligeramente irritada.
-Mikey entonces -puso cara pensativa y sonrió-. Mikey y Chris. Me gusta, queda bien -antes de que su amiga pudiera replicar recibió un codazo-. Hablando del rey de Roma…
Un chico alto, de ojos marrones claros y rizado cabello castaño se acercaba a ellas por el pasillo, sumido en sus pensamientos, ajeno completamente a las miradas apreciativas que le dirigían las chicas con las que se cruzaba. Vio a las dos chicas apoyadas en la taquilla y la sonrisa que dirigió a Christine pareció iluminar todo el instituto. La chica sintió una calidez interna y devolvió una sonrisa nerviosa más ancha de lo que quería.
-¡Hola, Chris! -la saludó dándole una pequeña palmada en el hombro-. ¿Planeando ya las navidades?
-Claro -sonrió con embarazo. Quería decirle algo pero se sentía bloqueada, las mejillas le ardían y…-. Este año celebramos la Nochevieja en tu casa, ¿no?
-Y la Nochebuena en la tuya. Como todos los años -contestó el muchacho un poco confundido. Por un momento pareció querer decirle algo más, miró al suelo, levantó la vista y finalmente dijo-: Bueno, nos vemos -y se despidió con otra palmada en el hombro.
-¡No sé a qué esperas, tía! -la excitada voz de su amiga la sacó de su ensimismamiento-. Tenéis que enrollaros ¡ya!
-Es como mi hermano -respondió sin apartar la mirada de su amigo.
-¡Ay, si yo tuviera un hermano así…! -suspiró dramáticamente mientras miraba el culo de la silueta que se marchaba. Christine le dio un codazo y Trixie sonrió-. Oh, vamos, no es tu hermano. Ni siquiera es tu primo. Tú no lo miras como a un hermano -le guiñó un ojo y añadió-: Y desde luego él no te mira como si fueras su hermana…
-¿Qué dices? -trató de reír. Notaba las mejillas rojas y no podía evitar pensar en si tendría razón su amiga. Porque si era cierto que Mike sentía algo por ella… ¡No! Eran amigos, como si fueran hermanos. La voz de Trixie interrumpió otra vez el curso de sus pensamientos.
-¡Mira quién más viene por aquí! -rió señalando a Mark Johnson, la estrella del equipo de fútbol del instituto.
-Trixie, te gustan todos -rió Christine con falso tono de censura.
-Sí, y tú les gustas a todos… No sé lo que les das.
Antes de que Christine pudiera refutarlo Mark se paró ante ella, colocando una mano en la taquilla, por encima de su hombro y acercándose mucho a ella, invadiendo su espacio personal.
-Hola, Chris, estaba pensando que tú y yo deberíamos salir estas navidades. Mi padre me ha comprado un coche nuevo y…
Iba a decirle que no pero miró a su amiga que puso cara de "¿Eres tonta? ¡Di que sí!"
-Eeeeh… lo pensaré.
-Vale, te llamaré para quedar.
-De acuerdo.
-Por cierto, no tengo tu móvil, ¿me lo das?
-Claro -sonrió levemente e intercambiaron teléfonos ante la atenta y emocionada mirada de Trixie.
-Adiós.
En cuanto se fue, Trixie agarró a Christine de los antebrazos y comenzó a dar saltitos sin dejar de sonreír.
-¡Oh, Dios mío! ¿Pero qué les das? ¡Mark Johnson!
-Trixie, baja la voz, que todos nos miran -Christine trataba de tranquilizar a su demasiado excitada amiga.
Trixie respiró hondo y preguntó con una sonrisa:
-Entonces, ¿vas a salir con él?
-No lo sé, no creo… no es mi tipo.
-Claro, te gusta más Mike.
-Trixie, déjalo ya, ¿vale? Me estás poniendo de mal humor -dijo mientras caminaba hacia la salida.
Su amiga se puso seria y la agarró de las manos, deteniéndola. Christine no pudo evitar un suspiro.
-¿Qué?
-Puede que yo diga muchas tonterías o que parezca que no me tomo las cosas en serio -comenzó mirándola a los ojos-. Pero la vida son cuatro días y dos nos los pasamos durmiendo. Además creo de verdad que entre Michael y tú hay algo.
-No hay nada, Trix.
Trixie vio en los ojos de su amiga tal miedo que decidió no presionarla más.
-Entonces, ¿por qué no sales con Mark? -Christine le dio un codazo-. ¡Auch! ¡Si lo digo por tu bien, tienes que aprovechar la vida!
Christine sonrió, miró un punto por encima de la cabeza de Trix y dijo:
-¡Hola, Nate!
Trixie se giró rápidamente para encontrarse con que no había nadie. Miró a su amiga que se reía a carcajada limpia.
-Eres mala…
-He aprendido de la mejor -sonrió apoyándose ligeramente en su hombro mientras salían hacia casa.
Era Nochebuena y la casa de Christine bullía de actividad. Brennan y Booth estaban mano a mano en la cocina aunque realmente era Brennan la que cocinaba y Booth quien picaba de las fuentes con comida.
-¡Booth! -lo regañó Brennan-. Tienes que esperar a la cena.
-¡Pero es que tengo hambre ahora! -exclamó Booth fingiendo hacer pucheros. Brennan sonrió negando con la cabeza. El agente la agarró del brazo y la giró colocándola frente a él-. Estás preciosa -susurró contra sus labios.
La antropóloga se sonrojó.
-¡Pero si aún no me he arreglado!
-Lo sé, pero eso no quita que lo estés.
Brennan rió complacida y dejó que su marido la besara con pasión. Christine, que se encontraba en el umbral de la puerta, negó con la cabeza, divertida, y entró en la cocina.
-Ejem… iba a preguntar si necesitáis ayuda pero es obvio que os las arregláis bien solos.
Brennan se separó de Booth con una sonrisa ruborizada y pidió a su hija que la ayudara. Booth también estaba a ello cuando sonó el timbre.
-Debe de ser Angela -comentó Brennan. Christine notó su corazón palpitar y trató por todos los medios de tranquilizarlo.
-Ya voy yo -comentó y salió a la puerta a darle la bienvenida a su tía.
-¡Hola, cielo! -saludó mientras le daba dos besos a su sobrina-. He venido para ver en qué puedo ayudar a tu madre.
-No te preocupes, papá ya la está "ayudando" -dijo con intención. La artista la miró admirada y dijo con una sonrisa.
-A veces pareces más hija mía que de Brennan. Por cierto, he traído muérdago -sonrió. Angela opinaba que su amiga nunca ponía el suficiente y se dedicaba a adornar todas las habitaciones de la casa de los Booth con él-. En cuanto acabe con esto voy a la cocina.
Tal como prometió, Angela apareció a los diez minutos. Cuando llevaban media hora cocinando volvió a sonar el timbre.
La gente fue llegando hasta que sólo faltaban Jared y Padme y los chicos Hodgins. Parker no podía venir pero a cambio estaría con ellos en Nochevieja y durante casi todas las vacaciones. Volvió a sonar el timbre y los tres adultos miraron a Christine, que había dado la bienvenida a todos los que habían ido llegando.
-A mí no me miréis -dijo con fastidio-, estoy con las manos en la masa -comentó mientras hacía la salsa.
-No hay masa, estás con la salsa de…
-Es una forma de hablar, Huesos.
-Es un decir, Brennan -dijo Angela a la vez que Booth-. Ya voy yo a abrir -comentó la artista dejando a un lado la decoración del plato con canapés.
-¡Hola, familia! -la voz de Hodgins irrumpió en la estancia, teñida de su habitual buen humor. Mamá le había contado que el tío Hodgins había tenido problemas de ira cuando lo conoció, pero a Christine le costaba imaginárselo. Pocas personas eran más felices que Jack Hodgins, salvo tal vez, sus propios padres.
Percibió más que oyó a Mike colocándose a su espalda.
-Hola, Chris -susurró en su oído y la chica no pudo evitar estremecerse. Siempre había sido como su hermano, ¿por qué…? ¿Por qué le atraía tanto entonces?
-Me has asustado -respondió con voz débil.
-Lo siento, no era mi intención -contestó el muchacho con sinceridad.
-No pasa nada -sonrió Christine y Mike sintió acelerársele el corazón.
-Aquí sólo estorbáis -dijo Brennan a los Hodgins-, es mejor que os vayáis al salón como los demás. ¡Ah! Y no os olvidéis de dejar los abrigos en el dormitorio de Christine.
-Hija, ¿estás bien? -preguntó Booth con preocupación-. Pareces mareada.
-Estoy bien, es sólo el calor, los fogones…
-Ve al salón con los demás -resolvió Brennan.
-No, mamá, si prefiero ayudar…
-Sólo nos faltan 5 minutos, anda, ve.
-De acuerdo.
Cuando entró en el salón sintió la mirada de Michael clavarse en ella pero trató por todos los medios de no mirarlo mientras se sentaba y se incorporaba al monólogo del abuelo Max. Christine sospechaba que la mitad de las historias que contaba eran inventadas, pero aquello no les quitaba encanto.
-¿Así que a pesar de ser un fugitivo buscado entraste en el FBI a ver a tía Brennan disfrazado de sacerdote? -preguntó Mike guiñándole un ojo a Christine. Ambos se sabían la historia de memoria pero era casi una tradición navideña escuchar aquellas historias una y otra vez.
-Sí, dije que era un amigo de su padre.
-¿Y mamá no se dio cuenta? -preguntó Christine.
-Bueno, ya sabes cómo es tu madre… Además yo me había hecho la cirugía estética y hacía más de 15 años que no me veía.
-Ya, pero la estructura ósea no cambia, tuvo que darse cuenta -rebatió.
-Mi niña, hay veces que lo más cercano a nuestros ojos es lo más difícil de ver -comentó Max mirándola con cariño.
-¡A la mesa! -resonó la voz de Booth que acababa de entrar, haciendo que todos se levantaran y se dirigieran al comedor.
-¿Ya has decidido qué quieres estudiar? -preguntó Brennan a su "sobrino" apenas se sentaron a la mesa.
-Sí. Bueno, no te extrañará pero al final me he decidido por la Antropología Forense.
-Ni todos los bichos ni todo el barro lograron hacerle cambiar de opinión -suspiró Hodgins con falso pesar-. Y eso que adoras a tu iguana Freddy.
-Bueno, Hodgins, supongo que te consolará que Christine sea toda una artista con los ordenadores -contraatacó Booth-. Cosa que no me extraña, porque está aprendiendo con la mejor.
-Booth, Angela no es la mejor -constató Brennan con su típico tono absoluto.
-Gracias, cielo -replicó la artista con ironía.
-Eso no quita que seas una profesional excelente -trató torpemente de defenderla. Booth le pasó una mano tranquilizadora por los hombros.
-Sí que lo es, mamá. Si supieras las cosas que sé hacer… y no todas son legales.
-No he oído eso -replicó Booth rápidamente, a lo que todos se rieron.
La cena pasó con asombrosa rapidez, entre risas y buen humor, gracias a la afinidad entre todos los comensales. Cuando bien quisieron darse cuenta, ya era hora de marcharse a sus respectivas casas.
Prácticamente todos se habían ido, sólo faltaban por irse los Hodgins.
-Quedaos hablando un rato más, ya voy yo a por los abrigos -dijo Mike, solícito.
El adolescente subió las escaleras hasta el cuarto de Christine y se la encontró tumbada en la cama, profundamente dormida. Dejó escapar una sonrisa tierna y se sentó a su lado, tratando de no despertarla. Sin embargo, la chica se removió ante el cambio en la distribución del peso en la cama y abrió los ojos.
-¡Oh! Hola… ¿Qué… qué haces aquí? -preguntó restregándose los somnolientos ojos.
-Vi-vine… -trató de aclararse su súbitamente seca garganta- he venido a por los abrigos.
-Os los iba a bajar. He bajado los de todos, es sólo que…
-Estás cansada, no te preocupes -Michael cogió los abrigos y se levantó, dirigiéndose a la puerta.
-Te acompaño, no… no vas a ir con todos los abrigos -replicó la chica cogiéndole el de Angela mientras se reunía con él en el umbral de la puerta. Lo miró con nerviosismo, alzó la vista y vio una de las ramas de muérdago que Angela había colgado-. Muérdago -dijo sin pensar, señalando la ramita.
-Muérdago -susurró a su vez Michael. Alzó la mano y retiró un mechón de pelo de la cara de Christine. Acarició con suavidad su mejilla y la chica sintió arder sus mejillas y su corazón detenerse. Sus labios estaban cerca, muy cerca, estaban a punto de besarse…
-¡Michael! ¿Te has perdido? -se oyó la voz jocosa de Hodgins, haciendo que ambos se separaran abruptamente, profundamente sonrojados.
Bajaron corriendo las escaleras y Christine no miró a Michael durante la conversación de despedida. Se sentía demasiado avergonzada. ¿Había estado a punto de besarse con él? ¿Cómo había podido ocurrir? ¿Y por qué maldecía a Hodgins por haberlos interrumpido?
Finalmente llegó el momento de la despedida y, tras desearse feliz navidad se dirigieron a la salida. Michael, en un desesperado intento por lograr la atención de la chica se despidió con un:
-¡Feliz navidad, hermanita!
En cuanto aquellas palabras salieron de su boca, las lamentó.
Hermanita.
-Como si fuera su hermana pequeña -pensó con amargura mientras se desvestía y se metía en la cama. El sueño que la había invadido entre los abrigos ahora la esquivaba. Recordaba su corazón palpitar acelerado cuando Michael había estado a punto de besarla pero sentía rompérsele en mil pedazos ante el "hermanita". Para él sólo era su hermana. Daba igual que para ella "hermano" fuera la definición que menos le pegara. Él sólo la quería como a una hermana. Había sido el muérdago, una enajenación mental transitoria que diría su madre.
Hermanita.
Lloró hasta que finalmente el sueño la venció.
La Navidad no trajo mucha alegría para Christine. A pesar de las bromas y las risas de siempre, sentía una extraña amargura en su interior y trataba de rebelarse con todas su fuerzas contra ella.
El amor trae alegría, te hace sentir completo, te hace ser mejor persona, solía decir su padre. Pero no le estaba trayendo alegría, sólo tristeza. No.
Su rebelión silenciosa fue hacia Michael. No habló con él durante toda la comida de Navidad. No lo miró ni le sonrió. Había sonrisas para todo el mundo salvo para él y la mirada decepcionada que le dedicó Michael al despedirse se le clavó en el alma.
Enseguida se fue a la cama y volvió a llorar hasta quedarse dormida.
La segunda parte en la siguiente entrada.