Nezumi evitó su mirada y pateó la pata de la silla con la punta de su zapato.
-A veces, cuando estoy contigo, me sacas de quicio completamente. Tu cabeza llena de teorías ingenuas e idealistas, y hablas como si realmente fueras en serio con ellas.
-No me escucharías si no fuera serio al respecto.
-Es suficiente, -dijo Nezumi cortante. -Sólo cállate. -Comenzó a enderezar la silla que había pateado, y golpeó suavemente el cojín descolorido del asiento. -Un idealista teórico como tú simplemente debería sentarse aquí todo el día. Ignora el mundo exterior y reflexiona sobre esto y aquello dentro de tu cabeza, no me hables más, no me hagas enojar más.
-Nezumi- -empezó Shion.
-No quiero oírlo. Escucharte me pone enfermo; enfermo y cansado. Demonios, si hubiera sabido que eras tan parlanchín, en primer lugar nunca te habría traído aquí.
-No soy un parlanchín. De hecho no me gusta hablar mucho con la gente.
-Entonces mayor razón para que te calles.
Pero no puedo simplemente callarme. No puedo sentarme aquí, encerrarme en mi propio mundo y desligarme del mundo exterior. Tengo que hablarte, escuchar tu historia, y buscar una forma para que podamos seguir viviendo juntos.
Ya no quiero vivir así- tapándome las orejas, manteniendo la boca cerrada, cerrando los ojos. Nezumi, tú fuiste quien me hizo sentir de esta forma. Aparta las manos de tus orejas, dijiste, abre la boca y haz que tus ojos vean. Esas fueron tus palabras. Y ahora ¿Me estás diciendo que me calle? ¿Me estás diciendo que no quieres oírlo?
-¿Ahora quién es el cobarde? -murmuró en voz alta sin pensarlo. La expresión de Nezumi se endureció.
-¿Qué dijiste?
¿Esto terminará en una pelea? El pensamiento parpadeó en un rincón de su mente, entonces decidió que no le importaría si eso pasaba. Nezumi probablemente lo derribaría fácilmente al suelo. Cuatro años antes, e incluso ahora, eso no había cambiado. Shion no tenía oportunidad contra él; pero no se trataba de ganar o perder.
Quería cargar contra Nezumi con su propio cuerpo, su propia carne. No le importaba si era tirado al piso, golpeado o pinchado hasta que no pudiera respirar. Aunque fuera por un momento, quería colisionar con Nezumi como iguales.
Pero Nezumi evitó su mirada de nuevo. Se dirigió a la puerta sin siquiera mirar a Shion, pero antes de que la mano de Nezumi se cerrara sobre el picaporte, vino un sonido apagado de rascar del exterior, algo estaba arañando la puerta. Un momento después, hubo un ladrido. Nezumi y Shion se miraron el uno al otro.
-Suena como un perro.
Nezumi abrió la puerta. Un gran perro café oscuro estaba sentado en la entrada, agitando su cola. Tenía algo blanco en la boca.
-Eres de Inukashi- ¿Le sucedió algo? -Nezumi retiró el paquete del hocico del perro. Era una carta. Nezumi la leyó y las comisuras de sus labios se relajaron.
-Shion, es una petición de trabajo para ti.
Shion pasó los ojos a toda velocidad por la nota. Era casi ilegible. El papel estaba amarillento, viejo y empapado de saliva de perro, y la escritura serpenteaba por toda la nota. Pero cautivó el corazón de Shion más que cualquier carta que hubiera recibido.
-Es exactamente como lo lees. Lavas perros- los que Inukashi renta como calefacción. Son los grandes y tranquilos de pelo largo, debe haber como veinte. A veces tiene clientes que no pagan porque se quejan de que los perros apestan o tienen pulgas, así que una vez a la semana, en un día soleado, los saca para bañarlos. Y ¿Qué vas a hacer?
-Iré, por supuesto, -Shion brilló. -Me está preguntando si quiero ir a trabajar. Es mi primer trabajo. Ahora de verdad tengo un trabajo.
-¿Podrías dejar la efusividad? -dijo Nezumi con una mueca. -Hombre, realmente eres fácil de complacer, ¿No es así?
-Nezumi, ¿Debería llevar algo? ¿Crees que necesitaré jabón?
-Probablemente no necesites nada. Supongo que sólo ten cuidado con los hombres y mujeres que podrían empujarte a los callejones. Si ese perro está contigo, no creo que necesites preocuparte. Iré contigo parte del camino.
-Hablando de lo cual, algún día quiero ver el lugar donde trabajas. Y verte en el escenario.
-No tengas muchas esperanzas.
El perro ladró.
-Gracias. -le dijo Shion. -Gracias a ti, podré obtener mi primer trabajo, soy todo tuyo, llévame allí.
El perro agitó su cola mientras Shion se acuclillaba frente a él, y lo lamió bajo la barbilla.
-¿Estás lamiendo mi herida? Eres un buen chico.
-Imbécil, sólo la lamió porque huele la sangre.
-No creo. Lo hizo porque está preocupado por mi. Pero cualquiera que sea la razón, ciertamente es más lindo que tú, -dijo Shion maliciosamente.
-No me compares con un perro callejero, -dijo Nezumi hoscamente. Parecía genuinamente descontento. La forma en que sacaba el labio le trajo el flash de una imagen de su rostro cuatro años antes; de alguna forma hizo a Shion querer reír, y por alguna razón, lo hizo sentir nostálgico.
-¿Qué? -dijo Nezumi. -¿Por qué sonríes?
-Por nada, -dijo Shion dulcemente. -Sólo noté que aún tienes una parte infantil. Me hizo algo feliz.
-¿Eh?
-Olvídalo. Muy bien, entonces, -dijo enérgicamente, -Guíame. -palmeó ligeramente el lomo del perro. Levantándose del suelo, el perro subió las escaleras. Shion lo siguió y salió de la habitación subterránea.
El sol brillaba ante sus ojos. Ya veo- un día como este es perfecto para lavar perros. Ladeó la cabeza hacia el cielo e inhaló profundamente.
Parecía como si la figura de Shion hubiera sido succionada hacia la luz. Siempre que Nezumi se arrastraba fuera de su agujero oscuro, la luz apuñalaba sus ojos. No le gustaban los lugares brillantes, los lugares llenos de luz siempre se volvían fácilmente áreas de riesgo. Lo sabía bien por experiencia. No podía ser como Shion y aceptar completamente la luz, sin dudar.
Amigos y enemigos; fuera del muro y dentro del muro; amor y odio; luz y oscuridad.
Te lo dije, ¿No es cierto? No pueden coexistir. Te lo he dicho tantas veces, y aun así parece que no lo comprendes.
Se tragó un suspiro que estaba a mitad de su garganta. Un peso se le hundió de nuevo en el pecho.
Cuando Nezumi estaba a punto de cerrar la puerta, un ratón llego a restregarse contra su pie.
-Regresaste. -Lo cogió con la mano. El ratón parecía exhausto. Sus ojos color uva estaban enrojecidos.
-Has trabajado duro. Descansa. -El ratón sacudió la cabeza y escupió una capsula en la palma de Nezumi. Dentro había un pedazo de papel azul claro.
-Una respuesta, eh. -Si lo era, Shion se alegraría. Hoy parecía ser un buen día para las cartas.
Sólo por un instante, una negrura atravesó su corazón. Una cosa negra. No tenía forma- sólo era oscura. Incertidumbre, una mala premonición. Un dolor sordo punzó en su nuca.
Su habilidad para oler el peligro inminente o la calamidad era algo que tenía desde que había nacido. Gracias a esa habilidad, había sido capaz de escapar en numerosas ocasiones, a veces por un pelo. El contenido de esa cápsula cargaba un mal olor. Olía como el primer paso hacia algo que lo encaminaría a la destrucción…
Abrió la cápsula. El papel estaba redactado con lo que parecía la letra de Karan.
El dolor se volvió peor. Nezumi apretó los ojos, y se recargó pesadamente contra la puerta.
Safu- era esa chica. ¿Por qué ella- ¿No era una élite? Igual que Shion… igual que Shion… lo que significa- ¿Fue tomada en su lugar? ¿La segunda opción? Pero no sabía por qué razón. ¿Por qué necesitan un sacrificio? Shion fue catalogado como un asesino para encubrir lo que la avispa parasita hizo. Solo debían necesitar un perpetrador. Entonces ¿Por qué- ¿Por qué las autoridades querían otro sacrificio? ¿Por qué-?
Por otro lado, si esa chica es el segundo sacrificio, no fue llevada al Departamento de Seguridad. Fue conducida al Correccional. Un ratón tarda medio día para regresar de No. 6. No hay más tiempo, probablemente ya fue encerrada en el Correccional.
¿Por qué estaban eliminando tan fácilmente a una estudiante de Currículo privilegiado que ellos habían monitoreado, seleccionado cuidadosamente, y en que habían invertido considerables fondos y tiempo al criarla?
¿Por qué? ¿Por qué- ¿Qué estaba sucediendo? ¿Qué están ocultando? ¿Qué va a pasar?
Nezumi se enderezó lentamente.
No sabía. Era un misterio. Pero ahora no era momento para resolver enigmas. Tenía que tomar una importante decisión.
¿Qué hacer con esto?
Si le mostraba la nota a Shion, probablemente iría directamente al Correccional, incluso sin saber qué clase de lugar era. Iría, con la única intención de rescatar a Safu. Un simplón súper protegido y mocoso como él nunca podría ignorar la muerte de un amigo. Si pudiera prevenirlo, era razón suficiente para sumergirse de cabeza en un nido de serpientes venenosas; se dirigiría voluntariamente hacia su propia muerte.
¿O debo destruirla?
Era fácil hacerlo. Esa chica, Safu, no tenía nada que ver con Nezumi. Era una extraña. No era de su incumbencia lo que le sucediera. Podía dejar fluir las cosas, y no importaría, nada cambiaría.
Pero si Shion moría, algo dentro de él cambiaría gigantescamente. No quería ver morir a Shion; probablemente sufriría. No Shion, sino él- Nezumi- sufriría, por tener que vivir y estar ante el cuerpo de Shion. Experimentaría de nuevo el mismo sufrimiento, de ser quemado vivo en el infierno.
Tienes que estar bromeando. Ya he tenido suficiente de esto.
No quería perderlo. No quería experimentar el remordimiento de haber sido el único que vive.
¿No quiero perderlo? ¿Sufriré?
Estaba chasqueando la lengua en frustración.
Así que a eso había llegado. Se sentía como si estuviera acurrucado en el suelo.
Había rescatado a Shion de las manos del Departamento de Seguridad en pago por la deuda que tenía con él. Eso era todo. Nunca deseó verse apegado a él. Shion no era el único- él nunca había deseado apegarse o compartir su corazón con cualquier otra persona. Los sentimientos por los demás eran aún más peligrosos que la luz. No compartía una conexión con nadie; sin importar si fuera hombre o mujer, sólo había desarrollado relaciones que pudieran cortarse fácilmente.
Nunca le abras tu corazón a nadie. No creas en nadie más que en ti mismo.
Las últimas palabras de la anciana. De nuevo se volvía contra ellas.
No quiero perderlo. Sufriré.
Nezumi cuidadosamente enrolló de nuevo la nota de Karan y la metió dentro de la cápsula.
Estaba acostumbrado a la pérdida, a sufrir. ¿No es cierto? Incluso si Shion moría, tal vez no gemiría en agonía por su profunda pérdida. Incluso si lo hacía, tal vez sólo sería durante poco tiempo.
Podría usar libremente su cama y ducha; no tendría que preocuparse de hacer suficiente sopa; no sería arremetido con preguntas o conversaciones. Se vería libre de levantar la vista a mitad de un libro para poner atención a las palabras de otros, y de dar una respuesta mientras intenta contener su irritación.
Volvería a su vida normal. Eso era, simplemente debía entregar la nota, con cápsula y todo, a Shion, y luego darle la espalda.
Por capricho, Nezumi abrió de nuevo la puerta.
Ante él estaba su habitación, llena de libros y el disperso mobiliario. La cámara subterránea, rodeada de gruesos muros, era un nido que encajaba bien con una rata como él.
La habitación lucia árida y oscura, y más grande de lo normal. Su frialdad, oscuridad y espacio vacío penetró en sus huesos.
Eso es lo que significaba apegarse a alguien. Ya no sería capaz de vivir solo. Era una de las muchas trampas colocadas astutamente acechando en cada esquina de su vida. Y en ésta, había caído víctima.
¿Aún tengo oportunidad?
-Nezumi, ¿Qué pasa? -Shion lo llamó desde arriba de las escaleras, la entrada que conducía a nivel del piso. -El perro me está jalando. Apresúrate y sube. -Su figura en sombras flotaba contra el brillo del medio día.
¿Aún tengo una oportunidad? Shion, ¿Aún seré capaz de vivir sin ti? Después de un poco de sufrimiento, ¿Seré capaz de liberarme de la trampa en que te has convertido?
¿Seré capaz de separarme?
-¿Nezumi? -La voz de arriba sonaba aprehensiva.
-No es nada- Voy. -Cerró la puerta. Escuchó al perro ladrar. Había luz y el susurro de la brisa.
Nezumi de nuevo se envolvió la tela de superfibra en el cuello, y subió las escaleras paso a paso hasta el piso superior.