Me resulta dificilísimo mandar correos electrónicos a gente cuya relación con la religión no conozco deseando algo tan inocente como "feliz Navidad". Quiero hacerlo, porque siempre lo he hecho y me parece una forma bastante inofensiva y que cuesta bastante poco de poner un detalle simpático y agradable en las comunicaciones y, con un poco de suerte, transmitir buenos sentimientos a tu corresponsal, dar un toque de calor y de humanidad que no cuesta nada y que el otro seguro que aprecia. Pero no me sale.
El problema es que yo ya no creo en la Navidad. No creo que Jesús fuera el hijo de Dios ni que viniera aquí a salvar a nadie y, aunque podría darme diversas excusas y racionalizaciones (p.ej. no hay nada malo en celebrar el nacimiento de un reformador moral de la categoría de Jesús, también hago un brindis cada 20 de diciembre para recordar a
Carl Sagan, por ejemplo) me siento incomodísimo haciéndolo. Tal y como yo lo veo desear feliz Navidad, con t
odo el cariño y buena voluntad del mundo, es un vehículo de transmisión de un virus memético que fomenta: (i) el cristianismo, (ii) la persistencia del cristianismo en nuestra sociedad y (iii) su paso a la siguiente generación; algo que considero negativo. No por el cristianismo en si mismo: siempre he dicho que si vas a ser creyente por lo menos cree en algo que merezca la pena, como el cristianismo; y a ser posible en algo que merezca la mena de verdad y sea serio y coherente, como el catolicismo romano. Mi problema es con la religión en si misma, sea la que sea, y con el dualismo y el supernaturalismo.
Ya, ya sé que hoy en día nadie cree cosas como los milagros. Pero en realidad sí, una cantidad absurda de gente se los cree, lo que pasa es que los peores "son moros" o al menos están fuera de Europa y nos olvidamos de ellos, pero
en Estados Unidos un tercio de la población cree que la biblia es literalmente cierta(1), y esa gente elige a quien tiene el dedo sobre el botón. Haciendo la salvedad de los ateos y agnósticos serios(2) en occidente todo el mundo hace una excepción con Jesús. Incluso yo, que sorprendía a
rustythoughts por mi frontal oposición a la milagrería, la hacía cuando era creyente. Jesús era Dios, Dios en persona, y como era Dios era concebible que literalmente hubiera realizado algunos milagros. Yo siempre fui escéptico, de los tomasinos, respecto a todos los demás acontecimientos "mágicos"(3) que narra la Biblia, pero a Jesús le otorgaba el beneficio de la duda. Y eso lo hacía porque partía de la base, que no me cuestionaba porque no se me ocurría hacerlo, de que Jesús era Dios, lo que es en si mismo un milagro, un acto sobrenatural tan espectacular (o más) como la resurrección de Lázaro o la apertura de las aguas del Mar Rojo.
Ya, ya sé que pienso demasiado, pero es que no lo puedo evitar, soy así y hace tiempo que cerré la puerta a la posibilidad de cambiar mi forma de ser y pensar menos para ser más feliz.
Felicitar la Navidad es reconocer, implícitamente, no solo la existencia de Dios sino el nacimiento de Jesús como salvador, el advenimiento de, como poco, el Mesías y, como mucho, de Dios en si mismo, hecho carne para expiar en ella los pecados de toda la humanidad(4) y orientarnos sobre cómo y hacia dónde debemos vivir nuestras vidas dentro de Su plan. Por mucho que se hable de la comercialización y la secularización de la navidad el hecho es que no estamos hablando de una fiesta pagana, perdida en las brumas del tiempo y que ya nadie se cree como Yule o Sol Invictus o la noche de Walpurgis, cuyos ritos podemos recrear por pura tradición. No estamos hablando de hacer una queimada. Estamos hablando de una fiesta enraizada, imbricada más bien, en la religión más importante del planeta. El componente sobrenatural de la navidad está vivo y bien vivo y, aunque se manifiesta en la gente en diverso grado, el hecho es que lo hace en la inmensa mayoría de los casos.
Felicitar la navidad es, aun hoy, compartir la alegría de que ha nacido el Salvador. Cuando uno lo hace refuerza esa estructura memética que, además, asocia sentimientos de amor, felicidad y generosidad con una creencia religiosa en concreto y, a través de ella, co
n la religión en general. Oh, no tengo ningún problema, de hecho me encanta, en felicitar la navidad a alguien como Albus o como mi hermana
zylgrin , gente adulta, sensata, religiosa a sabiendas, que sabe de lo que habla y que tiene suficiente sentido de la autocrítica para que la religión no le pueda hacer daño. No es solo una muestra de respeto y amor hacia esa persona el felicitarle por un hecho tan importante para su fe, es que además yo he estado ahí y sé lo reconfortante y cálido que resulta que alguien que sabe de lo que habla comparta contigo esa alegría, el sentimiento de hermandad que genera. Pero fuera de gente como ellos no puedo felicitar la Navidad. No me gusta porque para la inmensa mayor parte de la gente la religión no es en realidad tal, no se trata de un sistema de creencias relacionados con la divinidad, se trata de un conjunto de supersticiones baratas y básicamente perniciosas que se resumen en la pregunta "¿qué tengo que hacer para sobrevivir a mi propia muerte?" y, en la abrumadora mayoría de los casos, en creerte lo primero que te dicen(5).
Y me rechina ser parte de la perpetuación de una superstición, me resisto a colaborar en que en el siglo XXI, en un pais tan rico y culto como España siga habiendo gente como
Icaro. La idea de la existencia de un Dios personal que interviene directamente en la realidad (aunque sea de forma puntualísima) me parece negativa, perniciosa y perjudicial (y además absurda, pero esa es otra cuestión). Y el cristianismo (como todos los sistemas de creencias sobrenaturales capaces de competir) es una religión que enseña que la fe, es decir, creer por creer, ciegamente, aun en contra de la evidencia, es bueno y es una virtud (¡la primera de las teologales, de hecho!). La hagiografía está llena de ejemplos de como cuanto más ciega sea la fe y más dificil sea mantenerla, mayor es el mérito de quien lo consigue. Y eso es malo, da lugar a gente que no critica, que no cuestiona, que se cree lo que le dicen sin razón alguna y esa no es forma de vivir de acuerdo a mis creencias. Creer en la virtud de la fe no tiene nada bueno.
A todo esto que he contado hay que añadir que hay gente de religiones no cristianas a las que les puede sentar mal que les felicite la navidad (así, sin pensar demasiado, a los que siguen esperando al Mesías(6)) y que a mi, personalmente, me duele cuando me felicitan la navidad porque
me recuerda una y otra vez el precio que he pagado para ser como soy y estoy seguro de que hay más como yo por ahí, que no todos somos Gloria Sweeney.
Pero, ¡carape! ¡Cómo me gustaría poder felicitar la Navidad! ¡Joder! ¡Que me importáis y os quiero y os deseo lo mejor! ¡En Navidad y durante todo el año! ¡Coño ya!
Buf, que a gusto me he quedado. Hala, tiempo de volver a mis emails...
Arthegarn______________
(1) Como diría Flanders, even those bits that contradict other bits. Si eso no es fe (en realidad es ignorancia), que baje el FSM y lo vea. ¿Sabíais que la Biblia afirma que pi es exactamente tres? (
I Reyes 7, 23)
(2) Por oposición a los ateos y agnósticos por defecto, que son casi tantos en proporción como católicos "no practicantes" entre los católicos.
(3) Nunca agradeceré lo suficiente a mi padre que me explicara la diferencia entre la magia y la religión, entre la magia y los milagros.
(4) Mi volver la espalda a la Iglesia me ha llevado, curiosamente, a la apreciación de la importancia del dogma del Sacrificio Vicario, que nunca me creí demasiado cuando era católico y que, visto desde fuera, añade todavía otra capa más de coherencia y seriedad al sistema de creencias católico. Tengo ganas de escribir sobre el sacrificio vicacrio un día de estos.
(5) Es decir, lo que te dicen tus padres o, como mucho, lo que te dicen tus abuelas. Porque claro,
Lord, I ascribe it to thy grace,
And not to chance as others do,
That I was born of Christian race,
And not a Heathen, or a Jew.
(6) Cómodamente sentados, espero...