Tengo una fijación con los chanchitos de tierra. Cuando era pequeña, como muchos otros niños, andaba levantando piedras por ahí, con la esperanza, de encontrar una colonia por ahí, y de esta forma, tomarlos con mis deditos, y emocionarme al verlos que apenas los tocaba, estos se hacían una bolita.
Los niños, podíamos estar horas buscando a ese curioso insecto, con el afán de juntarlos en un botella y admirarnos viendo, como se iba volviendo de un color negro brillante, y sino para hacerlos nuestras mascotas, al ponerlos en cajas de zapato llenas de hojas.
No puedo olvidar, y sacarlos de memoria así como así, tantas horas de diversión bajo el sol veraniego no se van así como así, me encanta ver como no soy la única persona que recuerda al ya casi extinto crustáceo (porque créanlo o no, lo es) de la fauna citadina (pues digamos que su llamativa característica atrae a los niños como un terrible predador).
De esta forma fue como hace algunas semanas atrás, me trajiste un diminuto amigo, que vivió en mi estuche por algunas horas, y que luego conoció su nuevo, permanente y verde hogar. Gracias, por traer esa mar de recuerdos.