Mar 28, 2008 00:58
Con esto, me voy corriendo a ver que hay de nuevo en la vida escolar de Shiraishi, que lo he tenido abandonado durante todo el día. Me quedan un capítulo más del Tezuka/Fuji y el final (que subiré en una macro-entrada con el final del Fuji +Pillar Pair; el Hiruma/Fuji y el Fuji/Yukimura). Mañana quiero dedicar toda la creatividad que tenga al AU!Medieval, porque me toca entrega suya. A ver si me sale algo que merezca la pena.
Por lo pronto, un poco de Tezuka/Fuji
Fandom: Prince of Tennis
Pareja: Tezu/Fuji
Universo: Quod scripsi, scripsi
Advertencias: NR-13, angst,
Tema: #23- Soñar.
Disclaimer: Los personajes pertenecen a Takeshi Konomi. Ni son míos, ni saco beneficios haciendo esto.
NOTA: Definitivamente, los personajes se me han ido horriblemente hacia el ooc, pero creo quela situación me lo exige. O quizá están IC y yo soy demasiado crítica conmigo misma. No lo sé. Juzgad vosotros mismos.
Soñar
-Cuando yo y Keiko nos conocimos.- Atobe escuchó a la voz firme y clara de Tezuka con el ceño fruncido. No entendía porque trataba de ocultarles a ellos lo mal que estaba.- éramos muy jóvenes. Pero sabíamos lo que queríamos y pronto fuimos bendecidos con el más precioso de los dones que una pareja puede tener: un hijo. Tres años después, volvimos a gozar de la dicha de un nuevo nacimiento en nuestra familia. No había nada que le importase más a Keiko que sus hijos. Nada. Se desvelaba por ellos y habría dado hasta la última gota de su sangre por sus pequeños...
Atobe dejó de escuchar. No estaba de humor para escuchar como Tezuka alababa a alguien que le había causado tantos problemas. Desde luego que no estaba, para nada, de humor como para escuchar algo así. No quería ni imaginarse como se pondría la prensa dentro de unos días, cuando el asunto de las infidelidades de Keiko Tezuka se volviese incontrolable.
Volvió a mirar al alrededor y sus ojos se detuvieron sobre la figura de Kunikata. Ese muchacho era demasiado parecido a su padre. Y tenía el mismo gusto para los hombres. Tuvo que controlar las ganas de poner los ojos en blanco. Si seguía así terminaría muy enfadado con todo y con todos por lo que estaba ocurriendo.
Sintió como una mano más delgada tomaba la suya. Después de trece años, reconocía el tacto de la piel de Ryoma sin dificultad. Bajó la mirada hacia él y sintió un estremecimiento en el corazón al darse cuenta de que no había ni rastro de la sonrisa petulante de siempre. Eso significaba que a él también lo estaba afectando demasiado todo el asunto. Hacía años que se había prometido que él sería la única persona del mundo con derecho a molestar ligeramente a Ryoma. Y bueno, cuando Ren creciese él también gozaría de ese privilegio.
Pero era una situación ajena a ellos la que enturbiaba la arrogancia en la expresión del más joven. Y a Atobe no le gustaba nada.
Volvió la vista atrás un momento para observar a la persona que más lo obligaba a fruncir el ceño. Nadie esperaba que Fuji apareciese allí. Todos los del antiguo circuito estaban murmurando rumores sobre su presencia. Ni siquiera él sabía qué significaba que viniese al funeral de la esposa de Tezuka. Como amigo, no podía dejar que se acercasen a él si no era capaz de hacerle frente a más cosas. Atobe estaba seguro de que Tezuka no tenía la fuerza para enfrentarse a Fuji. No ahora al menos.
Un apretón de Ryoma lo obligó a volver la vista a su amigo en el momento en el que guardaba el discurso en el bolsillo. Observó sin moverse como todo terminaba y la gente empezaba a desaparecer. Sanada y Ryoma fueron directos a buscar a Kei-chan, llevando con ellos a sus niños.
Yukimura intercambió con él una mirada preocupada. Los dos estaban observando como Kunikata se acercaba a su padre y le hacía una pregunta. Tezuka frunció profundamente el ceño pero asintió. Kunikata casi corrió hasta la pareja de personas que, ahora que la muchedumbre se había empezado a dispersar, seguían en el mismo lugar de antes; alejados del resto de presentes en el acto.
Cuando Nika se enterró en los brazos de Fuji, tanto Atobe como Yukimura pudieron ver como el niño lloraba.
-¿Crees que deberíamos ir allí?- le preguntó a Yukimura totalmente perdido. Se reprimió casi al instante. No le gustaba estar perdido. Iba a maldecir la situación hasta que se quedase sin insultos. Teniendo en cuenta que hablaba cinco idiomas con fluidez, iba a llevarle un buen rato.
-Sí, creo que debemos ir.
Sin más diálogo entre ellos, Yukimura y Atobe echaron a caminar hacia dónde Nika estaba en los brazos de un Fuji todavía sonriente. El sobrino del prodigio apoyaba la cabeza contra el otro niño como si quisiese que compartiesen el dolor.
-Bien hecho campeón.- escucharon murmurar a Fuji.- Ahora estás con nosotros.
En cierto sentido, a Atobe le dolía ver al primogénito de Tezuka confiando en Fuji. Al menos, le quedaba el consuelo de que el prodigio había perdido parte de su lado sádico. Si Tezuka hubiese visto al novio de Fuji junto a él no sabía como habría reaccionado. Aunque, por supuesto, se suponía que no tenía que reaccionar de ninguna forma. Ryoma nunca había creído que Tezuka quisiese romper de verdad con Fuji cuando lo hicieron. Más de una vez le había comentado que si Fuji se hubiese quedado, tarde o temprano “Buchou” volvería al chico de cabello castaño.
Pasaron unos minutos antes de que el fotógrafo le concediese importancia a la presencia de los otros dos adultos junto a ellos. Colocando suavemente a Kunikata en los brazos de Yuusuke, se enderezó, alzándose en una postura arrogante que Atobe sabía que habría sido peor si abriese los ojos.
-Atobe, Yukimura.- musitó en voz baja.- ¿A qué debo el placer de vuestra presencia?
-Estamos cuidando de Kunikata.- replicó Atobe, quizá con un poco más de agresividad de la debida. No podía evitar el pensamiento de que Fuji sólo estaba ahí para hundir más a Tezuka. No era normal que le ocurriese todo eso junto al escritor. No era nada normal. Si tenía que elegir a alguien como jinete del Apocalipsis, nadie mejor que el hombre frente a él.
-¿Tanto miedo sigo provocando?- preguntó con una sonrisa similar a las de Oshitari y abriendo un poco los ojos. Lo justo para que Yukimura y Atobe viesen el peligro.
-Fuji, no elijas ese camino.- advirtió con una sonrisa dulce Yukimura.- Esta vez, Tezuka tiene más gente a su lado.
Durante un segundo, los ojos azules reflejaron una mirada fría y dura que se clavó en la retina de Atobe con más intensidad de la que desearía.
-Tezuka siempre ha tenido a todo el mundo de su lado.- ojos cerrados y sonrisa tranquila mientras hablaba. A veces, uno no podía evitar preguntarse si era humano.- Atrae a la gente, ¿ne Ryoma-kun?
Atobe y Yukimura se giraron para ver llegar a Ryoma. Sanada se había quedado con los niños y les enviaba miradas de reojo de vez en cuando que decían claramente que desearía poder estar con ellos, enterándose de lo que ocurría. Pero claro, no podía dejar a los niños al alcance de Niou sin quedarse para controlar al Ilusionista.
-Buchou siempre será Buchou.- comentó crípticamente el hombre de enormes ojos dorados, mirando a Fuji como si pudiese traspasarlo. La sonrisa del prodigio no se movió ni un milímetro.
-Cierto.
-Fuji.- exclamó Atobe cansado de los rodeos que estaban dando.- No sabemos que haces aquí. Y que sepas que no me gusta que Nika se lleve bien contigo, porque está claro que todos aquellos que se llevan bien contigo terminan abandonados.- una vez más, los ojos azules se clavaron en los de Keigo.- Déjanos tranquilos y no causes más problemas de los que ya hay.
-Keigo.- lo reprimió Ryoma con una mueca de enfado y un chasqueo de lengua. Yukimura también lo miraba con reproche que no entendió hasta que se dio cuenta de que Kunikata y Yuusuke tenían toda su atención en él y lo observaban con una intensidad que jamás habría creído posible en dos niños de nueve años.- Fuji-sempai, no hagas caso de lo que Monkey King acaba de decir.
-No te preocupes, Echizen-kun.- de nuevo, esa expresión calmada que helaba la sangre en las venas de Atobe.- No necesito que ese tipo de advertencias sean pronunciadas. Ya sé que están ahí.
Un silencio incómodo se extendió entre los adultos. Yukimura observaba la situación sin cambiar la dulzura de su rostro, aunque por dentro estaba muy lejos de sentirla. Sus pensamientos coincidían bastante con los de Atobe. Pero Ryoma parecía saber algo que ellos no y a ninguno de los dos les gustaba que les ocultasen cosas.
-Nika...- la voz de Tezuka fue lo que rompió la atmósfera cargada. Se había acercado a ellos en silencio y ahora estaba frente a su hijo.- Nos vamos a casa.
-Papá...- pidió el niño con un puchero.- ¿puedo irme con Yuu? ¿Por favor?
-Los Nakajima seguramente estarán ocupados.
-No es una molestia.- terció Fuji sin abrir los ojos y evitando mirar a Tezuka.- Yuu-chan se va a venir a dormir a mi casa. Estaría encantado de cuidar de Nika un par de días. Vosotros seguramente vais a estar ocupados.
-Agradezco tu oferta.- y ahí estaba el tono inflexible de capitán.- pero no es necesario.
Tezuka tampoco miraba a Fuji, y Atobe frunció el ceño un poco más. Si se paraba a pensar en todo y sumaba dos y dos... no le gustaba el resultado al que llegaba. Por la forma de tensarse la comisura del labio de Yukimura, era evidente que el ex capitán de Rikkai también tenía sus sospechas. Ryoma no perdía detalle de las reacciones corporales de ambos.
-Tengo la impresión de que vas a estar ocupado con la prensa.- atacó el de cabello castaño. Kunimitsu se tensó un poco más.- Y Kunikata se aburre en casa de Atobe. No me esperaba que fueses a imponer tu bienestar al de tu hijo.
El último comentario sí provocó un cruce de miradas. Estaba claro que Fuji no iba a ceder en su petición. Por mucho que Tezuka pareciese repentinamente enfadado por el comentario. El hombre de gafas fue el primero en rendirse.
-Está bien. Nika, puedes irte con ellos.- se agachó frente a su hijo dándole un beso en la frente. De pronto parecía diez años mayor y cien veces más cansado.- Pórtate bien.
-Yo me encargaré de cuidarlo.
De nuevo, la voz era suave y dulce.
-Gracias Fuji.
Los cuatro adultos no dijeron palabra mientras los dos niños y el otro hombre se dirigían al aparcamiento.
-En cuanto lleguemos a casa, Tezuka, vas a explicarme de que iba todo eso.
El aludido no se molestó en contestar a lo dicho por Atobe. Se dio la vuelta y regresó en busca de su familia. Su abuelo y su padre estaban cansados y tenía que obligarlos a descansar.
-A veces me pregunto como puedes estar tan ciego, Keigo.
Con ese comentario, Ryoma regresó a dónde estaba Sanada. Yukimura lo escuchó musitar un “mada mada da ne” que sabía que había escondido de los oídos de su marido. Esbozó una sonrisa perversa. Atobe Keigo seguía odiando el “mada mada da ne” de Echizen Ryoma.
***
Lo primero que hizo Syuusuke al llegar a casa con los niños fue conducirlos a la única habitación del pequeño apartamento y ayudarlos a ponerse el pijama para que durmiesen un rato. Sabía que los dos estaban muy cansados del día y que necesitaban dormir lo máximo posible.
-Tío Syuusuke...- Fuji miró a su sobrino que intercambiaba una mirada sombría con Kunikata.- ¿Por qué los tíos de Nika no te quieren?
Tuvo que refrenarse para contener una sonrisa medio amarga medio enternecida. Era bonito saber que los niños se preocupaban por él y lo querían lo suficiente como para parecer preocupados por las relaciones de Fuji con el resto de los adultos. Al mismo tiempo, al pensar en la actitud de Atobe y de Yukimura, por no mencionar la de todos los demás presentes (no podía evitar que le doliese que ni siquiera Eiji y Oishi hubiesen ido a saludarlo, por mucho que fuese cierto lo que le había comentado a Yukimura de la falsedad del posible reencuentro) sentía la bilis quemando su lengua. Pero él había elegido ser considerado el malo tiempo atrás. Realmente no le importaba.
-No es nada malo, chicos.- lo enterneció la mirada de Nika fija en él, como si le estuviese diciendo que no mintiese en su presencia. En sus entrañas, algo se revolvió. Ese niño se parecía demasiado a su padre.- Hace mucho tiempo yo conocía a Atobe y a Echizen, pero como no nos vemos nada desde que somos mayores, pues tenemos que volver a hacernos amigos.
-¿Vas a hacerte amigo de papá también?
No podía mentirle al niño. No podía. Pero la inocente pregunta había sido como una bofetada a los recuerdos de la noche en la que la madre del niño había muerto.
-Buchou siempre será buchou.
Sabía que esa frase era de Echizen, pero esperaba que su sonrisa fuese lo suficientemente convincente como para tranquilizar a los dos niños. Los ojos de Yuu-chan le dijeron que no lo había engañado, pero al ver que Nika dejaba de insistir cerró los ojos y sonrió para su tío.
-¿Nos lees un cuento?- preguntó agarrando a su amigo de la mano y conduciéndolo a la cama. Que peligro tendría su sobrino cuando fuese un poco más mayor.
-Claro.
En la estantería llena de libros de su dormitorio, sacó su ejemplar de El Principito en japonés. No era plan leerles a los niños en francés. Al menos, no todavía. Yuu-chan lo entendía bien, pero Nika no, y el que era importante esa noche era el hijo de Tezuka.
Los subió a la cama y los arropó con delicadeza, posando un suave beso en la frente de cada uno. Al instante, los brazos de Nika se abrieron para que el niño más pequeño se acurrucase en ellos y le devolviese el abrazo. No podía evitar pensar que eran adorables así, pero en unos cuantos años tendría que controlar todo ese contacto físico.
Veinte minutos después, salía de la habitación dejándolos profundamente dormidos. Lo primero que hizo fue acercarse a su teléfono y revisar los mensajes.
‘Fuji, me ha sorprendido verte en el funeral. Te dejo mi número para que me llames. Pásate por Chiba a verme si no estás muy ocupado’.
Al volver a escuchar la voz de Saeki se había dado cuenta de lo mucho que lo había echado de menos.
‘Fuji-san, nos gustaría proponerle un trabajo para publicitar nuestra firma. Por favor, contacte con su secretaria lo antes posible’.
‘¡Fujiko nyah! ¿Por qué no me has dicho que habías vuelto? ¿Ese era tu niño? Llámame y mañana vamos a tomar algo a dónde Taka-san. Tenemos ganas de verte’.
Ignorando lo chocante que le parecía que alguien de treinta años casi dijese todavía “nyah” Fuji se sintió mucho mejor. Al parecer, Eiji y Taka-san estaban dispuestos a dar el primer paso para que retomasen lo que él había roto egoístamente. Cuando sintió ganas de llorar, se dijo a sí mismo que estaba demasiado sensible y que necesitaba cambiar el ánimo un poco. Se fue a la cocina y revolvió en la nevera en busca de ingredientes para preparar una cena en condiciones para los niños.
No iba a darle vueltas a la herida que se había vuelto a abrir en su pecho. Esa vez iba a hacer las cosas bien. Hacer las cosas bien significaba que tenía que empezar por conseguir que Kunikata durmiese sin soñar toda la noche y darle bien de comer y convertirlo en su prioridad.
***
Tezuka no había tenido fuerzas para negarse a la orden de Atobe de ir a cenar con ellos. Además, Kei-chan estaba allí y quería asegurarse de que su pequeño estaba todo lo bien que cabría esperarse en una situación de este tipo. Por eso, ahora que los niños ya estaban dormidos, se encontraba sentado en uno de los salones de la mansión con un vaso de whisky en la mano y la mirada fija de sus mejores amigos sobre él.
-No deberías haber dejado que Nika se fuese con Fuji.- comentó Sanada con los labios fruncidos, justo antes de dar un sorbo a su propio vaso.
-Si yo fuese tú, le habría pedido amablemente que saliese de allí con la misma velocidad que salió de tu vida hace años.
-Ese tipo nunca tuvo vergüenza alguna.- terminó Atobe con un gesto grandioso que apoyaba las palabras de Yukimura y Sanada.
Tezuka sentía como se enfadaba cada vez que alguien hablaba así de Fuji. Toda la culpa había sido suya. Tanto antes como ahora. Sin embargo, no iba a replicarles para sacarlos de su error. Demasiado tarde para que tuviese alguna importancia.
-Deberíamos ir a buscar a Kunikata y apartarlo de Yuusuke para siempre. Ese crío será igual que su tío.
-¡NO!- lo sorprendió su propio grito. Lo sorprendieron las miradas de los otros tres, los ojos abiertos de par en par y completamente congelados.
-Buchou... háblales ya de Fuji-sempai antes de que sigan diciendo tonterías para provocarte y que les cuentes la verdad por las malas.
Echizen era el único que estaba tranquilo. Era el único que no había dicho nada en contra de Fuji y, aunque su sonrisa arrogante había desaparecido, ese brillo tan peculiar de sus ojos seguía ahí.
Tezuka suspiró. Bebió un sorbo del líquido dorado. Volvió a suspirar. Al ver que no iba a encontrar las palabras, Ryoma perdió la paciencia y chasqueó la lengua.
-Ya que todos sois una panda de ciegos.- empezó con una mueca de fastidio hacia su capitán.- os explicaré yo lo que ya deberíais saber.- tomó aire y miró a la nada, recostándose contra el cuerpo de su marido.- Fuji-sempai siempre ha sabido prever las reacciones de los demás mejor que nadie. Sabía que en cuanto Buchou rompió con él, llegaría el punto en el que la mayoría de nuestros amigos se sentirían obligados (aunque nadie los obligase realmente) a elegir un bando. La gente siempre elige un bando después de las rupturas. Fuji-sempai simplemente evitó que hubiese que hacer esa elección. Desapareció para hacerlo todo más fácil para Tezuka.- miró intensamente a su antiguo capitán.- En mi opinión creyó de verdad que ya no estabas interesado en él. Sorprendente como puede estar tan ciego para todo aquello que se refiera a tu relación con él.
El silencio reinó entre los cuatro hombres durante el tiempo que la información era asimilada por todos ellos. Yukimura, el más rápido, fue el siguiente en hablar.
-Sólo quiero saber una cosa Tezuka. ¿Por qué lo dejaste? A Fuji.
Tezuka tragó saliva. Si lo decía en voz alta; su dolor, su culpa y el peso de sus errores iban a ser mayores. Una voz en su cabeza no cesaba de repetir que se lo merecía.
-Acababan de decirme que mi madre se moría y ella siempre había querido nietos. Fuji no podía dármelos.
Eso era nuevo hasta para Ryoma e incluso Sanada demostraba en su expresión lo inesperado de la verdad que había estado oculta durante tanto tiempo.
-¿Dejaste al amor de tu vida para casarte con una mujer que te diese hijos?- inquirió en un hilo de voz Yukimura. El hombre del cabello azul acababa de sentirse afortunado porque a Sanada nunca se le hubiese ocurrido nada semejante.- Y consentiste que esa mujer te fuese infiel porque en realidad no te importaba. Y, aún así, sufriste por Fuji. Hiciste que Fuji sufriese y que todos pensásemos que él había sido el malo. Bien por ti, Tezuka.- espetó Yukimura más enfadado de lo que debería. Sanada puso una mano sobre su hombro para tranquilizarlo.- Siempre te he considerado inteligente. Emocionalmente eres un desastre. Y, seguramente, has dejado con toda intención que Fuji creyese que estabas enamorado de Keiko.
-Mada mada da ne, Buchou.- musitó Ryoma interrumpiendo a Yukimura y poniendo los ojos en blanco ante su ex capitán.
-Tezuka...
El suspiró de Atobe y la mirada de Sanada eran indulgentes, casi tanto como la voz de Ryoma. Yukimura los observó a todos durante unos segundos conforme las chispas iban brotando con mayor intensidad de su mirada.
-¡No puedo creerme que estéis siendo indulgentes con él! ¡De verdad que no!- adquirió su tono implacable antes de volver a dirigirse a Tezuka, armándose de una de sus sonrisas.- Por tu bien, aclara todo este asunto y vuelve con la persona con la que tienes que estar antes de que me canse de esperar y decida arreglar las cosas a mi manera Tezuka.
Salió de la sala enfadado y seguido por un Sanada que había comenzado a suspirar. Él era quien iba a tener que soportar el mal humor de Seiichi. Ryoma fue el siguiente en desaparecer. Atobe se quedó un rato más con Tezuka, los dos bebiendo en silencio y atentos a cómo el líquido ambarino iba desapareciendo de sus vasos.
-Supongo que ya te sientes culpable sin necesidad de la intervención de nadie más. Y ahora estoy seguro de que el otro día, cuando desapareciste detrás de Fuji, os dedicasteis a rememorar asuntos pendientes.- el hombre de cabello gris suspiró cansado.- Tezuka... te apreciamos. Todo esto va a ser difícil y la prensa no va a dejarte en paz. Sabes que haremos lo indecible por ayudarte, pero una vez los niños (tu prioridad en este momento) superen todo lo máximo que perder a una madre puede superarse; siéntate y piensa que le debes a Fuji, como mínimo, una explicación. Por lo menos, no lo dejes volver a marcharse.
Sin más, Atobe abandonó el salón dejando solo a Tezuka con sus pensamientos. Quería ahogarse en el vaso. Quizá así la culpabilidad aflojase un poco la presa sobre él. Se puso en pie y agarró la botella de licor. Iba a necesitarla si quería dormir. Estaba seguro de que a ese paso terminaría acostumbrado a las pesadillas en las que Keiko le echaba la culpa de su muerte, sus hijos lo acusaban de todo y Syusuke lo abandonaba una y otra vez.
Ser capaz de no soñar, aunque fuese por una noche, le parecía una bendición que no estaba seguro de merecer.
Muchas gracias por leer ^_^
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tezuka/fuji