Podríamos entrar a hilar fino y entonces, quizás, tal vez encontraría la palabra justa de mi desventura, la justa explicación a por qué tanta mierda condensada en términos agresores, invasores, alienígenas, rupturistas matando la tradición de la pazy amor.
Infancias rotas, juventud en éxtasis, madurez precaria.
Tanta, pero tanta desidia. Palabras sicodélicas para describir algo más que pasión y un poco de insatisfacción basal de tantos, pero tantos intentos por ser...ser.
Quizás problemas en el subconsciente, el consciente y el sobreconsciente. Mañanas de modernidad líquida, licuando el paraíso que debía abrirse en algun punto del camino, pero camino, Camina Camila. Y Camilita que el tiempo ha borrado, dejas tus hojas en blanco y persigue lepidópteras como si las alas las vendieran en el persa de Los Morros. Como si arrastrarse fuera una forma digna de movilizarse y yo fuera el estandarte de una generación altamente estudiada por la gente que toma malas desiciones. Y en tanto nos dure la marcha habrá que pasar por casa.
Cómo es que la vida es corta y larga al mismo tiempo, cómo es que la muerte te libera y te condena. Y en esa dualidad perversa se jacta el tiempo de haberme ganado de antemano, brazo y pierna. La incoherencia está de moda y escribir poesía también. Eureka, la media debe ser alcanzar la mitad de la meta, las frustraciones las cambio por un pesimismo más pesimista, menos esperanzado en llegar al punto central.Conmovida, gentil, maravillada, pretendo quitarme las palabras de la boca y vomitarlas con prestancia, de arcadas profundas, que lleguen a remecer la tierra y llene de una sustancia blanca mis pies. No sé bien para qué, quizás para purificar mis entrañas, quizás para asquear al que pase distraído, abstraerlo y invitarlo a la vorágine eterna de mi torcida comparecencia ante la soledad.
Cambia, todo cambia, minutero infeliz que te burlas de la paciencia infantil que pongo en la espera. Sólo entonces, quizás tal vez podríamos volver a empezar.
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