Debido a una reciente experiencia livejournalera, me ha venido a la cabeza el famoso dicho de "muéstrale a un tonto la luna, y se quedará mirando el dedo". Cada vez me parece más brillante: muestra a las claras cómo tanta gente, cuando le dices algo, o mata al mensajero, o se queda enredada en un aspecto anecdótico de la cuestión mientra pasa por alto lo principal. Después, por asociación, pensé en el proverbio "El número de los tontos es infinito", que también casaba con la citada experiencia, y cuyo complemento ideal es la cita de Swift que encabeza la famosa novela de John Kennedy Toole La conjura de los necios sobre el hecho de que éstos tienden a aliarse. Infinitos y unidos, pues; o, en versión castiza, "Dios los cría..."
El caso es que, pensando en lo del número de los tontos, que suele decirse en latín, "stultorum infinitum est numeros", recordé que se trataba de una cita del
Eclesiastés; por curiosidad, quise saber el capítulo y el versículo exactos y probé en Google.
Lo primero que me salió fue 1, 15. Miro en mi Biblia (es la de
La Casa de la Biblia), pero en ese lugar dice otra cosa. Comoquiera que yo también engroso el número de los tontos (faltaría más), en lugar de seguir trabajando, que es lo que tenía que hacer, me ha dado por releer el
Eclesiastés, libro breve amén de muy recomendable: escrito por un tal Quohélet, es una de las obras más desencantadas, misantrópicas (en especial misóginas, véase 7, 28) y bordes a la par que hermosas y poéticas que se han escrito en Occidente (creo que a
_ariom_le gustaría mucho :P): un verdadero catálogo de aforismos de hiel a veces con un matiz curioso de humor negro, donde prima la idea de que todo es vanidad inútil puesto que vamos a morir. No en vano es de los libros más citados del mundo; de ahí han salido frases como "todo es vanidad" (1, 2) (¡no podía ser de otra manera!), "no hay nada nuevo bajo el sol" (1, 9), o "mientras hay vida, hay esperanza" (9, 4). El caso es que lo he releído entero -repito que es muy breve-, pero no he encontrado la frase de los tontos. Entonces, como hace poco que había releído los primeros capítulos de la segunda parte del Quijote, pensando, ay, releerla entera (iluso de mí), he recordado de repente que, en el Capítulo III, el bachiller Sansón Carrasco dice esta frase, en latín además. Me voy al Quijote (Madrid: Alfaguara, 2004). Francisco Rico (p. 574) pone una nota al pie donde la traduce y da la misma referencia que ya había encontrado: capítulo 1, versículo 15. Rico tendrá toda la mala idea que se quiera, pero no se equivoca nunca. ¿Dónde está el fallo? Por fin, la revelación: si el Bachiller la cita en latín, no será que está en la
Vulgata. Me voy a mirar en mi edición de la
B.A.C. de 1992 de viejo que me regaló mi padre (qué cosa tan estupenda tener libros, aunque sea para cuestiones ociosas como ésta) y, en efecto: ahí está en el uno quince: Stultorum infinitum est numeros.
Teniendo en cuenta que las ediciones modernas de la Biblia son traducciones directas realizadas con todo el máximo rigor filológico y
ecdótico, esto casi seguro quiere decir que, o bien San Jerónimo metió una morcilla propia en el texto, o que trabajó con materiales corruptos. Vaya usted a saber. Probablemente la anécdota erudita de esta sobra o falta sea conocida y yo la ignore. Pero ya está bien de perder el tiempo; si alguien sabe algo, que lo diga. Con todo, el paseo erudito me ha divertido una barbaridad y por eso quería compatirlo.
Bueno, para terminar con lo que empecé, los tontos. El tipo de tales al que yo me refiero, protagonistas de mi experiencia, está brillantemente definido por Jacopo Belbo, uno de los personajes de El péndulo de Foucault de Umberto Eco. Él los llama estúpidos.
-El estúpido [a diferencia del imbécil, descrito antes] no se equivoca de comportamiento. Se equivoca de rezonamiento. Es el que dice que todos los perros son animales domésticos y todos los perros ladran, pero que también los gatos son animales domésticos y por tanto ladran. O que todos los atenienses son mortales, todos los habitantes del Pireo son mortales, de modo que todos los habitantes del Pireo son atenienses.
-Y lo son.
-Sí, pero de pura casualidad. El estúpido incluso puede decir algo correcto, pero por las razones equivocadas. [...] Ya estamos en el umbral en el que sospechamos que algo no funciona, pero es necesario un esfuerzo para demostrar qué es lo que no cuadra y por qué. El estúpido es muy insidioso. [...] El estúpido razona como uno, sólo que con una desviación infinitesimal. Es un maestro del paralogismo. (Barcelona: Círculo de lectores, 1990, pp. 63-64).