Fuga sobre un tema de Aida

Dec 14, 2006 14:04



En el Teatro Alla Scala de Milán se está representando en estos días una espectacular Aida, dirigida por Riccardo Chailly y con puesta escena del director de cine Franco Zeffirelli. Zeffirelli siempre se ha caracterizado, en sus incursiones operísticas, por realizar puestas en escena absolutamente convencionales, respetando siempre tanto el lugar y época en que se desarrolla la acción como las indicaciones del libreto, en contra de la tendencia actual (extensible a todo tipo de teatro) de hacer montajes "de vanguardia", minimalistas, expresionistas, trasladando una acción histórica al presente, etc. Sin duda Zeffirelli no aporta nada a las obras con sus montajes, pero una cosa está clara: a golpe de talonario y no escatimar, te deja con la boca abierta de pura espectacularidad. Por un momento, más que una ópera pareces estar viendo una película tipo superproducción de Hollywood. Ahí quedarán sus montajes para el Metropolitan de Nueva York, por ejemplo. Nunca olvidaré la impresión que me causó el que hizo para Tosca, y que conservo en VHS: Tosca, como ópera verista, sucede en diversos lugares reales de Roma. Pues bien: Zeffirelli los reconstruyó en escena tal cual (cualquiera que los haya visto puede dar fe): tanto el interior de la Iglesia de Sant'Andrea del Valle, como el Palazzo Farnese o la azotea del Castello de Sant'Angelo, presidida por el imponente ángel y su espada... Todavía recuerdo la escena final del Primer acto, el Te Deum, cuando en el clímax el coro comienza a cantar la acción de gracias y tañen las campanas: para mi sorpresa, entró una verdadera procesión de sacerdotes y monaguillos, y un obispo con una custodia, entre incienso y velas...; al final se quedan todos quietos en una composición perfecta que podría evocar un cuadro de David.



Escena correspondiente al último acto de Aida, donde Aida y Radamés son condenados a morir emparedados, en el montaje de la Scala.

Algunos han querido ver en este montaje convencional-superlujo, que sólo Zeffirelli podía llevar a cabo, una suerte de reivindicación nacional por parte de Italia para el resto del mundo, tras los últimos escándalos políticos y deportivos. No sé si será hilar muy fino. El caso es que esta Aida se ha convertido en un fenómeno social en Italia. A su estreno, aparte del primer ministro Prodi, han acudido la canciller alemana, Angela Merkel, algunos jeques árabes, Gadafi y, en otro orden de cosas, Donatella Versace acompañada de Rupert Everett, entre otros especímenes del famoseo.

Pues bien, en un montaje así ha sucedido lo impensable; ese tipo de imprevistos propios de una representación que imaginas han debido de suceder alguna vez pero nunca tienes constancia. El papel de Radamés lo cantaba Roberto Alagna, uno de los tenores más prestigiosos del momento, a la sazón marido de la soprano y diva rumana Angela Gheorghiu. Se ve que no debió de interpretar muy bien la célebre aria Celeste Aida; se trata de un aria muy puñetera: es muy difícil (hay que dar un Si bemol 3 y para colmo se canta al poquísimo de entrar en escena, en frío;  en taurino, algo así como recibir a Porta Gayola). Tímidos aplausos al terminarla. Entonces, a algún ingenuo o pariente se le ocurre dar un "bravo" y comienzan los abucheos desde el Paraíso (lugar más alto del teatro donde se sientan los pobres pero entendidos). Alagna se cabrea ¡y se larga! A esto ya había entrado Amneris, enamorada en secreto de Radamés (y no correspondida, porque naturalmente éste quiere a Aida), que se disponía a intercambiar unas palabras cantadas con él, y se encuentra hablando sola, porque a todo esto la música no ha parado. Al poco, encuentra a quién cantarle: la organización ha decidido, según el tópico, que "el espectáculo debe continuar" y han lanzado a escena, literalmente, a un tenor del coro del segundo cuadro que se sabe la ópera: así, en frío, sin preparación ninguna. Como no ha dado tiempo a nada, el nuevo Radamés sale en vaqueros y camiseta negra. Amneris lo acoge en sus brazos con alivio evidente: ved el vídeo; merece la pena:



Vas a la ópera buscando un montaje tranquilizador de Zeffirelli y te encuentras a Radamés en vaqueros (en el segundo cuadro, ya se pudo cambiar). Al final le aplaudieron efusivamente durante nueve minutos. Me parecen pocos. Hay que tenerlos bien puestos. Él dijo que un profesional está para eso.

P.S.1: A mí no me parece bien que abucheen a ningún cantante, pero no me parece mal que el público muestre sus discrepancias de modo más educado en en un concierto u ópera. Nos  hemos acostumbrado al aplauso indiscriminado, muchas veces por falta de criterio. En Italia, la ópera ún tiene ese sabor popular del fútbol o los toros, donde se supone que todo el mundo entiende, y la conciencia de que uno ha pagado la entrada y de que los artistas ganan mucho dinero por hacerlo bien. Y eso tiene su encanto.

P.S.2: Mucha gente asocia Aida con la marcha triunfal y creen que es una ópera populachera y de chunda chunda. Sin embargo, es una obra maestra. Los dos últimos actos son imprescindibles en la Historia de la Música. En el tercero, Verdi prefigura el impresionismo con una música nocturna que encandiló al mismísimo Mahler...

(Las fotografías del montaje están sacadas de la página de la Scala)

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