•HISTORIA ORIGINAL
•Genero: Boys Love, Sci-fi, ¿terror?, algo de humor.
•Advertencias: Supongo que hay muerte de personaje, "violación", algo de violencia. Triángulo amoroso, lol. ¿Hay lemon? Nah, creo que ni siquiera es lime, pero por las dud XDU
•Palabras: 4.969.
•Beta:
ter_killer •Nota1: Gracias por haberlo elegido como el ganador de II Concurso de Relatos Cortos Hilandera ^^ y gracias por el banner adsaddgsdffdg *-* ♥♥♥ y juro que no sé como hizo Makino Tsukushi, porque no lo dice en ningún lado (porque no vi oportunidad y no creí que fuera realmente necesario describir al pj porque es un POV xD), pero sí, Santiago es rubio º_ºU *se siente observada*
•Nota2: Si quieren decargarlo en versión e-book (pdf)
[click acá]•Nota3: Está escrito en una especie de argento x castellano neutro (sí, el argento topea (???)), aunque claro que lo primero sólo en los diálogos se ve más notorio :3
•Nota4: ASDASDASDASDADSADSASD ♥ *muere*
-¡Algún día será un libro o la dominación mundial, lobita! -exclamó Aka mientras huía dramaqueenmente al sólo poder pensar puras weas cursis para dedicárselo a su beta.
Sueño Lúcido
-¿Onironauta? ¿¿Con qué mierda se come eso?? -me preguntó Jimena frunciendo su expresión de forma cómica.
Reí ante su gesto confundido y por su forma de expresarse.
Ella era una amiga del trabajo con la que desde el primer día nos llevamos bien. Siempre muy animada, nunca pesimista, muy inteligente y con el broche de oro de tener una boca de cloaca. Realmente hacemos mucho contraste, puesto que yo suelo ser un tipo bastante educado, tranquilo y servicial.
-Bueno, vos me preguntaste qué es lo que me hace especial. Significa que puedo controlar mis sueños a gusto y antojo.
-No sabía que se podía hacer eso. Igual, orinonauta o como sea, me suena más a que te meás en la cama. -replicó ella al instante poniendo una sonrisa un tanto perversa-. ¿De dónde sacás esos nombres?
-Internet. -respondí con un leve rin tintín.
-Seeeh, y quién sabe que más sacarás de ahí. -dijo con un tono muy sugerente por el cuál no tardé en embozar una sonrisa de complicidad.
Sí, ella me coquetea y yo le sigo el juego, porque sé que sólo es un juego. Y no es porque las mujeres no me gusten, sino porque sé diferenciar cuándo una mujer, u hombre, me desea realmente.
Ese día, mientras hablábamos en nuestro descanso (en el café a dos cuadras de la sucursal de finanzas dónde trabajábamos) recuerdo que, como siempre, el gerente nos miraba desde el otro rincón del local.
Para nosotros nunca fue raro que viniese a tomar un refrigerio a ese sitio, muchos de nuestros compañeros hacían lo mismo. Sí lo era que tanto en horas de trabajo como libres, aquel tipo de aspecto escuálido, no nos quitara el ojo de encima.
Al principio, pensé que estaría celoso de mí. Jimena es una mina de buen ver y no duda en mostrar sus dotes con ropa escotada. Sin embargo, según ella, pese a que “más de una vez lo he cachado mirándome las tetas” cree que no es exactamente su delantera en la que está interesada, sino en mis bajos. “O a lo sumo nos querrá comer a los dos.” Recuerdo que una vez dijo.
-¿Y ya conseguiste alquiler? -me preguntó unos momentos después, haciendo que la conversación se volviera un poco más normal; pero sólo un poco.
-Estuve harto rato navegando y encontré algunos, pero no sé. Los precios… claro que es de pelotudos pensar que se puede conseguir casa cerca del centro y a un precio barato…
-Mi novio el otro día me comentó de un lugar en San Telmo. -comenzó mientras buscaba algo en su cartera-. Unos primos de él piensan mudarse cerca de nosotros y encontraron que alquilaban una casa a un precio regalado. Pero cómo sus hijos empezaron a hacer un escándalo de que no querían vivir ahí… -suspiró antes de darme un papel con la dirección, el teléfono y nombre del propietario y el monto que pedían por mes.
-¡Gracias, jermu! -exclamé antes de levantarme de mi silla para darle un beso en la mejilla-. Apenas termine hoy, voy a ver qué onda.
Ah. Y sí, sí que fui.
…
Una hora antes de terminar de laburar llamé a la señora Salentein, la dueña de la casa y ella encantada estuvo de mostrarme ese mismo día el lugar.
Fue una sorpresa saber que era una casa de esas antiguas de la época colonial. Recuerdo haber entrado y encontrarme con un pasillo oscuro y aterrador. Ya apenas la vi por fuera me había entrado un pequeño escalofrío.
Con una sala muy espaciosa a la derecha del pasillo, una cocina chica (pero con depósito) a la izquierda, y tres habitaciones al final…
Sinceramente las casas viejas no me gustan para nada, pero era espaciosa y quedaba bastante más cerca de mi trabajo en comparación a la casa que estaba alquilando en Caballito.
¡¿Además costaba 900 mangos por mes?! Para mis adentros pensé que la viejita me estaba jodiendo o que le faltaban varios tornillos, pero ya cuando me explico que el precio se debía a que había severos problemas de humedad, tanto que una de las habitaciones y el depósito de la cocina no estaban en condiciones de uso, todo tuvo un poco más de sentido.
Pasada una semana, ya me estaba instalando en mi nueva morada.
En la de Caballito me quedaban escasos días de contrato y el pendejo del dueño no quiso renovármelo al mismo precio. Ahhh, Argentina, país generoso. ¡Ah! Si bien no me recibí de Contador Público sin haber aprendido nada, así que entiendo re bien el por qué estamos cómo estamos.
-Ya son las once pasadas. -noté al ver la hora en mi celular.
Di un vistazo general a la sala; allí estaban todas mis cajas. Aunque nunca he tenido muchas pertenecías, salvo por mi colección de comics, tuve que pedir auxilio para trasladar mis escasos muebles y electrodomésticos.
Por suerte Marcos y Brian, mis amigos de toda la vida, me ayudaron con la mudanza a cambio de tener luego una noche de asado, chupi y putas.
Ya después cuando supieron que no tenía patio para parrilla, el asado se convirtió en pizza y las putas, según Brian, en los dos primos de Marcos, que apenas supieron que iba a haber joda de inauguración se colaron sin vergüenza. No me molestó, a ellos también los conozco de niño.
-Sí, y no llegan más con las perras pizzas. -bufó Cristián, el mayor de los primos de mi amigo.
Uno apenas lo ve, sabe cómo es. Es el estereotipo del macho argento: soberbio y mal hablado, pero de buena pinta, con una camiseta de la selección o de su equipo local favorito pegada al cuerpo, ah, y amante de los mates, el asado y demás giladas que a cualquier argentino promedio le gustan.
Como es el mayor, Marcos y Nahuel siempre lo han tenido de ejemplo, pero ellos no se parecen en nada a él; salvo por las obviedades físicas. Aunque a diferencia de Cristián, ellos nunca me han hecho mirarlos de forma distinta.
-Che, ¿dónde está Nahuel? -me preguntó de repente, mirando furtivamente hacia los alrededores.
Al percatarme de eso, temblé ligeramente. Supe sus intenciones y no, no es que sea alguien asustadizo y tímido, sino que sabía muy bien lo que era no poder caminar bien al día siguiente por cortesía de aquel mastodonte aficionado al rugby.
-Fue a comprar más cervezas al kiosco de acá cerca. -respondí antes de sentir un fuerte tirón en mi brazo derecho.
En segundos me vi arrojado sobre él, quien estaba sentado en el colchón que había en medio de la sala.
Dejé escapar un gruñido por su brusquedad, antes de sentarme a ahorcadas de él descubriendo así la potente erección que escondía bajo sus pantalones.
-Es conveniente que esto esté acá; lo dejaste apropósito, ¿no?
Volví a rezongar con fastidio, al percatarme que sus fuertes manos ya me tenían agarrado el culo y lo estrujaban deliciosamente.
Él no es mi novio y nunca va a serlo, pero nos hemos acostado un par de veces. Yo soy bisexual y él supuestamente decía ser hetero, luego no sé de dónde sacó el termino heteroflexible, pero bueno, allá él. Me importa poco su inclinación sexual, mientras yo sepa la mía, la disfrute a pleno y los otros la respeten o yo haga a golpes que la respeten. ¿Qué problemas debo hacerme? Je, que yo no sé de dónde sacan algunos que por ser amante del chorizo uno no puede cagarlos a trompadas.
El año pasado, cuando en una salida normal a un antro me vio coquetear tanto con hombres como mujeres, me preguntó por qué hacía esas cosas; qué por qué no decidía ya que me gustaba. Allí le expliqué que no era indecisión, sino que simplemente yo no le andaba mirando la entrepierna a los demás, aunque obviamente la atracción física siempre va a estar.
Ya no me acuerdo en que parte terminé diciéndole que él no podía decir que algo no le gustaba sino lo había probado. Lo único que puedo asegurar es que yo lo dije como broma pero él al parecer se lo tomó en serio, puesto que esa misma noche, en un telo de por ahí cerca le hice saber bien que no sólo era bueno para los números. Total, él nunca me pareció feo, vamos: ojitos azules, tez blanca, pelo castaño y con un cuerpo bastante bien formado…
No son mi tipo, así que nunca lo había hecho con alguien tan fornido, pero no me pareció mal ver qué tal. Además quería saber si realmente la tenía tan grande como decía. Para mi sorpresa el tipo no mentía.
Seseé varios insultos, acordándome de varios de sus familiares, o bueno, más bien sólo de las partes íntimas de estos.
-¡Eh, sucio! ¡Que mi hermano no tiene concha!
-No sé, no sé. -dije encogiéndome de hombros-. Con ese pelo que ya le llega a la cintura me dá que le pudo haber crecido una con tranquilidad.
Desde un principio quedó claro que ninguno de los dos buscaba una relación. Sólo era diversión y claro que a mí no me molestaba. Mis únicos disgustos solamente eran cuando yo quería ser activo y él se negaba rotundamente. Bueno, también esperaba demasiado de alguien que me pedía que no pensara que era gay o algo así, que a él sólo le gustaba darme por el culo y ya.
Y luego uno sólo por no ser heterosexual es tachado de degenerado…
-¿Qué? ¿Y ahora querés hacerlo acá? -dejé escapar en un suspiro hastiado porque sabía bien que en realidad probablemente quería que le hiciera un oral y claro que debería tragarme luego toda la “evidencia”.
Bah, la idea en sí me parecía excitante. No sólo porque los otros podían pescarnos infraganti, también porque si no lo hacían, luego podría estar toda la noche molestándolo con miradas acusadoras de que, justo en la misma sala, yo lo había hecho jadear de placer momentos atrás. Para mi deleite, pasó lo segundo.
Mi hastío de esa noche (y de varias anteriores y posteriores) en realidad era ya no estar seguro qué le sucedía conmigo. Desde hacía seis meses tenía novia, y “bien” me dije. Supuse que entonces ya no tendríamos nuestros encuentros esporádicos, pero me equivoqué: él quería seguir igual y, es más, nuestros revolcones aumentaron.
A mí nunca me ha parecido bien el meterme con personas que tienen pareja, pero con Cristián la diferencia es que descubrí que me gusta ser “obligado”.
…
Mis primeras dos semanas en la nueva casa fueron, digamos, normales.
A veces tenía la impresión de oír pasos, también más de una vez tuve la sensación de que alguien me observaba, principalmente cuando me bañaba, me cambiaba o me acostaba con alguien. Eso me hacía pensar que si había un fantasma o lo que fuese era un tanto degenerado.
También pensaba lo mismo de la familia de enfrente. Era salir y encontrarlos asomando tras la cortina.
Me divertía la idea de estar viviendo una experiencia paranormal, aunque no negaré que también me asustaba. Si bien eran sólo pasos y presentimientos tontos, así que no le veía el gran problema.
Recuerdo haber dicho algo así la noche que vino mi familia para conocer la casa, a modo de broma y para molestar a mi hermana menor, pero como dice el dicho: me salió el tiro por la culata. Mi hermanita no fue la única que esa noche no durmió bien.
Esa noche, desperté asustado, cubierto en sudor y con mis calzoncillos sucios.
Mientras me dirigía a asearme intenté recordar que había soñado y me sorprendí al darme cuenta que no podía; peor era la situación por el extraño presentimiento de estar siendo acompañado.
Por lo general yo no olvido sueños, así que el no recordar uno siempre ha llamado mi atención.
Fue a la mañana siguiente que lo supe, puesto que apenas pisé la cocina comencé a recordar con bastante claridad como en ese mismo lugar alguien entraba por la puerta del depósito, me tomaba por sorpresa y luego…
La cocina, como dije, no es grande, pero entran cómodamente la heladera y la mesa redonda con seis sillas.
Posé los ojos en la vieja puerta de madera de la bodega. Al quedar en el rincón derecho del cuarto, justo al lado de la cocina, es normal que por ésta y por el modular de arriba de la mesada y la mesada misma, quede un tanto oculta a primera vista; tampoco ayuda que el tapiz del cuarto sea de un “lindo” marrón ca… canela.
Di unos pasos hacía dentro, con estúpida cautela. No parecía abierta, es decir, ni siquiera me había tomado las molestias de limpiar las telarañas de la perilla y estas seguían allí.
-Pero que gil, che. -me dije a mi mismo intentando olvidarme del asunto y poner a hervir agua para mi té matinal.
Si bien antes de irme volví a observar hacia el depósito.
Me sentí un tonto ese día pero es que lo más extraño de todo eso fue que al recordar como de un momento a otro no pude controlar más mi sueño y terminé, en éste, siendo violado por un desconocido sobre la mesa de la cocina…
Todo ese día estuve con aquel tema dando vueltas en la cabeza. El cosquilleo que me producía pensar en ese chico de cabello negro arremetiendo dentro de mí era extraño pero para nada desagradable. Para mi suerte o desgracia, por casi una semana, sin importar el sueño que tuviera ese chico morocho y de tez trigueña aparecía y me hacía suyo. Y aquello sólo cesó hasta que tuve la violación que mi inconsciente al parecer deseaba; o bueno, algo como eso.
…
-Sí, está acá. Llegó hace nada. -le respondí a mi amigo Marcos luego de atender el celular de Cristián-. ¡Qué sé yo! ¡Apareció hará diez minutos y no deja de enchastrarme el inodoro de vomito! -exclamé un tanto nervioso; no creía, ni quería, que sospechase que me tiraba a su primo.
-Decile que vuelvo en la mañana. -murmuró mi visita levantando levemente el rostro.
Yo simplemente arqueé la ceja a modo de un “Ah, sí, invitáte sólo nomás.” Ya cuando intercaló un “por favor” por lo bajo, accedí y le comuniqué aquello a Marcos mientras me dirigía a la cocina a poner una pava para sebar unos mates. Tenía la impresión que Cristián necesitaba hablar con alguien; lo que no entendía en ese entonces era por qué me venía a hablar a mí de esas cosas.
-Así que cornudo. -musité con una leve sonrisa maliciosa. Ese había sido el problema: resultó que la muchacha en cuestión era bastante conocida en el barrio.
-No seas pelotudo. No le veo la gracia. -me gruñó golpeando la mesa con el mate luego de haber bebido su contenido.
-Me parece que el pelotudo acá es otro. No sé qué le querés reclamar tanto a esa mina si vos siempre le metiste los cuernos conmigo.
No pude aguantarme la risa cuando se atrevió a decir que el asunto entre nosotros era distinto.
-¿Ah, o sea que era a mí a quién engañabas con ella?
Yo sabía que estaba jugando con fuego. Cristián es muy orgulloso y cuando está medio bebido se vuelve un borracho violento y bastante inestable, así que no me fue difícil prever y esquivar el manotazo que se avecinó en respuesta.
-¡No digás pendejadas! ¡Estoy hablando en serio!
Si me lo pongo a pensar fui culpable de todo eso, yo lo provoqué al reírme pese a que parecía realmente preocupado por el asunto, pero no pude evitarlo. Luego de haber tenido los huevos para serle infiel y de haberlo escuchado quejarse miles de veces de su novia, me parecía de lo más cómico que de un momento a otro ella, al parecer, se hubiera convertido en la mujer de su vida.
Y no, en serio, no fueron celos. En ese tiempo yo ya me había empezado a interesar en una mesera que trabajaba en el café cercano a mi oficina.
Intenté parar los golpes, pero Cristián tiene más fuerza que yo; de todas formas, no es como si me hubiera pegado para matarme y que yo no le hubiera devuelto un par de golpes, sin embargo, luego de que me hubiera asestado tres puñetazos limpios y consecutivos en el rostro, mis piernas cedieron sobre su peso.
Él ahí se detuvo y me mantuvo sujeto del cuello de mi remera. Escupí un poco de sangre al piso antes de alzar la vista y lo que vi cuando conecté nuestras vistas hizo que se me erizaran los pelos de la nuca.
¡Dios! Aquello no fue igual a las veces anteriores donde él terminaba obligándome luego de seducirme. Juro que realmente fue denigrante no poder hacer nada para detenerlo, pero siempre he sabido que soy un tanto enfermo; aunque a mí favor diré que usó lubricante, porque seguro que de lo contrario no habría podido disfrutar de la experiencia.
Ah, sí, trajo lubricante consigo; obviamente, el señor sabía bien a lo que venía.
…
-¿Por qué sueño esto?
Recuerdo haberme preguntado al encontrarme en el entierro de mi abuela.
Todos lloraban. Yo también, podía sentir las lágrimas correr por mi rostro mientras volvía a preguntarme por qué recordaba aquello. Fruncí la nariz al percibir el aroma a tierra mezclado con la paz y muerte que sólo un cementerio puede tener.
Miré mis manos, para comprobar que seguía mayor; sí, no tenía siete pero todo lo demás era exactamente como en aquella época, excepto por una cosa: un chico de cabello oscuro y ojos mieles que no perdían detalle de mí; parecía molesto conmigo. No podía reconocerlo ni como familiar ni como conocido, pero algo me decía que lo había visto antes.
Fue cuando me sonrió de forma perversa que recordé que él era el tipo de mis sueños anteriores.
-¿Sabes? Es lindo verte sufrir.
…
-¡Tiago y la puta madre! ¡Dejá de llorar y despertate, carajo!
Así desperté ese día, llorando en silencio segundos después de recibir una bofetada por parte de Cristián, que me llamaba con voz preocupada.
Me llevé una mano al rostro para limpiármelo, había llorado mucho mientras dormía al parecer e hice una mueca dolorida al notar que tenía una migraña impresionante.
-¿¿Eh?? ¡¿Dónde me duele?! ¡Vos sabés bien donde me duele, Cristián y la puta que te parió! -exclamé enojado cuando hizo pregunta tan pelotuda-. Igual no es por eso que lloro, tarado. -agregué más tranquilo llevándome un brazo al rostro para evitar que la luz solar que se filtraba por la persiana mal cerrada me llegara a las pupilas-. Tráeme agua y un migral del botiquín.
-¿No querés mejor café?
-¡Lo que sea! -gruñí.
Realmente cuando tengo migrañas tengo un pésimo humor, tanto que una ex novia de la universidad una vez me dijo que cuando sufría de ellas era como si tuviera la regla.
Escuchar los pasos de aquel mastodonte alejarse por el pasillo sólo me hizo recordar las magulladuras que le había dejado a mi cuerpo. No sólo me dolían el culo y las caderas, lo habíamos hecho tres veces más esa noche y sólo la última fue sobre la comodidad de la cama.
-Tengo que ir a trabajar… -me dije con desgano sin moverme ni un ápice.
-Pero te duele mucho, ¿no?
Mis labios estuvieron a punto de articular una respuesta pero antes mi cerebro reconoció que esa voz no era la de Cristián.
Asustado, di un bote en la cama y me senté. Mi brusquedad no tardó en hacer que jadeara de dolor, si bien instantes de que cerrara por reflejo los ojos pude verlo claramente apoyado en el marco de la puerta.
Cuando volví a abrir los ojos y no lo encontré, esperé unos segundos antes de atreverme a recorrer el cuarto de reojo. Y no, no había más nadie allí.
Dejé escapar un suspiro de alivio y me recosté de nuevo. Ahora no sólo debía preocuparme por mi jaqueca, también por calmar mis latidos y recuperar el color.
Por suerte, Cristián no tardó mucho en regresar con un café caliente y mi medicina.
Mientras tomé de la taza puse toda mi atención en cualquier lado, menos en mi compañía. No soy estúpido, su expresión y su “nueva” actitud me lo dijeron todo, pero creí y pedí que aquello que me había susurrado en el segundo asalto sólo hubiera sido producto de mi imaginación.
-¡Brrr, qué frío hace acá!
Me quedé pensativo unos momentos, puesto que hasta que Cristián no lo dijo no había recapacitado sobre el frío anormal del sitio.
Desde ese día, los ruidos aumentaron a pasos, golpes y voces. El frío gélido y las interferencias en las llamadas que hacía o recibía dentro de la casa, junto a la luz y los electrodomésticos prendiéndose y apagándose, se sumaron a lo cotidiano. Sin embargo, las cosas más extrañas solamente me sucedían a mí, por lo que hasta me hacía pensar que tal vez todo estaba en mi imaginación.
Luego del funeral de mi abuela vinieron más recuerdos horribles y dolorosos. Pesadillas en donde grito que se acaben y él ríe complacido con mi sufrimiento.
Desde que tengo memoria controlo mis sueños y por ende los malos sueños son cosas a las que no estoy habituado.
Cuando me enteré que al parecer la mayoría de la gente no sueña como yo, me sorprendí mucho, pero ya sabiendo eso supuse que no encontraría nada sobre perder la “habilidad”.
Eso al principio, hasta que al cabo de unos días me di cuenta que podía soñar normal hasta que él aparecía. Él me quitaba el control de mis sueños.
Mi primera idea racional fue llamar a la señora Salentein pero parecía que se la hubiera tragado la tierra. Mi segunda fue intentar hablar con mis vecinos, presentía que ellos sabían algo, y así fue: la razón de que me miraran era por ser el primer inquilino que duraba tanto.
Fuera lo que fuera lo que habitaba en esa casa, había venido con los Salentein desde Suiza; pertenecía a ellos pero al mudarse no se lo habían querido llevar o éste no había querido ir con ellos. Para mi desgracia, no pudieron darme mucha más información que esa, puesto que la última vez esa cosa no había tenido problema alguno en cruzar la calle para atormentarlos.
…
-Maldiciones y casas embrujadas en Buenos Aires. -leyó Jimena desde mis espaldas, yo estaba sentado en mi escritorio-. No sabía que eras supersticioso. ¿Hay fantasmas en tu casa? -rió.
Yo reí también.
-¿Y aparte tenés problemas para dormir? -preguntó al leer que tenía otra pestaña abierta en el buscador donde decía “Trastornos del sueño”-. Eso explica porque estás tan pálido últimamente.
Después de eso, busqué la manera de que la charla se alejara de esos temas.
Si en alguien podía confiar era en ella, pero se sentiría sumamente culpable (por haber sido quien me consiguió el alquiler) si supiera todo lo que he pasado en estos últimos ¿quince días? Ya perdí un poco la noción del tiempo; si es que el día anterior había dormido en la calle.
Ahora al llegar a mi casa siempre es lo mismo: El lugar está muy frío y la somnolencia me agolpa de pronto. Él está allí esperando por mí y desea enormemente que me duerma de una vez, porque sólo cuando estoy dormido es que puede tocarme.
-Bueno, no te entretengo más. Santiago, acá te dejo para que hagas el arqueo de caja. -sonrió ella antes de irse, dejando sobre mi mesa una notable cantidad de papales.
-Eh, sí. Gracias.
¿Huir? Fui a la casa de Brian a quedarme, poniendo de excusa que iba a fumigar. Si iba a la de Marcos me encontraría con Cristián.
Los primeros dos días fueron tranquilos, pero al tercero empezaron a escucharse pasos y murmullos diciendo mi nombre. Luego el frío, poco a poco comenzó a extenderse por el lugar. Al final, en menos de una semana, me fui. Si seguía allí esa cosa se apoderaría de la nueva casa.
Lo mismo pasó con la casa de mis padres y con los dos hoteles.
Bostecé sonoramente.
Básicamente estaba “sobreviviendo” manteniéndome despierto y en movimiento todo el tiempo que pudiera; para ese entonces mi cuerpo estaba gritándome un claro “¡Basta!”.
Volví mi atención al monitor. No era mucha la información, pero al menos ahora sabía lo que les había pasado a las tres familias anteriores; no era para nada bonito y alentador: todos muertos o declarados dementes. Parecía como si me hubiera ido a mudar a la Amityville argenta. Sólo me faltaba encontrar la sala de tortura y sacrificios en alguno de los cuartos inhabilitados.
-¿Uh? ¿Cristián?
Miré extrañado la pantalla de mi celular, antes de responder.
Sinceramente no tenía deseos de hablarle, pero que llamase era de lo más extraño. Al final, lo mejor tal vez hubiera sido no contestar.
-¡¿Dónde has estado todos estos días?! ¡¿Me estás ignorando, no?! ¡¿Y sin darme una explicación?!
Alejé el móvil de mi oreja porque sus gritos eran tan fuertes que toda la maldita oficina viró hacia mí. Yo entre tanto intentaba contener la compostura y no mandarlo al carajo de la peor forma. ¿Por qué no le cortaba? Simple: podía oír una especie de interferencia que hacía que mi atención no me permitiera esa opción. Era la voz de ese otro chico, diciéndome algo que no alcanzaba a terminar de entender, pero sabía que era terrible; y allí me di cuenta:
-¿Estás… en mi casa?
La llamada se cortó súbitamente y mi cuerpo se enderezó en instantes.
Todos me miraron con cierto pánico que yo no entendí hasta que fui consciente de la sangre que emanaba de mi nariz.
-Está furioso.
Y no, no hablaba sólo de Cristián.
…
Apenas llegué a mi morada un frío polar y un panorama de lo más solitario me dieron la bienvenida.
Mis cosas seguían allí, todo estaba tal cual lo había dejado pero igual parecía que en esa casa hacía años que no habitaba algo con vida; sonará loco pero la casa misma parecía carente de alma.
Había encontrado la cerradura rota pero el ver la campera de Cristián colgada en el perchero junto a la puerta corroboran quién fue y que lo escuchado en la llamada anterior no habían sido imaginaciones mías.
Empecé a recorrer el lugar con cautela sin decir palabra. ¿A quién le podría haber pedido ayuda con esto? Tal vez la única persona que no me hubiera tachado de loco sería un cura pero, en primera, yo no soy creyente y, en segunda, una de las anteriores familias había sido muy devota de la cristiandad y había sido la que… había acabo en peores términos, por decirlo de alguna forma.
-Esa puerta…
Al ingresar en la cocina, mis ojos se pegaron a la puerta del depósito. La primera vez que soñé con él salía de allí, ¿no? Dudaba. Si lo pensaba bien sólo tenía recuerdos nítidos de las partes, este… importantes, de ese sueño.
Me mordí el labio mientras pensaba cómo abrir esa puerta, cuando noté que ésta se encontraba arrimada contra el marco. Tragué saliva; ya estaba abierta y, peor, con una algo notoria mancha de sangre con forma de mano en su madera.
Mientras intentaba decidir qué hacer, comencé a tener una fuerte migraña y la sangre volvió a brotar de mi nariz. Era al principio un tanto lejana, pero luego la voz que escuchaba en mi cabeza estaba más que clara, tanto que todo mi cuerpo experimentaba una sensación de completo dolor y malestar con tan sólo oírla.
Quería que matara a mis vecinos de enfrente y no sólo eso, que lo hiciera de una forma lenta y dolorosa.
Inútilmente, me cubrí las orejas intentando buscar algo de paz mientras pedía a gritos que se callara. Ya podía sentir la tibia sangre escurrir desde mis oídos.
Intenté salir corriendo, pero el dolor era tal que terminé trastabillando.
Y después de eso…
…
-Todo es confuso. -respondo con mucha somnolencia a la doctora.
En realidad no estoy seguro si le he dicho palabra alguna de todo lo que he pasado o simplemente sólo lo he recordado.
Me cuesta pensar, me duele pensar. ¿Qué me pasó?
Ella me preguntó si recordaba algo pero siento que hay algo que se me ha olvidado de todo esto. ¿Y por qué mis padres están mirándome de forma tan preocupada?
Intento levantarme de mis aposentos, pero no es hasta que siento el pitido de los aparatos de seguimiento que no soy consciente de la gravedad de mi estado.
No duele lo que debería, ya que estoy muy sedado pero al estar más despierto ahora y empezar a reconocer lo qué mi cuerpo me dice que le ha pasado…
-Intentó suicidarse. Se apuñaló cinco veces. -me explica la doctora-. Estuvo en coma casi una semana.
Entrecierro los ojos. Aunque trate de recordarlo no puedo pero algo me dice que fue así y que me herí para intentar recobrar la cordura.
-¡Cristián! -medio exclamo al darme cuenta que aún no sé qué sucedió con él.
-Está afuera con tu hermana. -responde mi mamá.
Mi papá no tarda en mirarme feo antes de salir y ella en decirme que ya entenderá, que le dé tiempo, antes de besar mi frente y seguirlo.
Al principio creo no entender la situación debido a mi malestar, pero apenas la doctora sale y “Cristián” entra, es que todo empieza a cobrar sentido:
-Tuvo suerte que su novio lo encontrara.
En una situación diferente lo hubiera creído broma pero no lo era para nada.
-Me da gusto haber encontrado un juguete tan resistente y divertido. ¿Sabes?
Allí estaba aquel chico morocho, tan nítido y corpóreo como en mis sueños, sólo que ahora… estaba despierto.
END ºoºU LOL
Aclaraciones
Jermu: Mujer en dialecto al vesre.
Mangos: Dinero.
Telo: Hotel en dialecto al vesre.
Sebar unos mates: Tomar mate; el que sirve es quien seba.