Lolita

Sep 08, 2016 10:35

Ahora que (por fin) me lo he leído, no deja de sorprenderme cómo “Lolita”, de Navokov, ha pasado al ideario popular como una historia de amor imposible entre un hombre maduro y una jovencita. Porque el libro no trata de eso, sino de un pedófilo secuestrando y violando repetidamente a una niña de 12 años.

Nada más empezar ya se da uno cuenta de que está ante un libro incómodo. De hecho, mucha gente lo abandona al cabo de unas pocas páginas. Y, sin embargo (o quizá precisamente por ello) es un libro bastante interesante. No por su a menudo soporífera historia, que quitando toda la paja podría haberse contado tranquilamente en 20 páginas, sino por el reto que supone penetrar en la mente de Humbert y, tal vez, tratar de comprenderlo.

La mente de Humbert es la mente de un hombre inteligente, culto, pedante casi hasta la náusea, ególatra, frágil, manipulador, romántico, autocompasivo, pusilánime. Y también la de un monstruo, un pedófilo, un violador, un asesino. En resumen, un territorio muy interesante de explorar desde el punto de vista psicológico.

A pesar de ello, no puedo considerar que el libro me haya gustado. Como decía, no es un libro cómodo. No estoy seguro de si Novokov tenía pensado despertar cierta simpatía por su personaje, hacernos sentir cierta empatía. Pero si era su intención, en mi caso ha fracasado por completo. Me resulta muy difícil sentir por el protagonista más que desprecio, y no sólo por su pedofilia.

Por otra parte, y como puntos de sordidez extra, el excesivo remilgo con el que está escrita la historia la hacer parecer, hasta que uno se fija bien, mucho más inocente de lo que es. Si Lolita hubiese sido escrito por Chuck Palahniuk o Bret Easton Ellis, estaría lleno de descripciones horriblemente gráficas que, paradójicamente, lo harían todo mucho más soportable. Pero el melindroso Humbert nunca nos contaría algo así. Por el contrario, sólo muy de vez en cuando podemos vislumbrar hasta qué punto la niña no consiente los encuentros sexuales, cómo llora hasta dormirse cada noche después de ser violada, cómo de indefensa está ante los apetitos de su padrastro. Y peor aún, cómo su torturador la culpa a ella en todo momento, probablemente hasta el punto de que ella misma llegue a creerse culpable.

En resumen: una lectura desagradable, pero recomendable. Porque no todas las historias tienen por qué dejarnos un buen sabor de boca. En este caso, además, nos deja una reflexión bastante pesimista sobre cómo la sociedad y la cultura pop han conseguido romantizar una relación de abuso tan evidente y convertirla en un icono.

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