Nov 14, 2016 17:49
Camino al trabajo suelo coincidir con una pareja en el andén del metro. Deben llevar poco tiempo juntos, porque aún se comen a besos en cada despedida como si no fueran a volver a verse jamás. Supongo que me fijé en ellos porque es raro ver tanta pasión a esa hora de la mañana en que la mayoría de los mortales no somos más que zombies. Le recuerdan a uno tiempos más jóvenes, más ingenuos, menos cínicos.
Hoy, sin embargo, no había besos. Él miraba al suelo mientras ella se arreglaba la bufanda, y daba la impresión de que quedaban entre ambos los posos de una conversación inacabada. Entre ellos se había creado un silencio denso, incómodo, que sólo se ha visto interrumpido por la inminente partida del tren.
Y yo ni siquiera los conozco de nada, pero algo se me ha muerto un poco por dentro.