Pulakaumaka capítulo 2

Oct 30, 2011 23:11

 
Resumen: Pocas veces tenemos la oportunidad de comprobar el efecto que tienen nuestras acciones en las vidas de la gente que nos rodea.

¡¡Ayy!! Iba a ser algo mala y terrible pero no pude resistirme a publicar un capítulo más... gracias a todos los que habeis comentado, me encanta saber lo que pensais del fic seguid manifestando vuestras conjeturas, quejas, sugerencias...

No me enrollo... ahí va el capítulo dos.


                       PULAKAUMAKA (Obsesión)

Se podría decir considerar aquella como una mañana tranquila. Demasiado tranquila, en opinión del capitán Mcgarrett, que estaba tan aburrido que incluso se dejó arrastrar de nuevo a la cafetería por su compañero. Habían pasado varias horas cubriendo informes… bueno, para ser más sinceros habría que decir que Danny cubría informes mientras su jefe, apoyado en la pared, observaba su trabajo, haciendo algún apunte de vez en cuando.
      -“¿Desafortunado tropiezo que acabó con el sospechoso en el agua?”- citó inclinándose sobre su amigo para leer mejor la pantalla-. No, Danny, lo empujé yo, no tropecé con nada.
      -¿Y se lo vas a explicar al gobernador? A  mí me pareció que habías tropezado.-Añadió el rubio encogiéndose de hombros. Chin, desde la puerta, miró a Steve con una sonrisa.
      -“¿Una bala perdida atravesó el cristal?” Disparé a propósito para distraer a los traficantes.
      -Y a un montón de transeúntes ajenos al problema que tuvieron que correr para resguardarse de la lluvia de cristales… No me lo recuerdes.
      -Danny… eso no fue así.
      -¡Pues ya me dirás tú cómo se escribe “El capitán Mcgarrett se subió al techo del Camaro, saltó al camión en marcha y dejó inconsciente al conductor haciendo que el vehículo se moviese sin control por la autopista hasta que el mismo capitán logró sentarse al volante” sin que suene a que se han puesto en peligro un montón de vidas! Empezando por la tuya y la mía. No creas que es fácil intentar mantener alejados al resto de los coches de un camión descontrolado cuando estás a punto de sufrir un ataque al corazón.
      -Exageras…
      -¿Qué exagero, dices?- el policía se levantó-. ¿Sabes qué? Nos vamos a tomar un descanso… bueno, me lo voy a tomar yo porque ¿Qué has hecho tú mientras yo cubría esto? Nada, absolutamente nada a parte de interrumpir continuamente… Chin, no mires así a Steve, es de mí de quien deberías tener lástima.

Y por eso ahora Steve estaba haciendo cola en la cafetería con un detective Williams feliz porque “Hoy tienen esos pastelitos de chocolate”. Al SEAL le divertía aquella extraña pasión de su amigo por la comida… por toda la comida que no era sana, especialmente por el dulce.
      -Supongo que deberíamos llevarles algo a Kono y Chin… aunque no estoy muy seguro de que Chin se lo merezca…- el aroma de los pasteles parecía haber afectado al humor del policía, que ahora estaba sonriendo alegremente mientras hablaba con el supuesto origen de su anterior enfado. Ron saludó desde detrás de la barra y comenzó a hacer sus cálculos.
      -¿Es cosa mía o tu amigo se toma su tiempo?- el Capitán se había girado de modo que estaba de espaldas a la barra. Danny se encogió de hombros.
      -No es mal tipo, algo me dice que su vida no ha sido fácil. La primera vez que le di los buenos días se quedó mirándome como si nadie le hubiese dicho eso nunca.
      Steve sonrió, ése era Daniel Williams, el que siempre está pendiente de los demás, a quién le resulta fácil ponerse en modo paternal y que siempre sabe cómo hacer que la gente se sienta bien. Y él lo sabía de buena tinta, a él lo había rescatado de su infierno personal… A pesar de sus frecuentes discusiones, ambos sabían que siempre se tendrían el uno al otro, y eso era reconfortante.
      -¿Tengo algo en la cara?-preguntó el detective señalándose a sí mismo
      -¿Cómo dices?
      -Te has quedado ahí, mirándome con esa tonta sonrisa tuya… y, o estás a punto de sacar el arma para desalojar el lugar y que te atiendan antes, o estás viendo a un gatito jugar con su reflejo en un espejo. Espera, ¿con quién estoy hablando? ¿Gatitos?, no, lo más probable es que ahí fuera haya un terrorista y estés a punto de ponerte en modo Rambo.
      -No hay gatitos, ni terroristas, ni voy a sacar el arma, Danno- rió su jefe apoyando su mano en el hombro de su amigo-, sólo estaba pensando en algo.
      Cuando el SEAL se giró de nuevo, algo no le gustó en la mirada del camarero, pero, cuando se lo iba a comentar a su compañero, un extraño movimiento de algunos de los clientes captó su atención.

-¡Esto es un atraco!- gritó de pronto un hombre encapuchado, disparó al aire y los clientes comenzaron a gritar y a correr en todas direcciones.
      -¿En serio?- dijo Danny con voz cansada-, ¿tenían que hacerlo el día que hay los pastelitos de chocolate?
      Los atracadores consideraron que no habían impuesto la autoridad suficiente, sobre todo por los dos hombres que aún permanecían de pie en el centro de la estancia. Por ello, decidieron disparar al aire de nuevo. La reacción volvió a ser inesperada.
      -¡No me lo puedo creer! ¡No! ¡Me lo puedo! ¡Creer!- el rubio estalló ante la divertida mirada de su amigo.
      Cinco hombres encapuchados se miraron sin comprender.
      -¿Veis a este hombre de aquí?- un muy enfadado Danny señalaba al moreno- ¿Lo veis bien? Él es Steve Mcgarrett, seguro que habéis oído hablar de él. ¿Miráis al cielo? Sí que es mala suerte, sí, venir a atracar el día que el loco SEAL líder del 5.0 está aquí, ¿eh? Y ¿Sabéis lo que es también una suerte terrible? Que este hombre puede dejaros inconscientes antes de que podáis pensar en cómo os llamáis, y que el único que puede convencerlo de no hacerlo soy yo… y no me apetece. Y… ¿Queréis saber por qué no me apetece? ¡PORQUE ACABÁIS DE DISPARARLE A ESA VIDRIERA Y HABÉIS LLENADO LOS PASTELITOS DE CHOCOLATE DE CRISTALES! ¡Maldita sea!
      Sin necesidad de palabras, los atracadores salieron atropelladamente por la puerta de atrás… para quedar prácticamente atrapados en un callejón. Por suerte había un almacén abandonado, se metieron allí seguidos de un SEAL y de un furibundo expolicía de New Jersey a quien acababan de dejar sin dulce.

-¡Por aquí!- Steve señaló la entrada.
      -¡Espera!, ¡espera! Hay que llamar a los refuerzos- Danny había conseguido recuperar el control de sí mismo tras el estallido de furia anterior.
      -Pero Danno…- la expresión de Steve podría competir con la de Grace en aquellos días en los que intentaba convencer a su padre de que era “absolutamente necesario que Barbie tenga un caballito…”- Han estropeado los pastelitos de chocolate- Sí, el SEAL no era tonto y sabía aprovechar los momentos de debilidad de su amigo, pero éste ya se había enfrentado con éxito a su hija de ocho años, el moreno no tenía ninguna posibilidad, así que se limitó a poner los ojos en blanco.
      -Están asustados y van armados, no es una combinación buena… Ya me las he visto en situaciones similares, Steve, no suelen acabar bien.
      -Pero esta vez estoy yo aquí- le aseguró el alto antes de lanzarse al interior del edificio. El policía resopló y se dispuso a seguirle, rezando para que alguien de la cafetería tuviese un momento de inspiración y llamase a la policía.

Estaba completamente oscuro. Danny opinaba que el mundo tenía demasiados almacenes abandonados, tal vez era hora de convencer al gobernador de que eran una especie de imán para los malhechores y que lo mejor sería derribarlos o hacer algo útil con ellos. Delante de él se adivinaba la silueta de Steve, que se movía con sigilo. Uno de los atracadores abrió fuego.
      -¡Eh!- gritó Steve poniéndose a cubierto- ¡No se ve nada! No querrás arriesgarte a herir a alguno de tus compañeros, ¿verdad? ¡Deja de disparar!
      -La psicología no va a funcionar- las palabras del rubio quedaron ahogadas por una nueva ola de disparos-, ¿lo ves? No van a razonar.
      -Calla y cúbreme.
      -¿A dónde vas?
      -Tú cúbreme.
      -Intenta no matarlos, pobrecitos- suspiró su compañero antes de asomarse y comenzar a disparar en cuanto su amigo se desplazaba al otro lado del pasillo. Uno de los atracadores se acercó a Steve por la espalda y el SEAL tuvo suerte de que Danny estuviese atento y le disparase en una pierna. El moreno le dirigió una mirada de gratitud y se dirigió hacia otro pasillo mientras el rubio esposaba al hombre y le decía que dejase de quejarse como una niña, que sólo era un rasguño.
      Otro de los atracadores se asomó al tiempo que la silueta de otro hombre aparecía en la puerta del almacén.
      -¿Qué diablos hace este aquí?- murmuró el policía mientras corría hacia él para apartarlo de la trayectoria de la bala que acababa de ser disparada.

*****************

Steve había logrado dejar inconscientes a tres atracadores, los tiros habían cesado, con lo que dedujo que la situación estaba bajo control. Se dirigía a la puerta cuando encontró a uno de los atracadores quejándose de que le dolía el brazo. Era obvio que Danny lo había desarmado de un disparo, pero no lo había esposado. Al SEAL le sorprendió, aquello no era propio de su amigo… en ese momento llegó el resto del equipo. Los recién llegados condujeron a los atracadores esposados hacia los coches mientras Steve seguía examinando al que tenía ante él.
      -¿Ocurre algo, Steve?- la voz de Chin, que había regresado, lo sacó de sus pensamientos.
      -Me sorprende que Danny haya dejado a este sin atar, si lo hubiese hecho yo, tendría que escucharlo durante horas- y, de pronto, el Capitán se dio cuenta de que el lugar estaba muy silencioso, es decir, estaban los quejidos de los atracadores, y los ruidos de la policía… pero nadie estaba allí diciéndole nada acerca de no llamar refuerzos antes de entrar en un oscuro almacén… Una expresión de alarma cruzó su rostro-¿Dónde está Danny?
      Chin miró a su alrededor, confuso.
      -¿Alguien puede encender una luz?- gritó.
      Cuando por fin el lugar estuvo algo más iluminado, comenzaron la búsqueda. Fue Kono quien encontró algo, cerca del lugar en dónde estaba el atracador sin esposar.
      -Deberíais venir aquí- dijo. Steve miró el suelo, hipnotizado, antes de dejarse caer de rodillas ante lo que parecía un charco de sangre. No había ni rastro de su amigo.
      -No…no… no…- repetía el SEAL.

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