¤ Comunidades:
piffle_fanfic [Ficathon] y
quinesob.
¤ Historia:
Caminos cruzados, Almas compatibles [2/??].
¤ Título: Deseos de protección y un buen licor.
¤ Fandoms: xxxHOLiC/Shaman King.
¤ Claim: Cuatro de un fandom, seis del otro (?).
¤ Prompt: " Yuuko envía a Watanuki y Doumeki (acompañados por Larg) a investigar un caso y encuentran en el lugar a unos chicos con espíritus que dicen ser shamanes".
¤ Palabras: 3,315.
¤ Advertencia: Spoiler del manga de Shaman King, las cosas relacionado con Matamune, Hao e Yoh. Ligueros toques de shonen ai. Spoiler hasta el tomo 8 de xxxHOLiC e indirectamente algo de los últimos capítulos que han salido tanto de xxxHOLiC como de Tsubasa.
¤ Notas: Ignoren el hecho de que la pre-cuela está en presente y éste en pasado, coff *gota*. Escribo ‘shamanes’ y no ‘chamanes’ porque así lo manejan en Shaman King. Ya sé, estoy escribiendo en español, pero me gusta más como se ve con S xDU.
¤ Aclaraciones:
Soul Ball: Es cuando el espíritu ‘compacta’ su alma, quedando en forma de bola.
Hyoi Gattai: Es la posesión de almas. Cuando un shaman introduce a un espíritu en su cuerpo.
¤ Resumen:
Tal vez cada uno viva en su propio mundo, en la misma dimensión, pero sus vidas no son tan diferentes.
―Watanuki ~ ―canturreó la mujer, al ver aparecer en el jardín al chico con una bandeja de helados. Éste frunció el ceño.
―NO. No le agregaré licor a tu helado ―dijo tajante, entregándoles a Maru y a Moro su respectivo postre, mientras que Mokona tomaba el suyo. La bruja hizo un puchero.
―No era eso lo que quería decirte.
―Tu cara me demuestra lo contrario ―El chico le da su helado a la bruja y luego se planta frente a ella, sosteniendo la bandeja mientras colocaba sus manos en la cintura―. ¿Qué quieres?
―Que cumplas un encargo ―Yuuko tomó una porción con la cucharita que el chico le había dado y degustó el postre―. Vainilla ~
―¿Qué clase de encargo? ―Aquella petición le daba mala espina, ya que con Yuuko nunca podían ser encargos normales. O parecían normales, pero en realidad no lo eran.
La Bruja de las Dimensiones sonrió misteriosamente.
―Sólo es ir a recoger un pago. Aquí mismo, en Tokio. Del otro lado de la ciudad, casi a las afueras, en la colonia Funbari. Es una cosa sencilla, lo prometo.
―¡Y Mokona irá a hacerte compañía! ―gritó Larg de alegría, brincando y posándose en el hombro del chico.
―¡Exacto! Además de que Mokona conoce al cliente, así que no perderán mucho tiempo buscándolo.
―Uhm… sería buena excusa para pasear un poco ―Watanuki se cruzó de brazos, razonando la petición. Al final se encogió de hombros―. De acuerdo, no le veo lo malo.
―¡Bien! ―celebró Yuuko, siendo coreadas por Maru y Moro quienes gritaban ‘¡Bien! ¡Bien!’, ‘¡Watanuki va ir a Funbari! ¡A Funbari!’. El chico estaba retirándose para ir a arreglarse cuando Yuuko lo detuvo―. Ah, cierto. Por esa zona rondan muchos espíritus, así que le pedí a Doumeki que te acompañara.
Y cuando dijo eso, el arquero apareció en el jardín, saludando con su típico “Yo”. Watanuki explotó.
―¡¡¿Qué?!! ¿Por qué tengo que ir con este subnormal? ¡¡No quiero!! ¡No lo acepto!!
Pero, como todas las veces, Yuuko lo ignoro, y los tres se encaminaron hacia la colonia Funbari. Claro está, Watanuki fue renegando todo el camino, mientras que Doumeki lo ignoraba o se cubría los oídos, llamándolo de vez en cuando molesto. Por su parte, Mokona parecía de lo más divertido.
Cuando los chicos salieron de la tienda, Yuuko miró hacia el cielo, una sonrisa melancólica apareciendo en su rostro.
―El momento se está acercando.
Tras unas cuantas horas de camino, los chicos llegaron a donde iniciaba la Colonia Funbari. Watanuki no pudo evitar incomodarse un poco al sentir la peculiar energía que rodeaba a esa zona. Yuuko no había mentido, extrañamente ahí podían sentirse más espíritus que donde vivía. Pero eran espíritus, o eso sentía. No parecían del tipo amenazante, pero aún así la energía que despedían era rara y a la vez poderosa.
―¿Sientes algo? ―La pregunta de Doumeki asustó a Watanuki, quien dio un brinco en su lugar, haciendo reír a Mokona.
―¡NO ME ASUSTES ASÍ! ―gritó, exageradamente, llamando la atención de las pocas personas que pasaban por la calle. Watanuki se sonrojó de la pena, bajando la cabeza. Cuando contestó, miraba de reojo a Doumeki―. Si, siento algo.
―¿Algo malo? ―¿Cómo le hacía Doumeki para preguntar ese tipo de cosas sin ninguna expresión en particular en su rostro? Watanuki nunca lo entendería.
―No. No es malo, pero si extraño. Aunque no he visto a ningún espíritu, sé que hay, en algún lugar de aquí.
―Sé que no has visto ninguno.
―¿Qué? ―Watanuki se detuvo, mirando a Doumeki.
―Que sé que no has visto ninguno. ¿Recuerdas? ―Al decir eso se señaló el ojo derecho. Inconscientemente Watanuki se llevo su mano a su propio ojo derecho, haciendo una mueca.
―Desearía no recordarlo ―contestó el chico de lentes, con un extraño tono que despertó la curiosidad de Doumeki. Pero antes de que pudiera decir algún comentario, cuando dieron vuelta en una esquina, aparecieron frente a ellos dos hombres de vestimenta extraña y gran tamaño. Uno parecía un samurai, con blancos y largos cabellos, portando dos espadas en su cintura. El otro tenía vestimentas orientales, de guerrero, Doumeki estuvo seguro de que eran chinas. Pero lo que más llamaba la atención era que flotaban y podía verse a través de ellos.
Watanuki soltó un chillido de sorpresa. Los dos espíritus se le acercaron, rodeándolo. Doumeki iba a hacer algo pero Mokona lo detuvo, posándose en su hombro.
―No le harán daño ―dijo con expresión calmada y el arquero confió en él.
―Esto es extraño ―murmuró el espadachín, con voz potente. El guerrero asintió y volteó a ver a su alrededor, para terminar posando su vista en Doumeki y a Mokona.
―Es la primera vez que me sucede.
―Igual.
―¿P-Podrían alejarse de mi? ¿Un poco? ¿Por favor? ―pidió Watanuki, un tanto encogido en su lugar, teniendo a ambos espíritus casi sobre él.
―Perdona ―dijeron ambos, separándose un poco, pero aún así sin despegar la vista del chico.
Antes de que alguno de los presentes pudiera decir algo, corriendo por la calle apareció un pequeño niño, de cabello castaño claro. Se detuvo para recuperar el aliento y luego los miró, para señalarlos y mirar por donde había venido corriendo.
―¡Los encontré! ¡Están acá! ―gritó y al poco rato llegaron otros dos chicos más altos que él, uno traía sandalias y audífonos en la cabeza, el otro vestía una especie de uniforme escolar, pero llamaba mucho la atención su peinado de punta.
―Joven Manta, Amo Yoh, no debieron buscarnos.
―Perdón por desaparecer así, señorito.
―¿Qué rayos pasó? ―preguntó el del peinado de punta, frunciendo el ceño al mirar a los dos (tres) extraños. Luego centró su mirada en el espíritu del guerrero―. ¿Por qué se fueron tan de repente, Bason?
―No lo sabemos, una energía nos llamó a este lugar, señorito.
―¿Una energía? ―preguntó curioso el chico de los audífonos.
―Así es, amo Yoh. La de este joven ―El samurai señaló a Watanuki, quien inconscientemente dio un paso atrás y alzó sus manos.
―¡Yo no he hecho nada! ―Se defendió, mirando de reojo a Doumeki y a Mokona, quienes no parecían dispuestos a hacer nada, por el momento.
Los tres chicos miraron a Watanuki con curiosidad. El que habló con el guerrero frunció el ceño, con desconfianza. El más pequeño no parecía entender del todo que estaba sucediendo, pero fue el otro, el de expresión tranquila, quien rompió el tenso silencio que se había formado cuando soltó una risita.
―Vaya, es cierto. Despides una extraña energía ―comentó, hablándole al chico como si lo conociera de antes. Su compañero de expresión seria rodó los ojos, para después mirarlo malhumorado.
―Eso no se dice tan tranquilamente. ¿Acaso no sabes sospechar de la gente? ―Le regañó, pero el otro sólo se rió, haciéndolo enojar aún más. El más pequeño sólo atinó a suspirar resignado, encogiéndose de hombros.
―¿Para qué voy a desconfiar de ellos, Ren, sino parecen malas personas?
―Ajá y su apariencia parece de lo más tranquila ―refutó Ren, cruzándose de brazos. Su amigo lo miró por largo rato, sobre todo su peinado, a lo que el chino le señaló con el dedo―. ¡Y ni te atrevas a decir algo de mí, Asakura!
Yoh río, divertido, e incluso el tercero de esos chicos ‘extraños’ no pudo evitar ocultar una risita. Doumeki se acercó a Watanuki, susurrándole cerca del oído, para molestia de éste.
―¿Y ahora?
―No tengo idea ―refunfuñó Kimihiro, pero su mirada no se separaba de los tres chicos, sobre todo de los dos con estatura promedio. Acababa de darse cuenta que la extraña energía que había sentido no era cien por ciento de los espíritus (los cuales definitivamente no eran como con los que se había topado toda su vida), sino de esos chicos. Incluso el chaparrito tenía ese mismo tipo de energía, pero en menor medida.
―Yoh, creo que los estamos asustando un poco ―señaló el primero de los que había aparecido, deteniendo la pelea de los otros dos.
―Cierto, gracias Manta ―Yoh se encaminó hacia Watanuki y Doumeki―. Disculpen que Amidamaru y Bason hayan aparecido así ―Señaló a cada uno de los espíritus, al decir sus nombres, los cuales bajaron la cabeza, a modo de disculpa―. Ellos son mis amigos, Ren Tao y Manta Oyamada ―Manta saludó con la mano, pero Ren se cruzó de brazos, mirándolos con cara seria. Yoh rió ante esto―. Yo soy Yoh Asakura. ¿Y ustedes?
Mokona en ese momento brincó al hombro de Watanuki, haciéndose notar.
―¡Yo soy Larg, Mokona Modoki! ―dijo, de lo más contento, para después señalar a los otros dos con sus orejas―. Él es Shizuka Doumeki y el que atrae espíritus es Kimihiro Watanuki. ¡Un placer!
―¿Qué es esa cosa? ―preguntó Manta sorprendido.
―Un espíritu. No. ¿Una especie de duende? ―siguió Ren, extrañado. Ambos se acercaron más a los chicos.
―Nunca había visto algo igual ―Amidamaru parecía contento de ver algo nuevo.
―Yo tampoco ―Bason intentó no sonar tan sorprendido, no quería quedar mal ante su amo.
Watanuki suspiró resignado, aunque ya debería de acostumbrarse, Mokona se robaba el show fuera a donde fuera.
―Mokona, compórtate ―Le gruñó, pero el pequeño ser negro no le hizo caso, al contrario, brincó para posarse en el hombro de Yoh.
―Déjalo, parece un ser muy divertido ―Sonrió el joven Asakura, exasperando aún más al chino.
―¿Qué son ustedes? ―Habló Doumeki, llamando la atención de todos. Watanuki consideró que la pregunta era algo grosera, pero no podía evitar sentir curiosidad. Esos chicos no se sorprendieron (mucho) al ver a Mokona, y hablaban tranquilamente con espíritus. ¿Quiénes eran?
Yoh, Manta y Ren se vieron entre sí, mientras Amidamaru se colocaba a un lado de Yoh, lo mismo hacía Bason con su amo. Al final Ren se encogió de hombros.
―Tú decides.
Yoh acarició la cabeza de Mokona, quien pareció disfrutar el gesto.
―Lo preguntas por ellos ¿verdad? ―Señaló a los dos espíritus y los más altos asintieron. Aquello puso contento a Yoh, Manta sospechaba que era porque había conocido a dos nuevas personas que podían ver espíritus sin ser shamanes. Dos corazones puros, sí, de seguro estaba pensando eso―. Somos Shamanes.
Guardaron silencio. Watanuki intentó recordar esa palabra, si Yuuko la había mencionado en alguna ocasión, pero no estaba seguro. Al final miró a Doumeki, interrogante. El nieto de Haruka le regresó la mirada.
―Un Shaman, en pocas palabras, sería aquel que une al mundo de los muertos con el de los vivos. Interactúan con los espíritus como si fueran personas normales. Se dividen en varios tipos, pero casi siempre coinciden en una cosa: realizan posesiones para llevar a cabo su trabajo.
―¿Conociste a algún shaman por Haruka-san?
―Unos cuantos ―contestó como si nada. Watanuki miró a los chicos, se le hacían muy jóvenes, pero había sabido, gracias a las experiencias con Yuuko, que no debería de sorprenderse por esas cosas. Aunque existía algo que aún no entendía.
―¿Qué tipo de posesiones? ―No pudo evitar estremecerse involuntariamente al preguntar, recordando las posesiones que él había experimentado sin su permiso.
Yoh, solicito, decidió explicarle con un ejemplo. Extendió la mano y Amidamaru adoptó la forma de soul ball. Sonrió complacido al escuchar la pequeña exclamación de asombro de parte de Watanuki. Mokona brincó, posándose sobre la cabeza de Manta, a pesar de las protestas del mismo.
―¡Hyoi Gattai! ¡Amidamaru! ―gritó, tomando la Soul Ball y luego la presionó contra su pecho, un aura de energía azulada rodeándolo. Doumeki y Watanuki pudieron notar como el alma desaparecía en el pecho del chico. Pero lo que siguió a eso fue lo que más les sorprendió, o al menos a Watanuki, porque Doumeki no cambió mucho su expresión.
Cuando el aire se calmó, el aura azulada seguía rodeando a Yoh, pero su expresión había cambiado, se notaba más seria. Y no sólo eso, sobre él, como si saliera de esa energía que le rodeaba, se encontraba la figura de Amidamaru. Watanuki pudo sentir como la energía de ambos se había fusionado, sintiéndolas como una sola.
―Furyoku ―dijo Manta, llamando su atención.
―¿Qué?
―Furyoku. O Energía Espiritual. Así se llama lo que está rodeando a Yoh. Y por tu expresión, creo que sentiste su furyoku antes ¿no? ―preguntó, Yoh deshaciendo la posesión en ese momento. Watanuki asintió.
―Cuando entramos a esta zona sentí varias energías como esa. ¿Significa que hay más shamanes por aquí?
―Muchos más. Pero eso no tiene importancia ―Interrumpió Ren. Se acercó a Yoh y le jaló de la oreja―. ¿Satisfecho? ¿Podemos irnos?
Manta miró apenado a Doumeki y Watanuki.
―Discúlpenlo, es siempre así.
―Él también se desespera fácilmente ―dijo Doumeki, señalando con la cabeza a Watanuki, este se puso rojo.
―¡¡Eso no es cierto!!
―¿Ves?
―Ren, suelta mi oreja, ay ay suéltala.
Manta suspiró y tomó a Mokona entre las manos, mirándolo a la cara, sin poder ocultar su curiosidad, pero por educación no le preguntó que era.
―¿Y qué hacen en Funbari?
Watanuki se golpeó la frente.
―¡El encargo! Casi lo olvido.
―Torpe.
―¡¡TÚ CÁLLATE!!
Mokona río, disfrutando ambas peleas. Manta se alegro que Horo-Horo y Ryo no estuvieran ahí, sino las cosas serían aún más extrañas e insoportables. Bien, al parecer sólo podía hablar con esa cosa que parecía un conejo negro.
―¿Cuál encargo?
―Oh, sí. Yuuko-san nos ha enviado a buscar a alguien ―Mokona saltó de sus manos a la cabeza de Watanuki, calmándolo―. Ya hemos jugado mucho. Watanuki. Necesitamos hacer el encargo. ¡Quiero llegar pronto a casa para beber con Yuuko-san!
―¿No hay momento en que no pienses en licor?
―¡E invitaremos a Doumeki!
―Gracias.
―¡No lo apoyes!
―¿Ves? Son muy divertidos.
―Tú cállate, Yoh.
―Discúlpenos, pero tenemos que marcharnos. Un placer conocerlos ―Watanuki se despidió, prácticamente jalando a Doumeki y a Mokona, quienes querían seguir platicando.
―Ojalá volvamos a vernos ―dijo Yoh, despidiéndose con la mano.
―¡¿A quién buscan?! ―preguntó, en un grito, Manta. Tal vez conocían a esa persona. Mokona le contestó gritando, pues Watanuki ya llevaba un buen trecho caminando.
―¡Al espíritu de un gato! ¡Adiós ~!
Los tres shamanes y los dos espíritus se quedaron extrañados.
―¿Para qué buscaran el espíritu de un gato? ¿Hablan? ―preguntó Manta, que era quien desconocía más sobre esas cosas. Ren negó con la cabeza.
―No hablan, a menos que sea un espíritu que lleve años vagando por este mundo.
―Oh ―Manta volteó a ver a Yoh, quien se había quedado callado―. Yoh ¿sucede algo?
Asakura seguía con la vista fija en la calle, por donde se habían ido los otros chicos. Su expresión era seria, casi melancólica.
―El espíritu de un gato ―murmuró, sin poder evitar recordar a su viejo amigo. Sonrió, con sinceridad. Se estiró, desperezándose. Colocó su mano sobre el hombro de Ren y dio media vuelta con el chico, a pesar de que este medio se resistía―. Ya es tarde, mejor regresemos antes de que Annita se enoje.
―Como quieras, ¡pero suéltame!
―No lo haré ~
Así ambos se fueron caminando por donde habían llegado, discutiendo en el proceso. Bason fue tras ellos, pero Amidamaru se quedó con Manta, quien veía a sus dos amigos. El pequeño suspiró y miró al espíritu del samurai.
―¿Considero este día como raro o como normal?
Amidamaru le sonrió.
―¿Usted como lo considera?
―Uhm, considerando que mi mundo se volvió extraño desde que conocí a Yoh, diría que normal.
―Entonces es un día normal.
―Sí.
Larg guío a los chicos hasta un cementerio. Watanuki inconscientemente se acercó a Doumeki, pues tenía malas experiencias en ese tipo de lugares y aquella acción hizo que una pequeña sonrisa se posara en el casi siempre rostro del arquero.
―¿Seguro que es en este lugar, Mokona?
―¡Mokona nunca se equivoca!
Entraron y caminaron hasta subir la pequeña colina que había a la mitad del cementerio, deteniéndose cerca del árbol. Miraron a su alrededor, notando como las luces se prendían poco a poco pues ya estaba oscureciendo. Watanuki se admiró de la paz y tranquilidad que se podía sentir en ese lugar.
―Sino fuera un cementerio, sería un buen lugar para meditar ―pensó en voz alta.
―Que sea un cementerio no le quita su encanto ―Le contestó una voz madura, calmada. Los tres miraron hacía el pequeño edificio que estaba en esa colina y pudieron ver a un gato, de gran tamaño. Actuaba como un humano, vestía una yukata elegante, traía sandalias y entre su garra traía una pipa como la de Yuuko. Aunque lo que más le llamó la atención a Watanuki fue que tuviera dos colas.
―Un Nekomata ―murmuró Doumeki.
―¿Un qué? ―Watanuki volteó a verlo.
―Un Nekomata es el espíritu de un gato que tiene más de cien años, anda en dos patas, su cola se divide en dos y se cree que posee habilidades mágicas.
El Nekomata sonrió por ser reconocido tan pronto y exhaló un poco de humo. Para después ponerse de pie y dar un brinco, parándose enfrente de los chicos. Watanuki vio que tenía más o menos la altura del joven Oyamada.
―Así es, soy un Nekomata, pero no tengo cien años, pronto cumpliré los mil.
―¿Mil años? ―Watanuki se sintió nervioso, ese espíritu era casi un dios. El gato le sonrió, tratando de trasmitirle calma.
―Pueden llamarme Matamune. Ustedes vienen de parte de Yuuko-san ¿verdad?
―¡Así es! ―sonrió Mokona. Matamune le saludó con un gesto y Larg le correspondió, como si fueran viejos conocidos.
―Entonces esto es para ustedes ―Estiró su pata y volteó la pipa, dándole unos golpecitos, haciendo que las cenizas cayeran. Estas se juntaron y tomaron la forma de una botella. Mataume sopló y las cenizas desaparecieron, quedando una pulcra botella blanca. Mokona se acercó y tomó la botella, para después entregársela a Watanuki, quien la miró extrañado.
―¿Licor?
―El mejor Sake de ambos mundos ―dijo el espíritu, orgulloso―. Un pago justo por mi deseo.
Kimihiro no quiso preguntar a cuáles mundos se refería, mejor se preguntó que platillo le obligará Yuuko a preparar para acompañar aquel sake.
―Bueno, eso es todo. Ya tengo que marcharme.
―Ah, si. Gracias.
Matamune miró a Watanuki por largo rato, haciendo que el chico se sintiera expuesto. Al final sonrió casi de manera paternal.
―Estás equivocado, chico. Lo mejor es que aprendas a ver lo que hay a tu alrededor y así no cometerás los mismos errores que ese chico ―murmuró y después desapareció.
Watanuki abrió todo lo que pudo sus ojos, no había entendido del todo el significado de esas palabras., pero hicieron que algo dentro de su interior vibrara. Domeki lo miró de reojo, frunciendo el seño. Él si había entendido.
―¿Sabes cuál era su deseo? ―preguntó a Mokona, intentando quitarse esa extraña sensación.
Mokona Modoki bajó las orejas, en expresión triste.
―Hacerle entender a una persona que siempre estuvo equivocado.
Ninguno de los dos entendí, pero no hicieron más preguntas. Decidieron regresar, antes de que se hiciera más noche.
Yuuko se encontraba sentada fuera de la tienda, admirando la luna que aparecía grande y clara en el cielo. Sabía que Watanuki y los demás ya habían echo el encargo y no tardarían en regresar. En su mano traía un pequeño amuleto, el cual tenía el pentagrama grabado en el mismo. Lo acarició con sus largos dedos, con una enigmática expresión en su rostro.
―Nadie debería de cargar un poder tan grande, porque al final sólo trae sufrimiento. Sobre todo si esa persona se ha dejado cegar por el dolor y la soledad. Quién diría que Hao llegaría a convertirse en algo así, aunque tú ya habías supuesto eso ¿Verdad, Clow?
Presionó el amuleto y este se deshizo en polvo. Al mismo tiempo, en dos lugares distintos, dos pares de ojos castaño rojizo miraban al cielo un tanto extrañados. Uno de ellos poseía una mirada limpia, llena de esperanzas; la del otro era más opaca, con una oscuridad que sólo un corazón solitario podría llegar a entender.
La rueda del destino estaba en movimiento, a la espera de aquellos cometas que darían el inicio al nuevo ciclo para el renacimiento del Shaman King.