¤ Título: Una simple ilusión ¿no?
¤ Fandom: 666 Satan.
¤ Claim: Kaito/Yuria.
¤ Palabras: 788.
¤ Advertencia: UA. Soso y raro (?)
¤ Notas: Reto para
crack_and_roll que tenía olvidado *gota*
―¿Dónde estás? ―gritaba una chica de cabellera rosácea, mirando a su alrededor de manera triste―. Ven aquí gatito, no te haré daño ―decía ahora en tono más bajo, arrodillándose para observar cerca de unos matorrales, al parecer sin tener éxito. Al final desistió y se sentó en el pasto, demostrando en su rostro lo triste que se encontraba por no haber fallado en su misión.
A unos cuantos pasos, un joven mayor que ella, de cabellera castaña clara, le miraba un tanto preocupado.
―La próxima vez tendremos más suerte, Yuria ―Le dijo, acercándose a ella. Cuando estuvo a su lado le ofreció una mano, con la intención de ayudarle a levantarse.
Su hermana le miró con ojos casi llorosos, sin hacer ningún movimiento que demostrara que quisiera ponerse de pie.
―Eso fue lo que me dijiste ayer ―Se llevó una mano al rostro, intentando borrar los rastros de las lágrimas que se prohibía derramar. Kaito se puso de cuclillas, para estar a su altura. Colocó su mano sobre la cabeza rosada, intentando darle ánimos y así borrar esa mueca de melancolía.
―Te prometo que esta vez no miento.
―¿Palabra de honor? ―susurró ella, mirándolo con ojos cristalinos.
―Palabra de honor.
Eso hizo que Yuria sonriera y se abrazara a su hermano, quien correspondió dicho gesto con duda. Al sentir que esa acción se prolongaba más de lo estrictamente necesario, se separó con urgencia y se puso de pie, tomándole la mano a Yuria y obligándola a regresar a casa con él.
Kaito nunca lo aceptaría, pero lo que sentía por su hermana no era un simple cariño fraternal. Lo había descubierto hace algunos años, asustándose y haciendo que su comportamiento con ella cambiara. Pero había fallado. Lo que era aún peor, ese sentimiento parecía crecer cada vez más rápido y sentía que en algún momento no podría evitar que le dominara por completo. Y el hecho de que Yuria fuera tan apegada a él no ayudaba en nada a su situación.
Además de todo eso, se sentía mal por ser el causante de la tristeza actual de su hermana. Y es que, hace algunos días, en un intentó de demostrarse que podía ignorar a su hermana por algunas cuantas horas, no se había dado cuenta de que dejó la puerta abierta y que, horas después, el gato más querido de Yuria había salido por la misma, sin tener la intención de regresar a casa. No había rastro del mismo, y comenzaba a temer que le hubiera pasado algo malo. Se odiaba, no por lo que hizo en sí, sino por causar que esos ojos que tanto adoraba se llenaran de lágrimas y que el deseo de estrujarla creciera cada vez más. El chico sentía que se volvería loco a ese paso.
Una suave risa lo sacó de sus pensamientos. Sorprendiéndose al darse cuenta que ya estaba dentro de su casa (¿en qué momento habían llegado?)
―Eso no va ahí, creo ―dijo Yuria, señalando algo que traía en las manos. Kaito miró, dándose cuenta de que estaba intentando guardar su chamarra donde iban los zapatos. Bufó, no encontrándole la gracia (y provocando que Yuria riera aún más). Colgó del perchero su chamarra y se quitó los zapatos, gritándole de camino a su cuarto a la chica que no cenaría. Se encerró en su habitación, notando con urgencia que necesitaba estar sólo por unas cuentas horas, al menos hasta que alejara cualquier pensamiento peligroso de su mente.
Se preguntaba si lo que le sucedía era una tortura por vivir solos, o que era una indirecta de que ambos debían de estar juntos para toda la vida (ok, necesitaba dejar de leer las novelas rosa de su hermana, posiblemente eso también le estaba ayudando con sus delirios). Aunque, tendría que verle el lado positivo al asunto. Dentro de dos años Yuria cumpliría la mayoría de edad y se iría de la ciudad para entrar a la Universidad. Ese alejamiento tal vez le ayudaría a recuperar la razón y darse cuenta que aquellos sentimientos en realidad eran una manera muy exagerada de querer proteger a su única hermana.
Y, aún así, la idea de alejarse de ella provocaba que su corazón doliera. Pero nunca lo admitiría en voz alta, porque sería admitir que lo que sentía era real.
Por su parte, Yuria se encontraba haciendo la cena de esa noche, rogando internamente el que su hermano correspondiera sus sentimientos y que le pidiera no marcharse de su lado. La chica suspiró derrotada, sabiendo que eso solo era una de sus fantasías más y que era imposible que su hermano pudiera sentir algo así.
Aunque perder la esperanza era lo último que tenía que hacer. Después de todo soñar no costaba nada ¿no?