PLOTVERSE: Un Regalo de Gracia (FINAL)
Bueno, llegamos al final, final.
Como dije en el anterior segmento, una enorme disculpa. Y ahora por adelantado, porque el epílogo es sólo eso, chiquito y sin mucho material subido de tono. Uh... aparte de que soy una papa tratando de escribir lemons, ya saben XSS
En fin, que voy a tratar de compensar esta falla más adelante, aunque no dentro de esta historia. Esta se cierra aquí, y tantán.
EPÍLOGO (12)
Dean Winchester alguna vez llegó a pensar en el Paraíso. Decolorado y marchito, puesto que su naturaleza mestiza no le permitía imaginarlo en su forma pura, sin decadencia, sin perversión.
Eso fue cuando Jim, el antiguo pastor de un pequeño poblado de Kansas, aliado de su padre y consejero de su madre, les habló de él como una historia anterior al último Armagedón.
Lo había imaginado como un enorme bosque, con verdes praderas bordeadas de inacabables huertos, bañado por cristalinos riachuelos, cercano al mar y a las montañas, cubierto por la bondadosa luz del sol y adornado por la brisa fresca que jugueteaba con las hojas de los árboles y las briznas de hierba. Y que los animales que conocía, y otros que no habían sobrevivido a las guerras, retozaban felices en el lugar.
Esa vez, cuando Jim les habló de él, Dean lo imaginó con cierta nostalgia, especialmente porque supo que no lo conocería. Al menos no ese Paraíso. Desde ese entonces, había tomado la determinación de construir él un Paraíso, empezando por rescatar la Terra, aunque sabía que eso le tomaría tiempo y esfuerzo, y posiblemente su vida.
Dean dejó la caña de pescar y la bolsa de implementos a su lado, observando el lago que se extendía al frente, mientras una barcaza se alejaba del lugar. Despidió a Chuck con un gesto, y se volvió hacia el camino que lo llevaba de regreso a Nuevo Kansas.
Llevaba una buena dotación de pescado fresco, y el ocaso teñía el cielo de hermosos colores. Sonrió al recordar esa vez que había imaginado el Paraíso de una forma más opaca y sencilla que lo que ahora veía. No había punto de comparación, y eso lo hacía feliz.
Sam y Castiel esperaban un poco más adelante, con la carreta cargada de frutos y vegetales que llevarían a la comunidad. Había sido una jornada bastante generosa.
-Hey -los saludó con una gran sonrisa, mostrándoles lo que había logrado-. Miren, pesqué más que Chuck.
Su hermano le quitó el hato de pescados que llevaba, llevándolo al frente de la carreta para acomodarlo. Dean aprovechó ese momento para abrazar a Castiel y apoderarse de sus labios en forma por demás posesiva y demandante.
-Hey, Ángel del Señor y Guardián Personal de los Winchester, te extrañé -le dijo al soltarlo, acariciando su cabello con ternura.
-Wow, me estoy poniendo celoso -reclamó Sam desde el otro lado de la carreta, viéndolos con una sonrisa pícara.
-Tranquilo, Sammy, que también tengo suficiente para ti.
-Dean -jadeó un poco el ángel, levemente sonrojado-. Este no es lugar…
-Sí, está bien. Esperaré -sin aviso, le dio una sonora nalgada, al tiempo que avisaba a su hermano-. ¡Sammy, prepárate! ¡Cas nos va a adelantar unas cuantas lecciones en eso del divino arte de hacer el amor cuando estemos en casa!
-Ay, Dean. Medio mundo no te oyó. Grita más fuerte.
Diciendo esto, entre reclamos del ángel y bromas picantes de los hermanos, los tres subieron a la carreta y emprendieron el camino de vuelta.
Con la felicidad burbujeándole en el pecho, Dean empezó a tararear una rara melodía que alguno de los antiguos cazadores les había compartido, hacía tiempo, haciendo que los otros dos reclamaran, antes de unírsele con bárbaros berridos, anunciándose al llegar a la comunidad.
Todos los vecinos con quienes se cruzaban, los saludaron jovialmente. Incluso sus padres, desde el jardincillo en el que cuidaban varios arbustos florecidos, afuera de su antigua casa.
Dean Winchester alguna vez llegó a pensar en el Paraíso.
Pero ya no era necesario, puesto que el extraordinario regalo de Gracia que ellos mismos le habían hecho a la Tierra, que había depurado la naturaleza de los demonios como Winchester, y que le había devuelto la vida a Dean, ahora les permitía disfrutarlo.
-------------------- XDD -----------------------
Volver al Master Post
Gracias una vez más a los organizadores del Plot-verse, a Elghin, que me ha tenido una paciencia (o dos, o tres, no sé cuántas, pero sorry). y a todos los que leen mis locuras.
Como dije en el anterior segmento, una enorme disculpa. Y ahora por adelantado, porque el epílogo es sólo eso, chiquito y sin mucho material subido de tono. Uh... aparte de que soy una papa tratando de escribir lemons, ya saben XSS
En fin, que voy a tratar de compensar esta falla más adelante, aunque no dentro de esta historia. Esta se cierra aquí, y tantán.
EPÍLOGO (12)
Dean Winchester alguna vez llegó a pensar en el Paraíso. Decolorado y marchito, puesto que su naturaleza mestiza no le permitía imaginarlo en su forma pura, sin decadencia, sin perversión.
Eso fue cuando Jim, el antiguo pastor de un pequeño poblado de Kansas, aliado de su padre y consejero de su madre, les habló de él como una historia anterior al último Armagedón.
Lo había imaginado como un enorme bosque, con verdes praderas bordeadas de inacabables huertos, bañado por cristalinos riachuelos, cercano al mar y a las montañas, cubierto por la bondadosa luz del sol y adornado por la brisa fresca que jugueteaba con las hojas de los árboles y las briznas de hierba. Y que los animales que conocía, y otros que no habían sobrevivido a las guerras, retozaban felices en el lugar.
Esa vez, cuando Jim les habló de él, Dean lo imaginó con cierta nostalgia, especialmente porque supo que no lo conocería. Al menos no ese Paraíso. Desde ese entonces, había tomado la determinación de construir él un Paraíso, empezando por rescatar la Terra, aunque sabía que eso le tomaría tiempo y esfuerzo, y posiblemente su vida.
Dean dejó la caña de pescar y la bolsa de implementos a su lado, observando el lago que se extendía al frente, mientras una barcaza se alejaba del lugar. Despidió a Chuck con un gesto, y se volvió hacia el camino que lo llevaba de regreso a Nuevo Kansas.
Llevaba una buena dotación de pescado fresco, y el ocaso teñía el cielo de hermosos colores. Sonrió al recordar esa vez que había imaginado el Paraíso de una forma más opaca y sencilla que lo que ahora veía. No había punto de comparación, y eso lo hacía feliz.
Sam y Castiel esperaban un poco más adelante, con la carreta cargada de frutos y vegetales que llevarían a la comunidad. Había sido una jornada bastante generosa.
-Hey -los saludó con una gran sonrisa, mostrándoles lo que había logrado-. Miren, pesqué más que Chuck.
Su hermano le quitó el hato de pescados que llevaba, llevándolo al frente de la carreta para acomodarlo. Dean aprovechó ese momento para abrazar a Castiel y apoderarse de sus labios en forma por demás posesiva y demandante.
-Hey, Ángel del Señor y Guardián Personal de los Winchester, te extrañé -le dijo al soltarlo, acariciando su cabello con ternura.
-Wow, me estoy poniendo celoso -reclamó Sam desde el otro lado de la carreta, viéndolos con una sonrisa pícara.
-Tranquilo, Sammy, que también tengo suficiente para ti.
-Dean -jadeó un poco el ángel, levemente sonrojado-. Este no es lugar…
-Sí, está bien. Esperaré -sin aviso, le dio una sonora nalgada, al tiempo que avisaba a su hermano-. ¡Sammy, prepárate! ¡Cas nos va a adelantar unas cuantas lecciones en eso del divino arte de hacer el amor cuando estemos en casa!
-Ay, Dean. Medio mundo no te oyó. Grita más fuerte.
Diciendo esto, entre reclamos del ángel y bromas picantes de los hermanos, los tres subieron a la carreta y emprendieron el camino de vuelta.
Con la felicidad burbujeándole en el pecho, Dean empezó a tararear una rara melodía que alguno de los antiguos cazadores les había compartido, hacía tiempo, haciendo que los otros dos reclamaran, antes de unírsele con bárbaros berridos, anunciándose al llegar a la comunidad.
Todos los vecinos con quienes se cruzaban, los saludaron jovialmente. Incluso sus padres, desde el jardincillo en el que cuidaban varios arbustos florecidos, afuera de su antigua casa.
Dean Winchester alguna vez llegó a pensar en el Paraíso.
Pero ya no era necesario, puesto que el extraordinario regalo de Gracia que ellos mismos le habían hecho a la Tierra, que había depurado la naturaleza de los demonios como Winchester, y que le había devuelto la vida a Dean, ahora les permitía disfrutarlo.
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Gracias una vez más a los organizadores del Plot-verse, a Elghin, que me ha tenido una paciencia (o dos, o tres, no sé cuántas, pero sorry). y a todos los que leen mis locuras.