Para saber el prólogo lee
aquí ~Iro No Koi Wa Shinku~
=El color del romance es carmesí=
Dentro del inmenso y ostentoso castillo de una de las dinastías más importantes de Japón, en el reino de Koukan. Se encontraba rodeado de cientos de sirvientes de ropajes de colores igual de brillantes y enigmáticos que el interior del mismo; el pequeño y caprichoso emperador de cabellos oscuros y sonrisa picara, moraba en su habitación experimentando con una de sus cortesanas lo que significaba “ser hombre” o al menos eso se disponía a hacer, esto hecho más por aburrimiento que por propia iniciativa. Cuando de repente las puertas de su habitación se abrieron de par en par dejando entrar a un joven alto de porte agresivo, cabellos cobrizos y facciones delicadas que miró desafiante y burlón la escena:
El pequeño, marfileño y delicado cuerpo de la joven cortesana se encontraba boca arriba en la cama; portaba unas cuantas sabanas alrededor de su cuerpo desnudo cubriendo sus pechos y entrepierna, llevaba unas pulseras y anillos sumamente brillantes y costosos, con su cabello finamente recogido y mirada asustada debajo del cuerpo acechante del joven e impertinente emperador, quien injustamente portaba todas su esplendorosas ropas, éste se sentó sobre ella y le sujetó por el cuello apretándolo con todas sus fuerzas intentando asfixiarla, sin importarle si le miraban. El rostro del emperador no mostraba emoción alguna, total indiferencia, mientras pronunciaba entre los jadeos de la joven:
-Me aburres…
-¿No crees que ya es suficiente?- dijo el joven que segundos antes se encontraba en el umbral de la puerta y ahora corría hacia el emperador, empuñando su afilada espada abalanzándose sobre ambos. Apuntando al emperador justo bajo el cuello le amenazó:
-Su alteza, si sigue maltratando a las cortesanas, se las terminará todas, entienda esto por favor.
- ¿Y tu impedirás que lo haga?- dijo sin soltar en cuello de la joven quien se retorcía con el rostro casi azul aferrándose de las ropas del emperador con desesperación y una mirada nublada.
-Suficiente…la verdad… ¡Estoy harto de tus caprichos estúpidos!- de un golpe a puño cerrado, aventó al emperador al suelo librando a la pobre chica que tosía frotándose la garganta, enseguida, entraron unas damas de compañía quien asustadas se llevaron a la joven que lloraba inconteniblemente, dejando al emperador y al joven de cabellos cobrizos en la habitación.
-¿Qué sucede Takakki-san? ¿Está celoso de que no le haya pedido a usted acompañarme en mi primera noche?- dijo el emperador burlándose e incorporándose.
-¿Por qué no pone sus palabras en hechos, su alteza?....no, dejemos las formalidades si así van a ser las cosas; ¿Yamada-kun?-dijo sonriendo de manera lasciva, el joven era mayor que el emperador pero no por eso era menos inmaduro.
-Ja, no te atreverías, sabes lo que te sucedería si me...-pero no pudo terminar su altanera palabrería pues en ese instante ya tenía al apuesto soldado encima suyo que le tacleó y ahora se encontraba arrancándole cada prenda con desenfreno y malicia en su mirada dejándole desnudo e indefenso forcejeando en el suelo; el soldado comenzó a acariciar sus muslos con fuerza mientras lamía y mordisqueaba sus pezones, este acto arrancó un gemido de la boca del emperador, sin embargo no por eso dejaban de desagradarle esas caricias y de asquearle el sentir su lengua en su cuerpo, jalaba los cabellos del guerrero para separarle pero fue inútil pues éste, sin previo aviso, comenzó a masajear el miembro del menor mientras le besaba y mordía el cuello. Las caricias del soldado recorriendo el pequeño cuerpo del emperador se volvían violentas y dolorosas a medida que los minutos transcurrían, causándole más sufrimiento mientras seguían forcejeando, pero no armaba ningún escándalo demasiado grande como para ser salvado.
-¡Yamete! ¡Te lo ordeno!- Gritaba el menor con las mejillas sonrosadas por el esfuerzo.
-¡Así es! ¡Grita más! ¡Que poco me importa lo que te pase! ¿Esto es lo que quieres no? Pues ¡tómalo!-Dijo frotando con más rapidez y fuerza el miembro del menor, que de repente y sin previo aviso el soldado introdujo en su propia boca, lo succionó y lamió de arriba abajo durante un rato, pero al fin y al cabo el emperador era un hombre joven y por supuesto humano, por eso a pesar de las acciones perversas del mayor que le desagradaban, el sexo oral que le proporcionaba logró excitarlo, provocando más gemidos por parte del emperador hasta que éste se corrió en su boca.
-Eres muy rápido-le susurró al oído luego de incorporarse para propinarle una lamida en el lóbulo de su oreja, estremeciéndolo.
-¡Urusai!- le respondió jadeando el menor con la cara enrojecida y sudada.
-Si me lo pides arrodillándote a voluntad, te dejaré ir…pero eres demasiado orgulloso para eso ¿o me equivoco?-pronunciaba entre jadeos sonriendo, el emperador se separó como pudo aprovechando el momento de distracción del mayor y se arrastró gateando intentándose alejar de su atacante, cuando sintió que el mayor le jalaba del tobillo arrastrándolo a hacia sí, sin embargo justo cuando el menor pensó “onegai que alguien me ayude”, el tiempo se detuvo, o así lo sintió él pues el tirón en su tobillo cesó y la voz del soldado no se escuchó. El emperador volteó hacia atrás para encontrar a Yabu, uno de sus más fieles sirvientes apuntando con mirada fría justo al cuello de su perpetrador con su espada empuñada.
-¿Está bien?, ¿Amo?-preguntó
-El menor sólo asintió asustado con los cabellos revueltos y los ojos abiertos de par en par.
-Yuya, te sugiero lo siguiente: aléjate del emperador si no quieres problemas.
-¿Sabes? No puedo irme así como así, aun no he terminado.
-No me importa, no me mediré si no te vas ya, te lo advierto- le miró desafiante.
-No será necesario derramar sangre inocente en el recinto sagrado de su alteza-Interrumpió una dulce cuarta voz en ese momento perteneciente a un chico alto, de cabello oscuro, corto y ondulado, de facciones finas cual príncipe, de piel suave y brillante que se asomaba por la puerta, vestía un kimono rojo de estampados de flores azules descubierto de los hombros y abierto de la parte de abajo dejando ver sus largas piernas. El chico se paró provocativamente en el umbral de la puerta con mirada seductora y prosiguió -Pues para eso estoy aquí, ne...Yuyan ¿Por qué no me buscaste? sabes bien que yo podría darte toda la satisfacción que necesitas- dijo acercándose al soldado y abrazándole por la cintura.
-Pero Inoo, no tienes porqué... -insistió Yabu alterado pero de nuevo fue interrumpido por Inoo quien ni siquiera le miraba.
-Shhh descuida, por el emperador lo que sea, de haber sabido que sucedería esto…ah.. no saben cuan culpable me siento, que mi función principal en este lugar no se cumpla, lamento mucho que esto haya pasado mi alteza, le ruego me castigue más tarde, pues ahora tengo una misión por cumplir, vamos Yuyan, yo te calmaré- dijo melosamente mientras tomó ambas manos del soldado y le jaló hacia la puerta, salieron juntos del lugar sin decir ni una palabra más, Yabu bajó su espada e impotente miró al suelo apretando los puños que le temblaban, Yamada quien había permanecido desnudo en el suelo le miraba con desprecio sin comprenderlo, si tanto deseaba a Inoo, ¿Por qué no lo tomaba como todos los demás? ¿Por qué no le decía nada? ¿Por qué permitía que todos los demás lo tuvieran menos el si era quien sufría mas al verlo con otros? y lo más importante: ¿Qué no entendía la posición de Inoo? jamás seria suyo, ni de nadie, él era solo un juguete al que ni siquiera le pagaban por dar su cuerpo a todo aquel que se lo pidiera, alguien que había sido vendido al palacio y comprado por sus mentores. Todo eso le parecía de lo más patético, tanto que esta vez se le salió decir:
-Busamada (Patético)
Yabu se percató del estado del menor y sin decir nada envainó su espada, extendió su mano y se acercó a él para ayudarle a levantarse pero este se negó rotundamente.
-¡Déjame solo! ¡Me das asco! ¡Eres como todos los demás! ¡Solo miras a Inoo! ¡Lo deseas! ¡Lo sé! ¡No me toques! ¡No quiero que vuelvas a aparecerte frente a mí a menos que te lo ordene! ¿Entendiste? - gritó dando un manotazo a Yabu, quien dolido y sorprendido, ocultó su semblante tras una máscara de indiferencia, tomó unas sábanas y lo envolvió en ellas cargándole y llevándole a través del pasillo a pesar de los cuchicheos del personal del castillo y las protestas del menor que se sacudía en brazos del mayor. Fueron directo a los grandes baños termales, donde Yabu le arrojó sin cuidado alguno al interior de una enorme tina de agua caliente, pues sabía que no le pasaría nada.
-Necesita asearse amo, con su permiso- hizo una reverencia y se alejó, le indicó a unas doncellas que le trajeran ropa, asearan al señorito y salió del baño a pesar de los gritos de Yamada que le reclamaban. Yabu sabía que Yamada no era un mal chico pues le conocía desde que era pequeño, cuando aun poseía esa sonrisa inocente; esa mirada pura, esa personalidad aventurera, apasionada y perseverante…Claro, eso fue antes del ataque al castillo por parte de un grupo enemigo, lo que provocó la muerte de sus padres, dejando a Yamada sólo y como único heredero a cargo de todas las responsabilidades, dejando a un niño al que le arrebataron su felicidad y su infancia a cargo de toda una dinastía de la cual ni siquiera quería ser parte por creer que era la culpable de la muerte de sus padres.
Yabu sabía que Takaki no era una mala persona, solo era muy temperamental, por eso no era poco común que de vez en cuando tuviera ese tipo de arranques contra el emperador, los tenía con cualquiera que le colmara el plato, lo cual no costaba mucho debido a la poca paciencia de éste, sin embargo a otros los golpeaba hasta casi matarles, por eso era un soldado tan temido, pero no respetado pues cualquiera que no tenga respeto por su amo no merece el respeto de los demás. Los otros soldados sabían del comportamiento impropio de Takaki y no lo aceptaban pero eso a él no le importaba, él tenía sus propios problemas, por eso Yabu no podía culparle, en cierta parte podía comprenderlo un poco, muchas veces Yabu envidiaba la forma en que Takaki mostraba total indiferencia por las consecuencias de sus actos, pero no podía actuar igual que él, por mucho que lo deseara a veces. Y encima estaba Inoo, aquel que más amaba…el primero…pero que creía que no le correspondía, sin mencionar que se sentía culpable por la situación en la que se encontraba; siendo un esclavo de palacio que era utilizado con fines sucios y perversos y todo por culpa de aquel día fatídico…que no quería recordar….todos estos sentimientos arraigaba el interior del corazón del amable Yabu quien siempre disfrazaba todo con una sonrisa o una máscara de emociones.
…………………………
Horas después las puertas del palacio se abren y dejan entrar por el enorme portón de madera a un grupo de 50 hombres escoltando lo que era una carroza real. Era pequeña pero no por eso menos ostentosa, al contrario, estaba más deslumbrante que los arreglos del palacio. Los hombres cruzaron la explanada del palacio hasta llegar a las puertas principales del salón real y de la pequeña carroza bajaron un par de pies que se adentraron a través de las puertas abarrotadas de guardias que le reverenciaban, abriéndose paso por el suelo de jade dentro de esas enormes y frías paredes del salón, el par de pies llegó hasta el trono del emperador quien le miraba de manera desinteresada. El dueño de las pisadas se arrodilló y luego levantó su mirada que era pura y masculina, sin embargo sus facciones eran aun delicadas, como las de un jovencito en desarrollo, su piel tersa y pálida, sus cabellos completamente oscuros, un bello perfil tallado en marfil, unos sonrosados labios que bien podían competir con la belleza sublime y única del emperador, que era tan bello cual doncella de leyenda, muchas veces el emperador había sido confundido con la belleza de una joven mujer, todo gracias sus rasgos heredados de su difunta madre, la mujer más hermosa del reino. Pero este otro joven de porte noble, poseía una delicadeza diferente, podía pensarse que era frágil e indefenso, pero al ver su mirada, reflejaba los ojos de un gobernante firme y justo. Entonces el joven hablo:
-Su alteza, mi nombre es Chinen Yuri, único heredero del reino vecino, Senkou y es un honor para mí y mi familia este encuentro, desde ahora permítame quedarme a su lado para gobernar juntos nuestras tierras, según lo acordado por nuestras familias.-dijo agachando la cabeza.
-Yo no requiero de tu compañía, ni tú de la mía, y no estoy dispuesto a permitir que un montón de gente muerta decida qué hacer con mi futuro, y tú deberías hacer lo mismo, así que bien puedes olvidarte del acuerdo que ya no estamos en tiempos de guerra-interrumpió mirando hacia un punto del salón y hablando con desgano-así que si me disculpas, tengo otras cosas que hacer, solo te recibí para decirte esto, espero que lo entiendas pues no lo volveré a repetir.
-¿Está incumpliendo la promesa de nuestros difuntos padres?-Preguntó incrédulo.
-Así es, nadie me dice que es lo que debo hacer-pronunció por último y se alejó del lugar dejando al joven arrodillado que le miraba de soslayo con una sonrisa
-Es un testarudo…pero si no se resistía esto sería muy aburrido ¿no lo crees así…Yuto?-se dirigió a un joven que estaba a 2 metros detrás de él arrodillado.
-Como usted diga…mi señor- respondió con la cabeza agachada esa figura sombría ocultando su serena mirada bajo un espeso flequillo azabache.
Al caer la noche el joven emperador salió del palacio caminando con paso decidido entre la maleza que se hallaba detrás de éste, dirigiéndose al lago que había cerca. Caminó sobre una fila de rocas alineadas en que flotaban y formaban un camino sobre el mismo, hasta llegar al centro donde se hallaba una especie de superficie rocosa y lisa que no podía verse a simple vista y menos de noche, parecía que caminaras sobre el agua si te parabas sobre ella. La luz de la luna llena alumbraba tenuemente el lugar, el emperador se paró en el centro de la superficie y cerró los ojos, esa noche portaba un traje especial: un par de pantalones de seda blancos y algo holgados, unas zapatillas doradas, una corona especial sobre la cabeza que tenía pequeñas monedas de oro colgantes, una blusa especial de color blanco con toques anaranjados que cruzaban en su pecho en forma de “v” de mangas largas. Tan largas que se arrastraban y se humedecían cada vez más, pues sobre la superficie había un charco de agua que se formaba a su alrededor, dio un suspiro y se concentró, no podía escucharse sonido alguno que no fuera el que hacia el lago al fluir entre las rocas, el sonido de las cigarras a lo lejos y la respiración del emperador, cuando de repente de un movimiento dio un salto al aire abriendo las piernas en Split, provocando que las mangas que colgaban se elevaran y con las gotas de agua que poseían, trazaran un camino de roció, luego cayó al piso en ambos pies y dio una serie de giros, primero en un pie y luego en otro, así turnándolos, extendiendo los brazos; en el suelo salpicaban nuevamente las gotas en torno a sus pies formando círculos pequeños por donde brincaba y giraba y a cada movimiento de sus brazos que daba hacia arriba y hacia los lados mientras giraba, arrastraba las mangas que formaban en el aire bellas figuras cual listones al moverse, y que al caer, apenas acariciaban el charco en el suelo provocando que más y más gotas salpicaran y resplandecieran con la luz de la luna. El joven bailaba, pero bailaba al compás de un ritmo insonoro por cualquiera que hubiese estado presente, continuó danzando formando toda clase de figuras con las gotas resplandecientes, sus movimientos eran ágiles, precisos pero hermosos y delicados, la pasión que reflejaban sus ojos de mirada salvaje, su respiración agitada, sus cabellos escurriendo por el sudor mezclado con el rocío y sus labios y mejillas enrojecidas, delataban todo el deleite que le provocaba bailar, como si hubiese nacido para ello. Lo cierto es que había empezado a aprender a hacer una serie de bailes rituales cuando niño, bailes que su madre le había enseñado, pero luego por su cuenta había desarrollado un estilo propio y ahora a sus 17 años. Siempre bailaba en lugares donde nadie pudiese verle cuando se sentía triste y solo pues el bailar le llenaba de bellos recuerdos de cuando su madre le enseñaba y su padre lo elogiaba. sin embargo esta ocasión, no se aseguró de que nadie le siguiera, pues una mirada embelesada perteneciente a un joven de silueta alta que le observaba escondido en la oscuridad, sin darse cuenta se fue acercando más y más a tal escenario tan atrayente para alguien como él, quien sólo había visto espectáculos de baile en las calles durante los desfiles que pasaban frente a su casa cuando era niño, que ni siquiera se comparaban al que ahora presenciaba. Sin querer pisó una rama de madera que crujió y delató su presencia, entonces en ese momento el emperador se detuvo y habló:
-¿Quién anda allí?- preguntó enojado con la mirada fija en la oscuridad.
-El joven no sabía cómo responder, pues claramente le había hecho enojar y esperaba que no le matara por haberle espiado, estaba asustado, pero cautelosamente decidió acercarse a la luz de la luna y hablar:
-Soy Nakajima Yuto, señor, lamento mucho haberle interrumpido, no tengo perdón.-dijo arrodillándose ya a la luz de la luna.
-¿Y quién demonios te dijo que me siguieras? Eh!? ¿Quién demonios eres? ¿Un espía?-exclamó eufórico-
-Tranquilícese Yamada-san, si se enoja tanto por algo tan pequeño se enfermará-respondió el joven de hace un rato en el palacio que se acercó detrás del cuerpo del joven arrodillado.
-Tú no te metas Chinen, esto no te importa, ¿no te dije que te quedaras fuera de esto?
-Pero como verás, no te hice caso, no soy alguien que haga las cosas sólo porque me las ordenen, y en este caso si me importa pues es a uno de mis más fieles soldados a quien le estás gritando.
-¿Qué?- aun con cara de fastidio, le dirigió una mirada al joven arrodillado y le habló:
-Oye tú, ven y acércate acá.
-El no te obedecerá a menos que se lo ordene yo- le respondió chinen.
-Esto sólo enfureció mas al emperador-¡Entonces lárguense los dos! ¡Aun están en mis tierras!
-¿Si tanto quieres que nos vayamos porqué no llamas a tus guardias?- preguntó burlón el pequeño chinen.
-Ellos…no deben venir por acá…no ellos… no deben conocer este lugar- dijo mirando hacia abajo y cerrando los puños con una mirada difícil de describir, una especie de tristeza y resentimiento percibidas por el joven soldado quien permanecía mirando fijamente al emperador. Chinen se dio cuenta de la intensa mirada que le dirigía así que con una sonrisa en su rostro habló:
-Entonces te propongo algo; déjame unirme al baile que hace un momento realizabas, me pareció profundamente hermoso y conmovedor a mí y como veo, a mi soldado también, si me permites decir, tanto que me dieron ganas de realizarlo yo también contigo y estuve a punto de hacerlo si no fuese porque te diste cuenta de nuestra presencia.
-¡Ja! ¿Estás loco?- exclamó incrédulo y sonrojado por la vergüenza que le provocaba saber que podía provocar halagos por primera vez provenientes de alguien que no fuesen sus propios padres, pues nunca lo había hecho en frente de nadie que no fuesen ellos.
-No tienes porque apenarte mi querido amigo- dijo sonriendo y acercándose más a la orilla del lago.
-¿Qué? ¡No me apena nada!- protestó haciendo pucheros sin darse cuenta, cual niño pequeño.
-Jajaja, como digas, entonces si tú me dejas unirme a ti esta noche en tu baile, te prometo mostrarte a mi soldado, ¿quieres verlo más de cerca no? O incluso podría prestártelo si quieres un día,
-¿Crees de veras que te dejaré hacer lo que quieras sólo para ver a tu sirviente?
-¡Tengo mis propios sirvientes, no necesito al tuyo!
-Bien, como quieras, entonces pon tú el precio.
-Perfecto, entonces, si te dejo estar a mi lado ahora, te irás mañana a primera hora y no me molestarás más.
-De acuerdo-pero en ese momento chinen fue interrumpido:
-Pero…amo chinen ¿y el acuerdo de sus padres?- interrumpió el joven arrodillado.
-Tranquilo Yuto,-le dedico una mirada tranquilizante y continuó- eso… sí aun quieres que me vaya-prosiguió mirando al emperador.
-¿Cómo dices?, ¿por qué no querría que te fueras?
-Ohh ya lo verás… ¿y bien? ¿Comenzamos?-preguntó parado sobre una de las rocas que conformaban el camino.
*ESCUCHAR MISTERY VIRGIN/Yamada Ryosuke instrumental mientras lees lo siguiente*
-Ja, a ver si puedes seguirme el paso-bufó y dio un salto al aire de nuevo comenzando a bailar igual que antes, pero esta vez se sentía diferente; una especie de nerviosismo le invadía haciendo latir su corazón más rápido, pues hacía mucho que alguien le miraba bailar y también era la primera vez que no lo hacía solo. Chinen dio un salto al aire y sobrepasó el camino de rocas hasta llegar a la misma superficie rocosa donde bailaba el emperador. Entonces comenzó a imitar sus movimientos, pero algo era diferente; él portaba una espada que blandía de un lado a otro mientras giraba sobre el agua, eran giros que al igual que el emperador; levantaban brillantes gotas de rocío, parecían bailarines gemelos, sin embargo la diferencia en el baile radicaba en los saltos extras que daba chinen alrededor del lago parándose en las rocas que lo rodeaban. Cada vez que brincaba hacia una de las orillas del lago, unas cuantas luciérnagas salían de su escondite rodeando así el lago iluminando más el firmamento que los rodeaba; un escenario sublime en toda su expresión y el único espectador que podía gozar de tal acontecimiento aún se halaba arrodillado, con los ojos abiertos de par en par. Sus carnosos y rosados labios entreabiertos deseando pronunciar una palabra para describir lo que veía, su pálida piel iluminada a la luz de la luna, su porte caballeroso, sus largos cabellos sujetos por una cola de caballo meciéndose al compás del viento, su intensa mirada en la que se reflejaban las brillantes siluetas frente a sus ojos, pues éstas parecían dos espíritus del lago; con sus ropas doradas resplandeciendo por el brillo del agua y las luciérnagas, ambos flotando sobre el lago en una danza silenciosa y misteriosa. Como si sólo ellos pudiesen entenderse sin necesidad de palabras. Sólo con cruzar sus miradas igual de intensas que los latidos de sus corazones inaudibles en ese momento, donde el tiempo parecía detenerse y transcurrir en un parpadeo al mismo tiempo, sólo siguiendo el sonido que producían sus pasos sobre el agua y las rocas y el romper del viendo sobre sus cuerpos. Se seguían el paso como si supieran que movimiento hacer justo después del otro, ya no era simple imitación, entonces, sucedió lo imposible; del rostro del emperador surgió una sonrisa y de ella nació una risa adornando el viento que se fundió con él, en ese momento se unió una segunda voz, la del joven Chinen, ahora eran ambas risas y sonrisas quienes completaban el cuadro.
El joven guerrero Yuto, se perdió unos minutos más en ese mundo, donde parecía que el tiempo no fluía, los minutos se volvieron horas y lo siguiente que pudieron ver sus ojos fue al emperador y a su amo recostados y rendidos a la orilla del lago, aun rodeados de luciérnagas, riendo y mirando el cielo revestido de estrellas. Esperó unos momentos más, luego fue por un par de mantas para cubrirlos a ambos y llevarles dentro del castillo.
……………………………….
Habían transcurrido los días hasta convertirse en semanas desde ese día, haciendo que la convivencia de ambos líderes se mejorara con el tiempo y se estimasen cual hermanos. Chinen estaba poco a poco curando la solitaria alma de Yamada.
Una mañana de primavera el emperador descansaba a la sombra de un árbol sobre una manta mientras bebía una taza de té y observaba a un par de guerreros realizar un combate amistoso de práctica. Esa clase de cosas le parecían muy interesantes, fue entonces cuando sin avisar, un pequeño travieso llego por detrás y le cubrió los ojos.
-Ne ¿da~re?^^- pronunció de modo infantil con una dulce voz.
-¡Oye espera! …¿Quién? ¡Detente!- se quejaba intentando librarse de las manos que le rodeaban.
-jajaja no me digas que ¿le tienes miedo a la oscuridad?- preguntó burlón mientras soltaba al mayor y se sentaba a su lado.
-¡Chinen!, no hagas eso, ¿no se supone que tienes cosas que hacer?, digo además de seguirme y molestarme todo el día- decía en tono fingido de molestia mientras daba un sorbo a su té.
-Mmmm pues… no, la verdad no tengo nada que hacer …como tú, además admite al menos un poco que estás feliz porque luego de estar conmigo te diste cuenta de que me necesitas ^^ -recalcaba con una sonrisa.
-Pero yo SI tengo cosas que hacer y ¡Te equivocas! ¡Yo no dije tal cosa!- alegaba sonrojándose.
-Aja lo que tú digas… ya lo veo... y es que ahora mirar a un par de apuestos soldados practicar se ha vuelto un trabajo tan importante y exhaustivo…¬¬ -replicaba con sarcasmo.
-¿¡D-de-de que hablas!? ¿¡Y como que apuestos!? ¿¡De dónde!? ¡¿Y por qué te fijas en esas cosas!?-decía aún más sonrojado que antes frente a la mirada divertida del menor.
-Bueno si no me crees… ¡oigan Yuuto y Keito vengan acá!- gritó el menor al par de soldados de antes quienes dejaron de enfrentarse y se acercaron a ellos.
-¡Oye! ¿Qué crees que haces?
-Descuida, sólo espera- insistió el menor.
Los soldados hicieron una reverencia al estar frente a ambos nobles, los dos soldados parecían cansados; su condición era delatada por sus jadeos y el sudor aperlado resbalando por sus frentes y cuellos.
-¿Ves? Yo digo que sí, ¿Qué dices tú, Keito?- habló el menor dirigiéndose a uno de los soldados.
-¿Disculpe?-preguntó un poco confundido uno de los soldados.
-Le decía al emperador que ustedes son bastante atractivos, ¿Tú qué crees Keito?
¿Crees que Yuto es apuesto?- preguntó con un tono juguetón en su voz mientras les miraba traviesamente.
-Ehh…pues...-El soldado dubitativo, no supo que contestar al instante, miró de reojo a su compañero Yuto y enseguida al suelo pues sus mejillas se tiñeron de un ligero color rosado.
-¿Ehh?.. ¿No respondes? Jum… ¡Pero si Yuto si cree que tú eres muy apuesto! ¿Nee Yu~to?- continuaba con un tono meloso mientras acariciaba la mejilla del mencionado quien no se molestaba pues estaba acostumbrado a esta clase de juegos por parte de su señor.
-¡Basta! No tienes por qué jugar así con ellos- protestó yamada antes de que alguien pudiese contestar.
-Ara...Yamada-san pero si esto lo hago sólo para divertirme…además de que he oído que tú hacías cosas peores con tus sirvientes… o me equivoco?- le atacó con esas palabras.
Yamada, por su parte sabía que tenía razón, antes les humillaba y les insultaba pero ya no tenía deseos de seguir con eso, no desde que podía disfrutar de una vida más normal gracias a Chinen, Yamada sabía que Chinen decía esas cosas a propósito justo para lograr que las dejara de hacer, algunas veces Chinen tuvo que tratar a los soldados como basura y mostrar total desinterés frente a las situaciones del reino frente a Yamada para mostrarle como era el “Yamada de antes”. Todos estos actos siempre lograban espabilarle para volverle más humilde, maduro, responsable y centrado, pero todo eso, era algo que yamada agradecía profundamente a Chinen.
Entonces Yamada pronunció desesperado:
-¡De acuerdo! ¡Pues ya no más! ¡No volveré a jugar con los sentimientos de nadie lo juro! ¡Pero detente!...no me gusta verte actuar así… no eres tú mismo…-susurró con la mirada abatida al piso.
Yuto miraba atento a Yamada; admirando como día a día cambiaba y se convertía en un líder respetable y admirable, mostrando esa sonrisa que para él lo era todo y así había sido desde el primer día que le vio. En cambio Keito miraba silenciosamente a su amigo, miraba como su querido Yuto se embelesaba con la sonrisa del emperador y le dolía, le dolía cada día, pero encerraba ese dolor en lo más profundo de su pecho y a cambio siempre mostraba una sonrisa comprensiva a su amigo.
-¡Yosh! ¿Quién quiere ir por un par de aperitivos?- preguntó chinen para cambiar de tema estando ya todo arreglado.
- ¿Eh? Pero no hace falta, nos los pueden traer si quieren- comentó el emperador subiendo la cabeza.
-¡Noo yo quiero que vayamos por ellos! ¡Quiero elegirlos! ¡Los sirvientes siempre me limitan!-decía haciendo un puchero.
-Es usted un glotón señor- le sonreía Yuto mientras avanzaban.
-Mmmmsii pero así me quieres ^^- insistía chii
-¡Chinen! ¡Que no sigas con eso!- reclamó Yamada
-¡Pero si es la verdad! ¡No te pongas celoso! ¡Si Yuto sólo tiene ojos para ti! - le peleaba chinen
-¡Ahh! ¡Chotto! etto… pues usted es mi amo, así que lo quiero y le respeto mucho n.nU- intervino Yuto dando unas palmaditas en la cabeza a chinen para callarle.-Ne keito ya vamos a que coman algo n.nU
-Entiendo vamos n.nU-le devolvió una mirada de complicidad a Yuto.
Los cuatro caminaron por el jardín camino al castillo aun discutiendo, cuando el sonido de un cascabel hizo voltear a Yamada detrás de ellos. Justo en el portal del jardín donde moraban los cerezos, volteó pero no vio nada ni a nadie…sin embargo ese sonido...le había resultado tan familiar que decidió regresar a descubrir de dónde provenía; corrió de regreso por el portal de los árboles de cerezo donde abundaba un aura rosada en todo el camino provocada por los innumerables árboles que soltaban cientos de pétalos que bailaban con la brisa. Corrió encontrándose rodeado de esos árboles, sin descubrir el origen del sonido que se hacía más fuerte y cercano, desanimado, dio media vuelta y fue entonces cuando lo vio; la silueta esbelta y alta de un joven samurái que portaba una espada en su cintura y en la empuñadura un cascabel, los largos cabellos del joven eran azabache, sujetos en una coleta meciéndose con el viento. El samurái se acercaba cada vez más al emperador, pero por alguna razón éste parecía inmóvil, algo en la mirada del samurái le impedía moverse, eso y una serie se sentimientos que parecían estar atascados dentro de él; nostalgia, tristeza, alegría, esperanza, dolor…El joven samurái se acercó al emperador hasta estar a un brazo de distancia, con una mirada llena de calidez, una sonrisa tímida y esos enormes ojos expresivos le dijo:
-Estoy en casa…Ryosuke-kun. Esa frase provocó un escalofrío en todo el cuerpo del emperador, y como si se le rogase a un espíritu, una ráfaga de viento surcó el lugar envolviéndolos en más pétalos de sakuras, la mirada atónita del emperador se llenó de lágrimas y en un susurro pronunció:
-Yu…ma…