Autor:
usi-ghostFandom: Soledades
Claim: Richard Eysenck
Tabla:
TiempoPrompt: 06.- Ácido
Puede ver cómo le disuelve la piel y le siente arder en sus venas, mezclado con su sangre y agolpándosele en el corazón.
- Me aseguraré de que no vuelva a pasar, señor Odergand. - La voz de su hermana se le clava en los oídos y los hace zumbar, hace que duela y que la sensación de odio penetrante sea más fuerte, que la tensión se apodere de su cuerpo y le haga cerrar los puños con fuerza.
Allan coloca la mano en su hombro, en un intento vano por reconfortarle, susurrando varias veces ese “tranquilo” que Richard está cansado de oír. “Tranquilo, Richard, tranquilo” Y calor humano demasiado cerca y el calor acumulándose en sus mejillas como resultado de la ira creciente.
- Entiéndalo, Richard es sólo un niño y… sólo lo ha hecho para llamar la atención.
Lo peor es que ella lo sabe, ella lo entiende por completo. Ruth puede leerle la mente y el corazón y es capaz de escribir en su alma con pluma envenenada. El ácido corrosivo de aquellos sentimientos con los que ella entinta el papel blanco que él era va desbaratándole, convirtiéndole en un despojo de si mismo, cegándole.
Y Allan murmura “perdónala” con tanta suavidad que le inquieta, pero el trasfondo de la frase le hace odiarlo a él también. “No perdonaré” Se dice Richard entonces, prometiéndoselo, no sabiéndose capaz de cumplir.
- Sí, yo me encargaré de él.- La perfectísima Ruth ha hablado, se sacrifica en pos de su hermanito. Richard puede cerrar los ojos y aún así tener la certeza de que en ese rostro suave y agradable se ha dibujado una sonrisa de disculpa ensayada, que oculta la burla que el interior de su hermana le regala.
Tal vez no sea su culpa. Ni de ella ni de él. Que se trata de trasfondos y antecedentes, únicamente. Ella, la primogénita, la hija de la mujer que Franz amó, que Alexander quiso como suya. Hija del poder y del amor, de la elegancia y la sofisticación. Y él… el hijo no deseado, el fruto de una vergonzosa aventura en un crucero. Hijo de una mujer que podría ser cualquiera. No es su culpa ser lo que es ni vivir a la sombra de lo que ella es.
Pero las conclusiones se esfuman con el timbre de la voz de su hermana, con sus palabras de algodón bañadas en hiel y la guerra establecida y, ante todo, mantenida entre ellos.
Cuando la mira salir de la oficina de Alexander, Allan ya no está y Richard no recuerda en qué momento se marchó. La observa, con las largas mangas españolas cubriendo las cicatrices que quedan de aquel incendio de hace muchos años y con la sonrisa condescendiente que siempre le dirige.
- Richard, el señor Odergand ha decidido darte otra oportunidad de quedarte.- Le habla despacio, lento, sílaba por sílaba, como si hablase con un idiota.- Siempre y cuando, te portes muy bien y me obedezcas. ¿Entendido?
Y de nuevo siente dentro el fuego que carcome sus entrañas, que se expande por su cuerpo y que corroe en su corazón, creando agujeros por donde el odio se cuela y puede propagarse por todo él.
Su corazón se vuelve negro y se deshace ante el poder de el rencor, del resentimiento; se recubre de hipocresía y entonces puede fingir lo que no siente y tragarse lo que le envenena.
- Entendido, Ruth. Gracias.
Le sonríe con amor y ella le devuelve la sonrisa cariñosa. Ninguno se lo cree.
Autor:
usi-ghostFandom: Yaji Ash-Shuthath
Claim: Willow Odergand
Tabla:
TiempoPrompt: 10.- Ola de calor
- Me hace falta…
Richelle se acomoda la larga cabellera, apretando un poco más el listón celeste que lleva puesto y se toma la libertad de desabotonarse los primeros botones de la camisa, escuchando a Willow hablar en apenas un murmullo.
Hace calor y Richelle se siente sofocada, pero no se atreve a salir del estudio, porque no quiere dejar a la morena sola y ésta, a su vez, parece demasiado enfrascada en su actividad como para estar dispuesta a dejarla. Willow irradia energía y calor pesado, como si fuese vitalidad escondida en el fango. Como fango. Como el aire que respiran, espeso, viciado, que se convierte en lodo por su sudor constante, aunque lo limpie con pañuelos de seda.
- Me hace tanta falta.- Murmura de nuevo y Richelle se ve tentada a preguntar de quién habla. Pero se calla, observando a su alrededor los cuadros recientemente pintados. Desde el lienzo le saluda la sonrisa pura de aquel niñito rubio de ojos de cristal. El mismo que Willow sigue pintando, tratando de reflejar una imagen que existió hace mucho y que no puede plasmar con la misma intensidad con que la vivió.
- Es muy bonito…
Willow la ignora, mordiéndose el labio, limpiando uno de los pinceles. El olor pesado de los solventes hace que a Richelle le duela la cabeza, pero no dice palabra alguna, porque no se considera una nenita delicada y puede soportar.
Pese a la viveza que desprende, Richelle nota que Willow se ha vuelto triste. Que en sus ojos se va apagando la luz, aquella chispa que antes tenía. Desaparece, tan lento, pero de manera inexorable, constante también.
- Aquí no puede vivir ese niño.- La escucha hablar, dejándose caer en el sofá de tapiz rojizo que hay en el estudio. Lo dice con profunda tristeza y con fortísima ira, todo cubierto de indiferencia que no es una gran capa protectora. - Porque no hay príncipe.
El calor sigue sofocándolas y a Richelle se le hace pesado y doloroso el respirar. Al cerrar los ojos, siente que podría morir en ese lugar y no sentirlo, no darse cuenta a causa del sopor que comienza a invadirla. Pero siente y se fuerza a abrir los ojos cuando el cuerpo de Willow, demasiado cerca, la presiona y siente el calor de sus dedos golpeando contra su cintura, pro encima de las ropas.
- Willow, no… - Murmura, pero ella no le hace caso, mordiendo en su cuello con suavidad, lamiendo despacio el sudor que ha resbalado. - Willow…
- No importa.- “¿Qué no importa?” se ve tentada a preguntar Richelle, pero lo calla, a sabiendas de que no servirá de nada y que si la morena prefiere ignorarla, lo hará.- No importa que Liam no esté aquí. Que mi pequeñito no esté aquí…
Un sueño delirante, de esos que Willow tiene tan seguido, concluye la rubia, sin prestar más atención y sin darle más vueltas al asunto. Esos sueños extraños, quiméricos, con escenarios imposibles y finales trágicos tan intrincados y rebuscados que Richelle está segura de que no son más que sueños. Ni recuerdos de una vida pasada, como pensaba Allan, ni vistazos a planos distintos, como delira Amke.
- Porque te tengo a ti, ¿cierto? Te tengo a ti.
Y la voz ya suena rota y Richelle no sabe si lo que empapa su piel descubierta es ahora sudor o lágrimas o algo más. Respira profundo, dejando al aire caliente penetrar a sus pulmones hasta herirlos y extiende la mano, hundiéndola entre el cabello oscuro.
- Me tienes a mí.
Pero ambas saben que no es verdad.
Autor:
usi-ghostFandom: Soledades
Claim: Richard Eysenck
Tabla:
TiempoPrompt: 01.- Sangre
Advertencias: Err, muerte de personaje~
Era obvio que así terminaría. Lo sabe, siempre lo supo, que su destino estaba marcado desde el principio, que las curvas en su camino formaban sólo círculos que llevaban al mismo punto, que su vida no era sino una caída en espiral y que ahora encuentra su fin inminente. No hay nada que pudiese haberle salvado.
Richard siente el frío del suelo de baldosas y la pared helada contra su espalda desnuda. Entrecierra los ojos, observando los finos hilos de rojo que escurren bajando por su mano izquierda. Trata de moverla, sin lograrlo, trata con fuerza de mover sus dedos, de lograr hacer que reaccionen. Por más que lo intenta, no logra cerrar la mano en torno al bisturí y sabe que con la izquierda le será imposible hacer lo que desea.
Sonríe levemente, echando la cabeza hacia atrás, dejando que su nuca choque contra la pared produciéndole un leve dolor que no le importa mucho. Contiene la risa, porque se da cuenta que hasta para eso ha tenido mala suerte y su torpeza le ha jugado una mala pasada en su momento. Un tenue escalofrío recorre su columna. No le queda mucho más, lo sabe, sólo algunos minutos de agonía antes de que llegue el final inminente y pueda descansar.
Baja la vista, observa el pequeño charquillo de sangre que se ha formado en el suelo y estirando el brazo, empapa un par de dedos en con ella, llevándolos despacio a dibujar en la pared, sólo unas cuantas líneas, las que alcanza a hacer, antes de que pierda también fuerzas y la deje caer a su costado.
- Qué desastre.- La voz suena enfadada, aunque es un enfado demasiado débil, apenas clasificable como tal. - Es tan sucio…
Richard no le responde. Permanece ahí, con la vista fija en el charquillo que se extiende hasta comenzar a mojar sus ropas.
No piensa que exista diferencia entre su vida entera y aquel momento en que termina. Igual al principio, igual al final. Y siempre ella, ella ahí, vigilando, juzgando, siendo más que él. Ruth siempre ha estado y estará, como presencia constante, eclipsando hasta su propia muerte.
La pequeña risa inunda la habitación y Ruth, desde el sofá, alza una ceja, ligeramente intrigada ante la acción de su hermano.
- Sé por qué.- Comienza Richard, sin dignarse a mirarla, escupiendo las palabras contra el suelo y apretando el puño izquierdo, aquel que aún le responde, el del brazo que no ha podido cortar y del cual no se desangra.- Por qué no me ayudas, Ruth.
- ¿Por qué? - Y su voz es tan suave y dulce, tan cálida y amable que Richard siente asco de tener la misma sangre que aquella bestia disfraza de ángel.
- Lo estás deseando, ¿cierto? - Pregunta retórica, alza la vista y hace pausa, sólo para tomar aire y continuar, ahora que sus sentidos van agarrotándose.- Sólo esperabas a que sucediera. Cuando sea tarde, llamarás a la ambulancia, a papá, a mamá, a todos.
La sonrisa de Ruth a Richard se le antoja demasiado parecida a la de un felino y él mismo corresponde. Sangre corrupta, criatura de alma putrefacta, que es peor que él, que es peor que todos.
- ¡Pobre mujer! - Continúa, alza la voz, la apaga después.-, eso dirán todos. Y te compadecerán. Porque viste algo horrible. Porque trataste de salvar a tu hermanito, a aquel que tan malo había sido y no lo lograste.
Se ríe, nuevamente y baja la vista, cierra los ojos. No hay respuesta de parte de su hermana, pero sabe que ha acertado. Puede verla en su mente, recrearla, imaginarla aún sentada en el sofá, inclinándose un poco al frente y sonreír, con la mirada brillante y la sonrisa perfecta, esperando con paciencia infinita la llegada del final, para robarle incluso eso.
- Me lo has quitado todo…
Por momentos cree percibir los latidos demasiado lentos de su corazón y se va enfriando, comienza marearse y se fuerza a cerrar los ojos para detener el vértigo.
- Todo…
Gota a gota. Puede verla sonreír, puede sentir sus dedos acariciando su mejilla, sus labios sobre la frente.
- No soy yo quien te lo quita.- La escucha y ya casi no.- Fuiste tú quien nunca tuvo algo.